Esperando al reyes quizás un título más apropiado para la película que su original, A hologram for the King (literalmente, Un holograma para el rey), pues de eso es de lo que va el film, de esperar. Tom Hanks esperando a que algo pase (y el espectador también). La historia empieza cuando Alan Clay (Hanks), un ejecutivo estadounidense, decide viajar a Arabia Saudí para emprender un proyecto, tras el fracaso de su matrimonio así como el de sus negocios. Su idea para resurgir de las cenizas consiste en vender, nada más y nada menos que al rey de Arabia Saudí, un sistema de teleconferencias a través de hologramas tridimensionales. Sin embargo, cuando llega allí nada es como él imaginaba. El rey está siempre de viaje, y nadie parece querer atenderle ni explicarle que debe hacer mientras está allí. Las condiciones de trabajo de su equipo son pésimas y por si fuera poco un sospechoso bulto no hace más que crecerle en la espalda.
Probablemente sea una película que hay que ver con paciencia. No tiene un buen ritmo, es de esas historias en las que apenas sucede nada. Pero no puede decirse que sea aburrida. Algunas escenas se presentan ante nosotros casi como si de un documental se tratase. Alan Clay vive en primera persona las brutales diferencias culturales entre su país de origen y aquelen el que espera prosperar. Su ingenuidad respecto a la vida en Arabia le hace sorprenderse y ver los acontecimientos incluso con una sonrisa sarcástica, ya que casi no puede creer que algunas personas vivan así en el siglo XXI. La presencia desbordante de la religión, las ejecuciones públicas, el terrible contraste entre los pobres trabajadores y la riqueza abrumadora de algunos privilegiados, el cierre de la Meca a los no musulmanes… Algunas de estas cosas las descubre por las malas. Lo que a él le puede parecer divertido, como una simple broma sobre si es o no miembro de la CIA, allí puede ser motivo de una afrenta.
Todo eso sin mencionar la vida de las mujeres, la extrema rigurosidad a la que están sometidas. A este respecto, es sumamente interesante el personaje de la doctora Zahra Hakem (Sarita Choudhury). Es una mujer doctora lo que resulta chocante incluso al propio Clay, y parece dotada de una inteligencia y una personalidad afines al protagonista. Los condicionantes sociales y culturales no parecen ir con ellos, y la relación de confianza que establecen es muy refrescante y esperanzadora.
Las diferencias que aprecia Clay con su país no son solo culturales, el paisaje mismo parece ser un personaje más, aunque sería más preciso hablar del desierto. El desierto que todo lo invade, que todo lo llena de arena, que se extiende más allá de lo imaginable, y que esconde secretos, como unas edificaciones fantasma que aspiran a llegar a convertirse en residencias de lujo. Si los planes del rey y de los jeques siguen adelante, todo ese esplendor, esa inefabilidad del desierto desaparecerá para ser convertida en una enorme ciudad recreativa para personas extremadamente adineradas.
A pesar de las apariencias esta comedia desenfadada tiene bastantes puntos de interés y no resulta confusa. Los recuerdos de Alan Clay en forma de flashback nos ilustran sobre su historia personal de un modo mucho más directo que si solo se mencionasen de pasada. El estilo de su director, Tom Tykwer, está presente aunque no de forma tan abrumadora como en otros de sus films El atlas de las nubes sería el ejemplo más logrado a pesar de estar sumamente infravalorada). No es una película brillante, y son pocos los momentos dignos de mención especial, pero su humor ácido y su reflexión sobre las diferencias que provoca la globalización y el capitalismo más puro hacen que sea digna de verse, especialmente en su recta final.