Singapur, años 90. Una familia de clase media decide contratar una empleada del hogar para hacer las tareas de la casa más livianas e intentar atar corto a su único hijo, Jiale (Koh Jia Ler). El niño se propondrá hacerle la vida imposible a la recién llegada, una sacrificada joven filipina llamada Teresa (Angeli Bayani). A medida que la relación entre ambos se desarrolla, irán cambiando las reglas del juego para toda la familia. Al mismo tiempo, los efectos de una fuerte crisis económica global se irán haciendo sentir en sus vidas.[1]
Éste es, brevemente, el argumento de la primera película del singapurense Anthony Chen. Ilo Ilo es el nombre de la región filipina de donde proviene Teresa Sajunia, la cuidadora que, fuera de la ficción, tanto influyó en la vida del ahora director revelación. De la mano de esta ópera prima medio autobiográfica, Chen ha sabido ganarse al Jurado del Festival de Cannes, que ha visto en ella un melodrama con gusto y carácter.[2]
Con su buen hacer, Chen ha sabido evitar la ñoñez del telefilm de sobremesa, dando forma a sus recuerdos en una historia bien llevada sobre los avatares de una familia cualquiera, con sus pequeños (o no) rifirrafes y sinsabores cotidianos. Un microcosmos de injusticias y desplantes, derivadosde la convivencia, la falta de comunicación y, a veces, la arbitrariedad.
A priori, quien sabe más de sinsabores es Teresa. Esta mujer de veintiocho años deja a un bebé propio atrás, al cuidado de familiares poco fiables, para ganarse el sustento en un país extranjero, a cargo de un niño despótico y de una casa en la que aprenderá a sentirse “de segunda” todo el tiempo.
La primera acción de su patrona, por ejemplo, consistirá en sustraerle el pasaporte, a fin de “guardarlo”, y en dejarle claros sus límites y deberes con una condescendencia casi más ofensiva que el insulto directo. La primera comida conjunta transcurrirá en tensión tras la mirada reprobatoria de la madre de familia al ver a la asistenta bendecir la mesa al estilo católico,[3] aun haciéndolo ésta en un susurro. Teresa será “instalada”, a continuación,en la cama nido del dormitorio de Jiale, un chaval que, aun pareciendo el típico niño mimado, demostrarácon el tiempo poseer una particular sensibilidad, junto a una gran necesidad de afecto, que no consigue obtener de sus padres.
Pero si el niño-ogro es, al fin y al cabo, un niño, con su inocencia y sus vulnerabilidades, tampoco los (malos) padres son sólo eso. Chen sabe alejarse de los maniqueísmos y construir personajes reales, con sus carencias, circunstancias y vacilaciones. E intenta (otra virtud) ofrecernos el material para que los comprendamos, al menos, antes de juzgarlos.
Así, Hwee Leng (Yeo Yann Yann), la altiva madre de familia, que parece fácilmente clasificable comouna “arpía” pura y dura, se nos acabará haciendo digna de lástima cuando la veamos luchar por no caer en la desesperanza ante la difícil situación laboral y económica a la que debe oponer resistencia.
Otro tanto se puede decir del padre, Teck, apático y pasivo, pero preocupado y herido en el fondo por la pérdida de su empleo, su imposibilidad de continuar ejerciendo como soporte de la familia (algo tanto más hiriente para un varón asiático), y su pérdida de credibilidad frente a su mujer.
Tampoco, si nos ponemos más quisquillosos, Teresa es un personaje inmaculado: toquitea y se prueba los cosméticos y joyas de su patrona, se busca un empleo extra a escondidas los domingos, y quizá hasta esconde algún error garrafal en su pasado. Pero, en sus condiciones, ¿quién podría reprocharle algo de esto?
Singapur tampoco es un lugar fácilmente definible ni abarcable: “Ilo Ilo” nos muestra una macro-metrópolis en expansión y siempre cambiante, que navega entre Oriente y Occidente, cochambre y rascacielos, arraigadas ceremonias tradicionales y mercadotecnia globalizada.
Volviendo al concepto global de la película, podemos decir que “Ilo Ilo” es un tributo a esas nannys que han servido de madres a tantos niños, y que también da testimonio de lo agridulce de las relaciones humanas; de cómo nos enfrentamos a nuevas situaciones, gestionamos barreras y desarrollamos apegos.
Cuando se conciben unos personajes y un marco tanmatizados, es lógico suponer que también el curso de la historia seguirá derroteros realistas, manteniendo dicha elección hasta el final.
Así, “Ilo Ilo” prefiere suministrarnos una dosis de realidad antes que ese “un poco de azúcar” de otra nanny inmortal, la anglosajona Mary Poppins. Su homóloga filipina, Teresita,cambia la indumentaria de institutriz repulida por una camiseta talla XXL prestada y cien veces lavada, bermudas y sandalias, y si se le ocurre lucir vestido se la acusa de no conocer el lugar que ocupa.[4] Ambos personajes son dos caras de la misma moneda, aunque una de ellas sea mucho más común.
En conclusión, “Ilo Ilo” es una película de ritmo lento, con una fotografía cuidada y un elenco natural como la vida misma. Una historia en principio simple, que fructifica en crítica social e invitación a la reflexión, y consigue tocar las fibras adecuadas al describir lo cotidiano.
El próximo proyecto de Chen lleva por nombre Distance. El singapurense se propone producir una película coral, ambientada en los años 50, en la que directores e intérpretes de China, Singapur y Tailandia aunarán esfuerzos con actores británicos. Permanezcan atentos a sus pantallas.
Para saber más:
Notas:
[1] La “crisis financiera asiática” se desencadenó en 1997, con la devaluación de la moneda tailandesa. Sus efectos alcanzaron a numerosos países del entorno, lo que supuso un duro varapalo tras los años de bonanza del llamado “milagro asiático”.
[2] “Ilo Ilo” resultó ganadora del Caméra d’Or en el certamen francés, premio que se otorga en reconocimiento al mejor debut presentado en una de las secciones oficiales a concurso.
[3] Actualmente, sólo un 7% de la población de Singapur se declara católica. La religión más practicada en el país es el budismo (33%), seguida del Islam, protestantismo y taoísmo. Por su parte, Filipinas es altamente católico (el 80,6% del país), lo que se explica por su largo pasado como colonia española.
[4] Detalle curioso: la Teresa real, que ahora cuenta cincuenta y seis años y vive en la absoluta miseria, fue obsequiada por Chen con billetes de avión para acudir al estreno de “Ilo Ilo”, película que al fin y al cabo, la inmortaliza. Más allá de esta gentileza, no parece que el paso a la gran pantalla vaya a mejorar las condiciones de vida de la filipina. Esta observación es, por otro lado, aplicable a otros casos del “cine social”. Véase, por ejemplo, el reciente artículo sobre la fortuna desigual del elenco de “Ciudad de Dios” una década tras su rodaje: Belmiro, Daniele, “La vida tras ‘Ciudad de Dios’”, El País, 18 de noviembre de 2014. Disponible online aquí.