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El erotismo en el cine japonés (II): el pinku eiga – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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El erotismo en el cine japonés (II): el pinku eiga

Con este reportaje concluimos una breve serie sobre el erotismo en el cine japonés, en la que anteriormente habíamos comentado los pasos previos al desarrollo del pinku eiga.[1] Este género surge en la década de 1960, frente a las películas anteriores, donde se habían utilizado destapes fugaces del torso femenino como reclamo; ahora vamos a encontrar una producción de desnudos dedicada al deleite del espectador, donde se busca la lujuria y quedan reflejadas prácticas y estéticas características. La propia denominación del estilo indica su contenido, ya que pinku eiga se traduce como “películas rosas”, siendo el rosa un color que tiene cierta connotación sexual en Japón, al igual que en otros lugares. Dicha categoría recibiría otras denominaciones como erodakushon eiga, que hace referencia a las producciones eróticas y daría origen a diferentes de variantes, como el ero-guro, que da nombre a los filmes donde se aúnan sexo y terror sangriento.

Se establece como primera producción del género la película Flesh Market (Niku no ichiba, 1962), dirigida por Satoru Kobayashi, de la que tan sólo se conserva un pequeño fragmento. El argumento del filme se centraba en la captura de una joven por criminales, mientras investiga el suicidio de su hermana en Tokio. Aunque poco se conoce de la cinta, parece que aparecían, al menos, tres secuencias de desnudos, por lo que fue prohibida dos días después del estreno, retocada y reestrenada un año después con gran éxito en taquilla. Tras el acontecimiento proliferaron este tipo de producciones, realizándose anualmente cientos de ellas, que trataron de imitarla sin sobrepasar los límites para evitar la censura, y comenzaron a abrirse los primeros locales alternativos destinados a su proyección. El pinku eiga tuvo tanto éxito que no fue solamente un producto de serie B, sino que también fue desarrollado por los grandes estudios.

Entre las características del género, cabe destacar que en las cintas aparecían un mínimo de cuatro escenas de sexo, tenían una duración de unos 60 minutos, se rodaban generalmente con película de 16 o 35 milímetros, solían producirse con un presupuesto realmente bajo y estaban destinadas a exhibirse en las salas de cine. También es fundamental mencionar un hecho que condiciona la creación y la percepción de imágenes como es la censura, que destaca en este país por su singularidad.[2] Incluso actualmente puede resultar extraño, recordando especialmente la explicitud de los grabados shunga, que los genitales de ambos sexos sean censurados en el cine japonés, incluso en el pornográfico, aunque esto no afecta a la filmación de los senos; así, pueden hallarse ocultos mediante medios digitales, como el pixelado o la niebla. Por otra parte, los realizadores ocultaban estas zonas en los encuadres de las escenas, jugando con la posición de la cámara o interponiendo objetos (como lámparas o botellas) ante los cuerpos. Ante esta situación, fue necesario buscar otras formas de mantener la excitación del espectador, de ahí las particularidades del género. Curiosamente, la censura tampoco afecta a elementos artificiales, por lo que fue frecuente en pantalla la aparición de objetos de goma que imitaban miembros masculinos o incluso tentáculos.

Cartel de la película El imperio del sexo (Tokugawa sekkusu kinshi-rei: shikijô daimyô, Norifumi Suziki, 1972). Fuente: asiateca.net

Cartel de la película El imperio del sexo (Tokugawa sekkusu kinshi-rei: shikijô daimyô, Norifumi Suziki, 1972). Fuente: asiateca.net

Una de las primeras películas producida por una gran compañía cinematográfica fue The Insect Woman (Nippon konchûki, 1963), de Shôhei Imamura, que retrata la historia de una mujer que abandona el mundo rural, donde de joven era maltratada por su padre, para trasladarle a la ciudad, donde acaba sumergiéndose en el mundo de la prostitución. La película sienta unas bases estéticas y argumentales que serán retomadas con posterioridad por otros artistas.

Como uno de los autores clave para el género podemos mencionar a Tetsuji Takechi, un director procedente del mundo del teatro que pasó al cine retratando los espectáculos eróticos. Su película Daydream (Hakujitsumu, 1964) fue distribuida de forma masiva en el contexto de los Juegos Olímpicos de Tokio de ese año y promocionada por su carácter vanguardista. En esta ocasión, un hombre y una mujer coinciden en la consulta de un dentista, y el hombre disfruta y fantasea con el sufrimiento experimentado por ella durante el tratamiento, lo que da paso a una serie de secuencias de tortura hacia la mujer y de prácticas masoquistas.

Imagen de Daydream (Hakujitsumu, Tetsuji Takechi, 1964). Fuente: tomblands-fr.blogspot.com.

Imagen de Daydream (Hakujitsumu, Tetsuji Takechi, 1964). Fuente: tomblands-fr.blogspot.com.

Un año más tarde, Takechi se convirtió en el primer director que fue juzgado por incitar a la obscenidad pública con Blacksnow (Kuroi yuki, 1965). Se trataba de una película de denuncia política que reprobaba la invasión americana a través de la historia del hijo de una prostituta que asesina a un cliente de su madre, un americano de color. El director no regresó al mundo del cine hasta la década de 1980, con la llegada del reproductor de vídeo y el despegue del mercado pornográfico, realizando la primera película pornográfica japonesa que fue proyectada en las salas de cine, un remake de su obra maestra, Daydream (1981), que sería versionado posteriormente en varias ocasiones.

Otro director de prestigio en los primeros momentos del género fue Kan Mukai, cuya obra más famosa podría ser Deep Throat In Tokyo (Tôkyô dîpu surôto fujin, 1975), adaptando el gran éxito internacional de la pornográfica Garganta profunda (Deep Throat, Gerard Damiano, 1972). También se encuentran entre los primeros maestros Shinya Yamamoto, especializado en historias de violaciones en transportes públicos; Kinya Ogawa, con una amplia producción de más de cuatrocientas obras que se adentran incluso en el kaidan eiga o en el ero-guro, con crueles asesinatos e incluso desmembramientos; Mamoru Watanabe, o Seiichi Fukuda.

Kôji Wakamatsu fue denominado “el padrino del rosa”; fue un director muy comprometido políticamente, que sufrió la violencia paterna siendo un joven rebelde y estuvo relacionado con la yakuza, a través de la que se introdujo en el cine. Su filmografía se especializa en la violación femenina, y representa la brutal explotación de la mujer a lo largo de obras completas. Alcanzó reconocimiento con Resume Of Love Affairs (Jôji no rirekisho, 1964), que fue un éxito en taquilla, donde una joven es explotada por una banda de proxenetas.

Junto al guionista Masao Adachi, con quien colabora en varias ocasiones, produce The Embryo Hunts In Secret (Taiji ga mitsuryosuru toki, 1966), en la que una mujer es torturada durante una noche entera tras ser drogada por un marido psicópata que se opone a tener un hijo; es atada y obligada a suplicar comida como un perro, llegando a mostrar ella una actitud maternal hacia el hombre. Más famosa es Violated Angels (Okasareta hakui, 1967), una cinta de denuncia social y política, inspirada en un hecho real, en la que un hombre viola y tortura durante toda la noche a unas estudiantes de enfermería, que tratan por todos sus medios que les perdone la vida, aunque sólo una lo consigue.

Famosa escena de la película Violated Angels (Okasareta hakui, Kôji Wakamatsu, 1967), donde el criminal descansa sobre las piernas de la joven, rodeados por los cuerpos de las enfermeras. Fuente: mubi.com.

Famosa escena de la película Violated Angels (Okasareta hakui, Kôji Wakamatsu, 1967), donde el criminal descansa sobre las piernas de la joven, rodeados por los cuerpos de las enfermeras. Fuente: mubi.com.

Wakamatsu sitúa Violent Virgin (Gewalt! Gewalt: shojo geba-geba, 1969) en el desierto en torno a una cruz de madera, donde una mujer permanece crucificada, introduciendo el tema de la religión. En ella, una pareja es torturada y sometida a todo tipo de vejaciones sexuales por unos yakuzas. Otras aportaciones en colaboración con Masao Adachi son Go, Go Second Time Virgin (Yuke Yuke nidome no shojo, 1969), con un muchacho que observa una orgía desde el hueco de una escalera y luego es obligado a participar, y Running In Madness, Dying In Love (Kyôsô jôshi-kô, 1969); sin embargo, la obra más célebre de Wakamatsu es Ecstasy Of The Angels (Tenshi no kôkotsu, 1972), la más comprometida políticamente, centrada en las acciones de un movimiento revolucionario.

Imagen de la película Violent Virgin (Gewalt! Gewalt: shojo geba-geba, Kôji Wakamatsu, 1969). Fuente: wildgrounds.com.

Imagen de la película Violent Virgin (Gewalt! Gewalt: shojo geba-geba, Kôji Wakamatsu, 1969). Fuente: wildgrounds.com.

Entre las producciones más interesantes de Yasuzô Masumura se encuentran Manji (1964) o Blind Beast (Mojû, 1969), que se han calificado como ero-guro, aunque también se pone en duda su pertenencia al pinku eiga y su finalidad erótica. La primera es la historia de una relación lésbica, y en la segunda está presente el sadismo, ya que una modelo es maltratada al ser secuestrada por un artista ciego, con la intención de hacer una escultura a partir de su cuerpo desnudo, y cuenta con un desenlace realmente gore. En este caso, destaca el decorado, de corte surrealista, de las paredes del estudio del artista, con ojos, bocas, y elementos que representan los sentidos.

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Decorado de Blind Beast (Mojû, Yasuzô Masumura, 1969). Fuente: la masalladehollywood.com.

A partir de 1965, el cine erótico japonés comenzó a exportarse a países europeos y se produjo cierto contagio, realizándose versiones niponas de los clásicos del cine erótico internacional, como Tokyo Emmanuelle (Tôkyô Emanieru fujin, Akira Katô, 1975), y dándose la presencia de actrices europeas en Japón, como es el caso de la francesa Sandra Julien, que participó en algunas producciones del director Norifumi Suzuki.

El trabajo de Norifumi Suzuki[3] se encuadra especialmente en la década de 1970, y entre su obra cabe destacar El imperio del sexo (Tokugawa sekkusu kinshi-rei: shikijô daimyô, 1972) o The Lustful Shogun And His 21 Concubines (Ero Shogun to nijuichi nin no Aisho, 1972), producciones que recuerdan al fenómeno del destape español e incluyen un componente cómico que suaviza su tono. En la primera, el mandatario es casado con la hija de un daimyô a la que no puede satisfacer, hasta que sus problemas sexuales son resueltos con la llegada de una joven francesa; mientras que en la segunda el mandatario desinteresado por las mujeres es sustituido por un doble. Aunque se trate de obras que carecen de un carácter tan amargo, no dejan de representar palizas, violaciones o suicidios femeninos.

Fotograma de El imperio del sexo (Tokugawa sekkusu kinshi-rei: shikijô daimyô, Norifumi Suzuki, 1972), perteneciente a una escena en la que el pueblo porta arietes de aspecto fálico. 

Fotograma de El imperio del sexo (Tokugawa sekkusu kinshi-rei: shikijô daimyô, Norifumi Suzuki, 1972), perteneciente a una escena en la que el pueblo porta arietes de aspecto fálico.

El imperio de los sentidos (Ai no korîda, 1976), de Nagisa Ôshima, es, con toda seguridad, la película erótica japonesa más conocida internacionalmente. Su tema principal es el sexo experimentado entre dos amantes, un amor loco tan intenso que pasa por prácticas masoquistas y la hipoxifilia (o asfixia erótica), hasta llegar a la castración masculina. La cinta, que destaca por su tremenda explicitud y lujuria, está basada en un hecho real protagonizado por la exprostituta Abe Sada, cuya historia fue llevada al cine en más de una ocasión. Ôshima fue acusado de obscenidad al publicar un libro en el que recopilaba el guion, los borradores y algunas fotos pornográficas del rodaje. Su siguiente producción, El imperio de la pasión (Ai no borei, 1978), es una historia de infidelidad femenina.

Ante la fama de este género cinematográfico y la crisis producida por la llegada de la televisión, la gran compañía Nikkatsu optó por plantear proyectos que tomaban como referencia el pinku eiga y comenzó a realizar rápidamente muchas películas en las que aparecían un mínimo de cuatro escenas eróticas. También se explotaron cada uno de los nuevos éxitos, generando numerosas secuelas y series. Estos nuevos productos, que destacaban por su calidad técnica, fundaron el género roman poruno o roman porno, en el que la Nikkatsu exhibió todas las obsesiones y prácticas sexuales de la cultura japonesa.

Este estudio produjo especialmente filmes de torturas sexuales que triunfaron en la década de 1970 y se prolongaron durante la siguiente, como Torture! (Hakkinbon bijin ranbu yori: semeru!, 1977), de Norobu Tanaka, un biopic del artista Seitu Itô, especializado en retratos de sadomasoquismo. También se producen en este momento una serie de películas sobre monjas y profanación religiosa, a las cuales dio paso la cinta de Norifumi Suzuki llamada School Of The Holly Beast (Seijû gakuen, 1974), en la que una joven entra en un convento con el fin de esclarecer el caso de la muerte de su madre. Con Flower and Snake (Hana to hebi, 1974), de Masaru Konuma, que tuvo cuatro secuelas y varios remakes, se introdujo el uso del enema con el propósito de vejar la figura femenina, algo que creó escuela. En este tipo de cintas se hace un uso magistral de las ataduras,[4] que forman ya parte de la iconografía del género.[5]

Cartel de la película Flower and Snake (Hana to hebi, Masaru Konuma, 1974). Fuente: rarefilm.net.

Cartel de la película Flower and Snake (Hana to hebi, Masaru Konuma, 1974). Fuente: rarefilm.net.

En estos años se fortaleció la plasmación de la violación y se produce un cine en el que se exhiben todo tipo de brutalidades contra la mujer, reluciendo una misoginia exacerbada. Por extraño que pueda parecer, estas producciones también tuvieron éxito en taquilla, hasta el punto de que la película Zoom Up: Rape Site (Zûmu appu: bôkô genba, Kôyû Ohara, 1979), donde se rompe una bombilla en el interior de una mujer, llega a generar una serie de varios filmes.[6]

Los grandes estudios hicieron de las películas de tortura todo un género cinematográfico, en el que participaron nombres ya conocidos como Kôji Wakamatsu, Teruo Ishii o Norifumi Suzuki. Éste último trabajó con la actriz sueca Christina Linberg en Sex and Fury (Furyô ane goten: Inonoshika Ochô, 1973). Estas empresas también generaron nuevos argumentos que invertían los papeles convencionales, creando argumentos con duras asesinas, que se inscribirían en nuevos subgéneros denominados violent pink o pinky violence.

Con la llegada del reproductor de vídeo, las películas violentas fueron comercializadas internacionalmente, y una de las primeras fue la obra de Norifumi Suzuki Star Of David: Beautiful Girl Hunter (Dabide no hoshi: bishôjo-gari, 1979). En vídeo se distribuyeron también, ya en la década de 1980, películas en las que monstruos, diablos, y máquinas con tentáculos y miembros gigantescos violaban bellas mujeres.

En los años noventa el pinku eiga floreció de nuevo con el trabajo de jóvenes artistas, desde entonces el género se ha actualizado y en nuestros días encuentra una importante vía de distribución en Internet. Una parte destacable de las películas realizadas en Japón tienen temática erótica, aunque el género sigue evolucionando y muestra algunos avances fundamentales que fueron introducidos en la pasada década, con la llegada del cine gay y la producción femenina de cine erótico.

Actualmente quizá la manufactura erótica nipona más conocida sea el hentai, género del manga y el anime de contenido pornográfico, con numerosas categorías, en las que encontramos de nuevo zoofilia, tortura, incesto, violaciones con tentáculos, etc. Es, desde luego, el género más imaginativo, en el que son plasmadas todo tipo de fantasías.

Finalmente, podemos apreciar como la producción erótica de este país carece de equivalente occidental, ya que no sólo se genera y se distribuye y consume de forma diferente, sino que en este género se exhiben aspectos procedentes de la idiosincrasia tradicional japonesa, como son el tratamiento de la figura femenina, o la plasmación de una estética y de una iconografía de profunda raigambre.

Para saber más:

  • Blog de cine Pejino.
  • Corral, Juan Manuel. Cine erótico a la japonesa. Madrid, T & B Editores, 2012.
  • Freixas, Ramón; Bassa Joan. Cine, erotismo y espectáculo: el discreto encanto del sexo en la pantalla. Barcelona, Paidós Ibérica, 2005.

Notas:

[1] Este artículo previo puede consultarse aquí.

[2] En el año 1907 se implementó el artículo 175 del Código Penal; este artículo regula la presencia de imágenes obscenas, sin embargo, no establece lo que se entiende por obscenidad. Con respecto a los medios audiovisuales, los tribunales interpretaron como obscenidad la representación de genitales de adultos, el vello púbico femenino y el acto sexual. El texto dice lo siguiente: A person who distributes, sells or displays in public an obscene document, drawing or other objects shall be punished by imprisonment with work for not more than 2 years, a fine of not more than 2,500,000 yen or a petty fine. The same shall apply to a person who possesses the same for the purpose of sale. Con ello, se estipula que aquella persona que distribuya, venda o exhiba públicamente un texto, una imagen u otro tipo de material obsceno, sería castigada con una pena no superior a dos años y una multa no superior a dos millones y medio de yenes; la misma pena se aplicaría a quien posea lo anterior con el propósito de su venta.

[3] La filmografía del director Norifumi Suzuki es de fácil acceso en Internet.

[4] La búsqueda de placer erótico en la inmovilización del cuerpo mediante ataduras ha llegado a convertirse en el país nipón en un verdadero arte. El shibari hoy es una forma de bondage que implica un proceso casi ritual en el uso de la cuerda y se desarrolla siguiendo principios técnicos y estéticos, aunque hunde sus raíces en las técnicas de tortura practicadas en el Japón feudal.

[5] Otras constantes iconográficas presentes en el pinku eiga son, además de la cuerda, la sangre, presente casi en la totalidad de los filmes, o la cruz cristiana. También es posible hallar precedentes iconográficos en las estampas shunga en lo referente a la representación de prácticas zoofílicas con animales y monstruos marinos, y en la aparición de tentáculos o similares.

[6] Corral, Juan Manuel. Cine erótico a la japonesa. Madrid, T & B Editores, 2012. P. 252.

avatar Esther Lupón González (7 Posts)

Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza, cursando el Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte.


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