El día 18 de diciembre, se inauguró en Zaragoza un espacio cultural que daba forma física a una larga tradición y se constituía, por sus características, como único en Europa y posiblemente único en el mundo: la Escuela Museo Origami de Zaragoza. Situado en la planta superior del Centro de Historias (Plaza San Agustín, 2), se trata de un espacio dedicado exclusivamente al arte del plegado de papel. Nacía vinculado a un grupo muy activo de aficionados a la papiroflexia, y precisamente quisieron trasladar ese espíritu activo a un centro en el que se acogiese no solo una exposición permanente (aunque más conceptualmente que en sentido práctico, puesto que las figuras varían trimestralmente), sino también exposiciones temporales, acercando la obra de los más destacados plegadores internacionales, y además un espacio para poder realizar cursos y talleres.
La fecha clave del 14 de marzo fue elegida para inaugurar la actual exposición temporal, dedicada a Akira Yoshizawa, conmemorando el nacimiento y fallecimiento (1911-2005) de uno de los plegadores de mayor importancia de la historia reciente del origami.
La importancia fundamental de la figura de Akira Yoshizawa estriba en que elevó la actividad del plegado de papel de la categoría de pasatiempo o, en el mejor de los casos, de artesanía, a la categoría de arte, labor a la que entregó toda su vida. No solamente por la estética de los resultados (que también revolucionó, con la creación de la técnica del plegado húmedo), sino porque convirtió la realización de figuras de papel en un acto complejo en el que, heredero de su propio sustrato nipón, depositó una serie de valores que dotaron de trascendencia al origami.
El visitante que accede a EMOZ se sumerge lentamente en el universo creativo de Akira Yoshizawa, pasando por una introducción al mundo del papel plegado. Esta introducción, parte de la exposición permanente, se plantea como una dualidad entre el origami y la papiroflexia, una línea del tiempo en la que se van marcando hitos históricos para uno y otra, hasta aproximarse al momento presente, en el que ambos caminos confluyen en la trascendental figura de Yoshizawa, por parte japonesa, en el Grupo Zaragozano de Papiroflexia, por parte occidental, y en el contacto que el grupo mantuvo con el maestro hasta su muerte. Después, una pequeña sala con unas pocas obras más que espectaculares conduce ya al recorrido dedicado a Yoshizawa.
Comienza con una sala en la que encontramos ya algunas de las obras emblemáticas del papiroflecta: el pavo real y los orangutanes, que se alternan con grandes paneles con notas biográficas y una muestra de la cartelería generada por algunas de las más destacadas exposiciones que el maestro realizó en Japón. Más adelante, vitrinas plagadas de los más diversos animales, y una sala (o mejor dicho, una parte de ella) dedicada a los horóscopos: al horóscopo chino que le lanzó a la fama y a un horóscopo occidental que realizó décadas después.
Resulta muy interesante la forma en la que los responsables han concebido la exhibición de otra de las obras más conocidas del artista: un grupo de sus famosos cisnes se muestran, casi ocultos, en la intimidad de un espacio protegido por unas pantallas sobre las que se proyecta un vídeo del propio Yoshizawa plegando un cisne; logrando así un efecto poético y reflexivo que aproxima a esa trascendencia de la que anteriormente comentábamos que Yoshizawa había dotado al origami. Culmina la exposición un gran mural de tintes orientales en el que se muestran desde un casco de samurái hasta una iglesia con un grupo de monjas, pasando por unos pollitos recién nacidos, murciélagos y aviones.
A precios muy populares (3 euros la entrada normal, 1’5 la reducida), si están en Zaragoza no pueden perderse esta exposición que, sin duda, les dejará asombrados. Háganlo pronto, porque para contemplar a Yoshizawa solo tienen hasta el 14 de mayo. Después vendrá Sébastien Limet (del 22 de mayo al 24 de agosto), pero esa historia, por ser más próxima, queda fuera de nuestras fronteras…