Si hay algo que ha servido para colapsar los medios de prensa y la red de redes en los últimos meses (puede que incluso años) ha sido el reciente estreno de Star Wars Episodio VII: El despertar de la fuerza. Desde 2015, y hasta dentro de unos años, la saga continuará expandiéndose tanto en la historia principal como en sus numerosos spin-off, por lo que parece un buen momento para recorrer la mitología iniciada por George Lucas en 1977, que se ha convertido en una de las iconografías más populares del audiovisual contemporáneo.
Star Wars se configura como una franquicia de space opera épica, ubicándonos, según rezan continuamente los títulos de crédito, hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana. La primera película de esta conocida saga sería Star Wars (posteriormente renombrada como Episodio IV: Una nueva esperanza). El 25 de mayo de 1977 se estrenó en cines norteamericanos y en menos de un año se había convertido en un fenómeno mundial de la cultura pop. Este inmediato y rotundo éxito permitió que sus secuelas, Episodio V: El imperio contraataca (1980) y Episodio VI: El retorno del Jedi (1983), sufrieran el mismo destino y consiguieran configurar lo que se conoce como la trilogía original.
Ya en 1999 lanzó una nueva trilogía, a modo de precuela, la cual recibió reseñas muy controvertidas por parte de los críticos y de la audiencia. No obstante, todas las películas de la saga fueron candidatas a distintas categorías de los Premios de la Academia de Hollywood, algunos de los cuales ganaron de manera indiscutible. Gracias a esto y a la recaudación que siempre han logrado en taquilla, Star Wars es una de las franquicias de mayor envergadura llevadas a cabo en la Historia del cine.
Esto ha conllevado un universo expandido mediante novelas, series de televisión, videojuegos, cómics, merchandising… que ha contribuido de manera significativa al desarrollo de la saga en particular y de la ciencia ficción en general, llegando a ostentar el título de Récord Guinness por ser la más exitosa en este sentido. Esto llevó a que en 2012, la Walt Disney Company comprara los derechos de la continuación de la franquicia a Lucasfilms por un total de cuatro mil millones de dólares y anunciara una nueva trilogía que empezaría con Episodio VII: El despertar de la fuerza, estrenada a nivel mundial el 15 de diciembre de 2015, la cual, tal y como se había previsto, tuvo una gran acogida tanto entre el público como entre la crítica.
Los eventos relatados a lo largo de toda la saga tienen lugar en una galaxia ficticia repleta de especies alienígenas, humanas y androides, siendo un tópico habitual el viaje a través del espacio por los diferentes planetas. Así, la trama se centra en tres cuestiones principales. Una de ellas es la transición política forzada mediante una suerte de golpe de estado. La segunda sería la lucha generacional y el desarrollo del afecto comprendido en el sentido más amplio de la palabra ya que confronta con el tercer elemento en cuestión: la Fuerza. Ésta es un tipo de energía omnipresente que puede ser controlada por aquellos capaces de percibirla y realizar algunas tareas sobrenaturales como la telequinesis, la clarividencia o el control mental, además de poder ampliar características como la velocidad o los reflejos.
No es un secreto que George Lucas se consideraba seguidor de grandes autores que habían triunfado entre los años cincuenta y sesenta en sus respectivos campos, como el dibujante de cómic Jack Kirby o el director de cine Akira Kurosawa. Así, Lucas emplearía como fuente algunas tipologías y obras que abarcaban desde Los 4 Fantásticos hasta La fortaleza escondida, de donde tomaría elementos formales, tramas, personajes… De esta manera, podemos percibir claras referencias a los jidaigeki,[1] que aportan a la obra de ciencia ficción las tribulaciones de los señores de la guerra, los campesinos y los samuráis nipones.
De los primeros vemos reminiscencias en el traje de Darth Vader, mientras que de los últimos tomó sus vestimentas, armamentos y manera de actuar para establecer la Orden de los Jedi y su filosofía y espiritualidad para comprender la galaxia, permitiéndonos relacionar la Fuerza con el Bushido. De igual manera, la Orden de los Sith establece lazos con la actitud más autocomplaciente de los rônin,[2] mientras que los estilos de lucha de ambos grupos acaban por recordar a técnicas de kendo. Esta idea tan sencilla puede verse perfectamente en algunas de las líneas de figuras más contemporáneas, donde revisitan a los personajes de Star Wars en clave tradicionalmente nipona.
Por otro lado, los elementos de space opera que plasma Lucas en el largometraje tienen parte de sus raíces en el manga y el anime con casos como el de Leiji Matsumoto y sus obras Galaxy Express 999 o Space Battleship Yamato. En ellas podemos encontrar inspiraciones para personajes como R2-D2, algo que no sorprende si tenemos en cuenta que parte del equipo creativo fue compartido entre ambos artistas. Mientras, para otros personajes como C-3PO, la mente del director nos llevaba hacia clásicos como Metrópolis. En esta misma línea, la Estrella de la muerte permite observar algunas referencias a la obra de Matsumoto, aunque también a grandes seriales como Flash Gordon, cuyo triunfo a mediados de siglo marcaría el campo de la televisión igual que los antes mencionados Kirby y Kurosawa en sus respectivos ámbitos.
Con esta mezcla de referencias culturales, muchas de ellas de corte asiático, por no ceñirnos al ámbito exclusivamente nipón, no es difícil comprender la mejor acogida de Star Wars en Japón que en Estados Unidos o en Europa, que incluso abraza la naturaleza de personajes tan odiados en Occidente como el gungan Jar Jar Binks. Este artículo es, pues, una presentación de lo asiático en una de las míticas sagas de la ciencia ficción contemporánea, donde abarcaremos desde las referencias cinematográficas hasta el vestuario pasando por otras como la filosofía en el contexto de nuestro continente vecino.
Notas:
[1] Término con el que en Japón se conoce a los period drama, series o películas ambientadas en el pasado histórico.
[2] Samuráis que no servían a ningún señor durante el período feudal japonés (1185 – 1868).