A día de hoy Manchukuo sigue siendo un término prácticamente desconocido para el occidental medio. Sin embargo, en la década de 1930 se convirtió en el epicentro de la diplomacia internacional, y con posterioridad este país ha dado lugar a muchas películas y libros. También en la España de entonces tuvo cierta incidencia.
Contexto histórico:
Manchukuo fue un estado creado en 1932 sobre la base de las provincias chinas que correspondían al territorio de Manchuria, al noreste de la actual China. Detrás de este establecimiento estuvo Japón, y más concretamente algunos altos oficiales del Ejército de Kwantung,[1] que veían en el inmenso territorio manchú una fuente inagotable de recursos para el estado nipón. En buena medida esto supuso que la fundación del nuevo país no contase con el respaldo de la comunidad internacional, que vio en ello un simple estado títere controlado por una potencia extranjera y una forma encubierta de ruptura de la integridad territorial china. En España la prensa de signo conservador –y especialmente el diario ABC– acogió de forma simpática el establecimiento de Manchukuo.[2]
Aún más positiva fue la recepción que se hizo en 1934 de la entronización de Aisin-Gioro Puyi como emperador del Manchukuo. De hecho, Puyi había sido el último Emperador de China, depuesto en 1912 con la proclamación de la República. No debemos olvidar que también en España la monarquía había caído en 1931, dando paso a un régimen republicano (lo que la historiografía ha venido en denominar la Segunda República). No faltó quien vio en este movimiento un primer paso a la restauración del antiguo régimen imperial chino. Para otros el Manchukuo constituía una barrera eficaz frente a la siempre latente amenaza del comunismo (es decir, de la Unión Soviética, que de hecho compartía miles de kilómetros de frontera con el nuevo estado).
En diciembre de 1937, en plena Guerra civil española, se produjo el reconocimiento de la España de Franco por parte de Japón. Como contrapartida, el gobierno nipón había puesto la condición a las autoridades de Burgos –entonces la sede del gobierno franquista– que a cambio de que Japón reconociera diplomáticamente a Franco, estos hicieran lo propio con Manchukuo. La diplomacia franquista aceptó este punto y al poco tiempo se produjo el reconocimiento mutuo entre España y Manchukuo. Es relevante señalar el hecho de que España era uno de los primeros países occidentales que daba este paso, incluso antes que la Alemania nazi (principal aliado japonés).[3]
La labor propagandística:
Sin embargo, Manchukuo siguió cargando con el estigma de ser un estado marioneta. Una de las principales líneas de actuación de la diplomacia nipona fue la constante legitimación diplomática del nuevo estado manchú. Reconocer la existencia legítima de Manchukuo implicaba también aceptar como buenas todas las acciones que los japoneses habían desplegado con el fin de su establecimiento. Por ello, muchos de los esfuerzos de la propaganda nipona en el ámbito exterior iban encaminados a tratar de vender la imagen de una nación soberana y autónoma, a la vez que moderna y avanzada.[4]
España, como uno de los pocos países que reconocía a Manchukuo, no fue una excepción a esta propaganda. Es aquí donde llegamos a la figura de Gaspar Tato Cumming, que en el caso español constituye el principal publicista de Manchukuo.
Gaspar Tato Cumming (1906-2002) fue un escritor y publicista español, oriundo de Alicante, que alcanzó un cierto eco en la España de esta época. En la actualidad, sin embargo, su figura está prácticamente olvidada. Llegaría a publicar varias obras de carácter propagandístico sobre Asia, de entre las cuales podemos destacar títulos como China, Japón y el conflicto chino-japonés (1939), El Imperio del Manchukuo (1941) o Tokio, un español entre Geishas (1945). En todas ellas predominaba una visión idealizada y marcadamente pro-japonesa, que entraba en línea con los planteamientos entonces predominantes en los países cercanos a las Potencias del Eje. Pero en este caso, nos centraremos sólo en su obra sobre Manchukuo.
Manchukuo, un Estado ejemplar:
Tato Cumming a mediados de 1936 realizó una gira mundial que llevaría, entre otros países, por Japón, Corea, Manchukuo y China. Unos años después, hacia 1940, ya puede rastrearse en la prensa la relación del autor con la embajada de Manchukuo en Madrid y con diversas actividades de carácter cultural y/o publicitarias.
Su obra El Imperio de Manchukuo vio la luz en 1941, editada en Madrid. A lo largo de sus páginas nos ofrece una visión idealizada[5] –a veces casi rozando la perfección– de la vida en Manchukuo, en sus diversos aspectos, así como una colección de datos y estadísticas, informaciones de tipo económico, una evolución del país en los últimos años –desde su creación en 1931–, un pequeño relato sobre la historia de los manchúes, etc. El libro también dispone de una colección de imágenes costumbristas sobre la vida en las ciudades, los complejos industriales japoneses, monumentos, etc.
Una constante que puede verse en estas páginas es la transmisión de una idea: la de un país moderno y modélico, que se ha desarrollado bajo la asistencia japonesa, y que al mismo tiempo ha dejado atrás su pasado feudal. Asimismo, la imagen edulcorada de la moderna capital de Manchukuo (Hsinking), con sus grandes avenidas y sus imponentes edificios gubernamentales. En definitiva, la idea del desarrollismo y la modernización como motor de bienestar social. Otra realidad que el autor nos presenta es la armoniosa convivencia de diversos pueblos en el Manchukuo, las llamadas cinco razas –manchúes, chinos Han, japoneses, mongoles y coreanos– que conforman la nación,[6] todas ellas bajo la protección paternal del emperador Puyi.
En contraste con todo este panorama, Tato Cumming no desaprovechará la ocasión para recordar lector la situación que existía en Manchuria antes de 1931, con un territorio asolado por las guerras civiles, el bandidaje, la amenaza del comunismo soviético y los nacionalistas chinos, etc.
La visión positiva que impera a lo largo de más de ochenta páginas ignora numerosos pormenores sobre la realidad de Manchukuo. Tato Cumming no hace mención alguna a la subyugación del país respecto a las decisiones del poder nipón, y asume como propia de las autoridades manchúes cualquier acción administrativa, legislativa, etc. El autor tiene incluso el atrevimiento de elogiar la supuesta campaña gubernamental de lucha contra la adicción del opio (y además, su hipotética erradicación), cuando con posterioridad se ha sabido que el cultivo del opio –así como su distribución y venta entre la población– eran uno de los principales y más lucrativos negocios del Ejército Japonés en territorio manchú. En cuanto a la idílica convivencia de las diversas poblaciones, también ignora el hecho de que cientos de miles de campesinos japoneses se trasladaran a Manchukuo como colonos y que otros tantos campesinos chinos fueran expulsados forzosamente de sus tierras.
El Imperio de Manchukuo, con su estilo liviano, lineal y a veces realmente monótono, constituye un ejemplo interesante de texto propagandístico de la época.
Bajo estas premisas, y teniéndose en cuenta el contexto, no es nada descartable que el libro fuera subvencionado por la embajada manchú en Madrid –o por la legación nipona–. Ya se ha señalado antes la cercanía existente entre el autor y la embajada manchú. En cualquier caso, la obra debió tener cierto eco en su época, pues el diario madrileño ABC en su edición del 23 de marzo de 1941 dedicó un elogioso artículo al autor y a algunas de sus publicaciones. De hecho, esta obra en concreto sería descrita por ABC como “el primer libro que se escribe en castellano acerca de este gran país”.[7] Sea cierto o no, desde luego de esta época constituye uno de los poquísimos títulos que existen en castellano sobre el Manchukuo.
En el momento de su publicación, 1941, el contexto político y militar parecía favorable para las Potencias del Eje. Por un momento parecía que el “Reich” alemán de los 1000 años podía ser una realidad, y que Japón sería la llave que liberara a Asia del imperialismo occidental. Sin embargo, apenas cuatro años después los sueños imperiales de Japón se habían hundido en un mar de sangre y fuego. Manchukuo, que había nacido como un apéndice del futuro Imperio del Sol Naciente, colapsó en agosto de 1945 tras la invasión soviética y dejó de existir. Entre las cenizas de la derrota también desapareció su recuerdo. Algo parecido ocurrió con Gaspar Tato Cumming, que debió perder toda su fe en el Imperio japonés y que con posterioridad se dedicó al periodismo deportivo.
Para saber más:
Notas:
[1] El Ejército de Kwantung era el nombre que recibían las unidades militares japonesas desplegadas en Manchuria. En la década de 1930 constituyó un importante grupo de presión en el ámbito político, disponiendo además de una gran autonomía y libertad de acción en Manchuria.
[2] Révész, Andrés. “Un nuevo Estado en el Extremo Oriente: Manchukuo”, Blanco y Negro, nº 2158, 23 de octubre de 1932, pp. 137-142
[3] Véase Franco y el Imperio japonés, del historiador Florentino Rodao, donde pueden verse los entresijos de las relaciones hispano-japonesas y la cuestión de Manchukuo.
[4] Véase este documental propagandístico de 1932 producido por la Compañía del Ferrocarril del Sur de Manchuria.
[5] Tato Cumming le dedica una sección a los avances tecnológicos de Manchukuo en campos como la radio y ¡la televisión!, llegando incluso a situar al país entre los primeros del mundo.
[6] De hecho, los colores de la bandera de Manchukuo estaban basados en la armoniosa convivencia de estas cinco razas. Este principio de las Cinco razas bajo una unión ya había sido empleado por la República de China en 1912, aunque con otra intencionalidad.
[7] “El periodista viajero”, ABC, 23 de marzo de 1941, p. 11