Ochocientas cincuenta y ocho páginas son las que nos regala el escritor e historiador Edward Rutherfurd (1948) en su última obra, China, una apasionante travesía por el tiempo y el espacio del Gigante Asiático.
Todo lector asiduo de novelas históricas conoce el nombre de Edward Rutherfurd, pues sus escritos han sido aclamados tanto por los medios de comunicación como por el público general. Obras cumbres como Londres, Nueva York y París nos vienen a la mente con facilidad; y sin ninguna duda, China se sumará a la lista de grandes éxitos del escritor británico.
Como viene siendo costumbre en sus obras, China narra una serie de acontecimientos que tuvieron lugar en el país durante un largo periodo de tiempo, pero a diferencia de novelas anteriores, en las que la historia trascurre a lo largo de varios siglos, aquí no se abarcan más de cien años de la historia de China. Aproximadamente, la narración se desarrolla desde un poco antes de la Primera Guerra del Opio (1839-1842) hasta la Revolución de Xinhai (1911-1912) y la proclamación de la Primera República de China.
Son varios los ojos a través de los cuales vemos el trascurso de los años, tal y como el escritor nos tiene acostumbrados. El elenco inicial, o al menos el más protagónico, está compuesto por: Shi-Rong, un joven que entra al servicio del señor Lin Zexu, funcionario discreto y justo que le dará a su empleado el empujón necesario para escalar dentro de la compleja administración china; Mei-Ling, una muchacha recién casada con el segundo hijo de una familia campesina adinerada, pero vive atemorizada por su suegra, motivo por el que desea darle un hijo varón; y John Trader, comerciante inglés que se embarca en el negocio del opio para poder enriquecerse y desposarse con la joven de la que está enamorado. Estos personajes serán el centro de la mayor parte de la obra, pues mediante ellos se verán tres perspectivas muy distintas de la China de la época: el funcionariado, la administración y la corrupción política (Shi-Rong); el papel de la mujer, las dificultades del campo y el valor de la familia (Mei-Ling); y la visión del país vista desde los ojos extranjeros (John Trader).
Otros personajes que presentan capítulos protagonizados por ellos serían Nio, Cecil Whiterparish, Guanji y Uña Lacada. El primero es muy cercano a Mei-Ling, aunque a pesar de que ella es de ascendencia han,[1] él es un hakka;[2] gracias a él podremos ver el interior de la Rebelión Taiping (1850-1864), así como las diferencias entre las variadas etnias chinas. Cecil Whiterparish, clérigo inglés, es un primo lejano de John Trader, y nos ofrece su visión como misionero y traductor durante los conflictos coloniales. Guanji es descendiente de los manchúes y perteneciente al clan Suwan Guwalgiya, y nos mostrará el significado de ser manchú,[3] su estilo de vida y el interior de los ejércitos chinos. Por último, con Uña Lacada, posiblemente el personaje más interesante de toda la novela, veremos el recorrido que tiene que hacer un hombre adulto para ser eunuco, así como el interior de la Ciudad Prohibida y del Palacio de Verano, y las intrigas de la corte. Todo esto, por supuesto, cargado de interesantísimos personajes históricos, como el ya mencionado Lin Zexu o Hse Tsu (1785-1855), el capitán Charles Eliot (1801-1875), el revolucionario cristiano Hong Xiùquán (1814-1864), el emperador Xianfeng (1831-1861), el Príncipe Gong (1833-1898), la emperatriz viuda Cixí (1835-1908) o el escritor y experto en estudios chinos Edmund Backhouse (1873-1944).
De este modo, Rutherfurd nos ofrece una visión, con muchos puntos de vista diferente, acerca de la evolución de China durante el siglo XIX, desde su tradicionalismo conservador hasta la llegada de las revoluciones y la modernización del país. A lo largo de la obra se pueden ver enfrentamientos políticos, diplomáticos y bélicos; lugares fascinantes como Cantón, Calcuta, Hong Kong, Macao, la Ciudad Prohibida o el Palacio de Verano; los entresijos, misterios, traiciones y corrupciones del círculo imperial, la corte y la administración china; el papel de la mujer, sus puntos de vista y su gran evolución; y la visibilidad de las tradiciones manchúes y chinas, sus costumbres y normas, y su lucha contra la modernización, los extranjerismos y la extorsión europea.
Todo esto acompañado de una narración soberbia, fluida y ágil. Los cambios de escenarios y de personajes, una tónica habitual del escritor británico, hacen que el lector pueda viajar por los diferentes rincones y épocas de China de una manera sencilla y amena. Además, la labor de investigación histórica es encomiable, y aunque hay algunas licencias, como la que el mismo autor reconoce en la figura de Uña Lacada, la novela cumple a la perfección su misión de entregar al lector una visión histórica de China y de este peculiar e importante momento histórico.
Del mismo modo que elogiamos la prosa y habilidad de Rutherfurd, también tenemos que felicitar a la traductora Dolors Gallart, que ha sabido transmitir el encanto y estilo del escritor inglés. En cuanto a la edición, Roca Editorial nos ofrece un volumen de tapa dura con sobrecubierta muy cuidado y mimado, con algunas ilustraciones urbanas y cartográficas. También existe una versión de bolsillo y otra en e-book, y cualquiera de ellas es perfecta para disfrutar de China, la última y bella novela de Edward Rutherfurd.
Notas:
[1] Los han son el grupo étnico y cultural mayoritario de China, constituyendo en la actualidad el 92% de la población de la República Popular de China, el 98% en Taiwán y el 75% en Singapur.
[2] Los hakka son un subgrupo étnico chino originario del norte de China que tuvieron que huir hacia el sur a partir del siglo III. Se localizan en las áreas provinciales de Guangdong, Fujian, Jiangxi, Guangxi, Sichuan, Hunan, Zhejiang, Hainan y Guizho. Tienen dialecto y costumbres propias, y tuvieron cierto protagonismo en los acontecimientos del siglo XIX, ya que Hong Xiùquán, líder de la Rebelión Taiping, era un hakka. Actualmente se encuentran muy influidos por el resto de la población han de China, que es la mayoritaria, y se encuentran inmersos dentro de la sociedad china, aunque suelen seguir conservando sus tradiciones y, a veces, su dialecto.
[3] Los manchúes son una minoría étnica de China, proveniente de la zona de Manchuria y emparentada con los mongoles. Del mismo modo que estuvieron en el poder durante la Dinastía Qing (1644-1912), también fueron marginados, existiendo un fuerte sentimiento antimanchú. Actualmente los manchúes forman la rama más grande de los pueblos tunguses y se distribuyen por toda China, formando el cuarto grupo étnico más grande del país.