A lo largo de varias semanas, gracias al Especial Asia y América de Ecos de Asia, hemos ido recorriendo distintos países de la geografía centro y suramericana como México, Brasil o Argentina, analizando las diversas relaciones socioculturales establecidas con Oriente. Sin embargo, los siguientes artículos se centrarán en exclusiva en las interrelaciones existentes entre Asia y los Estados Unidos de América.
Si hay un país cuyos mismos cimientos se basen en conceptos como la inmigración, la diversidad y la multiculturalidad, este es sin duda Estados Unidos: una nación surgida como colonia disidente, en un territorio “adquirido” a las diversas tribus de indios nativos,[1] y que, a lo largo de los siglos, ha ido amalgamando todo tipo de etnias y culturas hasta alcanzar la pluralidad hoy predominante en el país más poderoso del mundo.
Este concepto de la multiculturalidad estadounidense suscita cierta controversia, ya que los estudiosos del tema no acaban de llegar a un acuerdo sobre la naturaleza de dicho fenómeno. Así, algunos defienden que Estados Unidos sería una especie de mosaico cultural, usándose también en ocasiones como símil un bol de ensalada (Salad Bowl), entendiendo que las diferentes nacionalidades y culturas que conviven en dicho país se han unido sin llegar a mezclarse, manteniendo sus propias peculiaridades (como ocurre con los ingredientes de una ensalada). Por el contrario, otros defienden que el producto resultante de la interacción cultural en EE.UU. ha hecho de esta nación un crisol de razas (o Melting Pot), de forma que los americanos serían el resultado de esta mezcla cultural y racial.
Sea cual sea la terminología que empleemos para definir la sociedad americana actual, el hecho es que en ella encontramos una gran diversidad de razas, procedentes de sucesivas olas migratorias, que podemos remontar hasta el siglo XVI, y que se deben a diversas circunstancias sociopolíticas, económicas y religiosas.
Precisamente, a la coyuntura económica y comercial de Castilla y Aragón podemos achacar las primeras incursiones colonizadoras en Norteamérica, a cargo de los españoles que ocuparon el territorio de Florida y fundaron ciudades como San Agustín. Por su parte, los británicos se asentaron más al norte, en el territorio de Virginia, buscando explotar cultivos como el tabaco.
Sin embargo, fueron fundamentalmente las circunstancias religiosas las que provocaron la mayor llegada de colonos ingleses a territorio americano: en Nueva Inglaterra. Allí se asentaron grupos de puritanos que huían de la persecución sufrida en la metrópolis y que son conocidos con el nombre de peregrinos (pilgrims), fundando colonias como Plymouth o Boston. A ellos debemos unir aquellos colonos de otros credos, como católicos o cuáqueros, que también encontraron refugio en el Nuevo Mundo.
Además, no podemos olvidar la presencia de otros inmigrantes de diversos orígenes como alemanes, suecos u holandeses (estos últimos a cargo de la fundación de Nueva Ámsterdam, la actual Nueva York), así como la colonización francesa de Luisiana.
Esta complicada mixtura vino a superponerse al ya diverso panorama de etnias amerindias que poblaban el este de Norteamérica, entre las que podríamos destacar a los indios cherokee, mohawk o wampanoag (estos últimos protagonizaron el intercambio de bienes con los peregrinos, durante la celebración del festival de la cosecha, que dio lugar al posteriormente conocido como día de Acción de Gracias o Thanksgiving).
Todo ello es anterior a la conformación de las Trece Colonias, cuyos enfrentamientos con el Imperio Británico desencadenarían en la Guerra de Independencia Americana (1775 – 1783), y el subsiguiente documento de secesión que supone la Declaración de Independencia (1776). Al término del enfrentamiento armado, el Congreso de Filadelfia se reunió en 1787 para asentar las bases de la nación estadounidense: redactando la constitución, convocando elecciones presidenciales y dando así inicio a la que luego sería una superpotencia mundial.
Los siglos siguientes fueron testigos de distintas olas migratorias hacia Estados Unidos con motivaciones y orígenes diversos: como los africanos llegados a través del tráfico esclavista, o los irlandeses que huyeron de la Gran Hambruna en la década de 1840; así como los judíos que, desde los años treinta del siglo XX, optaron por el viaje transoceánico como única salida al creciente auge del nazismo en Europa. En fechas más recientes, la mayor parte de inmigrantes que llegan a EE.UU. proceden de distintos países de Latinoamérica, fundamentalmente México, Puerto Rico, Cuba o Colombia, asentándose en estados del sur (como Texas, California o Florida) y dejando una importante impronta cultural en todo el país.
De todo este sustrato multicultural, de largo recorrido histórico, vamos a centrarnos en el estudio de la inmigración asiática a los Estados Unidos, analizando su evolución a lo largo del tiempo, la procedencia y causas de esta inmigración, los estados con mayor presencia de comunidades orientales, así como el impacto cultural de Asia en Norteamérica.
En primer lugar, es conveniente aclarar que el término asiático-americano se emplea para referirse a inmigrantes llegados a Estados Unidos procedentes de Asia, pero también a aquellas personas que, habiendo nacido en Norteamérica, tienen al menos un padre, un abuelo o un bisabuelo originario de Asia. Este (ya de por sí diverso) grupo demográfico, incluye individuos procedentes de lugares muy diversos, llegados al país de las oportunidades por motivos igualmente distintos. Es por ello que algunos estadounidenses reniegan de esta denominación generalista y prefieren términos que hace referencia directa a su país de origen, como puede ser el de sinoamericano, o incluso el uso de las siglas AAPI (Asian Americans and Pacific Islanders), que resulta más amplio.
Actualmente, la mayor parte de los asiático-americanos asentados en Estados Unidos proceden de China y Corea, y se concentran en estados de la Costa Oeste como California, Hawái o Alaska, aunque su presencia es más que destacada en todo el país. Si bien los primeros inmigrantes asiáticos se remontan al siglo XVIII (siendo estos de origen filipino,[2] llegados a través de galeones españoles), lo cierto es que hubo un mayor auge a partir del año 1965, con la abolición de las cuotas de inmigración basadas en el país de origen.
En cualquier caso, la mayoría de inmigrantes asiáticos llegaban a Estados Unidos a través del océano Pacífico, por vía marítima, y su primer contacto con América era la Isla de los Ángeles. Este enclave, situado en la ciudad de San Francisco, California, consistía en un centro de procesamiento de inmigrantes asiáticos, similar al ubicado en la Este en la Isla de Ellis de Nueva York. En estas instalaciones, que estuvieron operativas entre 1910 y 1940, los recién llegados eran retenidos durante largos periodos de tiempo antes de serles garantizado el acceso al país.
Entre los primeros inmigrantes asiáticos llegados a Estados Unidos se encuentran los sinoamericanos o sinoestadounidenses, cuya presencia podemos rastrear hasta el siglo XIX. Los primeros inmigrantes chinos llegaron como mano de obra barata, para trabajar en las minas de California durante la llamada “fiebre del oro”. Otros se dedicaron a la agricultura, implantando sistemas de irrigación traídos desde China a estos terrenos e introdujeron algunos cultivos como el arroz en Hawái. Los principales motivos que llevaron a emigrar a esta masa poblacional fueron las guerras y hambrunas de su país natal, así como el aumento de los impuestos sobre las cosechas. Con el tiempo, los trabajadores chinos se fueron agrupando en ciudades mineras con unas condiciones de vida pésimas que, con el tiempo, darían lugar a los hoy turísticos barrios chinos, siendo los primeros los de San Francisco y Sacramento, a los que luego se unirían otras ciudades americanas como Nueva York, Boston o Chicago. En estos barrios chinos, conocidos como Chinatown, los sinoamericanos concentran sus negocios y restaurantes, y mantienen su lenguaje, cultura y celebraciones más importantes, como el Año Nuevo Chino.
Estos primeros inmigrantes chinos trabajaron también en la construcción del ferrocarril, con la pugna entre la Central Pacific Railroad y la Union Pacific. Los avatares de estos trabajadores aparecen relatados (dentro de un marco ficticio) en la quinta temporada de la teleserie Infierno sobre ruedas (2011-).
Para superar los prejuicios raciales y sus consecuencias (bajos salarios, discriminación…), los inmigrantes chinos optaron por emprender sus propios negocios, entre los que destacaron las lavanderías, puesto que exigían una inversión económica pequeña y les permitían una total independencia laboral. Sin embargo, las crisis económicas provocaron un sentimiento de repulsa hacia los inmigrantes asiáticos, extendiéndose la opinión de que quitaban el trabajo a los ciudadanos americanos. En la década de 1870 se extendió el eslogan político “Los chinos deben irse” (The Chinese must go!), que acabó plasmándose en una legislación sumamente racista como fue la Ley de Exclusión China de 1882, que impedía a los chinos entrar en Norteamérica.
Sin embargo, el terremoto de San Francisco de 1906 destruyó los registros de inmigración existentes, lo que permitió que muchos chinos fingieran haber nacido en territorio americano, falsificando sus papeles, por lo que fueron conocidos como “hijos de papel” (o paper sons).
Las leyes contra la inmigración asiática se fueron sucediendo en las décadas siguientes, hasta que en 1943 Estados Unidos abrió de nuevo sus puertas a la inmigración china. A pesar de ello, la entrada de asiáticos estuvo muy restringida hasta la aplicación de la Ley de Inmigración de 1965.
Por lo que respecta a la inmigración japonesa en los Estados Unidos, conviene recordar que durante el Periodo Meiji (1868-1912) se produce la definitiva apertura de Japón al mundo (forzada por los estadounidenses, al mando del Comodoro Perry, con la intención de lograr una base estratégica en el Pacífico), y es precisamente a finales del siglo XIX cuando encontramos la llegada de los primeros japoneses a territorio americano. Favorecidos por la Ley de Exclusión China, los nipones vinieron a suplir el trabajo de los chinos en las plantaciones de arroz y piña de Hawái. Otros trabajadores, pescadores y agricultores, se asentaron en estados como California, Oregón o Washington.
Como había ocurrido anteriormente con los inmigrantes de origen chino, cuando los japoneses americanos empezaron a prosperar, fueron acusados de robar el trabajo a los americanos, iniciándose así un proceso para limitar su presencia en los Estados Unidos. Con estas reformas, tan solo se permitía el acceso a aquellas personas que ya habían residido allí anteriormente, a trabajadores especializados, y a familiares de otros residentes. Por este motivo, muchas mujeres japonesas llegaron entonces, amparadas por la ley, para reunirse con sus esposos, a los que solo conocían a través de fotografías, y cuyo enlace se había concertado a través de la familia o de una casamentera. Es por ello que estas mujeres son conocidas como picture brides.
La Ley de Inmigración de 1924 prohibía la entrada a todos los asiáticos, y no volvería a permitirse la entrada a los japoneses hasta 1952. Cada generación de inmigrantes japoneses recibió un nombre: Issei, para los llegados en el siglo XIX; la siguiente recibió el nombre de Nisei; la tercera, Sansei, etc., mientras que los llegados después de la Segunda Guerra Mundial llevan el nombre de Shin Issei, que significa “nueva primera generación”.
Paulatinamente, se fueron creando barrios japoneses dentro de las ciudades, denominados Japantowns, en las zonas de California y Hawái. La mayoría de estos barrios desaparecieron durante la Segunda Guerra Mundial, pero hoy en día se conservan en algunas ciudades como San Francisco, San José o el denominado Little Tokyo de Los Ángeles.
A raíz del ataque japonés a Pearl Harbor, que desencadenó la participación estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, la vida de los japoneses residentes en Norteamérica cambió para siempre. La paranoia, las crecientes sospechas, el miedo a los espías y a posibles sabotajes internos, provocó que los japoneses americanos fueran llevados a campos de internamiento. Estos campos estaban situados en zonas desérticas al oeste del país, en California, Arizona, Wyoming, Idaho, Utah y Arkansas, y los japoneses estadounidenses fueron obligados a recluirse en ellos, dejando atrás todas sus posesiones.
Respecto a los primeros inmigrantes coreanos llegados a América, estos lo hicieron a principios del siglo XX cuando Corea, tras años de aislacionismo, se vio obligada a abrir sus puertas al mundo tras la invasión japonesa en 1904. A la situación de ocupación, se unió la sequía y las hambrunas, motivando que muchos coreanos emigraran a Estados Unidos.
Los coreanos sufrieron la misma discriminación que antes habían sufrido chinos y japoneses, y se les aplicaron las mismas restricciones para impedir el flujo migratorio. Sin embargo, la invasión japonesa de Corea hizo que la inmigración coreana tuviera un cariz diferente del de otras culturas asiáticas. Así, los coreanos americanos se sentían en la obligación de mantener su cultura originaria, por el peligro de que esta fuera destruida en su país natal.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la discriminación contra los coreanos aumento puesto que, al estar su país bajo dominio japonés, eran considerados súbditos del Imperio de Japón y, por tanto, enemigos de los estadounidenses. A pesar de ello, muchos coreanos americanos se alistaron en el ejército de los Estados Unidos para luchar por su país de adopción.
Con el final de la guerra, Corea fue liberada de la ocupación japonesa por fuerzas americanas y soviéticas, lo que provocó la división del país en dos: los actuales Corea del Norte y Corea del Sur; una división que se hizo permanente tras la Guerra de Corea y el armisticio de 1953.
Tras la aprobación de la Ley de Inmigración de 1965, la inmigración coreana aumentó enormemente, asentándose en su mayoría en la Costa Oeste, especialmente en el área de Los Ángeles. En las décadas de los sesenta y los setenta, con la llegada masiva de inmigrantes coreanos, empezaron a surgir Koreatowns o barrios coreanos en distintas ciudades americanas, como Chicago, Los Ángeles, Manhattan, San Diego, Atlanta, Dallas u Oakland.
Por lo que respecta a la inmigración procedente de la India, esta suele proceder de la región del Punjab. En 1923 el gobierno estadounidense decidió que, aunque los indios eran caucásicos, no eran blancos, y por lo tanto no podían ser ciudadanos americanos ni poseer tierra, lo que provocó que muchos tuvieran que regresar a la India. Tampoco se les permitía contraer matrimonio con mujeres blancas, por lo que se produjeron muchos matrimonios entre hombres procedentes de la India y mujeres mexicanas que vivían en Estados Unidos.
A partir de 1965 el flujo migratorio desde la India se amplió, conformándose barrios indios que reciben el nombre de Little India, en grandes ciudades como Los Ángeles, Nueva York o Chicago.
Todos los grupos poblacionales que hemos ido analizando hasta el momento suelen responder a un patrón más o menos común dentro de la inevitable variedad que produce un país de origen diferente. Sin embargo, como colofón, pasaremos a comentar el caso tan diferente que supuso la inmigración a Estados Unidos de gentes procedentes del Sureste Asiático.
Los países de Vietnam, Camboya y Laos fueron colonias francesas hasta 1945, conocidos bajo la común denominación de Indochina. Durante la Segunda Guerra Mundial, la región fue ocupada por Japón, hasta que Ho Chi Minh declaró la independencia de Vietnam, que quedó dividida en Vietnam norte (bajo dominio comunista) y Vietnam sur. La participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, durante los años sesenta y setenta, supuso un enorme desastre militar. En 1975, con el fin de la guerra y la victoria del norte, la población de Vietnam y Laos fue enviada en masa a campos de reeducación, viviendo una dura represión. A esto, debemos unir la dictadura de Pol Pot en Camboya.
Esta situación provocó un éxodo de refugiados del sudeste asiático que, huyendo de la guerra, llegaron (entre otros lugares) a los Estados Unidos. Allí se organizaron centros de recepción de los refugiados vietnamitas, diseñados a modo de transición, fomentando la adaptación a la cultura americana. Estos centros se encontraban en los estados de California, Pennsylvania, Arkansas y Florida, desde donde más tarde eran distribuidos por todo el país. Hoy en día, podemos encontrar barrios vietnamitas en distintas ciudades americanas denominados Little Saigon, en los estados de California, Texas o Florida.
A lo largo de este breve recorrido por las distintas nacionalidades de toda Asia que han convivido en los Estados Unidos, hemos podido comprobar su diversidad, las distintas circunstancias de su llegada a América, y la importancia que, aún hoy en día, tienen en esta superpotencia mundial. Las tradiciones, peculiaridades e incluso la gastronomía de estos pueblos contribuye a la predominante multiculturalidad de los Estados Unidos, hasta el punto de que, actualmente, Asia (con China e India a la cabeza) es la mayor fuente de inmigrantes en busca del “sueño americano”.
Para saber más:
[1] No corresponde ahora entrar a debatir el proceso de ocupación del territorio americano por parte de los europeos, fundamentado en la expropiación y la aniquilación de poblados de nativos americanos, los cuales viven hoy en día en las denominadas Reservas Indias, con una legislación propia, en lo que supone el eslabón último de una larga lucha por el derecho a la autodeterminación de estos pueblos.
[2] Debido a las restricciones de espacio de este artículo, no entraremos a profundizar en la comunidad de filipinos americanos. Tan solo conviene destacar que tras la guerra de 1898 entre España y Estados Unidos, que supuso la pérdida de gran parte del imperio colonial español, Filipinas pasó a considerarse territorio americano, por lo que sus habitantes estaban exentos de las restricciones migratorias impuestas a otros grupos asiáticos. Así pues, cuando fue prohibida la entrada al país de chinos y japoneses, los filipinos ocuparon sus puestos de trabajo vacantes. La mayor comunidad de filipinos de Norteamérica se encuentra en la denominada “Little Manila” en Stockton, California, aunque este foco cultural empezó a decaer en la década de los setenta. Actualmente, los filipinos son el segundo grupo asiático más amplio de los Estados Unidos, después de los chinos.