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Un español indianizado: Enrique Gallud Jardiel

En la España de los años sesenta, una actriz de teatro en gira por provincias puso en escena su sueño de ir a la India. María Luz envió una carta a la embajada española de ese país, pero la respuesta indicaba que, como extranjera, en la India no podía trabajar. Tres o cuatro años después, le llegó otra carta con una sorprendente noticia: había quedado libre un puesto administrativo en la embajada en la India. Dejó su carrera de actriz, aprendió taquigrafía en quince días y se pasó el resto de su vida en el gigante de Asia del Sur.

Shiva Nataraja basado en una acuarela de Cristina Nualart.

Su hijo adolescente fue a pasar un verano con ella. “Yo hice aquel viaje a la India cuando era muy pequeño”, dice Enrique Gallud Jardiel, “con 14 años estuve un mes, y parece que es insustancial, pero […] fue importante para mi porque yo vi que el mundo es muy grande.”

Tras terminar su bachillerato en España, Enrique regresó a Delhi para visitar a su madre. La estancia pasó a ser un proyecto vital. Aprendió hindi y olvidó su intención de estudiar cinematografía en España. Se quedó casi veinte años en India. Estudió allí, encantado con la excelencia de las universidades: “había universidades en la India cuando en España estábamos todavía en los árboles”, sonríe el doctor en Filología Hispánica por la Universidad Jawaharlal Nehru (Nueva Delhi).

Como profesor, disfrutó dando clases allí. Le anima que “los indios se toman la educación muy en serio”, mientras que en España observa actitudes menos productivas: pasotismo, poco respeto, falta de interés… El problema no son solo los estudiantes, también la baja la calidad de nuestras instituciones. “Tenemos un nivel bastante triste”, opina sobre la educación aquí: “el nivel es cada vez peor y cada vez sabemos menos en general. Eso es así.”

El cierre de disciplinas de las Humanidades empeora la situación. La cátedra de sánscrito hace mucho que desapareció. “En los años 30 ya se decidió que la cultura antigua de la India no merecía la pena que hubiera ni una, una, sola persona en la universidad española que se ocupara de estudiarla. Hoy en día sigue sin haberlo. En Alemania hay muchas. Y en Francia también hay.”

Enrique piensa que la India es “como nosotros, un pueblo indoeuropeo”, y por ello lamenta el desconocimiento que hay en España sobre esta gran cultura. Recuerda ver no hace mucho un libro escolar español que confundía las ciudades de Calicut y de Calcuta, error inadmisible de tratarse de un país europeo.

Los tópicos falsos se pueden desmontar, pero eso requiere esfuerzo. Es esencial cotejar información. “No te creas lo primero que leas ni lo que te digan en la televisión,” avisa. Pone más ejemplos de crasos errores publicados o televisados en los medios españoles, simplezas como asumir que Shiva, por ese nombre acabado en a, debe ser una divinidad femenina, cuando es un dios cuyo potente órgano masculino aparece en muchos templos. El mal reporterismo se agrava por los sesgos de las políticas editoriales que Enrique descubrió en su carrera de periodista. Duró quince días como corresponsal en la India, porque rompió su tarjeta de prensa en cuanto descubrió la falta de integridad del periódico español de gran tirada que le había solicitado su primer artículo (sobre la catástrofe en una fábrica de Union Carbide en la ciudad Bhopal en 1984).

Quedan secuelas de muchos sufrimientos causados a la India por parte de occidente, pero no apagan su avance. El país manifiesta “una actitud muy sensata en cuanto a su progreso en comparación con otros países. La India desde que es independiente (1947), ha tenido elecciones democráticas libres, […] se han respetado todos los resultados de las elecciones. No ha habido intentos de golpes de Estado, como hemos tenido nosotros, por ejemplo. En la India, hace diez, quince años, no más, se ha visto que [algunos] estados federales […] eran muy grandes y difíciles de administrar. Se han divido por la mitad, se han divido en dos, y a los indios les ha parecido muy normal y muy lógico. […] Han demostrado una sensatez, una madurez política, gente, incluso, analfabeta de los pueblos, que nosotros igual no tenemos.”

Valora asimismo que “los indios han sabido […] adaptarse a la vida moderna, al mundo tecnológico, sin ningún problema, incluso descollando en algunos campos […], mientras que nosotros, pues parece que solo somos capaces de vernos a nosotros mismos y poco más. Tenemos una visión muy limitada.” En la práctica, dice Enrique, “oriente se está occidentalizando, en lo malo y en lo bueno también, pero occidente no está haciendo lo propio.”

Admite ser pesimista respecto a nuestras latitudes. Pesimismo construido con más realismo que desánimo, quizás, puesto que hace décadas que está “metido en el mundo de la educación y veo por donde va”. Sin embargo a largo plazo ve un mundo mejor, de fronteras abiertas: “Yo creo que el mundo tardará a lo mejor dos o tres mil años, pero tiene que ir hacia un Estado único, hacia un mundo único sin países.” Desprecia esa idea de que “en mi país soberano yo hago lo que quiero, porque para eso es mi país, yo contamino el mundo, o hago una guerra”. Pide compromisos universales: “tendríamos toda la humanidad que respetar unas reglas mínimas, que hubiera agua para todos y una aspirina para todos.”

A consecuencia de su temprana experiencia en India, ha “sido siempre antinacionalista, antipatriota y anti todo lo que sea eso de decir mi país es el mejor”, porque cuando “vas a otra parte del mundo y ves otra cultura que te gusta, hay cosas que te gustan, otras que no… hay de todo.” Ante la insensatez de los patriotismos, le reconforta su convicción de que en futuro habrá más mezcla intercultural e interpersonal. Opina que “el mestizaje es lo más lógico”, y que “lo que tenemos que hacer es tratar a todo el mundo igual que a los demás, ni mejor ni peor, sino igual.”

Ve triste que España haya roto su promesa de acoger a refugiados sirios, y que eso ha pasado “porque son sirios”, añade, porque si fuesen de un país vecino se hubiese actuado con humanidad. La discriminación se puede combatir abriendo mentes. “Yo pienso que cuando tu divulgas que el otro país, ese desconocido, tenía una cultura muy valiosa, con cosas muy interesantes, que han hecho aportaciones al mundo en general” desbloqueas estereotipos y entonces se puede generar un respeto. Hay que desaprender, poder pensar: “estos señores no eran tan salvajes como nos habían contado”.

Y es que la ignorancia inflama el racismo. Comparte su dolor por el mal trato que han recibido sus hijos, mestizos, “en España, que se supone que es un país de los más abiertos.” A sus ojos, “seguimos teniendo una conciencia de que los occidentales, y no tanto los occidentales, los blancos, somos superiores y eso […] no es cierto en ningún sentido”. Enrique ha visto que “el talento, la creatividad, el trabajo, el esfuerzo, están repartidísimos en el mundo. En cualquier raza vas a encontrar gente inteligentísima, y gente muy capaz.”

Deseoso de difundir sus conocimientos sobre la cultura india, contribuyó a la fundación del Instituto de Indología, asociación cultural creada en Madrid en 1995, que trabaja “gratis et amore dei sin respaldo nacional”. Otra singular aportación de Enrique al mundo del conocimiento gira entorno a los libros. Como traductor español-hindi, Gallud Jardiel conoce bien los problemas de esta actividad. Ha encontrado en pasado algún libro indio que ha tenido hasta siete traductores, y no porque la editorial se cuidó de verificar y contrastar matices, sino porque en vez de traducir el texto íntegro del idioma original, se recopilaron partes de distintas versiones europeas. Esas chapuzas, felizmente, no las encontraremos en los libros de la nueva colección Verbum Asia, que él dirige. Hace unos años, la editorial Verbum inició una nueva colección de libros asiáticos. El objetivo de la colección Verbum Asia es dar a conocer los textos más representativos de la literatura y del pensamiento de oriente. Hay libros famosos que se han vuelto a publicar en traducciones nuevas o revisadas, comenta Enrique, pero cree “que la gente que se interesa por la cultura asiática lo que quiere es encontrar nuevas cosas en su lengua para poder acceder a ella”. Por eso se enfoca en publicar escritos inéditos en castellano que “son maravillosos”.

Prestaremos atención a las novedades que saldrán en esa colección, y a los próximos libros del propio Enrique Gallud Jardiel, que está ahora escribiendo uno sobre los dioses védicos de la India.

 

Para saber más:

  • Web de Enrique Gallud Jardiel, disponible aquí.
  • Editorial Verbum, colección Asia, disponible aquí.
  • Instituto de indología, disponible aquí.
avatar Cristina Nualart (10 Posts)

Miembro del Grupo de Investigación Asia (GIA) de la Universidad Complutense, Madrid. Doctora en Historia del Arte, ha vivido 6 años en Asia, de los cuales 4 en Vietnam, donde era profesora en RMIT University.


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