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Crítica: Los años de peregrinación del chico sin color. Haruki Murakami, 2013. – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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Crítica: Los años de peregrinación del chico sin color. Haruki Murakami, 2013.

Portada de Los años de peregrinación…, traducida y editada por Tusquets.

Portada de Los años de peregrinación…, traducida y editada por Tusquets.

Haruki Murakami es, en el mejor de los mundos, un escritor fiel a su universo, que ha fascinado a lectores de toda procedencia, visto sus obras llevadas al cine, y su nombre incluido en las apuestas para el Nobel, convirtiéndose en embajador de la literatura japonesa actual.

Por contra, Murakami es un autor reiterativo, mercenario incluso. Un oportunista vendedor de pseudo-profundidad a la par que malabarista de lo ligero, al estilo del también tan leído Paulo Coelho. Aunque más soportable, por suerte.

Los años de peregrinación del chico sin color, el último trabajo del japonés, ha visto la luz después de su ambiciosa propuesta de ciencia-ficción en dos entregas 1Q84. En él, reconocemos de nuevo los mismos tropos presentes en su exitosa Norwegian Wood (Tokio Blues), o en la extensísima Kafka en la Orilla. Si prefieren no conocer más detalles sobre la trama de la última novela del autor, harán bien en posponer la lectura de esta reseña. En caso contrario, adelante.

En las obras del nipón domina la importancia de lo afectivo, sin dejar de lado los aspectos más oscuros de los asuntos del corazón. Sus protagonistas suelen ser antihéroes de carácter pusilánime, atormentados por su pasado e involucrados con una serie de mujeres de inusuales poderes intuitivos y vocación de madre, de amante, de oráculo o de todo a un tiempo. Inevitablemente, éstas irán anulándolos más y más conforme vayan logrando hacerse un hueco en sus vidas.

Las narraciones de Murakami suelen contener flashbacks, realidades paralelas y abundantes citas pop, dando frecuente cuenta de un gusto musical altamente occidentalizado: en sus libros nunca faltan el jazz[1] y la música clásica,[2] ni la nostalgia por el movimiento contracultural y la “movida” estudiantil japoneses de los setenta, con notable presencia de la literatura francesa[3] en dichas evocaciones. Todo lo dicho parece obedecer a una fuerte presencia de lo autobiográfico en las obras del autor.

El protagonista de Los años de peregrinación…, Tsukuru Tazaki, se ajusta al modelo descrito. Se trata de un ingeniero de Nagoya que lleva una vida anodina pero tranquila en la impersonal Tokio. Sin embargo, las heridas por la brusca separación de su pandilla juvenil nunca han sanado del todo. Tendrá que ser una de esas señoras “murakamianas” de tomo y lomo, con la que Tazaki aspira a entablar una relación, quien le conmine a poner en orden los viejos trapos sucios, enfrentándose a sus antiguos seres queridos y a las verdades que quedaron, hace tantos años, por decir.

Finlandia será el marco geográficoen un importante pasaje de la narración. En la imagen, el lago finés Meiko, en Kirkkonummi. Imagen de dominio público, extraída de Wikimedia Commons.

Finlandia será el marco geográficoen un importante pasaje de la narración. En la imagen, el lago finés Meiko, en Kirkkonummi. Imagen de dominio público, extraída de Wikimedia Commons.

Conociendo la obra del escritor no nos extrañará encontrar, llegados a este punto, viajes en el tiempo y en el espacio, enfermedad mental, muerte, improbables confesiones o turbadora sexualidad. Todo ello de la mano del segundo modelo de mujer presente en las obras Murakami: la joven desequilibrada, de inexplicable y siniestro carisma; ese tipo de mujer que, en la tradición japonesa, parece fruto de temores misóginos, y que retorna tras su muerte como fantasma de largos cabellos para reír la última.

Ya en Tokio Blues, ambos tipos de mujer (la decidida, clarividente y maternal, y la inestable de peligroso magnetismo) se presentaban en pendant, como una pareja aún más tétrica y difícil de creer, casi producto de un realismo mágico morboso a la oriental. Pues bien: incluso este punto reaparece en Los años de peregrinación del chico sin color.

Por otra parte, la novela se lee rápido, y mayormente, con agrado. Las pinceladas que nos ofrece sobre la vida en Japón son interesantes, como las reflexiones acerca de los inesperados, y obligados, cambios experimentados por los personajes en su espinoso camino hacia la treintena. En el tránsito de la adolescencia a la adultez, resulta inevitable que el pragmatismo, el desencanto o la rutina hagan irrupción.

Murakami, ciertamente, alcanza a veces una especial sensibilidad, muy a lo Kundera: ambos autores viven de su propio ideario, en una fina línea entre la trascendencia y la charlatanería, y devanándose los sesos desde hace años acerca de la absurdidad de la vida.

A la autora de esta reseña, ambos autores le generan sentimientos encontrados. En Los años de peregrinación del chico sin color, sin embargo, parece que Murakami ha elegido una extensión y un protagonista más digeribles que en otros relatos, y el libro no carece de virtudes. La repetición abunda, pero la fórmula parece mejor calibrada, y el resultado final no huele tanto a engañifla como cabría haber esperado.

A partir de ahí, los vehementes elogios y vituperios están servidos. Quizá todo ello, al fin y al cabo, es lo que tiene ser un autor de éxito.

Notas:

[1] A este género musical se le da protagonismo, en este caso, a través de un episodio (cuyo sentido permanecerá críptico al término de la novela) dedicado a un misterioso pianista tokiota,que desplegará su talento de la mano deRound Midnight, de Thelonious Monk.

[2] En Los años de peregrinación del chico sin color, la pieza que expresa las tristezas del protagonista,  acercándole a sus recuerdos y sus allegados, es La nostalgie du pays, de la obra Los años de peregrinación de Lizst. El compositor húngaro concibió estas piezas partiendo de una obra de Goethe, de título similar, que entroncaba con la tradición alemana de las Bildungsromane, o novelas de formación. También las de Murakami suelen serlo, y el guiño al respecto el título de la novela parece querer saldar una deuda consciente.

[3] Así, el bohemio padre del amigo ‘filósofo’ del protagonista en Los años de peregrinación… lee con fruición a Bataille, mientras que el personaje principal y su grupo juvenil citan a Voltaire con soltura.

avatar Claudia Sanjuan (15 Posts)

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Máster en Nineteenth Century-Studies por el King's College de Londres. El fin del XIX, los estudios de género y la historia cultural figuran entre sus mayores intereses. Actualmente, reside en Viena.


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