Jacques Audiard es conocido ya por tratar temas arriesgados en sus films. Su anterior película, De óxido y hueso (2012),es un clarísimo ejemplo de su buen hacer a este respecto. En ésta nos contó la historia de una domadora de orcas que ha sufrido un terrible accidente y de un padre más interesado en las peleas callejeras que en su propio hijo. A pesar de las diferencias temáticas, la forma de Audiard de tratar con cierta distancia a sus protagonistas no ha variado. En esta ocasión, hay que reconocerle el mérito de realizar una producción sobre un tema tan actual como la inmigración a la “próspera” Europa. El asunto es delicado y la mayor parte se desarrolla de forma más que correcta, al margen del dramatismo de los últimos minutos.
Dheepan es la historia de un hombre de Sri Lanka que quiere huir a Francia como refugiado político por el hecho de haber participado en una guerrilla de liberación nacional durante la guerra civil de su país. Sin embargo, no puede hacerlo sólo, así que se alía con una joven mujer, a la que no conoce, para que se haga pasar por su esposa. A ambos les acompañará una niña huérfana de 9 años, que simulará ser la hija de la pareja.
Una vez en Francia, el espectador asistirá a las dificultades a las que se enfrenta esta falsa familia a la hora de adaptarse al país que les ha acogido. El idioma, y las diferencias culturales en general, serán la barrera inicial con la que se toparan. No solo los adultos, también la niña que debe acudir a una clase especial hasta que domine bien el francés como para poder ir a un aula con el resto de niños de su edad. Los problemas para encontrar un trabajo son determinantes. Tendrán que superar trabas y prejuicios para conseguir cualquier tipo de trabajo. La realidad del refugiado es que terminará viviendo en zonas conflictivas, llenas de otros inadaptados como ellos, que lo único que harán será empeorar la situación.
La historia se va desarrollando sin prisa, pero sin pausa. Su ritmo no atraerá a los más impacientes. A pesar de lo interesante de la propuesta, resulta complicado empatizar con los personajes en algunas ocasiones, al margen de la calidad de las interpretaciones de sus actores. Por un lado, los conflictos que surgen al fingir que son un matrimonio, y por otro, el estar cuidando de una niña pequeña que no es suya, dará cierto juego en las escenas domésticas, que contrastan con aquellas en las que Dheepan se mete en problemas por culpa de un pasado del que parece no poder escapar.
Los personajes salen de una guerra para meterse en otra: la de la supervivencia en un pútrido suburbio parisino donde las leyes las marcan los mafiosillos de turno. Este tema resta realismo a una propuesta que en diversos momentos se acerca al documental. Sin embargo, no pierde la fuerza que le proporciona esa amarga visión de la lucha por la supervivencia. Kalieaswari Srinivasan, en su papel como Yalini, la falsa mujer de Dheepan, es igual de protagonista que éste, y su adaptación al destino que le ha tocado vivir es incluso más valiente que en el caso de él.
En definitiva, es una buena película. Interesante y necesaria en el momento que estamos viviendo, y con unas actuaciones sobresalientes. Está bien dirigida, aunque no llegue a la maestría del anterior film del director. Su final ha sido muy criticado en diversos ámbitos, el apreciarlo o no dependerá del gusto cinematográfico de cada uno.