El amor, uno de los estímulos más fuertes, y a la vez más débiles, que posee el ser humano, siempre ha llevado al límite los sentimientos y las emociones que desarrollamos ante los demás. Por esta razón, la literatura y el arte de cada uno de los pueblos del mundo siempre han tenido una gran riqueza a la hora de representar una enorme cantidad de historias románticas y de amor que tratan sobre esta pasión tan irrefrenable. En las artes japonesas también se ha llevado a la práctica, y con gran valor, este tipo de relatos.
Hay historias de amor de toda clase, desde las más simples, banales, hasta las más extensas y complicadas. Aunque, sin duda, todas llevan siempre el mensaje desde el corazón, de ahí que este tipo de novelas tengan un gran poder para conmover y ensalzar las manifestaciones humanas.
En la historia de Japón se sucedieron fundamentalmente (aunque no exclusivamente) dos épocas favorables para la invención de este tipo de relatos: en época antigua, aproximadamente en el siglo VIII d.C., estas historias se basaban en relatos sencillos, animados siempre por el ser humano, aunque tenían un carácter muy natural; ya entre los siglos X y XII, las historias románticas se complicaron debido a que el aspecto humano se estableció más sobre la vida cortesana y la visión budista de la realidad.
Uno de los relatos más antiguos de todo Japón, y todavía basado en los elementos de la naturaleza, es el de los hermanos Haru-yama no Kasumi-onoko y Aki-yama no Shitabu-onoko, conocidos por los nombres de “Hombre niebla de la montaña de la Primavera” y “Hombre escarcha de la montaña de Otoño”.[1] Otra de las historias de amor más antiguas de Japón es la desafortunada historia de la doncella de Unai. Dos jóvenes rivalizaron por el amor de la doncella, ofreciéndola obsequios para conseguir su amor. Para ganarse el amor de Unai, los padres de la chica organizaron una competición de arco, aunque siguió sin poder elegir. La joven, torturada a causa de la decisión, enloqueció y se arrojó al río pareciendo ahogada. Los dos jóvenes perdieron todo el interés por la vida y siguieron su ejemplo. Así los tres se unieron en la muerte y fueron enterrados juntos en la orilla del río, la doncella en medio, y los dos galanes a ambos lados. Aunque en esta ocasión vamos a ocuparnos de otras historias, creemos necesario mencionar estas para que el lector las conozca, por el gran valor que poseen.
Dentro de la segunda etapa histórica que se ha mencionado, hay que destacar que se basaba en una vida cortesana donde los “cuentos” de amor se centran en la Corte Imperial existente en aquellos momentos, la cual se encontraba en la ciudad de Miyako.[2] Gran parte de los miembros de esta sociedad, fuesen hombres o mujeres, se dedicaban a la poesía. El exaltamiento de las pasiones humanas se llevó al máximo durante esta época, tanto que todo esto quedó expresado en un término llamado aware o mono no aware, que significa “piedad” o “simpatía”. Este concepto haría referencia a la capacidad que tenemos los seres humanos para sorprendemos ante las cosas que suceden en la vida y en el amor, sintiendo cierta melancolía y tristeza ante lo efímero de ambas. Entraba en lo más puro del ser humano, dejando de lado lo superficial. En estos momentos, la concepción del budismo influenció considerablemente en la creación de historias de amor, ya que se pensaba que esa unión humano-naturaleza llegaba mucho más allá, debido a que cualquier ser humano, animal, o incluso vegetal, podría alcanzar la perfección final.
De esta época es uno de los relatos más conocidos no solo de Japón, sino dela literatura universal: el Genji Monogatari, una de las historias más importantes en cuanto a la relación con las distintas bellezas de la naturaleza, representadas en el papel de la mujer. Este tipo de escritos literarios se vinculan con otro tipo de representaciones artísticas. Tal era el sentimiento de afecto e importancia que expresaban que enseguida fueron escritos en verso, se tomaron como tema para pinturas e incluso en obras de teatro.[3]
Aunque el Genji monogatari no es la única obra literaria representada en otras artes, sí es la más importante por la cantidad de pequeñas historias que se encuentran en esta obra, considerada uno de los relatos conocidos más antiguos de la historia de la literatura. Esta novela fue escrita por Murasaki Shikibu a comienzos del siglo XI d.C. Posee la peculiaridad de que esta obra en sus inicios no tuvo un título, sin embargo ha sido publicado de numerosas formas: Murasaki no Monogatari (El cuento/relato/historia de Murasaki), Hikaru Genji, Genjo, etc. En ella se describen las historias amorosas del príncipe Genji, su relación con la política imperial del periodo Heian en el que se ambienta, así como la vida de los hijos tras la muerte de Genji. Estas historias se reflejan en los primeros cuarenta y cuatro capítulos. Estos amoríos se marcan sobre todo en la juventud del príncipe, quien está profundamente enamorado de Fujitsubo, la concubina que sustituyo a su madre en el corazón del emperador. Con ella acaba teniendo un hijo, aunque debido a los numerosos amoríos de Genji, este fue condenado al exilio, volviendo exitosamente pasado un tiempo para rehacer su vida en la Corte.
La novela tiene cincuenta y cuatro capítulos compuestos en emakimonos o rollos desplegables, en sentido horizontal y de derecha a izquierda, en el que se disponen en sucesión fragmentos de texto e ilustraciones realizadas en distintas técnicas. Asimismo, la carga psicológica que posee la novela es bastante grande, de ahí que sea una lectura rica y muy profunda la que hay que realizar a la hora de penetrar en la historia de los amoríos del príncipe Genji.
Como con muchos escritos de épocas antiguas, en un primer momento se plantearon ciertas dudas sobre la autoría de Dama Murasaki, si bien se le atribuye casi con total seguridad debido a que en un diario personal (el conocido Diario de Murasaki)[4] están escritas ciertas notas aclaratorias y fabulas del Genji.
Claramente, existen otras historias igual de importantes en esta época, aparte del Genji Monogatari. Un relato también muy conocido es el de Ono-no-Komachi, una mujer que representa la belleza ideal japonesa. Esta mujer fue una poetisa de gran éxito, considerada una de las mejores poetas del waka, un tipo de poesía creada como poesía puramente japonesa en contraste con la poesía de influencia china. Tuvo un gran talento para cantar al amor, y en sus poemas trata la soledad, la pasión o la ansiedad por el mismo. Incluso se le atribuyen otras leyendas románticas como la que tuvo con Fukakusha no Shosho, cortesano de alto rango, a quien le prometía que si le iba a ver cien noches seguidas se convertiría en su amante. Fukakusha fracaso una única vez, cayendo gravemente enfermo, hecho que entristeció mucho a Komachi. A esta mujer se la ha representado muy a menudo en pintura, sobre todo en una temática en la que el personaje de Komachi aparece como anciana sentada sobre una sotoba, es decir, una pieza de madera, y sobre la tumba de un difunto.
Para terminar, habría que mencionar de esta época a los llamados “galanes-nube” y a las “doncellas-flores”, que harían referencia a todos aquellos hombres y mujeres de la mencionada Miyako. Uno de los poetas más conocidos, Narihira o Ariwara no Narihira, es destacado porque se le atribuyen un sinfín de narraciones e historias de amor. Su vida fue una sucesión de acontecimientos amorosos que se han ido contando, sobre todo en el también conocido Ise Monogatari o Cuentos de Ise, anterior al Genji Monogatari, del siglo X. La historia de amor más conocida que se cuenta en esta novela tiene lugar entre Narihira y la hija de Aritsune, su vecina. Frente asus casas había un pozo de agua. Cuando eran niños solían jugar en aquel lugar y contemplar sus rostros reflejados en el agua del pozo. Con el paso de los años su amistad se convirtió en atracción mutua y esto condujo finalmente al cortejo por parte de Narihira. La pareja contrajo matrimonio pero la felicidad duró poco tiempo, ya que Narihira quien era apasionado y “enamoradizo” por naturaleza, se enamora de una princesa a quien visita todas las noches. La devoción y constancia de la esposa y su amor incondicional finalmente hacen que el esposo regrese a su lado, a partir de lo cual viven felices hasta la muerte.
Estas son algunas de las historias que muestran el amor tan profundo, intenso y descontrolable que existía en el antiguo Japón, sobre todo en un mundo siempre cercano a la Corte. Aunque las pasiones y los afectos se viven de distintas maneras dependiendo de las culturas y las épocas, estos romances mantienen su vigencia, por haber sabido retratar a la perfección la universalidad del amor.
Para saber más
Notas:
[1] Anesaki, Masaharu. Mitología japonesa. Barcelona, Olimpo, 1996. Pp.189.
[2] Miyako o Miako, que significaba “Sede del Palacio Imperial” o “Capital”. Esta es una de las acepciones más antiguas que recibía la ciudad de Kioto.
[3] El caso de estos “dramas” líricos tuvo lugar a partir del siglo XIV. Son también llamados con el término Utai, y son narraciones liricas de personajes que pasan por una sucesión de acontecimientos, siempre acompañados de un coro y orquesta.
[4] En este diario, Dama Murasaki cuenta su vida en la corte de la emperatriz Akiko, hasta el año 1013.