Recordando el caso de los niños robados en España, el aclamado director japonés Hirokazu Koreeda se atreve con uno de los asuntos más actuales y a la vez espinosos dentro de la sociedad nipona: el intercambio de bebés recién nacidos. Desde un punto de vista sensible y conmovedor, a pesar de la distante y, en ocasiones, fría puesta en escena del cine asiático; el largometraje consigue que el espectador empatice a la perfección con el sufrimiento de unos padres cuya situación les desborda en todos los sentidos.
En De tal padre, tal hijo Nonomiya Ryota (Fukuyama Masaharu) es un arquitecto obsesionado por el éxito profesional. Feliz con su esposa Midori (Ono Machiko) y su hijo Keita de seis años, el mundo se le echa encima cuando el hospital donde nació su pequeño le comunica que, debido a una confusión, el niño fue cambiado por otro. A pesar de todo los Nonomiya deciden conocer a Saiki Yudai (Lily Franky) y su mujer Yukari (Maki Yoko), los padres de su “verdadero” hijo. Ambas familias comienzan en esos instantes a plantearse cuál va a ser la mejor solución para el conflicto: intercambiar a los niños, algo que les aconseja el propio hospital, o quedarse con el hijo que han estado criando durante seis años.
La situación melodramática en la que se ven inmersos los protagonistas queda tamizada por otro ingrediente que, quizás, con más fuerza, es el que sin duda ha querido destacar el autor en la película: la reflexión. Se trata de una película que invita no solo a emocionarse, sino también a pensar en algunos de los grandes conflictos internos del ser humano. El primero de ellos es el concepto de padre y, ligado al mismo, la importancia de los lazos familiares. Plantea si, realmente, un hombre se convierte en “padre” al criar a un ser humano, sea o no suyo, o si por el contrario es necesario que entre ambos exista un vínculo de sangre. Es precisamente sobre lo que reflexiona Ryota durante toda la película. Su visión irá evolucionando durante todo el largometraje, influenciada no solo por su propia experiencia, sino también por sus allegados. Es interesante en este aspecto destacar el diálogo que el arquitecto mantiene con su propio padre. Se ve como éste se muestra bastante alejado de su progenitor, debido básicamente a la falta de cariño que, en numerosas ocasiones, el protagonista se encarga de recordar que recibió del mismo (a pesar de ser de la misma sangre). Es muy importante a su vez recordar la importancia de la familia, la estirpe dentro de la cultura japonesa.
Las preciosas imágenes con las que Koreeda deleita al espectador sumergen a éste en una gran paz interior y serenidad, algo que se complementa con los largos silencios y sutiles piezas musicales de la película. De tal padre, tal hijo es un largometraje que emociona e invita a la reflexión, pero sobre todo es un regalo de 120 minutos que acerca los problemas de la sociedad nipona al mundo occidental.
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