Como ya se pudo leer en el capítulo anterior, durante la primera mitad del siglo XX, la literatura coreana estuvo algo mermada debido a la invasión nipona, pero ésta siguió existiendo. Una muestra de ello, fue la literatura surrealista.[1]
El primer grupo literario que actuó bajo este estandarte fue la Generación del 34, compuesta por Shin Baiksu, Li Shiwu, Chung Hyunung, Han Sangjik, Chung Heejunn, Kim Yongki, Han Chun, Han Juksan y Yi Sang. Para poder publicar sus obras, estos autores crearon la revista trimestral Litterature 34, pero, al igual que había pasado con anteriores revistas literarias, esta desapareció tras la publicación del quinto número.
Tras su censura, algunos autores crearon otras nuevas revistas como La escritura creativa o La búsqueda, pero todas ellas desaparecieron al poco de su inicio. De este modo, la estética surrealista no duró mucho tiempo, pues la opresión colonial y los preparativos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), impidieron el desarrollo de este tipo de literaturas.
No sería hasta la década de los Cincuenta cuando el Surrealismo resurgiría, gracias a poetas como Cho Hyang o Yi Bongrae, quienes renegaron de las nuevas temáticas literarias que habían surgido en Corea, como el patriotismo o el desarrollo tecnológico, y escribieron con una estética que recordaba al dépaysement.[2]
Estos dos autores, a pesar de pertenecer al mismo movimiento, tuvieron maneras de trabajar muy diferentes. Cho Hyang se centraba en captar diferentes escenas de la realidad, como si de una cámara cinematográfica se tratase, y las reeditaba mediante su propia estructura e imaginación. Pero este proceso no era nuevo, ya que había sido creado por Salvador Dalí, en contra del automatismo de André Bretón, quien lo llamó “método del análisis paranoico crítico”, y lo definió como un “método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes”.
Según este método, las diferentes realidades están en un mismo lugar, con lo cual el poeta elimina los significados racionales de cada una de las realidades determinadas, e intenta unir nuevas relaciones creativas entre ellas. Sin embargo, desde el punto de vista de la poesía surrealista española, sus poemas carecen de la elasticidad del lenguaje poético hacia la nueva creación de las múltiples imágenes. Es decir, Cho Hyang intentó construir una escena plástica más que proporcionarles a los lectores una sustancialidad de la realidad a través de la condensación de las imágenes múltiples que existen detrás de esta. A pesar de todo, después de las casi dos décadas de hibernación del movimiento surrealista, su contribución para la reavivación del vanguardismo en Corea se está valorando hoy en día.
Por su parte, Yi Bongrae no exploró muy a fondo el campo literario, pues llevó el surrealismo literario al mundo cinematográfico, lo que supuso otra pérdida dentro del campo de la literatura.
Aun así, en la década de los setenta, aparecieron otros poetas que también se sumergieron en la estética del Surrealismo, como Kim Kuyong, Chun Bongkun y Moon Duksu. En esos años, la base económica del país estaba solidificándose cada vez más, y la política de apaciguamiento trajo resultados positivos, dando la oportunidad de que se creasen grupos y actividades literarias, artísticas y culturales.
De este modo, a pesar de que el movimiento surrealista fue muy importante para el desarrollo coreano, ha permanecido en la sombra hasta finales del siglo XX. La principal razón fue, además de la invasión nipona, la Guerra de Corea (1950-1953), ya que se destruyó mucha documentación literaria, provocando que algunos autores surrealistas cayesen en el olvido. Aun así, fue gracias al Surrealismo, y a los resquicios que sobrevivieron a tantas catástrofes, que la literatura pudo evolucionar en Corea, siendo estos autores, citados anteriormente, imprescindibles para la modernización de la literatura, el arte y la cultura en la península coreana.
De entre todos estos autores, el que más destacó, dentro y fuera de Corea, fue Yi Sang. Este escritor coreano practicó una escritura decididamente experimental en la que ya se atisban indicios de elementos dadaístas. Aun así, se le sitúa dentro del terreno surrealista debido a ciertas aproximaciones radicales que jamás se habían dado en la evolución poética de Corea.
Yi Sang nació en Seúl en 1910 y, debido al fallecimiento de sus padres, fue criado y educado por su tío paterno desde 1912. Además, debido a que era el hijo adoptivo del primogénito de su abuela, es decir, del futuro cabeza de familia, tuvo el deber de continuar el clan Yi, pues su tío era estéril. De este modo, debido a las normas familiares de la sociedad coreana, recayó, sobre los hombros de un pequeño Yi Sang, la responsabilidad de perpetuar y proteger todo un clan.
Esto provocó que su infancia no fuese tan feliz como él hubiese deseado. Del mismo modo que todos los jóvenes de la época, fue educado bajo unos estrictos parámetros confucianos; pero desde muy pronto mostró su talento en la pintura, siendo posible que Yi Sang lo desarrollase para alejarse de las responsabilidades y deberes que tenía en el mundo real.
A pesar de su afán por la pintura, acabó estudiando arquitectura en la Escuela de Ingeniería de Gyeongseong (actual Seúl),[3] debido a que su tío, profesor de arquitectura en dicha universidad, le convenció para ello. Realizó sus estudios y obtuvo excelentes calificaciones, pero su inagotable curiosidad hizo que se interesase por la lectura, un hobby que venía desarrollando desde su temprana adolescencia. Así, se fue enfocando en el terreno de la literatura, lo que dio lugar a que quisiese convertirse en poeta, un gran poeta “como Baudelaire”, según solía decir a sus amigos en las tabernas de Seúl.
Aun así, se graduó y consiguió un buen trabajo como arquitecto del gobierno colonial de Seúl. No obstante, debido a que le diagnosticaron tuberculosis, tuvo que abandonar su puesto de trabajo y retirarse al campo, donde llevaría una vida más tranquila y sana que en la ciudad. Durante su retiro, Yi Sang leyó y escribió mucho, tanto poemas como ensayos y novelas; pero, también, cuando llegaba el ocaso, se dirigía a las tabernas y prostíbulos locales para pasar la noche en buena compañía.
Finalmente, con el cuerpo demacrado debido a su enfermedad, regresó a Seúl con una geisha que había conocido en una taberna rural, y abrió dos cabarés. Más tarde se marchó a Tokio, donde murió en 1937, cuando todavía no había cumplido los veintisiete años de edad.
Este autor, tan prematuramente fallecido, juega un papel muy importante en la historia de la literatura coreana. Yi Sang ocupa un lugar casi mítico debido a su extraño modo de vida, tan radicalmente alejado de la tradición confuciana, y por sus poesías tan disonantes de las tradicionales. Es por ello por lo que algunos estudiosos han intentado aproximarse a su sensibilidad “anormal”, reflejada en su poesía, desde el punto de vista del psicoanálisis, pero otros lo han intentado analizar bajo la sombra del imperialismo japonés.[4] A pesar de todo, incluso hoy en día, su literatura sigue discutiéndose al hablar del nuevo salto hacia la modernización de la poesía coreana; y es que su peculiar lenguaje poético, junto con sus expresiones del sentido negativo de la existencia humana, refleja los mismos problemas con los que el pueblo coreano se tuvo que enfrentar, de manera continua, durante todo el siglo XX.
Sus obras, de las que no han quedado muchos ejemplares debido a la destrucción de la Guerra de Corea, muestran un fuerte sentido de experimentación radical y contundente, tanto en su aplicación del pensamiento a la literatura como en su manejo de la estética. La razón es que, primero, representa una implantación total y nueva de la literatura europea a la sociedad casi medieval de Corea, en donde dominaban los diferentes valores tradicionales que no habían experimentado el proceso histórico y literario del mundo occidental. En segundo lugar, su desafío audaz contra los valores convencionales y morales mostrados, no sólo en sus obras, sino también en su vida personal, fue de una rebeldía tal, que las anécdotas escandalosas no cesaron de girar a su alrededor. Obviamente, sus obras fueron entendidas por el limitadísimo número de los intelectuales de aquel entonces, pero pasado el tiempo, sobre todo a comienzos de la década de los sesenta, empezaron a valorarse mucho más favorablemente.
Tras ver la figura de Yi Sang, tan importante para la literatura coreana, es el momento de analizar sus obras para comprenderlo mejor. Esto se hará en el próximo artículo, donde incluso se hará una comparación entre su poesía y la de autores españoles como Juan Larrea o Gerardo Diego. De este modo, se podrá entender mejor a estos autores coreanos que crecieron bajo la ocupación nipona, unos escritores que intentaron liberar la mente humana de la presión intelectual y mostrar la realidad de su consciencia interna.
Para saber más:
Notas:
[1] La literatura surrealista coreana no presenta un manifiesto como la europea. De hecho, la mayoría de los escritores no sabían acerca del movimiento surrealista que se había llevado a cabo en Europa, pues la conquista de Japón les privó de ello. Fueron los estudiosos quienes, posteriormente, analizaron la obra de estos autores y determinaron que, debido a sus temas y a su manera de escribir, pertenecían al movimiento surrealista.
[2] Término francés usado para referirse al sentimiento de no encontrarse en su propio país. Es posible que, tras la invasión nipona, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea y la llegada de la tecnología y conocimiento Occidental, algunos escritores coreanos sintieran que no se encontraban en su propio país, pues éste había cambiado demasiado en muy poco tiempo.
[3] Gyeongseong fue el nombre coreano dado a Seúl durante la invasión japonesa; en japonés, Seúl era llamada Keijô. Más tarde, en 1946, se fundó la Universidad Nacional de Seúl, y esta escuela pasó a formar parte de ella.
[4] Otros investigadores, como Michael Stephens, indican que Yi Sang era así debido a una adicción a las drogas, un consumo desmesurado de alcohol y tabaco, y una desafortunada insolvencia financiera.