Durante el siglo XVII se toma en Corea la decisión de implementar socialmente los valores sociales del neoconfucianismo. Esta situación vino provocada por el clima de desconcierto generalizado tras las invasiones japonesas de 1592-1598, encabezadas por Toyotomi Hideyoshi, y las invasiones manchúes de 1627 y 1636-1637. La influencia reforzada del neoconfucianismo condicionó en gran medida el papel de la mujer en la sociedad coreana y por extensión su papel en el ritual matrimonial.
La boda tradicional coreana es un fenómeno complejo modulado por la teoría confuciana. El término de hollye, que se suele traducir como “ceremonia de matrimonio”, hace referencia al conjunto de rituales y ceremonias necesarias para la creación de un vínculo conyugal; algo que, a diferencia del mundo occidental, puede ser un proceso que dure meses o años. Los ritos que conforman el hollye aparecen recogidos en múltiples fuentes tradicionales como el samganghaengsildo y oryunhaengsildo, y en especial en la obra Rituales familiares, elaborada por el erudito confuciano Zhu Xi (1130-1200). Estos principios contaban con una gran importancia dentro del ritualismo coreano, pues la ceremonia matrimonial estaba incluida dentro de los conocidos como cuatro ritos de paso (ceremonia de mayoría de edad, matrimonio,
funeral y rituales ancestrales).
En la dinastía Joseon la edad de matrimonio se situaba entre los 16 y 30 años para los hombres y entre 14 y 20 para las mujeres, aunque no era infrecuente que se empezara a sopesar posibles candidatos matrimoniales a partir de los 10 años. A su vez, aunque no era común, se podía dar la situación de un matrimonio infantil (ninmyo´nuri) en que una niña de alrededor de 7 años, por lo general de familia pobre que no pudiera costearle la boda, pasaba a vivir en la casa del marido ya sea como una niña más de la familia o como sirvienta hasta que alcanzara la edad de tener hijos.
La ceremonia del matrimonio está formada por distintas fases: la primera de ellas se conoce como uihon, y designa toda la planificación necesaria para la realización de la boda. Es necesario recordar que más que un acto romántico estos matrimonios simbolizaban la unión de dos familias y de sus altares ancestrales. En este sentido, las decisiones entorno al matrimonio eran adoptadas por los ancianos de ambas familias, siendo posible que los novios no se conocieran hasta el día mismo de la boda.
En esta primera fase la familia del novio realizaba una propuesta matrimonial a la familia de la novia comúnmente por medio de una casamentera. Era entonces cuando se comprobaban los antecedentes familiares de ambas familias y se observaba la compatibilidad de los novios por medio del estudio de sus fechas de nacimiento y símbolos zodiacales.
Si no existía impedimento alguno la familia de la novia anunciaba la fecha de la boda dando paso a la segunda fase del ritual, conocido como nappye. En esta nueva etapa la familia y amigos del novio llevaban regalos y la carta matrimonial a la casa de la novia. Esta carta matrimonial era la única evidencia material del matrimonio, siendo deber de la novia conservarla durante toda su vida. Todo este proceso estaba cargado de un gran simbolismo, pues se entregaban además dos royos de seda azules y negros (chaedan) que simbolizaban el yang, así como una bolsa con cinco cereales diferentes, como símbolo del yin. A su vez, el novio debía entregar un ganso salvaje, símbolo de la monogamia, ya fuera real o figurado (jeonallye) a la futura suegra.
Esta entrega de regalos se pone en relación con el chohaeng o viaje del novio a casa de la novia para celebrar la boda, portando los mencionados regalos, acompañado de los parientes mayores de la familia. El novio debía permanecer en las inmediaciones de la casa de la novia hasta el momento de la boda, en muchas ocasiones en una habitación alquilada a un vecino.
En el día de la boda el novio, vestido con traje ceremonial, debía dirigirse a la casa de la novia y saltar un fajo de paja ardiendo o pisar un saco de cereales con el fin de alejar la mala suerte. A continuación, llegaría el elemento central del hollye, conocido como daerye, y que sería traducible como “asunto auspicioso” o “gran ritual”. Esta ceremonia consistía en la realización en una sala abierta o el patio de la casa de la novia de una serie de reverencias rituales por parte de la pareja. La mujer debía realizarlas en número par como carácter yin, y el hombre en número impar como carácter yang. Estas reverencias se realizaban ante una mesa ritual en la que se colocaban distintos elementos simbólicos que variaban dependiendo de la región. A estas reverencias seguían tres intercambios de copas de licor entre los novios, en símbolo de compromiso entre el cielo y la tierra, la familia y los novios.
A continuación, la pareja se dirigía a la cámara nupcial en la que consumaría el matrimonio, dándose en la primera noche de bodas la curiosa costumbre de espiar a la pareja realizando agujeros en las paredes de papel de la habitación hasta el momento previo al acto sexual (sinbangyeotbogi). Durante la estancia del novio en casa de la novia, se le realizaban una serie de novatadas, obligándolo a responder preguntas obscenas bajo la amenaza de golpearlo con un palo en los pies.
Realizados todos estos procesos, se daba por completada la ceremonia matrimonial, mas no así la construcción del vínculo matrimonial, pues la novia todavía debía realizar el sinhaeng, es decir, el desplazamiento a la casa del novio, un ritual que se podía aplazar hasta un año, aunque el novio siempre podía visitar a su ya esposa con el permiso de sus padres. En el sinhaeng la novia debía llegar a la casa del novio en palanquín sin importar la distancia, teniendo que saltar, igual que hiciera el novio, un fajo de paja ardiente, y una vez dentro hacer un saludo ritual a los suegros y antepasados familiares.
El último elemento para crear el vínculo matrimonial era el geunchin, es decir, la visita de la novia, ya como mujer casada a casa de sus padres, situación que daba por finalizado todo el proceso matrimonial. Esta visita la realizaba habitualmente acompañada de su marido en un plazo que variaba dependiendo de la región, pero por lo general dentro de los tres primeros años.
Parte de la complejidad de estas uniones matrimoniales se debe a su relevancia dentro de la teoría confuciana, otorgándole una doble importancia. La creación de un vínculo entre marido y mujer es vista como el inicio de todas las demás relaciones humanas, al tiempo que permite asegurar la continuidad familiar por medio de la descendencia y mantenimiento de los rituales de culto doméstico, lo cual solía recaer en la esposa.
Por su larga tradición, el ceremonial matrimonial no fue ajeno, como se puede observar, a la influencia del neoconfucianismo chino, dándose un sincretismo entre el ceremonial de época Koryo (918-1392) en que la ceremonia y vida conyugal comenzaban en la casa de la novia, y la boda tradicional china en la que boda y vida conyugal se realizan en casa del novio, produciéndose como se ha podido observar en el mundo coreano una solución intermedia.