En marzo del año pasado presentábamos a un autor español que en los años ochenta realizó una serie de proyectos cinematográficos con Japón tan desconocidos como inusuales. Actor, director y guionista, Paul Naschy (seudónimo artístico de Jacinto Molina) fue el rostro visible del cine fantástico y de terror español en los años setenta y el responsable de la evolución del género durante toda su vida. Aunque la edad de oro del llamado fantaterror español fue breve y los cineastas y demás profesionales tuvieron que adaptarse, de una u otra manera, a los nuevos tiempos que llegaron con la Transición, Paul Naschy consiguió salir adelante. En este momento tan conflictivo para el género fantástico que comenzó a finales de los años setenta, el actor que encarnó al licántropo más famoso del cine español inició unos contactos muy fructíferos con Japón que culminaron en dos de sus películas más recordadas como director: El carnaval de las bestias (1980) y La bestia y la espada mágica (1983).
En el artículo anterior analizábamos quién fue Paul Naschy y lo que representó para nuestro cine. Su figura, aunque importante y de fama internacional, aún resulta desconocida para muchos cinéfilos. Su vida está llena de anécdotas e historias fascinantes[1] y estos contactos con Japón en esos años destacan por su singularidad. Comentábamos que realizó documentales[2] y trabajó en series y anuncios para la televisión japonesa,[3] centrándonos sólo en dar a conocer estos proyectos, fundamentalmente porque, que sepamos, sus trabajos para la pequeña pantalla no han podido verse en España. Al ser El carnaval de las bestias y La bestia y la espada mágica dos películas relativamente difíciles de conseguir, decidimos retomar el tema para aprovechar la ocasión de extendernos todavía más en estas dos coproducciones hispano-japonesas. No queremos ser redundantes en aspectos que ya analizamos en el artículo de marzo, por lo que remitimos a él para cuestiones introductorias y de contexto.
Comenzamos nuestro recorrido con El carnaval de las bestias, una de las películas más crueles y personales de toda la filmografía de Naschy. El film es una reflexión sobre la maldad del hombre y uno de los favoritos del director. Para el espectador actual sigue resultando sorprendente, rompedora y hasta desagradable por ciertas secuencias.
La película cuenta la historia de Bruno Rivera, un mercenario con el que una organización criminal en Japón contacta para llevar a cabo el robo de unos diamantes. Cegado por la ambición, Bruno traiciona a su amante japonesa y a la organización, y huye con el botín a España. Los criminales le persiguen hasta dejarlo prácticamente muerto, pero una amable familia que vive en una mansión cercana lo rescata y cura sus heridas. Pronto Bruno comprenderá que esta bondadosa familia no es en absoluto lo que aparenta ser.
Hideo Sasai le encargó a Naschy un guion que el director primero llamaría The pig para ser, posteriormente, El carnaval de las bestias. La productora japonesa Hori Kikaku Seisaku fue quien financió el proyecto y el guion final tuvo treinta páginas menos que la primera versión que escribió Naschy. La película fue rodada entre España (Lozoya del Valle, en su mayoría) y Japón, donde el lago Hakone cobra un lugar simbólico, pues Masurao Takeda le había contado a Naschy historias de suicidas que habían sido encontrados en la zona. El director pensó que era un sitio ideal para rodar la historia de un hombre que muere cuando está a punto de recibir la redención a través del amor. Fue estrenada en España en 1985.
Antes de entrar a comentar aspectos argumentales de la película, queremos resaltar algunas de las secuencias soñadas por Bruno. En las pesadillas febriles del protagonista, se ve con su amante japonesa (a la que ha traicionado) paseando por los lugares turísticos más importantes de Japón y visitando obras artísticas famosas, como el Gran Buda de Kamakura. Así pues, esta película continúa con los mismos tópicos de los films americanos de reconciliación en los que un occidental se enamora de una japonesa (todo ello relacionado también con Madama Butterfly) y aparecen las imágenes más recurrentes que se suelen asociar al País del Sol Naciente.
Centrándonos ya en el argumento, la familia que acoge al protagonista, bondadosa, amable y altruista en un principio, se compone de Simón (el padre y médico, amante de la antropología) y sus tres hijas: Alicia (buena e inocente, de quien se enamora Bruno), Mónica (rebelde y lasciva) y Teresa (escondida por la familia y que Bruno confunde con apariciones de la difunta madre de Alicia y Mónica). Bruno, personaje ambicioso y traidor, va evolucionando a lo largo de la historia al enamorarse de la dulce Alicia, si bien es cierto que esta evolución psicológica del personaje es excesivamente brusca y poco creíble. Tras una serie de asesinatos ocurridos en la casa (incluida la terrible secuencia en la que un hombre es devorado por los cerdos), Bruno descubrirá que la familia le ha tendido una trampa. Enamorado de Alicia, ignora las advertencias de Teresa (interpretada por Julia Saly), la hermana supuestamente trastornada por un terrible suceso ocurrido en África. Al final de la película, Bruno es capturado y degollado como un animal frente a la atenta mirada de la familia y su criada negra, Raquel. Esta criada es quien les había introducido al canibalismo en su viaje a África. Teresa no estaba loca, ella es la única reticente a comer carne humana, y se enfrentará a la familia. Es, sin embargo, demasiado tarde para Bruno.
El argumento puede resultar confuso: la historia de los diamantes sobre la cual parece girar toda la película no es más que un McGuffin. Naschy lo utiliza como recurso para confundir al espectador. Bruno está preocupado por esconder su botín en el bosque y escapar de Mieko, su amante, y la organización criminal que lo persigue, pero, en realidad, el auténtico enemigo se esconde en los habitantes de la casa en la que es acogido. De hecho, Mieko, que busca desesperadamente a Bruno para vengar la muerte de su hermano y recuperar los diamantes, es rápidamente asesinada en cuanto entra en la casa a investigar. Al final de la película, Bruno ve su cadáver colgando cabeza abajo desangrándose y es consciente del terrible error que ha cometido permaneciendo en el lugar.
El espectador sabe que algo extraño sucede con los habitantes de la mansión y ciertos momentos nos preparan para el desenlace trágico:
-Mónica, la hermana lasciva, se aprovecha constantemente del estado convaleciente y febril de Bruno para utilizarle sexualmente, lo cual choca con la aparente moral intachable que la familia da al comienzo de la acción en la casa. Es habitual, por cierto, encontrar la dicotomía entre dos tipos de personajes femeninos en las películas de Naschy: están las víctimas, ingenuas, inocentes y pasivas, pero también las lascivas, malvadas e inmorales, hasta el punto de que arrastran al hombre a la perdición. Es de destacar que, aunque al principio parece que Alicia y Mónica encarnan estos dos tipos de personajes femeninos característicos del terror español y de la filmografía de Naschy (a las que, por supuesto, sólo su personaje parece conseguir satisfacer sexualmente), luego resultan ser las dos igualmente malvadas, más quizá Alicia que la propia Mónica, pues Bruno estaba enamorado de ella y había encontrado la redención de sus crímenes en el amor cuando Alicia, en realidad, le estaba engañando.
-Bruno siente temor al escuchar los gritos de los cerdos en la matanza, pues le recuerdan a sonidos humanos. Esta escena anticipa la muerte de don Serafín devorado por los cerdos y la suya propia, degollado como si fuera un animal.
-Raquel, la criada negra, es azotada desnuda, aparentemente para castigarla, por Simón, aunque este castigo es, en realidad, para placer sexual de ambos. Esta escena de sadomasoquismo nos descubre que el médico íntegro y bondadoso que parecía encarnar el personaje de Simón, posee un lado sádico que luego veremos en todo su esplendor y nos muestra que tiene, además, una relación sentimental con Raquel, a pesar de la historia de la trágica muerte de su esposa que le cuenta a Bruno.
-Se hace, además, constante hincapié en lo delicioso que está el estofado que Raquel prepara. Como luego supondrá el espectador, el ingrediente secreto que lo hace un manjar es la carne humana. De hecho, el punto álgido de la acción es el carnaval celebrado en la casa, en el que los comensales se alimentan de los cerdos que a su vez se han comido anteriormente a sus vecinos.
-A causa de la herida de la frente, Bruno cree estar perdiendo la cordura, pues tiene terribles pesadillas y parece ver al fantasma de la difunta madre de Alicia, aunque la protagonista de estas inquietantes ensoñaciones termina siendo Teresa, quien le advierte del peligro que corre en esa casa. Bruno ignora su advertencia, pues todos le explican que está trastornada.
-Aparte de la impactante secuencia del hombre devorado por los cerdos, en esta película Naschy vuelve a utilizar el ralentí, en este caso, para distinguir la realidad del sueño. En su pesadilla aparecen Mieko y él ante su tumba, y de la tierra surgen unas manos que lo atenazan. Este episodio constituye una advertencia del funesto destino que le espera. Naschy ya había experimentado con la cámara lenta en La noche de Walpurgis (León Klimovsky, 1971) al planificar en el guion las apariciones de las vampiras para distinguir estos seres demoníacos y sobrenaturales de los humanos.
Las escenas de violencia y sadismo resultan, todavía hoy, espeluznantes, pero, en realidad, lo más terrorífico es el tema de la maldad inherente al ser humano. El mal triunfa en la historia: a Bruno no se le permite la redención por sus crímenes, sino que va a ser castigado de manera desproporcionada por la mujer a la que ama (Alicia), con lo cual, la traición a Mieko, la otra mujer a la que había querido, queda saldada. No hay redención para el héroe (o antihéroe) de la historia, pero tampoco Mieko puede consumar su venganza ni aprender a perdonar, puesto que es asesinada como una víctima colateral más. Teresa, que se había negado a comer carne humana a pesar de la insistencia de su familia, sólo puede matarlos para salvarse, cayendo también en la maldad que había intentado evitar.
Vemos además ciertas influencias del giallo[4] italiano y el american gothic.[5] En la escena del banquete uno no puede evitar recordar la secuencia de la familia de caníbales reunida en torno a una mesa para comer de La matanza de Texas (The Texas chainsaw massacre, Tobe Hooper, 1974). Aún así, resulta curioso que se utilice la violencia y la crueldad desmedida, pues Naschy siempre prefirió el terror gótico al gore, de ahí que en esta película también veamos referencias literarias de Poe o de Bécquer.
Naschy repite elementos de otras de sus películas (el protagonista atormentado, los personajes femeninos tipificados que él conquista, la redención por amor, el rodaje en su finca familiar de Lozoya del Valle…) y tiene fallos de guion en lo que a la evolución psicológica de los personajes se refiere. Pero, a pesar de todo, resulta una película sorprendente, tanto por su tema como por la participación japonesa.
Waldemar Daninsky, el hombre lobo de Naschy, también viajará al lejano Oriente, y en el siguiente reportaje hablaremos de La bestia y la espada mágica, un jidaigeki o film de samuráis rodado por un occidental.
Fe de erratas: Cometí un error tipográfico en el artículo de marzo en el que dije que el nombre Paul Naschy venía por el papa Pablo IV y por el levantador de pesas Imre Nagy, cuando quería decir que fue por el papa Pablo VI.
Notas:
[1] Para un primer acercamiento a la vida, obra y personalidad de Jacinto Molina remitimos a Memorias de un hombre lobo, una de las autobiografías que firmó este autor, la más célebre y conocida: Naschy, Paul. Memorias de un hombre lobo. Madrid, Alberto Santos, 1997.
[2] En marzo citamos La historia de España a través del Palacio Real de Madrid, El museo del Prado, El monasterio del Escorial y Las cuevas de Altamira y la prehistoria en Cantabria y aprovechamos esta segunda parte para añadir a la lista otro documental titulado La máscara del Juyo. Todos ellos son de 1982 y fueron producidos por Diamond Publishing.
[3] Que sepamos, realizó un anuncio de bolígrafos Bic y otro de comida rápida. Las series fueron El dragón negro (1981), La tercera mujer (1982) y La espada del samurái (1982), las tres producidas por la Hori Kikaku Seisaku. También participó en la película White love (Howaito Rabu, Shusei Kotani, 1979) y se ocupó de montar metraje preexistente para realizar el documental producido por Diamond Publishing titulado Infierno en Camboya (1983). Para todos los trabajos de Naschy en televisión, véase Bernal, Jesús. “Naschy TV: Trayectoria de Jacinto Molina en el ámbito televisivo”, Monster World, nº 12, 2014, pp. 100-107.
[4] “Se denomina así a una serie de thrillers de carácter terrorífico surgidos en Italia a raíz de La muchacha que sabía demasiado (La ragazza che sapeva troppo, Mario Bava, 1962). El nombre, giallo (amarillo), procede del color de las portadas de las novelas policíacas de una colección editada por Mondadori. La violencia y el sexo son constantes de este subgénero que tiene en Dario Argento [Rojo oscuro (v.)] y Mario Bava a sus dos mejores representantes […].” De Serrano Cueto, Juan Manuel. Horrormanía: enciclopedia de cine de terror. Madrid, Alberto Santos, 2007. P. 166.
[5] “Subgénero que aglutina al cine de terror estadounidense, sumamente violento y enmarcado, preferiblemente, en el ámbito rural (la América profunda), surgido a finales de los sesenta, década en la que Estados Unidos vive una de sus peores crisis con la guerra del Vietnam y el escándalo Watergate. Mientras se desmoronan los valores esenciales y crece la delincuencia en las calles, el cine de terror no hace sino reflejar la realidad de una sociedad decadente que genera abominaciones como Charles Manson. Así pues, el monstruo fantástico da lugar al asesino real, activo en parajes desolados y capaz de los actos más deleznables, protagonista, pues, de películas como La matanza de Texas (v.), La última casa a la izquierda (v.), Las colinas tienen ojos (1977) (v.) y Trampa para turistas (v.). […]” De Ibidem. P. 25.