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Zengakuren: cuando Japón encabezó la revolución en las universidadesRevista Ecos de Asia
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This article was written on 22 Feb 2018, and is filled under Historia y Pensamiento.

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Zengakuren: cuando Japón encabezó la revolución en las universidades

Uno de los tópicos más extendidos sobre el País del Sol Naciente es que es un país sin conflictividad social alguna y con un nivel de movilización política muy bajo. La imagen del japonés sumiso y obediente encaja con nuestra idea de una civilización asiática basada en los valores confucianos de respeto al orden y la jerarquía. Pero Japón fue un país cambiante y conflictivo desde siempre. En los últimos quinientos años no sólo sufrió innumerables guerras civiles, también albergó más de tres mil revueltas campesinas y contó con huelgas combativas desde todos los sectores.1 En el siglo XIX, con la apertura económica y política a Occidente, las nuevas ideologías también penetraron en el país: comunismo y anarquismo tuvieron largo recorrido y un desarrollo único, hasta que la represión generalizada y el ascenso del militarismo expansionista en el período Shôwa2 consiguió detener el avance de toda oposición.

Hiro Hito y MacArthur en la foto sacada por Gaetano Faillace

El final de la II Guerra Mundial y sus consecuencias suele ser un punto clave en la creación y expansión de tópicos sobre Japón. Habiendo pasado a la Historia como víctimas tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki, y dominados políticamente por EEUU, los japoneses afrontaban la recuperación de postguerra con la cabeza gacha y una incertidumbre futura tras ver fracasar sus pilares identirarios, ejemplificado todo esto en el célebre comunicado radiofónico del emperador Hiro Hito donde renunciaba a ser venerado como un dios y en su icónica foto con el general MacArthur. En esta época turbulenta, de cambios que anunciaban el ascenso de nuevas potencias hegemónicas y transformaciones socioculturales que desembocarían en la realidad que hoy vivimos, Japón no fue ajeno a ello. Al contrario, la movilización social y cultural que aquí se llevó a cabo es comparable a cualquier otro país donde hubieran existido ideas socialistas, arte revolucionario o guerrilla urbana. Es la época en la que un puñado de estudiantes llevaron su conflicto generacional tan lejos como para desafiar al propio gobierno japonés, a los Estados Unidos, y, llegado el momento, al capitalismo mundial y el imperialismo. Es la época de la creación y el auge del Zengakuren.

Habiendo sufrido un genocidio humano, material y espiritual, y con McArthur como valido estadounidense convertido en máximo regidor del destino del país, los vencidos aceptan sin otra opción una constitución impuesta sin casi posibilidad de participar en su elaboración y comienzan a adaptar su política interna y, sobre todo, externa, a las querencias de su nuevo aliado/mentor.

Los EEUU tenían que demostrar que su victoria sobre el Tenno del Crisantemo era algo positivo para Japón y que ello se traduciría en unas mayores garantías sociales de libertad e igualdad democrática que habían sido negadas durante el dominio militar. Esto produjo que la base obrera nipona, enorme en número y poderosa en su organización, tardara muy poco en formar nuevos sindicatos, arropados principalmente por un combativo Partido Comunista (PCJ), que en menos de dos años se ve con fuerza suficiente como para convocar una huelga general. Ante esta situación, la SCAP, o Suprema Comandancia de los Poderes Aliados, la camarilla militar estadounidense que controlaba el país, decide iniciar un vuelco en su política. La lucha de poderes internacional con la URRSS significa que ya basta de aperturismo y mano blanda, y entonces trasladan el macartismo a las islas pacíficas: comienza la caza de brujas rojas. La susodicha huelga general se prohíbe y el PCJ incluso la desconvoca voluntariamente por miedo a represalias. Pero curiosamente será el toque de atención para los universitarios, que comenzarán a mover ficha, señalando a colaboracionistas con el antiguo régimen militar y a tecnócratas puestos por los EEUU como máximos culpables de la situación de debilidad en la que se encuentra un país humillado y desposeído. Un país con la mayor parte de ciudades reducidas a cenizas por la guerra más destructiva jamás vivida, pero también un país en rápida reconstrucción que amenaza con deslizarse sin frenos por el tobogán capitalista más despiadado y segregador.

Bandera del PCJ, quienes comandarán las protestas políticas de posguerra

Los universitarios tenían motivos para quejarse. El plan Doshusei de EEUU era adaptar las universidades a la querencia del mercado, implantando su modelo descentralizado y no estatal, además de financiado principalmente por empresas privadas, lo cual aumentaba el precio de las tasas astronómicamente. Los estudiantes contaban, sin embargo, con un alto nivel organizativo, con comités propios en cada universidad, los jichikai, que decidían cuestiones relativas a la vida del alumnado. Movilizar a los implicados en estos comités e ideologizarlos fue sencillo. Al fin y al cabo, ya existían referentes, durante la democracia Taishô,3 de profesores y alumnos defendiendo la autonomía de la Universidad frente a la injerencia del gobierno, y además, los profesionales de las universidades imperiales habían sido formados también en el extranjero durante principios del XX, por lo que traían con ellos las filosofías socialistas que florecieran en Francia, Rusia y Gran Bretaña. Todo ello se traduce en las movilizaciones de final de década. Entre el 23 y 26 de junio del 48 más de trescientos mil estudiantes de ciento dieciséis universidades detienen el curso académico y de las reuniones entre los participantes nace la federación de entidades universitarias conocida como Zengakuren, acrónimo de Zen Nihon Gakusei Jichikai So Rengou, o Unión de Todos los Gobiernos de Estudiantes. Al año siguiente, el 24 de mayo, otra huelga general fue convocada y seguida por aún más universidades, impidiendo al gobierno llevar a cabo sus planes, de momento.

El 25 de mayo de 1950 se promueve la “Declaración de la reconstrucción de educación” azuzada por Walter Crosby Eells, miembro de la CIE (Información y Educación de la Sociedad Civil), ligada al gobierno de MacArthur. Eells lleva a cabo una gira con la idea no sólo de reformular la educación secundaria al modelo estadounidense, sino de poner al profesorado y técnicos universitarios en contra de las organizaciones marxistas y socialistas que florecían en su seno, como el Zengakuren. Incluso llega a proponer el empleo de violencia y la expulsión de estudiantes afines. ¿El resultado? Alumnos y maestros se unen en contra de lo que ven como un peligro a la independencia de la universidad y la respuesta popular viene acompañada de manifestaciones contra la subida de precio de las clases. Doscientas mil personas paralizan la universidad durante veintiséis días y boicotean la gira de Eells, aduciendo que su modo de proceder contradice los acuerdos de Potsdam y su intervencionismo impide la emancipación de Japón.

La Purga Roja, sin embargo, siguió su curso a principios de los cincuenta. Estados Unidos considera Japón como una fortaleza contra el avance del comunismo en el este de Asia y actúa en consecuencia. Al PCJ se le obliga a presentar listas de afiliados, las huelgas son intervenidas por el ejército americano y hasta veinte mil obreros pierden sus puestos de trabajo. El inicio de la Guerra de Corea recrudece la situación, y en la universidad se ordena la disolución del Zengakuren, que contrataca con acciones como el boicoteo a las pruebas de acceso, en Hosei, o las movilizaciones antipolicía de miles de estudiantes, en Waseda, que se saldan con ciento cuarenta y tres detenidos y ochenta y seis condenados.

Esta lógica de la resistencia frente a la represión marcará toda la lucha universitaria de las próximas décadas. Y de aquí nace también la semilla para la “Ley de Actividades Subversivas”, pero también la consciencia de rechazo a la política exterior estadounidense y la utilización de Japón como peón a su favor en el tablero asiático.

Este es el inicio de la línea Molotov del PCJ, un movimiento político y de uso de toda táctica posible, incluida la violencia, para aunar estudiantado, proletariado y campesinado y luchar contra el estado japonés y el dominio de los EEUU e implantar un régimen comunista en las islas. Todo comenzó con el envío masivo de universitarios al ámbito rural con la idea de inculcar ideología revolucionaria en los campesinos. Pero fue un completo fracaso. La absoluta falta de infraestructura y medios provocaba que muchos acabaran durmiendo al raso o en cuevas, y el desinterés de los estudiantes por cualquier cuestión que no fuera teórica acabó provocando el rechazo en la gente del campo, en su mayoría minifundista y conservadora, que no se identificaba con la difícil palabrería técnica marxista. La consecuente persecución policial hizo el resto.

El PCJ quería tenerlo todo preparado para asaltar el poder cuando llegara la retirada del gobierno de Estados Unidos y el momento pareció presentarse el 1 de mayo de 1952, tres días después de la proclamación de la independencia de Japón. Se suponía que la alianza de clase trazada por las secciones estudiantiles del Zengakuren los años anteriores cristalizaría en la revuelta del día de los trabajadores, pero al final acabó convirtiéndose en el Mayo Sangriento. Veinte mil estudiantes y trabajadores intentaron asaltar el palacio imperial y la policía, bajo órdenes del nuevo ejecutivo japonés, llevó a cabo una inclemente represión: mil doscientos trece arrestos y mil cuatrocientos setenta heridos aparecen en los periódicos de la época. No sólo eso, sino que, armados con pistolas, unos policías asesinan a un estudiante y lisian a otro, que morirá un par de años más tarde como consecuencia de las heridas.

Los resultados son desastrosos. Ese mismo año el PCJ, a quien se le responsabiliza del sacrificio en vano que supuso esta estrategia, pierde sus treinta y cinco representantes en el parlamento y, tras el ascenso de Jruschev al poder, recibe una severa reprimenda por su actuación basada en provocar el conflicto. En 1955, en su quinto congreso, el PCJ acepta la línea parlamentarista como mejor camino para instalar el comunismo y el Zengakuren sufre un cisma interno, la mayoría rechaza los postulados del PCJ y considera a la URSS parte del problema imperialista y bélico. Además, no renuncian a la organización y la lucha como medio para cambiar la sociedad. Se dan más casos de palizas y torturas policiales en acciones de recuerdo a los represaliados, y la enemistad con la policía y el estado se vuelve absoluta. Con todo, el Zengakuren sobrevive a denuncias públicas que piden su prohibición y se reorganiza en una nueva facción de facciones más fuerte, conocida comúnmente como AntiYoyogi, pues Yoyogi era el parque donde se solían celebrar los mítines del PCJ, con la firme idea de que de ahora en adelante serán los estudiantes los que lideren y batallen sus propias guerras políticas en busca de mejorar su país.

Reunión del noveno comité del Zengakuren

 

Para saber más:

  • Andrews, William Dissenting Japan: A History of Japanese Radicalism and Counterculture, from 1945 to Fukushima. Londres, Hurst, 2016.
  • Donetsky, S. Zengakuren, Barcelona, Deskontrol, 2012.
  • Steinhoff, P. Student Protest in 1960’s, The Information Center for Social Sciencie Research on Japan Institute of Social Science. Tokio, Universidad de Tokyo, 1999.
  • Iturbe, A. Anti-Japan. De zengakuren, fluxus y las folk guerrillas al japanoise. Inmersión total en el underground japonés. La Felguera, Agente Provocador n.º 6, 2017.

Notas:

1Todo el período Tokugawa fue prolífico en revueltas campesinas, huelgas por sectores e incluso rebeliones de corte mesiánico y milenarista.

2Etapa que se inicia a finales de 1926 con el ascenso al trono de Hiro Hito, pondrá fin a la democratización de las anteriores décadas y reiniciará un agresivo colonialismo.

3Época que abarca de 1912 a 1926, donde la conflictividad social y los progresos tecnológicos llevaron cambios, aperturismo y las primeras instituciones democráticas de su Historia.

avatar Hector Tome Mosquera (15 Posts)

Se licenció en Historia por la Universidad de Santiago de Compostela, afincado ahora en Barcelona, donde colabora con diversos proyectos literarios, periodísticos y políticos.


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