Una de las películas más atractivas que nos ha servido la cartelera de este verano viene precisamente ligada al mundo asiático, y más concretamente a la India. El largometraje estadounidense Aprendiendo a conducir (Learning to drive) es todo un cántico a las, en ocasiones tensas, relaciones entre el mundo norteamericano y la inmigración asentada en el mismo.
Dirigido por la española Isabel Coixet, la cual ya había tratado en otro trabajo anterior el mundo oriental (Mapa de los sonidos de Tokio, 2009; en estrecha relación con la cultura japonesa), el film fue presentado en la sección oficial de largometrajes (fuera de concurso) del Festival de Málaga 2015.
La película narra la historia de Wendy (Patricia Clarkson), una crítica literaria de Nueva York que, cuando se entera que su marido le ha sido infiel y quiere acabar con su matrimonio, decide que ha llegado el momento de sacarse el carnet de conducir. Es en esos instantes cuando contacta con Darwan Singh Tur (Ben Kingsley), un refugiado político hindú de la casta sij (religión india desarrollada durante el conflicto entre las doctrinas hinduistas e islámicas acaecido en los siglos XVI y XVII) que trabaja como instructor en una autoescuela durante el día y como taxista por las noches.
Entre ambos comenzará a forjarse una amistad muy especial, en la que tanto Wendy como Darwan mostrarán sus sentimientos y miedos más profundos. Entre los mismos se encuentran las dudas y temores que el indio tiene en relación con el matrimonio concertado que va a llevar a cabo con Jasleen (Sarita Choudhury), una joven compatriota elegida por su hermana para casarse con él.
Aprendiendo a conducir se mueve dentro de una línea en la que no faltan las luces y las sombras. O lo que es lo mismo, mientras que cierta parte del público puede tildarla de largometraje demasiado “de encargo” o comercial para un universo tan personal como el de Coixet; hay espectadores que ven en éste una reconciliación de la directora con su modus operandi más particular. Lo que está claro es que, pese a un guión algo descafeinado y lento, consigue construir unos personajes fuertes, con personalidad; cuya evolución a lo largo de la película traza una impecable visión de los problemas existentes entre dos mundos aparentemente diferentes: la cosmopolita Nueva York (Wendy) y la tradicional India (Darwan).
Lo que el espectador tiene la oportunidad de comprobar es que, entre ambos, la situación no es tan distinta, ni tampoco difiere su manera de abordarla; puesto que los dos protagonistas deben de enfrentarse a una realidad que no conoce fronteras, razas ni idiomas: las relaciones matrimoniales. El film emplea pues un recurso quizás demasiado repetido en este tipo de comedias melodramáticas: el choque entre dos culturas que, finalmente, consigue encontrar algo que les une.
Se trata por tanto de una película sencilla, amable, que es posible que, tras su visualización, sea fácil de olvidar. Los motivos de ello no solo hay que buscarlos en un guión pobre y algo insípido, sino también en la falta que recursos técnicos reseñables. Ni la fotografía o la música (con ciertos toques de carácter hindú) son destacables, algo que, es posible, tampoco fuera algo que persiguiera la directora; ya que visto el argumento, tampoco sería necesario cargar peso en los mismos.
Pese a todo ello, lo cierto es que Aprendiendo a conducir es una película perfectamente recomendable para la temporada estival, puesto que ofrece una historia simpática, refrescante; así como unas interpretaciones, tanto por parte de Patricia Clarkson como de Ben Kingsley, admirables. Además, no cabe duda de que el mensaje optimista, tolerante y de búsqueda de la libertad personal, ocupa un lugar más que reseñable en el largometraje, y por ello lo convierten en un producto más que idóneo para cualquier tipo de público.
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