La editorial Dolmen, que inició a comienzos de año su nueva línea editorial Oriente, dedicada a libros divulgativos sobre Asia, consolida esta andadura en un segundo volumen que subraya el interés por una perspectiva cultural que no se focaliza exclusivamente en Japón. En Cine coreano: cine se escribe con K, Beatriz Vera Poseck hace un repaso por esta cinematografía que en los últimos años está ocupando un lugar preeminente en la escena internacional.
El libro llega en un momento muy oportuno puesto que ofrece a todos aquellos que, habiéndose interesado de manera puntual por alguna película coreana, la posibilidad de comprender de manera general su desarrollo. Es indudable que Parásitos, de Bong Joon-Ho, ha jugado un papel importante a la hora de dar a conocer el cine coreano al gran público de Occidente, pero esta no ha sido más que la culminación de un proceso de atención paulatina que se ha desarrollado con especial fuerza durante las dos primeras décadas del siglo XXI.
Así, entre los perfiles más cinéfilos o con una predisposición mayor hacia lo asiático, son unos cuantos los nombres de la gran pantalla coreana que resultan familiares y un puñado de títulos pueden ser fácilmente identificables. No obstante, no son más que la punta de lanza de un riquísimo patrimonio cultural al que durante mucho tiempo apenas hemos atendido.
Obras como la que nos ocupa contribuyen a arrojar luz y dar contexto a este conocimiento fragmentado. Cine coreano: cine se escribe con K ofrece una visión de conjunto, una panorámica en la que situar estos nombres familiares para poder comprenderlos en su contexto. La información se distribuye en abundantes epígrafes, que ofrecen pinceladas sobre las distintas etapas del cine coreano, sus principales directores, actores, actrices y los géneros más habituales. Un índice tan detallado sirve de guía entre las pequeñas piezas del puzle que conforma una visión panorámica no solamente de una manifestación cultural o de un medio de expresión, sino de una cultura entera.
Si bien su estructura evidencia que el libro se ha concebido como obra de consulta, en la que poder localizar fácilmente un tema concreto, la manera en la que Beatriz Vera Poseck expone el discurso convierte a Cine coreano: cine se escribe con K en una clase magistral en la que sumergirse y dejarse llevar a través de un siglo de historia, con especial énfasis en las últimas décadas (a las que dedica además una serie de listados de películas para complementar la experiencia), así como en dos aspectos concretos: la revisión histórica a través del cine y el papel de la mujer en el cine coreano.
En equilibrio entre un texto divulgativo y accesible y un formato en tapa dura y a todo color, profusamente ilustrado, atractivo por su aspecto y por su contenido, Cine coreano: cine se escribe con K está llamado a ser un título de referencia, imprescindible en cualquier biblioteca cinéfila.