Kenji Mizoguchi, nacido en Tokio en el año 1898, es considerado como uno de los cineastas clásicos del país nipón. Destaca especialmente por el tratamiento que otorga a la figura femenina y la defensa de su libertad e identidad.
Nos encontramos ante uno de los primeros directores de cine feministas. El porqué de esta opción de vida y de estilo artístico se encuentra en su propia biografía. No hay que conocer a fondo su filmografía para saber por qué respetaba tanto a las mujeres, ya que su historia nos da las primeras pistas.1
Cuando Mizoguchi era un niño, su familia pasó situaciones económicas muy delicadas a lo que se sumó un negocio fallido de su padre, quien decidió vender a su hija a una casa de geishas, lo que para el cineasta desembocó en un sentimiento de odio hacia él. A esto, hay que añadir que su padre maltrataba a su madre, lo que aumentó su desprecio él. Todos estos acontecimientos hicieron que Mizoguchi sintiera fijación por la figura femenina que aparece en sus películas como mujeres fuertes que llevan cuchillos o puñales para defenderse.
Por ello, dentro de la cinematografía japonesa, Mizoguchi es reconocido como uno de los directores clásicos que mejor sabe plasmar la esencia de la mujer en sus películas, a través de las cuales transmite los sentimientos que identifican a las mujeres japonesas de su época, además de captar su elegancia y delicadeza.
En sus películas se exhiben las situaciones trágicas que sufren algunas de estas mujeres, quienes se caracterizan por atesorar sentimientos auténticos y poseen un denominador común: su destino. Es inevitable, todas se enfrentan a unas acciones que no pueden sortear: enfermedades, muerte, castigos físicos, violaciones, pérdida de los hijos, abandono… por ello, para Mizoguchi la mujer es el ser humano sensato y racional; mientras que el hombre es débil e inmaduro. A diferencia de estos últimos, que tienen una moral vacía, las mujeres gozan de unos sentimientos verdaderos: aman, odian y actúan según unos valores muy fuertes. Todas estas ideas y actitudes son reflejadas en sus largometrajes con el mayor realismo posible a la vez que hace una denuncia de tales actos. Por ello, en Japón es considerado como un artista “feminisuto” (un anglicismo que alude a su talante, más propenso a la adoración de la mujer que a su defensa).
Además expone el conflicto clásico entre el giri, es decir, las obligaciones con la familia, la sociedad y el Estado; y el ninjo, los sentimientos personales, especialmente en personajes femeninos. Para desarrollar esta temática recurre a la literatura de autores japoneses y occidentales como fuente de inspiración y a los argumentos clásicos en todas sus películas que, según analiza Jordi Balló (historiador del arte, especializado en cinematografía y Doctor en Comunicación Audiovisual por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona) en Yo ya he estado aquí: ficciones de la repetición (2005), los más repetidos son: el retorno al hogar de La Odisea, la venganza de La Orestíada, el amor prohibido, la mujer adúltera, y la mártir y el tirano.
Por esto, bebiendo de todas estas fuentes Mizoguchi da una visión mitificada, idealizada y simbólica de la mujer.
Dentro de su filmografía vamos a encontrar diferentes arquetipos de mujer, de los cuales destacamos: la geisha, la esposa, la madre y la hija.
La geisha, quizás, es el modelo de mujer más importante en su obra, pues la trata con naturalidad, y gran realismo. El director, como hemos dicho anteriormente, frecuentaba los burdeles en Gion, por lo que la representación de las geishas en sus películas es fruto de experiencias reales. Además, sentía admiración y gran respeto por estas mujeres y preconizaba un lugar para ellas en la sociedad como personas dignas y no como mujeres-mercancía.
Muchas veces, la geisha evoca a la hermana del director, que como hemos señalado fue vendida por su padre para paliar la ruina familiar. Otro acontecimiento en la vida privada del director que le impulsó a trabajar esta temática fue el apuñalamiento que sufrió por una de sus amantes; así en sus películas representa geishas de apariencia delicada pero de espíritu agresivo.
Este arquetipo de mujer es uno de los principales personajes que van a protagonizar los melodramas de Mizoguchi, quienes ejercen como geishas en muchos casos para costear los estudios de sus hijos o para pagar el alquiler de su casa. Algunos ejemplos de estos modelos de mujer se pueden ver en las películas: Las hermanas de Gion (1936) y La calle de la vergüenza (1950).
En cuanto a la imagen de la esposa en sus películas, esta es el reflejo de todos los valores que debía poseer la mujer japonesa: asumir la completa responsabilidad de la educación y el cuidado de los hijos, la administración del hogar y mostrar total obediencia a su marido, ya que podía ser castigada con ser expulsada de la familia, bien por desobedecer a los suegros, ser estéril, ser habladora, robar, cometer actos lujuriosos, tener envidia o padecer una enfermedad incurable. Además, las mujeres debían renunciar a su linaje, para poder formar parte de la familia de su esposo, e incluso cuando se convertían en esposas abandonaban sus empleos para dedicarse con total entrega a las labores de la casa, mientras el marido era quien se encargaba de trabajar fuera del hogar. Así, la esposa se convierte en el eje de la familia, actuando como soporte emocional del hombre.
La esposa de Mizoguchi murió poco después de contraer matrimonio, por ello dedica muchas historias al amor verdadero y eterno que lucha contra la muerte, como en La señorita Oyu (1951) o Los amantes crucificados (1954). Pero, también presenta a la esposa abandonada, que para sobrevivir tiene que ejercer la prostitución, como podemos ver en Cuentos de la luna pálida de agosto (1953).
Por otra parte, el director, durante su infancia fue testigo de cómo su padre maltrataba a su madre, sintiendo hacia ella veneración y estableciendo con ella una estrecha relación, por esto va hacer de la figura materna un personaje siempre presente en sus películas. Estas mujeres son aparentemente frágiles y débiles, pero tras ese delicado velo nos encontramos con mujeres fuertes y valientes que sacrifican toda su vida por la de sus familias: ejercen la prostitución para poder pagar los estudios de sus hijos, son torturadas para salvarlos y protegerlos…
La madre es el personaje que más influye en la confección del guión, bien sea de forma positiva o negativa, pues es a partir de la cual se crean las relaciones, se toman las decisiones importantes como cuántos hijos tendrá, como los educará, la posición social que ocupará… Se encarga de la administración del hogar, tanto económicamente como en las propias tareas del hogar, debe lealtad y obediencia al marido y a sus hijos a quienes debe otorgar toda la protección. Además, como buena mujer y madre debe preservar la continuidad de la estirpe. En conclusión, es un pilar básico dentro de la familia pues es quien la gestiona, sustenta, educa, protege y cuida dentro del hogar. Todos estos aspectos se pueden ver en Oharu mujer galante (1952), Cuentos de la luna pálida de agosto (1953) o El intendente Sansho (1954).
Por último, señalamos el arquetipo de las hijas, quienes desde su infancia son educadas para convertirse en esposas fervientes, amantes complacientes y madres protectoras. En sus obras cinematográficas las hijas son expuestas de manera delicada, cuidando detalladamente sus movimientos y sus diálogos.
Mizoguchi refleja la devoción que sienten las hijas por sus madres, quienes las crían durante todo momento generando un vínculo muy estrecho de confianza y lealtad.
Además, las hijas encarnan el paradigma de la abnegación como podemos ver en El intendente Sansho (1954) donde se sacrifica por su hermano, logrando este el reencuentro con su madre. Todos los actos se entienden como devoción y sumisión a la madre, que siempre ha velado por la seguridad de sus hijos.
Todos estos modelos de mujer se crean a partir de las experiencias propias de Kenji Mizoguchi, ya que en cada figura femenina que plasma subyace una que había formado parte de su vida. Asimismo, consigue otorgarles una nueva actitud de denuncia y exaltación ante la sociedad japonesa de la primera mitad del siglo XX. Por otra parte, se destaca el interés por analizar la posición de la mujer en la sociedad, en concreto de las geishas, quienes son sometidas a esta condición para su supervivencia, aunque poseen una fuerte y valiente espiritualidad. Por todo ello, la obra de Mizoguchi se caracteriza por la sensibilidad y el humanismo, que se pueden percibir en cada una de sus películas.
Para saber más:
BALLÓ, Jordi, Yo ya he estado aquí: ficciones de la repetición. Barcelona, Anagrama, 2005.
KEIKO I. McDonald, Ugetsu: Kenji Mizoguchi, director. New Brunswick (N.J.), Rutgers University Press, 1993.
PADILLA CASTILLO, Graciela, “La mujer en el cine de Kenji Mizoguchi”, CIC Cuadernos de Información y Comunicación, vol. 14, 2009, pp. 251-267.
SANTOS, Antonio, Kenji Mizoguchi. Madrid, Ediciones Cátedra, 1993.
1 PADILLA CASTILLO, Graciela, “La mujer en el cine de Kenji Mizoguchi”, CIC Cuadernos de Información y Comunicación, vol. 14, 2009, pp. 251-267.