Como advertimos en el artículo Los principales comercios japonistas en la Barcelona del XIX uno de los factores que impulsó el auge del Japonismo fue la participación del País del Sol Naciente en la Exposición de 1888 de Barcelona. A continuación veremos el impacto que tuvo el arte nipón en esta exposición y en la de 1929.
La muestra de 1888 fue la primera exposición internacional celebrada en España. Es considerada un hito ya que supuso el triunfo de las relaciones culturales entre Japón y nuestro país, así como el descubrimiento del arte japonés por gran parte de la sociedad y un extraordinario impulso a la tendencia del momento: el Japonismo. Sin embargo, hemos de señalar que los contactos entre ambos países ya se habían establecido años antes, aunque fue a partir de este momento cuando todo lo japonés cobró gran relevancia en la sociedad catalana.
Fue Francesc Rius, el alcalde de Barcelona quien llevó a cabo la propuesta de organizar dicha muestra, promovida por la burguesía catalana con el fin de mostrar al resto de Europa la modernización que se estaba llevando a cabo en el país. Según el diario El correo de París[1] debía celebrarse en el año 1885, sin embargo, por motivos de diversa índole no fue así, inaugurándose el 8 de abril de 1888. Fue un año antes, en 1887, cuando el gobierno japonés decidió participar en la exposición, siendo el empresario Matsuo Gisuke, presidente de la Kiritsu Kosho Kaisha, la principal industria artística de Japón, el encargado de organizar la participación del país nipón en la exhibición. El 29 de febrero de 1888 la delegación oriental llegó a Barcelona con el fin de comenzar la instalación del pabellón y la casa tradicional japonesa, construida por el arquitecto Ishimura Hikojiro en las proximidades del Parque de la Ciudadela.[2]
En ella participaron algunas de las principales industrias y los exportadores más destacados del país y se exhibieron veintiún grupos de objetos entre los que se podían encontrar bronces, esmaltes, cerámicas, porcelanas, pinturas, sedas, todo tipo de textiles, muebles, lacas, papeles decorativos, abanicos, además de otros productos elaborados con bambú, madera o cuero para la decoración del hogar. No obstante, no todo fueron piezas y objetos artísticos, sino que también había otros productos como sake, salsa de soja, aceite de ballena, de sardina y alimentos con los que pretendía mostrar la agricultura del país. Asimismo, Japón no se conformó con la exhibición de sus productos artesanales, sino que quiso mostrar la modernización, el progreso y la occidentalización que se estaba desarrollando durante la Era Meiji en el campo de la educación y la ciencia, para ello optaron por mostrar libros, informes escolares, planos, colecciones zoológicas, botánicas, mineralógicas, y fotografías de todo ello.
La exposición fue un éxito, en cierta medida gracias a aquellos países lejanos que participaron como China y Japón, que suscitaban curiosidad e interés atrayendo a la sociedad catalana, especialmente a coleccionistas, artistas, literatos y eruditos que contemplaron obras de arte japonés de primer nivel, generando así un ambiente cosmopolita en la Ciudad Condal. Gracias a la seducción motivada por el pabellón japonés, el arte nipón obtuvo una gran valoración en todos los campos, así, en los medios de comunicación, fueron especialmente las revistas ilustradas las que se ocuparon de recoger y documentar la participación japonesa en la muestra, que obtuvo un total de ciento cuarenta y cinco galardones, siendo veintitrés de ellos medallas de oro. Aunque sin duda la mayor repercusión se dio en el ámbito artístico, ya que gran parte de las piezas y objetos japoneses expuestos fueron comprados por la burguesía catalana, dando lugar al inicio de grandes colecciones de arte nipón.
Por otra parte, permitió el contacto directo entre la Kiritsu Kosho Kaishay Odon Viñals, el propietario de El Mikado, quienes firmaron un acuerdo de importación directa de arte japonés entre Tokio y Barcelona ese mismo año. No obstante, no solo se establecieron lazos comerciales, sino que gracias a la presencia de la delegación japonesa en Barcelona se gestaron relaciones entre diferentes personalidades como el pintor Kume Keiichiro y Antonio García Llansó, el crítico de arte que en 1905 publicó Dai nipón. Todo este ambiente cosmopolita suscitó el auge del comercio, las diversas publicaciones en medios de comunicación y las colecciones de arte, en un momento en el que el modernismo era la tendencia artística arraigada en la península y que recurrirá al arte extremo oriental como una de sus fuentes, dando impulso al Japonismo.
Sin embargo, debemos apuntar que esta tendencia ya existía en el foco artístico catalán anteriormente, ya que el diplomático prusiano Richard Lindau, antes de ser nombrado cónsul de Barcelona había estado destinado en Japón entre 1866 y 1868, y poseía una colección privada de piezas de arte nipón que dio lugar a un museo en el Paseo de Gracia de Barcelona.[3] Por otra parte, antes de la muestra de Barcelona de 1888, Mariano Fortuny, ya en el año 1863 había pintado el cuadro japonista El coleccionista de estampas, y en 1885 Josep Masriera i Manovens pronunciaba su discurso titulado Influencias del estilo japonés en las artes europeas[4] para la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona. Por ello, no es correcto hablar del inicio del Japonismo con la Exposición Universal de 1888, aunque si supuso un impulso considerable a nivel nacional.
Menos repercusión mediática tuvo la Exposición Internacional celebrada en 1929[5] en Barcelona. Lo cierto es que tras la pérdida de las colonias en 1898, España vivía sumida en la inestabilidad y las relaciones comerciales eran escasas, aunque es cierto que las diplomáticas tenían un mayor progreso. Respecto al mundo artístico como bien hemos apuntado, gracias a la exposición de 1888 surgieron colecciones particulares fruto de la muestra, no obstante, estas colecciones orientales brillaban por su ausencia en los museos españoles, a ello debemos añadirle las escasas publicaciones y las exiguas exposiciones a nivel nacional. Por otra parte, como ya hemos señalado, si bien, la exhibición de 1888 ayudó a la consolidación del fenómeno del Japonismo asociado al Modernismo, el certamen de 1929 se vincula con el Art Decó y las últimas décadas del Japonismo, que no fue tan valorado como el de final de siglo, aunque si de una naturaleza y carácter en las artes gráficas y decorativas soberbio.
En la actualidad carecemos de estudios monográficos que abarquen la presencia japonesa en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, no obstante, según las últimas investigaciones del Doctor David Almazán[6] tanto China como Japón obtuvieron menor repercusión en la sociedad que en la muestra de 1888. Las noticias que tenemos sobre la celebrada en 1929 son puntuales y escasas. Con total seguridad podemos hablar de la imagen de Buda que se expuso fuera del pabellón, de la que quedan fotografías y postales en las que se muestra una réplica de cinco metros del gran Buda de Kamakura, con el fin de suscitar interés en el público.
Aunque carecemos de información tan detallada sobre qué tipo de productos se expusieron como en la de 1888, si poseemos noticias sobre las relaciones que se gestaron durante esta muestra como el contacto entre los artistas nipones dedicados a las labores de la laca y los catalanes consagrados en el mismo campo,cuyos vínculos originaron la empresa Sarsaneras y wakamoto. Asimismo, esta muestra ayudó a la difusión de otras actividades culturales niponas como el teatro kabuki[7] de la que quedan testimonios gráficos como una fotografía del actor Enrique Borras i Oriol felicitando a los miembros de la compañía teatral japonesa.
A pesar de todas estas noticias, que favorecieron el conocimiento y la difusión del arte japonés, con esta exposición no se alcanzó la repercusión mediática que se había logrado con la de 1888, aunque para los coleccionistas y artistas siguió siendo una de las fuentes de inspiración para llevar a cabo sus trabajos y para poder completar sus colecciones particulares.
Para saber más:
Notas
[1]Bru, Ricard., Els orígens del Japonisme a Barcelona, Barcelona, Institutd’Estudis MónJuïc–Ajuntament de Barcelona, 2011, pp.443-445.
[2] Japón en la exposición universal de 1888. Disponible aquí.
[3]Bru, Ricard. “Un Museu d’Art Japonès a la Barcelona de 1880”, Serra d’Or, n.º 545, mayo 2005, pp. 41-45.
[4]Masriera, Josep. “Influencia del estilo japonés en las artes europeas”, Memòries de la Reial Acadèmia de Ciènces i Arts de Barcelona, 2a ép., T. 2, 1885, pp. 97- 104.
[5]Grandas, M. Carmen., L’Exposició Internacional de Barcelona de 1929, Sant Cugat del Vallès, Els llibres de la frontera, 1988.
[6]Almazán Tomás, Vicente David. “Las exposiciones universales y la fascinación por el arte del Extremo Oriente en España: Japón y China”, Artigrama (Las exposiciones internacionales: arte y progreso), núm. 21, 2006, pp. 85-104.
[7]Almazán, V. David. “Descubrimiento, difusión y valoración del teatro japonés en España durante el primer tercio del siglo XX”, Artigrama, n.º 13, 1999, pp. 495-516.