Tras haber iniciado esta serie de artículos con un breve acercamiento a las visiones de lo espiritual en el folclore japonés más contemporáneo y establecido un recorrido por la obra de Shigeru Mizuki en Gegege no Kitarô, debemos realizar una siguiente parada en la obra de Takahashi Rumiko Sengoku otogizôshi Inuyasha. Ésta es, posiblemente, una de las series de manga y anime más capacitadas para mostrar el folclore japonés en los últimos años, así como una de las series más populares entre el un amplio espectro de público. Esta serie, guionizada e ilustrada por la ya mencionada Takahashi Rumiko, fue publicada como manga entre 1996 y 2008 en la misma revista en que Mizuki publicó su antología sobre los yôkai. A ello debemos sumar una serie de anime emitida entre los años 2000 y 2010 y cuatro películas de animación. Esta longevidad y envergadura del proyecto han hecho que fuera una de las más populares en la actualidad.
Ambientada en una ubicación ficticia del período Muromachi (1336 – 1573) aprovechando las constantes batallas entre los clanes feudales. En esta ubicación ficticia repleta de seres mágicos situados en todo tipo de paisajes, la autora recurre, en muchas ocasiones, al folclore tradicional. La historia parte de Inuyasha, un semi-demonio, seduce Kikyô, una joven miko, mujeres de las que hablaremos más tarde. Así roba la Joya de las Cuatro Almas[1] puesta bajo su protección. Como resultado de este robo, poco antes de morir, Kikyô hiere a Inuyasha con una flecha, clavándole en un árbol que le induce a un sueño mágico. Como petición de Kikyô, la joya es incinerada junto a ella para aparecer quinientos años después en el cuerpo de la estudiante de instituto contemporáneo Higurashi Kagome, cuya familia acude a una ermita situada en ese mismo punto. Un yôkai con forma de ciempiés acude en busca de la joya de Kagome a este pequeño templo y lleva a la joven hasta el siglo XV para robárselas. En su propia defensa, Kagome despierta a Inuyasha y lo libera del hechizo de Kikyô, aunque, accidentalmente, rompe la poderosa y temida joya en pedazos.
El argumento general de esta serie es la búsqueda, por parte de Inuyasha y Kagome de dichos pedazos para poder destruirlos. Sin embargo, Takahashi añade a esta trama a los yôkai y al folclore, rehuyendo de los elementos más conocidos, y poniendo especial énfasis en los personajes principales. Esto puede verse claramente en el personaje que da título a la serie, que referencia algunas tradiciones populares, a pesar de ser una creación original per se. Como ya se comentaba, Inuyasha es un semi-demonio, hijo de un inugami[2] y una mujer humana, cuyo nombre responde más a una descripción del personaje[3] que a una elección aleatoria de éste. Hay aclarar que la elección de un inugami es algo inusual para un yôkai, ya que no suelen aparecer de manera frecuente en el folclore japonés, al contrario que otros animales, como los zorros, las serpientes, los tanuki[4], los kappa[5] o los gatos, posiblemente debido a su carácter de criatura doméstica, apareciendo así en menor cantidad de relatos sobrenaturales.
Tras este inciso, y volviendo al argumento de la serie, el padre de Inuyasha y su hermano mayor, Sesshômaru, pueden cambiar de forma canina a forma humana a su antojo, algo que no parece reflejar el protagonista, que se muestra como un humano con algunos rasgos caninos, como garras, colmillos u orejas. En las primeras muestras del manga su cara aparece con un rasgo mucho más zoomorfo con hocico, aunque en el anime su apariencia es mucho más humana. Sin embargo, con su largo pelo blanco, tanto Inuyasha como Sesshômaru parecen querer asemejarse a los renjishi[6] del teatro Noh y el teatro Kabuki, algo que puede no sorprender si se piensa que, en ocasiones, los perros y los leones son combinados en la iconografía budista. De la misma manera se utiliza al lobo, también llamado perro de montaña en algunas regiones, como una criatura frecuente en el folclore que actúa a modo de intermediario entre los humanos y la naturaleza, explicando así también la lucha interna de ambos hermanos entre sus instintos animales y sus facetas más humanas.
Las reglas genéricas de este tipo de aventuras serializadas requerían cinco personajes principales para animar la acción. Así, encontramos también a Shippō, Miroku y Sango. Shippō es un zorro capaz de cambiar de forma, siendo el único yôkai de los tres, aunque también es el personaje de menor poder debido a su carácter infantil, lo que hace que sea relegado a los ámbitos cómicos. Sango es una cazadora de demonios que, aunque es un personaje completamente inventado, cuenta con un nekomata,[7] un yôkai familiar en el folclore japonés. Finalmente, Miroku, el monje lascivo, también se erige como una figura cómica que no corresponde a principios folclóricos, aunque sí populares, como los ransô[8] y los akusō,[9] que secuestraban mujeres, comían carne y promovían revoluciones violentas en el período Sengoku, siendo uno de los mayores problemas de esta etapa de la historia japonesa. Como figuras religiosas muy conocidas por sus deslices en los votos, los monjes budistas, al igual que los cristianos en la Europa medieval, eran objeto frecuente de la sátira. Miroku tiene a la par como mascota un tanuki llamado Hachiemon, que, aunque rara vez aparece en la serie, genera una referencia a estos personajes, cuya tradición dice que son capaces de cambiar de forma, aunque siempre con un carácter algo torpe y vago.
Los principales personajes de esta obra son creación original de Takahashi con ciertas referencias al imaginario colectivo, al contrario que Mizuki, que tomaba muchos elementos de estas tradiciones preexistentes para los papeles más relevantes. Sólo la segunda película de imagen real de Inuyasha, llamada Kagami no naka no mugenjô (2002), se basa en una tradición narrativa previa como es el Taketori monogatari o El cuento del cortador de bambú, del cual toma algunos yôkai individualmente, como yuki-onna,[10] ninmenju[11] o noppera-bō[12] para introducirlos en su propia historia, aunque continuando una lectura modular, fragmentaria y personal. Por ejemplo, el tan icónico conjunto rojo de Inuyasha es identificado con la Túnica de la Rata Roja,[13] un elemento mágico aparecido en el cuento previamente mencionado como explicación de los poderes sobrenaturales de protección, convirtiéndose así en uno de los elementos más icónicos de la obra de Takahashi que ha terminado por hacer propios.
En una entrevista se consultó a la autora sobre los cuentos tradicionales que más habían influido en su obra, ante lo que mencionó El caldero de Kibitsu[14], el cual no asume como cuento tradicional al uso a pesar de que esta breve historia de Akinari Ueda, publicada en 1776, continúa hoy día en la literatura más popular. Este relato nos cuenta la historia de una esposa contrariada que se transforma en un demonio, siguiendo la línea de Kikyô, que fallece creyendo que Inuyasha la ha seducido y traicionado. Kikyô regresa de entre los muertos en varias ocasiones a lo largo de toda la historia en busca de venganza. Esto también tiene su reflejo en Naraku, el principal antagonista, cuyas fuertes emociones la convierten en un ser monstruoso y vengativo. También encontramos ejemplos de la influencia de la literatura en Inuyasha en la obra de teatro Noh Dōjōji, donde la joven Kiyohime se enamora de un monje y se transforma en una serpiente gigante, una relación tormentosa que ya se había reforzado en los largometrajes de anime con La princesa Mononoke (1997). Así, el ya mencionado Naraku, cuyo nombre procede de uno de los infiernos de la cultura budista, nace cuando un humano llamado Onigumo se enamora de Kikyô y, sucumbiendo a su lujuria y a los celos, permite que una horda de demonios menores le posean. El resultado final, Naraku, busca aumentar su poder uniendo todos los fragmentos de la joya, aunque también es movido por su deseo por Kikyô, invirtiendo así los sexos de la narrativa tradicional.
Takahashi también juega con la tradición de las miko en los personajes de Kikyô y Kagome. Estos personajes femeninos en relación con los rituales sintoístas existen todavía en la actualidad, aunque sus papeles y funciones han cambiado a lo largo de la historia. Kikyô representa algunos de los aspectos más comunes de las miko, con unos hakama[15] rojos o un azusa yumi[16] con flechas sagradas, así como realiza prácticas de curación, exorcismo o intermediación entre lo sobrenatural y lo humano o entre los vivos y los muertos. Las miko suelen ser representadas con cierta apariencia sexual, tal vez porque algunas de ellas eran mujeres expulsadas de otras instituciones sociales que vivían, en cierta manera, al margen de la ley. En la actualidad, estas miko aparecen representadas como personajes femeninos a modo de hibridación entre lo sensual y lo bélico. Tanto Kikyô como Kagome son sexualizadas en cierta manera, especialmente la segunda, cuyo uniforme de marinero es una mezcla entre dos figuras de anime muy populares: la miko y la colegiala.
El uso de los elementos folclóricos y populares en la obra de Takahashi ya se había podido ver desde un principio con otra serie llamada Urusei Yatsura (1978 – 1987) y su versión animada (1981 – 1986). En ella encontramos una comedia protagonizada por una chica espacial bastante seductora conocida como Lum, que se enamora de un joven estudiante japonés. A pesar del origen extraterrestre de ella, este personaje basa su aspecto en los oni, lo cual vemos gracias a sus cuernos, garras y vestimenta con pieles de tigre, así como en su habilidad para volar y disparar rayos o en su temible temperamento. Así, su tribu es conocida como Onizoki y comienzan la serie con un juego llamado oni-gokko. De esta manera, encontramos muchas referencias en los amigos de Lum que nos llevan a hablar de nuevo de los yôkai, desde súcubos hasta demonios con forma de ave o fantasmas felinos. A ello se debe sumar la aparición de un monje a la manera de los ya mencionados o incluso de una miko como personajes secundarios, o la existencia del largometraje Byūtifuru dorīmā (1984), que, aunque basado en el cuento de Urashima Tarō, retoma la iconografía de Urusei Yatsura.
Con todo ello, puede decirse que la obra de Takahashi reside en su habilidad para renovar y refrescar motivos familiares, bien a la manera tradicional, bien en clave espacial y de ciencia ficción, que le permiten jugar con la tradición y el folclore sin hacer referencias directas.
Para saber más:
Notas:
[1] En el manga original, Shikon no Tama.
[2] Espíritu zoomorfo que, generalmente, actúa como espíritu protector o vengador en favor de su dueño o Inugami-mochi.
[3] La traducción literal de Inuyasha sería “perro demonio”.
[4] Mapache-perro de naturaleza traviesa del folklore japonés capaz de transformarse en humano.
[5] Ser mitológico con forma de anfibio antropomorfo de carácter grosero y escatológico, cuando no violento.
[6] Un tipo de papel interpretado en el teatro kabuki que se caracteriza por una melena espesa y larga para simbolizar la fuerza del león.
[7] Un gato de cola bifurcada habitual en la tradición japonesa del que se dice que puede tomar forma humana.
[8] Monjes de carácter pendenciero y juerguista.
[9] Monjes de intenciones malvadas.
[10] Figura femenina que se manifiesta de manera fantasmal en paisajes nevados.
[11] Árbol de extraño crecimiento cuyos frutos se asemejan a cabezas humanas.
[12] Ser del folclore tradicional que se presenta como un familiar o conocido, aunque sin rasgos faciales.
[13] En el original Hi nezumi no kawagoromo.
[14] En el original Kibitsu no kama.
[15] Pantalón largo realizado mediante pliegues destinado a algunas vestimentas rituales niponas.
[16] Arco sagrado generalmente relacionado con el vestuario de las miko.