Los avances realizados en el campo de la navegación y el descubrimiento de nuevas rutas marítimas a lo largo del siglo XVI permitieron una mayor aproximación entre los dos extremos del continente euroasiático. El primer contacto directo entre japoneses y europeos tuvo lugar en 1543, cuando un barco chino con portugueses fue arrastrado hasta las costas japonesas. Seis años después llegó al País del Sol Naciente el jesuita español san Francisco Javier, que comenzó la evangelización de aquella lejanatierra. El contacto con portugueses y españoles despertó en Japón el interés por todo lo occidental. Los comerciantes y misioneros cristianos trajeron toda clase de objetos que fascinaron a los japoneses, que pronto quisieron imitarlos. Entre estos objetos se encontraban las armas y armaduras desarrolladas en Europa, y los arcabuces o teppô.
De esta forma comenzó a producirse en Japón el llamado arte Namban (término que significa bárbaros del sur) con el que se define a aquellas manifestaciones artísticas japonesas producidas en el siglo XVI con influencia de Occidente. De todas las manifestaciones que se desarrollaron, como pueden ser pinturas o lacas, nos centraremos en el desarrollo de armaduras japonesas cuyo diseño se inspiró en modelos occidentales o armaduras japonesas que incluían piezas importadas desde Europa.
La introducción de las armas de fuego en Japón revolucionó el panorama preexistente tanto en el plano militar, como en el político y social. Favoreció la escalada de poder de los daimio (señores feudales) como Oda Nobunaga (1534-1582), que con la ayuda de las nuevas armas traídas por los europeos se alzó con la posibilidad de unificar el país tras un período de guerra civil entre las distintas facciones, su victoria en Nagashino (1575) es considerada tradicionalmente como la primera batalla que se decidió por el empleo de las armas de fuego en Japón. Nobunaga fue asesinado y la tarea la continuó un general que se encontraba bajo su mando,Toyotomi Hideyoshi (1537-1598), pero la unificación total de Japón no se llevaría a cabo hasta la victoria de otro señor feudal, Tokugawa Ieyasu (1534-1616), fundador y primer shôgun del shogunato Tokugawa, dinastía que gobernaría Japón hasta la restauración del emperador Meiji en 1868.
Hasta el siglo XV, la guerra se había desarrollado de una manera tradicional en Japón con un notable peso de la caballería, y consistía en una formación de samuráis perfectamente equipados que dirigían a un gran número de soldados de a pie (que no solían ser otra cosa que campesinos escasamente armados). Las armaduras pesadas, las espadas, los arcos y la caballería, fueron poco a poco perdiendo su importancia en la batalla a favor de picas, alabardas y arcabuces que a partir de los años sesenta del siglo XVI se empezaban a generalizar en Japón. Para combatir a la infantería armada con mosquetes y arcabuces, las tropas de a pie cambiaron el arco por la lanza larga, y los arqueros a caballo se transformaron en piqueros a caballo. Evitando las cargas a campo abierto, se buscaba contrarrestar las armas de fuego con ataques cuerpo a cuerpo.
Los samurái que ya habían sufrido las consecuencias del uso en masa de los arcabuces, se convirtieron en algo así como una metáfora del conflicto entre lo viejo y lo nuevo en el campo de batalla. Desde que llegaran los arcabuces se estaba sucediendo la evolución de una guerra protagonizada por una élite de héroes militares, maestros de las armas tradicionales, a una guerra masificada, protagonizada por la infantería, de un modo similar a lo ocurrido en Europa en el tránsito del mundo medieval a la era moderna. Cientos de balas eran más efectivas que una sola catana, por mucho que la blandiera un maestro de la espada. Y con todo su dolor, los samuráis más nostálgicos tuvieron que admitir que la catana, el alma del samurái, debía ceder su protagonismo al arcabuz, a pesar deque no era más que un instrumento que podía ser letal en manos de cualquiera.
Si bien la catana era el alma del samurái, ésta no era su única marca distintiva. Las armaduras de los samurái le conferían el aspecto que hacían único a cada guerrero, lo que le permitía destacar entre la multitud y ser reconocible, incluso desde la distancia. Esto era importante para cualquier samurái que deseara ser promovido por sus hazañas y su valor en el combate, ya que al ser fácilmente reconocibles resultaba más sencillo para sus superiores el atribuirles los méritos en batalla. La estructura de la armadura del samurái evolucionó con el discurrir del tiempo. Como en el siglo XVI la guerra se intensificó por el uso de las armas de fuego, las armaduras del samurái se adaptaron a estas nuevas condiciones tomando como ejemplo las armaduras europeas.
El kabuto, o casco, es una de las partes más llamativas de la imagen tradicional del samurái. En él se concentra la práctica totalidad de la decoración de la armadura, pero no es en absoluto una pieza decorativa. Todo en la armadura japonesa es funcional, incluso la espectacular decoración del casco tiene una misión:impresionar al enemigo en combate y realzar la categoría social del portador. Al margen de la decoración y de la evidente belleza, el diseño tradicional característico de este casco es puramente defensivo. Consta de una parte central cóncava en la que se encaja la cabeza, cuyo nombre en japonés eshachi. Esta pieza se complementa con una visera bastante saliente denominada mabizashi, y un protector para la nuca o shikoro. Existía una pieza con forma de máscara que se encargaba de proteger el rostro, y era conocido como menpo. Su misión más importante era proteger el rostro, pero también era útil para fijar el kabuto a la cabeza y para dar al guerrero un aspecto terrorífico.
En el siglo XVI se produjeron cambios importantes en la fabricación de los cascos, causados por la llegada de los occidentales. Se empezaron a realizar cascos con piezas de metal mucho más gruesas que permitieran una mejor defensa contra las armas de fuego. También por influencia de piezas occidentales se comenzaron a fabricar cascos que imitaban modelos importados de Europa, como puede ser el morrión, estos cascos suelen ser copias literales de los morriones portugueses, españoles e italianos del siglo XVI. Como los originales, estas piezas presentaban una forma cónica y contaban con una alta cresta casi cortante. Contaban con un ala ancha, levantada y que terminaba en punta por delante y por detrás. Es de suponer que dada su popularidad en España y Portugal, llegaran abundantes ejemplares a las costas de Japón. Este casco brindaba una excelente protección a la par que no impedía la visión, cualidades que parece ser que fueron rápidamente asimiladas por los samuráis, ya que se han conservado numerosos ejemplos de copias japonesas de este modelo.
Las primeras protecciones que resguardaban el pecho del samurái se basaban en una armadura formada por láminas de hierro. La armadura laminar se construía a partir de pequeñas escamas de hierro rectangulares que se perforaban y unían mediante cordones hasta conformar la totalidad de la armadura. Este tipo de armadura tenía la ventaja de ser relativamente ligera, ya que en la estructura se alternaba entre las escamas de hierro que cubrían las regiones vitales y partes de cuero que proporcionaban mayor movilidad. Las piezas se lacaban, lo que le proporcionaba a la armadura una protección frente a los elementos y le daba un endurecimiento adicional al cuero. Debido a su simplicidad, este tipo de armadura resultaba fácil de crear y de mantener. Además la protección del tronco se complementaba con una falda o kuzazuri que estaba compuesta por grandes láminas de metal o de cuero pendientes de cordones unidos a un cinturón. Los brazos se cubrían con unas hombreras, sode, y brazales, kote. Y finalmente las piernas con unas grebas denominadas suneate.
Las armaduras de placas que los europeos trajeron consigo influyeron en los armeros japoneses, que a partir de entonces modificaron el modelo tradicional para que soportara los ataques de las nuevas armas de fuego. La superficie de estasnuevas armaduras era completamente lisa, con el fin de desviar mejor los proyectiles, con los cordones y ataduras ocultos bajo la superficie. Los creadores de esta armadura estaban tan seguros de sus habilidades que no dudaban en probar las piezas en público en demostraciones con disparos reales. Con el paso de los años algunos samurái se sintieron atraídos por las armaduras y las nuevas modas de procedencia europea. Conforme el comercio con Europa se iba extendiendo, llegaron a Japón diferentes modelos de armaduras, que los herreros se apresuraron a copiar. En algunos casos, estas piezas importadas se lacaban y posteriormente se incorporaban a conjuntos de armadura japoneses. Se pueden encontrar numerosos ejemplos de armaduras en museos que conservan las marcas de los impactos de las balas. De Tokugawa Ieyasu se decía que al acabar una batalla cuando se desprendió de la armadura, un puñado de balas cayeron al suelo. Las balas habían atravesado el metal, pero este había absorbido toda la fuerza del impacto, por lo que el portador había salido por completo indemne, hasta el punto de que ni él mismo tenía constancia de haber sufrido ningún disparo, lo que demuestra la alta estima y consideración que desde Japón se tuvo hacia estas defensas.
Durante el período Edo (1603-1868) y la instauración del shogunato Tokugawa se produjo la expulsión de los misioneros y comerciantes extranjeros de Japón, el comercio de estas piezas se redujo enormemente, pero no llegó a desaparecer. A través del comercio con los holandeses siguieron llegando a Japón armas y armaduras procedentes de Europa. Japón en esta época vivió una etapa de estabilidad en la que no se produjeron grandes confrontaciones militares, por lo que las piezas importadas tenían como finalidad satisfacer el coleccionismo y la curiosidad por objetos extranjeros de samuráis y grandes señores más que razones prácticas o militares.
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