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Breve historia de la mujer japonesa en el arte. Periodos Heian y Kamakura (II). – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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Breve historia de la mujer japonesa en el arte. Periodos Heian y Kamakura (II).

Durante el periodo Heian (794-1185) los japoneses se dan cuenta de la importancia de su propia identidad. Era un tiempo en que el feudalismo tomaba cada vez más fuerza, y de hecho los señores feudales eran los que dominaban el país, anulando algunas veces la autoridad de los emperadores. Los Fujiwara, una familia de la nobleza, llegaron a estar entre los señores feudales más poderosos, pero no fueron capaces de controlar el poder en la totalidad de la nación. En estos momentos el arte y la literatura de Japón alcanzan una de sus cotas más altas. Libres de la influencia china anterior, se acentúa lo verdaderamente japonés. Es el tiempo en que se desarrolla una cultura típicamente japonesa, asimilando los elementos recibidos del continente y creando una personalidad propia y diferenciada.

El aura divino que estaba inyectado en la representación de la mujer hasta el S.IX poco a poco se va desvaneciendo con la llegada de estos profundos cambios políticos y sociales. En esta época la corte se estableció en Kioto,transformando a dicha ciudad en cuna de la cultura y las costumbres.  Tanto el deterioro de la autoridad del emperador, a causa del enriquecimiento sucesivo de varias familias militares de Japón, como el ataque directo al budismo, ocasionaron grandes cambios en el arte. Esto se debió a que el budismo era el motivo recurrente del arte nipón hasta entonces, fomentando el carácter divino de las representaciones (desde la mujer hasta Buda).

Con ello, como medida contraria a la religión, se crea un tipo de pintura no religiosa que reúne a cientos de artistas japoneses que conocían la técnica utilizada por el budismo (proveniente de la China) y la emplean con motivos propios del país. Aquí, bajo estas circunstancias políticas y religiosas, la mujer comienza a perder su rango sagrado, con el fin de convertir a la pintura en reflejo del hombre inscrito en la naturaleza con lo cotidiano.

Encontramos además en este momento a las shirabyôshi, cortesanas que adoptaron el nombre del baile que siempre realizaban. Surgieron en un momento en el que muchas familias aristocráticas se encontraron con problemas económicos. La única manera de sobrevivir para muchas de las hijas de esas familias era convertirse en shirabyôshi. Al ser de buena familia, estas shirabyôshi tenían una educación exquisita y pronto comenzaron a ser muy valoradas por su talento tanto en la poesía como en el baile. Cabe destacar que estas cortesanas solían vestir con ropas y capas de hombre, y también llevaban espadas, al igual éstos. Sus canciones y sus bailes solían ser, además, muy eróticos y parece ser que tenían un efecto altamente excitante entre los hombres. Las shirabyôshi guardaban además cierta relación con las chamanes.

En la corte imperial entre los siglos X y XI un círculo altamente cultivado de damas cortesanas creó un tipo peculiar de literatura en el que se cuenta la vida de aquella corte, donde se fraguaba la cultura de Heian. La figura más importante entre aquellas damas era la emperatriz, junto a las demás consortes que tenían su residencia en el palacio real.

Uno de los primeros trabajos en el que encontramos a la mujer fuera de la esfera divina corresponde a una pintura ilustrativa en largos rollos que representa la famosa obra literaria Genji Monogatari o La historia de Genji atribuida a Murasaki Shikibu. En este e-makimono, realizado en el s. XII, se representan algunos pasajes de dicha novela, que cuentan los amoríos del príncipe del mismo nombre con varias heroínas. Las pinturas van precedidas de un pasaje escrito en caracteres de una caligrafía bellísima sobre papel ricamente decorado. El artista intentaba representar de modo vivo el lirismo y la profunda sentimentalidad que envuelven la obra. En la actualidad solo se conservan 19 escenas ilustradas.

Fragmento del Genji monogatari e-maki, Murasaki Shikibu (s. XII).

Fragmento del Genji monogatari e-maki, Murasaki Shikibu (s. XII).

En esta obra la mujer participa en un período de transición entre un aura sagrada y una representación mundana: está ocupando un papel de dama de corte. Las mujeres plasmadas en el rollo pertenecen a la aristocracia nipona, y en conformidad a ello, son vestidas con trajes de seda y maquilladas finamente. La pérdida de estatus divino se comienza a evidenciar en la estereotipación de la mujer. Se pierden los rasgos particulares, así como los detalles y símbolos distintivos propios de las divinidades, para dar lugar a una homogenización de las características representativas de la mujer en la paulatina agrupación en clases sociales bien definidas.

A su vez la impresión que se obtiene de la contemplación detallada de estas imágenes es que la mujer japonesa de la época se comporta con poca iniciativa y con una actitud pasiva ante los acontecimientos corrientes de la vida. Es en la oscuridad de una habitación donde va a ser contemplada y admirada la mujer aristócrata del periodo Heian. En este ámbito lo único que puede mostrar es su rostro y sus manos, el resto del cuerpo queda oculto por la ropa. Durante mucho tiempo el arquetipo de lo femenino se manifestó a través del rostro y del quimono. Hay otras obras escritas por mujeres en el periodo Heian, aunque no llegan a alcanzar la altura de La historia de Genji, como Makura no sôshi de Sei Shonagon.

Otro aspecto del arte de Japón que se desarrolla en estos momentos fueron los objetos de laca. En los periodos anteriores se preferían los hechos de metal, por una influencia directa de China. Sin embargo ahora la laca es considerada algo más típicamente japonés. Estos objetos serían los que tendrían las damas de la corte de Heian como signo del gusto exquisito de aquel ambiente artístico.

La sociedad del periodo Heian tiene su fin con el periodo Kamakura (1192-1333). En estos momentos Japón cae en un gobierno militar riguroso, en el que van surgiendo toda una serie de clanes. Se introduce además el Budismo zen, una de las múltiples ramas del Budismo. Se impone el sistema patriarcal que intentaba sobre todo mantener el linaje, territorios,… La mujer ocupaba un lugar secundario y estaba ausente del poder. Su papel se limitaba a ejercer las funciones de esposa y madre, cuando no de concubina. Además el Budismo favorecía la marginación de la mujer al proponer su peculiar doctrina de que la mujer no podía convertirse en Buda después de la muerte.

Esta época dura aproximadamente un siglo, y durante el mismo las artes quedan reducidas a Kiotoy el poder es concentrado en Kamakura. Además hay que señalar que en estos momentos destaca la escultura, dotada de un gran realismo, expresionismo, de la cual veremos un ejemplo a continuación. Casi no existen representaciones de mujeres, hasta la llegada del período Muromachi, en el S.XIV, donde nuevamente afloran las artes.

Escultura deKichijô-ten o diosa de la Fortuna. Periodo Kamakura (1212)  Jōruriji (Kioto).

Escultura deKichijô-ten o diosa de la Fortuna. Periodo Kamakura (1212) Jōruriji (Kioto).

En este periodo se realiza la escultura budista de Kichijo-ten, Diosa de la Fortuna (1212). Es un claro ejemplo para ilustrar como, debido precisamente al papel secundario que había adoptado la mujer en estos momentos, se recurre al esplendor experimentado por ésta en épocas pasadas. La imagen refleja el ambiente estético de los tiempos de Heian, puesto que aparece vestida con el traje de ceremonia de una dama de la corte y nos presenta el ideal de belleza femenina que prevalece en aquel periodo.

La obra refleja una elegancia refinada: las delicadísimas manos, únicas en la escultura de la época; las líneas sencillas y sugerentes del rostro, bastantes para indicar una belleza un poco idealizada; la caída sin pretensiones del traje, y las bandas que se cruzan una y otra vez para dar a la figura sensación de movilidad tranquila, de imperceptible deslizamiento.

A todo ello hay que añadir la mezcla maravillosa de colores que forma el conjunto de los adornos que lleva la imagen; frente a la monocromía casi permanente de la escultura anterior, esta obra es un estallido de color y luz, una mezcla serena de tonos que surge paralela a las figuras coloristas de los e-makimono de la época.

Para saber más: 

  • Barlés, Elena y Almazán, D. (coords.), La mujer japonesa. Realidad y mito, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008.
  • García Gutiérrez, Fernando,El arte de Japón. Lo sagrado, lo Caballeresco y otros temas, Sevilla, Guadalquivir Ediciones, 2008.
  • Hane, Mikiso,Breve historia de Japón, Madrid, Alianza Editorial, 2000.

 

avatar Ana Asión (41 Posts)

Ana Asión Suñer (Zaragoza, 1989). Doctora en Historia del Arte, Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte, Gestión del Patrimonio Cultural y Profesorado por la Universidad de Zaragoza. Su tesis doctoral aborda las especificidades del cine español durante la década de los setenta, y sus líneas de investigación se centran en el ámbito cinematográfico y la historia contemporánea. Ha realizado múltiples aportaciones a la materia, desde publicaciones hasta conferencias en congresos nacionales e internacionales.


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