Todos, en cierto momento, nos hemos obsesionado con algún tipo de ficción audiovisual, hasta el punto de querer interactuar con sus personajes y vivir en ese mundo paralelo. Este sueño de traspasar la cuarta pared que supone la pantalla, ya ha protagonizado diversas producciones como La rosa púrpura del Cairo (1985) o Lost in Austen (2008). En la película de Woody Allen su protagonista, Cecilia (Mia Farrow), acudía tantas veces al cine a ver la misma película que los personajes de esta detenían el discurso del filme para interactuar con ella e incluso uno, Tom Baxter (Jeff Daniels), llegaba a atravesar la pantalla para vivir una historia de amor “de película” en la realidad. El camino inverso hace Amanda Price (Jemima Rooper) en la otra cinta arriba comentada, que es absorbida por el universo de ficción de Orgullo y Prejuicio (1813) para meterse, literalmente, en los zapatos de Lizzy (Gemma Arterton) y enamorar al altanero señor Darcy (Elliot Cowan).
En el mundo actual, donde las ficciones se consumen en el teléfono móvil y las producciones de moda son teleseries, la traslación de esta idea la encontramos en Dramaworld (2016), una serie americana consistente en diez episodios breves, de 10 minutos de duración cada uno.
La premisa sobre la que se construye esta producción nos muestra a Claire Duncan (Liv Hewson), una joven universitaria de algún lugar de Estados Unidos que está absolutamente obsesionada con los dramas coreanos, o K-Drama (abreviación de Korean Drama), hasta el punto de ser negligente en su empleo como vendedora de bocadillos. Una noche, cuando se encuentra cerrando el local en que trabaja, Claire resbala con el agua de fregar y es absorbida por su teléfono móvil, en el cual estaba reproduciendo el último y esperado capítulo de su K-Drama favorito, titulado El sabor del amor (Taste of Love), protagonizado por el actor de sus sueños Joon Park (Sean Dulake). Súbitamente, se encontrará en un mundo paralelo de ficción en el que se crean este tipo de teleseries, y su deber será conseguir que la pareja protagonista se enamore antes de que acabe la serie. Claire se convierte así en uno de los “facilitadores” del drama, es decir, las personas que provocan las situaciones y aparentes casualidades que conducen al esperado final feliz. Para ello, cuenta con la ayuda de Seth Ko (Justin Chon), que ya ha realizado este trabajo en incontables dramas y le servirá de guía y maestro.
De esta forma, Claire (y el espectador con ella) va descubriendo las normas que rigen este tipo de producciones, desde los inesperados giros de guión hasta las características de los personajes, incluyendo otras reglas como la obligatoriedad de que el galán masculino se dé una ducha caliente llena de vapor, para deleite de las féminas. Así, apelando a la comicidad, Dramaworld va analizando la idiosincrasia del popular género coreano que suponen los K-Drama.
A medio camino entre la metaficción y la sátira, esta producción va desgranando los mecanismos que utilizan las teleseries surcoreanas insertando una ficción dentro de otra, como por ejemplo los flashbacks. Este popular recurso narrativo es escenificado de forma que, durante el desarrollo del capítulo, todos los personajes quedan congelados en ese momento puntual, mientras que los “facilitadores” pueden continuar con su conversación.
También refleja los distintos formatos que pueden tomar los dramas surcoreanos dependiendo de su temática romántica, histórica o criminal (entre otras). Aunque El sabor del amor es un K-Drama romántico, las fracturas en Dramaworld provocarán que las mezclas de géneros se sucedan, intercalando crímenes sin resolver con arqueros del periodo Joseon (1392-1897) que acaban convertidos en asesinos a sueldo, siempre rodeados por parejas de enamorados que pasean por las calles. El momento álgido de esta fusión de estilos llega al principio del capítulo 8, con un divertidísimo número musical en el que varios personajes, ataviados con el hanbok o vestimenta tradicional coreana, bailan a ritmo de hip-hop la canción Bandolier de YDG (siglas del artista k-pop Yang Dong-geun).
https://www.youtube.com/watch?v=ssPn2xcu46c
Inicio del capítulo 8 con el número musical Bandolier.
Además, la serie presenta un diseño muy cuidado, muestra de ello es que en cada capítulo el número del episodio aparece sobreimpreso de forma diferente y en un lugar distinto, integrándose perfectamente en la acción. Esto, unido a su aire refrescante y su tono de comedia ligera, lo hace una perfecta introducción al género del K-Drama para aquellos interesados en adentrarse en este tipo de series asiáticas. Puede, asimismo, servir para reflexionar sobre la expansión que estas producciones en occidente, gracias al streaming y las plataformas de televisión por suscripción (como Netflix), que han creado todo un fenómeno fan a nivel internacional, del cual Claire puede servir como ejemplo.
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