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Raku VS Abadía el del Arrabal. Jujutsu contra “tozudez baturra” en la Zaragoza de hace un siglo. – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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Raku VS Abadía el del Arrabal. Jujutsu contra “tozudez baturra” en la Zaragoza de hace un siglo.

A caballo entre los siglos XIX y XX, el japonismo en todas sus vertientes hacía furor en Occidente. Esto englobaba muy diferentes facetas culturales, y el deporte no fue una excepción.Hemos de tener en cuenta dos puntos importantes para valorar este hecho: el exotismo y la superioridad. Exotismo debido a la distancia entre culturas, la aparente carencia de fuerza de los practicantes de estas artes y el sempiterno referente del samurái. La superioridad proviene de las victorias militares japonesas sobre sus vecinos; China es derrotada en 1894-95, mientras que Rusia sufrió decisivas derrotas una década después. Evidentemente, cuando los estrategas occidentales repasan las causas de estas victorias, encuentran en la formación de los militares japoneses un gran peso de la disciplina y las artes marciales. De la sorpresa se pasa a la admiración y de la admiración a la imitación. Pero para ello, se necesitaban maestros. Y Raku sería un pionero.

Había sido formado en kenjutsu y posteriormente jujutsu, destacándose por ello en el servicio militar de Japón. Al concluir su periplo en las fuerzas armadas del país, es llamado por el Reino Unido para la entrenar a sus policías y militares. Corría por entonces el año 1903. SadakazuUeneshi contaba con veintidós años cuando desembarcó en Londres. Pronto, sus alumnos decidieron bautizarlo comoRaku, nombre que adapta con evidentes muestras de visión comercial de su propia figura. Su fama va en aumento, llegando a ayudar en la configuración de nuevas e interesantes artes marciales nuevas como el bartitsu, del que el insigne Sherlock Holmes haría uso en su último enfrentamiento con el pérfido Moriarti. Hasta ahí llegaron las influencias de Raku en la literatura. Saltará a la fama, fundando nuevas escuelas por Europa, haciendo innumerables demostraciones e incluso escribiendo un libro sobre el jujutsu, el primero en Occidente.

  • En España

Como era de prever, España también se interesa por las artes del japonés, más aún después de que fundara una escuela de artes marciales en Lisboa. Así que a finales de 1907Raku hizo las maletas y llegó a España. En esta primera gira de demostración visita numerosas ciudades y villas, no únicamente grandes capitales. La respuesta por parte del público es verdaderamente positiva;sólo en Barcelona, Carlos Gutiérrez García atestigua más de cincuenta funciones. Durante esos días, los periódicos dejan constancia de los llenos en el aforo, mientras que el resto de espectáculos de las largas jornadas nocturnas quedan relegados por la habilidad del japonés. Y es que Raku, competía con sus artes con innumerables espectáculos. Era el mundo de las varietés.

Raku, en Bilbao (centro) y Deko, sentado 1908.

Raku, en Bilbao (centro) y Deko, sentado 1908.

  • El show

Raku tenía que hacerse un nombre en ese mundo del espectáculo. Las compañías de teatro pugnaban por encontrar un espectáculo que les hiciera triunfar sobre el resto, con los consabidos beneficios económicos. Así que nuestro protagonista compartía aplausos, telones y camerinos con jóvenes prodigios del violín, chimpancés amaestrados, virtuosos del diávolo, tunos y bailes de jota. Por no hablar de las incipientes sesiones de cine. No obstante, mediante una publicidad astuta y el incentivar los puntos fuertes del show, especialmente los combates con los voluntarios, Raku se hizo un lugar en el mundo del espectáculo. Así, logró serla función estrella allí donde pisara las tablas, siendo su llegada anunciada con máxima expectación y levantando pasiones, hasta el punto de codearse con la flor y nata de la sociedad española del momento, como veremos. A pesar de ello, son múltiples las muestras de humildad del japonés. Ya sea en entrevistas, o trabajando como el que más entre bambalinas, se hizo con el corazón de los españoles, marcando durante décadas la idea de muchos de ellos sobre los japoneses.

Raku en sus lides con la cupletista Chelito en Barcelona, 1908.

Raku en sus lides con la cupletista Chelito en Barcelona, 1908.

Pero Raku también contaba con detractores. Estos venían de dos fuentes y en ocasiones imbricaban sus quejas en una sola. Por un lado, estaban los defensores de los deportes occidentales, que sentían en la superioridad física del nipón un ataque contra lo que ellos veían como tradiciones de origen en las culturas clásicas mediterráneas. Por otro lado, más insidiosas fueron las voces que, sobre todo a partir de la segunda visita de Raku a España, en 1909, se desataron. Estos denunciaban el espectáculo cómo una farsa. Unos por referencias a ciertas oscuras figuras que surgían entre el público para retar al japonés; otros, los más, se quejaban, incrédulos ante la potencia física demostrada por el japonés mediante movimientos suaves y fluidos que, a su parecer, poco podían hacer contra 110 kilos de puro músculo de los locales. Sea como fuere, Raku entró y salió invicto del territorio español, lo que no hizo sino incrementar su leyenda.

Existían dos tipos de sesiones, las normales, en las que Raku resultaba el colofón final a espectáculos más habituales sobre el escenario, y “extraordinarias”, en los cuales era protagonista indiscutible de principio a fin. Estas segundas fueron las más habituales con llenos absolutos y el público aguardando en pie, generalmente alentados por el bullir de la prensa en las semanas previas.

Una vez se levantaba el telón, el director de escena daba unas ligeras indicaciones sobre el espectáculo, donde se adelantaban las tres partes de las que constaba: el aspecto defensivo del jujutsu, el gimnástico y, finalmente, el deportivo, con el colofón del reto al público.

La tónica en esta primera parte del programa, el aspecto defensivo, era sencilla. Raku recurría a su ayudante Etaro Deguchi, más conocido como Deko, uno de sus alumnos. Este aparecía en escena vestido a la manera de un apache, que no era un nativo americano sino un asaltante corriente en la jerga urbana del momento. De esta guisa, Raku de traje y Deko de apache, simulaban típicos asaltos a mano armada, en los que nuestro protagonista reducía sin problemas al pérfido malhechor. A estos se añadían ciertas lecciones específicamente indicadas para las damas, a fin de que éstas tuvieran a su disposición un amplio repertorio de respuestas ante quienes hacían oídos sordos a rechazos de sus encantos.

Gif animado recompuesto mediante las imágenes que ilustraban el manual de Raku. 1905.

Gif animado recompuesto mediante las imágenes que ilustraban el manual de Raku. 1905.

El aspecto gimnástico requería un nuevo cambio de indumentaria. Raku aparecía entonces con su “pijama” o “traje de lucha” característico. Al inicio de su gira, esto llegó a suscitar mofa del público en los primeros compases del evento, hasta que los movimientos del personaje daban paso a la admiración. Y por qué no decirlo, al respeto, ya que poco a poco se veía que los grandes logros del nipón, voceados por la prensa, tenían visos de ser muy reales. No era precisamente la parte que más atraía del espectáculo, por lo que Raku fue incrementando otras demostraciones de fuerza y resistencia. Se pueden resumir, a manera de tópico, en romper cosas para el deleite del público.

La tercera parte, el aspecto deportivo, comenzaba con una serie de llaves detenidamente explicadas, con buena didáctica y conocimientos de anatomía, a las que se añadían las reglas del combate. En algunas regiones, los sportmen locales, deportistas por lo general de las élites burguesas, salían a la palestra para recibir indicaciones de cómo llevar a cabo tales abatimientos sobre el desdichado Deko.

Finalmente, llegaba el momento más esperado de la tarde-noche: los combates. Si bien es cierto que el resto de demostraciones tenía su público, esta parte desataba pasiones. Se recurría entonces a una lista de voluntarios, con inscripciones abiertas desde los días previos. Las motivaciones eran múltiples:  desde buscar el respeto de los conciudadanos, demostración de las capacidades de lucha grecorromana, desterrar la leyenda de Raku, o simplemente ganarse unos buenos sueldos. Porque sí, había recompensa por vencer al imbatible Raku: nada más y nada menos que 500 pesetas del momento, que bien daban para vivir un año. A esta emoción se añadía la que motivaban los corredores de apuestas avispados, quienes hacían su agosto, azuzando al pundonor patrio de los interesados para que apostaran por “su” luchador local. Los términos de la victoria se fueron haciendo cada vez más variopintos, ya que pocos podían competir con el representante de Japón. Evidentemente, esto animó a otros muchos y fomentó las críticas de otros, por considerar trucos en estas nuevas modalidades de combate.

  • En Zaragoza

Ya en 1909, finalizando su tournée por España en Gijón, a Raku se le pregunta por el mayor problema acontecido en sus lides; no duda un instante, en parte azuzado por el entrevistador. Los mayores problemas los había tenido en Zaragoza. Y por partida doble. Este es su relato, traducido de primera instancia por su intérprete Alberto Entrialgo para el periódico “El Noroeste”:

Luchaba con un aldeano corpulento. Algo así como un oso con camisa. Las manos de aquel aragonés parecían zarpas de tigre. Al primer intento agarró al muñeco de Raku y quiso despedirlo violentamente, pero el muñeco había hecho presa a su vez y ambos rodaron por el escenario. Raku quedó debajo, porque, dice, la posición en que quede no importa para sus fines. Aquel oso no se conformaba con que sus cien kilos de peso amagaran aplastar al japonés. Para algo tenías las manazas; y con la diestra quería achatar aún más el rostro de Raku. Este tornaba primero los golpes, pero ante la tozudez del baturro y cuando el auditorio creía vencedor a su paisano, Raku apeló a una de sus llaves, y dos de sus pequeños dedos oprimieron al cuello miureño. El aragonés cesó en sus golpes, y medio asfixiado soltó la presa. Le habían echado la llave shime.”

Y es que lo acontecido en Zaragoza trajo ríos de tinta. El combate fue especialmente duro. Abadía el del Arrabal, que fue el “oso con camisa… y manos de tigre” era un corpulento lugareño. Nada que ver con el 1,65 y 58 kilogramos del maestro del jujutsu. Pero pese a no estar formado en las artes de la lucha como otros contendientes de Raku, hizo pasar un mal rato al japonés. El asiático estaba más habituado a que algún contendiente se le resistiera a base de presas, o con conocimientos de otras artes marciales asiáticas, como aconteció en Bélgica o contra el inglés Hackenshmitz, que ya había sido aleccionado por otros maestros. Incluso, como sucedería a otros japoneses del mundo de las varietés, a que se le enfrentara a un púgil americano de ganchos devastadores. De entre los más fuertes, en Tolosa encontró al oponente más fornido que se había encontrado hasta la fecha, un aldeano llamado Segundo. Al parecer hacía demostraciones levantando 128 kilos con un solo brazo. Si el aragonés era un “oso”, Segundo era un “camello”, según el propio Raku. Pero de los más de tres mil contendientes de Raku a lo largo y ancho de sus giras por Europa, sólo uno le hizo frente a “guantazo limpio”. Y ese fue Abadía.

También había otro tipo de contendientes, mucho más llevaderos: políticos, toreros e incluso coristas se enfrentaron al japonés, y atendieron a las lecciones de jujutsu. Uno de los casos más recordados fue el de la cupletista Chelito, una de las máximas bellezas del momento, quién aceptó encantada las clases de Raku. Sólo la idea de verla preparada para el combate avivó hasta a la prensa del ejército tratando el tema como espectáculo “muy culto”, aunque dejan el siguiente comentario: “Ya entre dos varones es algo repugnante ese frotamiento de músculos desnudos y revolcarse por el suelo; ¡Qué no será cuando uno de los luchadores pertenezca al bello sexo!“. De las conexiones del luchador con el mundo del espectáculo surgen innumerables incertidumbres y rumores, aunque posiblemente el más llamativo surgiera a finales de 1908, cuando surge la idea de que Raku podría dedicarse al mundo del toreo por ser una carrera “más lucrativa y duradera”.

El segundo problema de Raku en Zaragoza fue el público. Y es que, los maños habían visto tan próxima la victoria de su paisano, que no comprendieron la victoria final del nipón. Un shime-waza, asfixiando al contendiente, no es una cosa que se viera todos los días en Zaragoza. Así que el público, envalentonado por la bravura de Abadía, comenzó a gritar. De los gritos pasaron a los insultos y de los insultos, varios intentaron subir a la palestra sin otra intención que dar un buen escarmiento al maestro. Obligó esto a dar conclusión al espectáculo, hasta que, finalmente, las fuerzas del orden tuvieron que intervenir para la salvaguarda de Raku.

Caricatura de Edith Margaret Garrud como una de las primeras occidentales que fueron aleccionadas en las escuelas de Raku.

Caricatura de Edith Margaret Garrud como una de las primeras occidentales que fueron aleccionadas en las escuelas de Raku.

El caso es que el Día de Reyes de 1909 el contrato de Raku en España rescindía, faltándole aún unas cuantas regiones por visitar. Evidentemente era un negocio redondo contratar al “invencible”. Pero para endulzar aún más el contrato, retaba a dos contendientes de toda su gira por España: uno, Eltzekondo, pulsolari vasco originario de Hernani que, gracias a su fuerza y formación en la lucha, siguió durante un tiempo la estela de Raku; el otro, Abadía. No obstante, había una cláusula en ambos casos: no combatirían en sus respectivas regiones de origen. El motivo de esto es evidente: evitar que el público participe de manera demasiado activa en las contiendas. O mejor dicho, después de que estas tengan lugar. Vemos pues cuales son los peligros de las varietés: la cercanía al público reporta más entradas, pero también puede ocasionar más de un altercado.

Acontecimientos semejantes sólo se dieron en Bilbao. Era el final del espectáculo cuando un nuevo retador surgió del público. ¡Nada más y nada menos que otro japonés! La polémica estaba servida, ya que Raku se negaba a combatir con sus conciudadanos, alegando diversos motivos, por mucho que insistieran Tanto Tano Matsuo o Tarro Miyake, que vivían del mismo tipo de demostraciones. El caso es que en ese momento denegó el reto. Las gradas enfurecieron entonces. Y con motivos. El precio de una localidad podía llegar a alcanzar cinco pesetas, siendo dos pesetas un jornal habitual, y todo el mundo se olió que la intención del luchador era vender más entradas al día siguiente. En este caso, silbidos y puyas llovieron por el escenario, seguidos de alguna que otra silla. Pero ninguno subió a la palestra tratando de ajustar cuentas con nuestro protagonista como en Zaragoza.

  • Conclusión:

Raku fue un elemento paradigmático dentro del japonismo, especialmente dentro del japonismo deportivo. Y, como no, Zaragoza estaba en medio de este “tsunami” de admiración del Japón durante la tardía recepción de este fenómeno en España. Si bien es cierto que las artes también reflejaron el gusto por esta estética, pocos eventos fomentaron tanto el interés de la opinión pública sobre Japón como el caso de este maestro del jujutsu. Así, Japón y su influencia llegabanindiferentemente a todas las clases sociales: desde los criados a los señores burgueses. A día de hoy, no tenemos ninguna duda de las pasiones que desató en la Zaragoza de principios del s.XXestafigura, que, en mayor o menor medida, estrechó lazos entre Japón y la capital aragonesa.

Para saber más:

  • Gutierrez García, Carlos, “Soldados, samuráis y sportmen: el Japonismo Deportivo llega a Europa”, en Aquesolo Vega, José Antonio. (Ed.), Sport and Violence. Sevilla, Universidad Pablo de Olavide, 2006, pp. 115-123.
  • Gutierrez García, Carlos, y PerezGutierrez, Miguel. “Jujutsu: Japonismo deportivo en España”, en Cid Lucas, Fernando. (coord.), Japón y la Península Ibérica. Cinco siglos de encuentros, Gijón, Satori, 2011, pp. 281-294.
  • Vega Piniella, Ramón, “Un maestro del jujutsu en Asturias. Raku en la prensa periódica de su tiempo (1909-1910)”, RIDEA, nº117, 2012, pp. 103-118.
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Ramón Vega Piniella es Licenciado y Graduado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo y Máster en Estudios del Arco Atlántico. En la actualidad desarrolla su tesis doctoral en el ámbito del comercio y coleccionismo de arte asiático entre los siglos XIX y XX.


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