Aunque a lo largo de la historia se han utilizado muchos soportes de escritura, en la actualidad hay uno que se ha impuesto a los demás: el papel. Un producto de origen chino en cuya fabricación se han usado como materias primas desde trapos hasta plantas, siendo esto último lo que sucede en el caso del papel de médula.
Mal llamado “papel de arroz” por los occidentales, el papel de médula no procede de este cereal sino de Tetrapanax papyrifer, un arbusto perenne originario del sur de China y norte de Taiwán que vive en zonas cálidas, húmedas y de escasa altitud. Perteneciente, como el ginseng (Panax ginseng) a la familia botánica de las araliáceas, esta planta es conocida comúnmente como tung-tsao (literalmente, “planta hueca”), tongcao, toong-tsao, tongtuomu o bok-shung.[1]
Parece ser que la primera mención al papel de médula data de la Dinastía Tsin (265-420 d.C).[3] Sin embargo, se cree que su producción en masa no empezó hasta aproximadamente mil cien años después.[4] En cualquier caso, eran los aborígenes los que se encargaban de recoger el tongcao cuando todavía era joven. Esta operación podía llevarse a cabo en cualquier época del año y suponía una importante fuente de ingresos para los recolectores, que vendían sus cosechas a los fabricantes de papel.
Una vez en las fábricas, los tallos y ramas más gruesos se limpiaban de las hojas y ramas de menor tamaño, cortándose después en pequeños fragmentos que se ponían a remojo en agua. Así se facilitaba la extracción de la médula. Es decir, de la masa esponjosa y blancuzca que forma un cilindro en la parte central del tongcao y que, una vez sacada, se secaba al sol para evitar que amarilleara.
El siguiente paso en la elaboración del papel de médula era el corte. Este se realizaba colocando el cilindro sobre una superficie dura y haciéndolo girar a mano y a lo largo contra la hoja fina y bien afilada de un cuchillo especial. De esta forma se obtenía una lámina delgada y continua de un material que, antes de ser utilizado, se prensaba y recortaba (para darle el tamaño deseado) y que no puede llamarse papel en sentido estricto. Lo cual se debe a que, como hemos explicado, no procedía de pastas de fibras vegetales maceradas.
El papel de médula se ha usado para hacer flores ornamentales y apósitos, para rellenar almohadones o, colocado en el fondo de los ataúdes, para absorber los fluidos producidos durante el proceso de descomposición. Pero también como soporte para cierto tipo de pinturas que, debido a su interés documental, merecen ser tratadas aparte.
A principios del siglo XIX Cantón era el único puerto chino abierto a los viajeros y comerciantes europeos y estadounidenses. Estos, cada vez más numerosos, empezaron a demandar pequeños souvenirs, fácilmente transportables y baratos que, a modo de postales o fotografías, les permitieran mostrar en sus casas lo que se habían encontrado. Fue así como se pusieron de moda las pinturas sobre médula. Encantadores cuadritos, elaborados ex profeso para la exportación, que tenían por soporte un producto local muy abundante.
Las pinturas sobre médula podían ejecutarse con acuarelas o gouaches (témperas),[7] aunque empleando siempre la misma técnica. Esta consistía en aplicar los pigmentos con pinceles, combinando pinceladas ligeras con otras más densas, hasta conseguir los efectos de transparencia, opacidad y relieve que caracterizan estas representaciones. Efectos a los que no eran ajenas las características de su soporte, pues la superficie de este material es marfileña, translúcida y aterciopelada. Por otro lado, como estos cuadros se hacían en serie (de ahí el parecido que se observa entre algunos de ellos), solía recurrirse a plantillas o a la xilografía para trazar los contornos de las figuras que luego se coloreaban.
Las pinturas para exportación procedían de talleres o estudios donde cada artesano se especializaba en una de las fases de su proceso de producción.[9] Algunos de estos talleres fueron dirigidos por reputados artistas. Tales son los casos de Tingqua (1809-1870), famoso por sus retratos y naturalezas muertas, y Sunqua, conocido por sus barcos y escenas portuarias y contemporáneo del anterior (ambos desarrollaron su actividad entre 1830 y 1870).[10] En cuanto a Youqua, este fue muy apreciado por sus paisajes, bodegones y vistas de puertos, tuvo estudios en Cantón y Hong Kong y se mantuvo activo entre 1840 y 1870.[11]
Las pinturas sobre médula se vendían montadas en álbumes encuadernados en seda. En ellos, las láminas se pegaban a las páginas por las esquinas para después ser ribeteadas con una cinta de papel o seda de color. Normalmente, cada uno de estos libros estaba dedicado a un solo tema. Por ejemplo, a escenas de la vida cotidiana (actividades comerciales; escenas portuarias, ceremoniales y cortesanas; festividades; representaciones teatrales; torturas) o de tipo naturalístico (con aves, insectos o flores).
El mercado de las pinturas para exportación tuvo su auge entre 1820-1860,[14] siendo las postales y fotografías las responsables de su declive. Aún así, estas representaciones no desaparecerían hasta la proclamación de la República Popular China (1949), época en la que aún se producían en Pekín, Shanghái y Hong Kong.[15]
En la actualidad hay un creciente interés por las pinturas sobre médula. Tanto en Europa, Estados Unidos y Australia, lugares donde se encuentran las mayores colecciones de ellas, como en China, país del que son originarias pero que, paradójicamente, las ha despreciado durante mucho tiempo al no considerarlas auténticas manifestaciones de su tradición artística. De ahí que sus museos y bibliotecas hayan tardado en enfrentarse a los retos que supone la conservación de este tipo de obras. Por un lado, porque con el paso de los años se decoloran y, por el otro, porque pese a su hidrofilia tienden a la deshidratación y pérdida de flexibilidad, con lo que son muy frágiles.
Caring for the Library’s Chinese pith paintings.
Aunque, como ya hemos indicado, las pinturas sobre médula dejaron de producirse a finales de los años cuarenta, su soporte siguió fabricándose en grandes cantidades hasta los sesenta.[16] Fue entonces cuando, al ser gradualmente reemplazado por el plástico y el papel de pulpa de madera, estuvo a punto de desaparecer. Lo cual hubiera sucedido de no haber sido por las recientes iniciativas, tanto populares como académicas, cuyo objetivo es recuperar el arte de la fabricación de un material que, por su belleza, ha sido conocido como Poo-le-cho (“gasa de los dioses”).[17]
Para saber más:
Notas:
[1] DeCesare, Lisa, “The pith paper collections of Harvard University botany libraries”, The Botanical Artist, número 2, volumen 17, 2011, p. 13. Disponible aquí; Yi-chun, Chen y Sherry Hsiao, “Pith paper studio opens in Hsinchu”, Taipei Times, 23/08/2018, p. 4. Disponible aquí; Crespo, Luis, “Conservación de pinturas chinas a la aguada o gouache del Departamento de Bellas Artes y Cartografía. Origen de las pinturas chinas a la aguada para exportación”, El blog de la BNE, 20/08/2019. Disponible aquí.
[2] Hooker, William J., “On the Chinese rice paper”, Hooker’s journal of botany and Kew Garden miscellany, volumen 4, 1852, pp. 50-54. Disponible aquí.
[3] DeCesare, Lisa, op. cit.
[4] DeCesare, Lisa, op. cit.
[5] Crespo, Luis, op. cit.
[6] Hooker, William J., “Chinese rice paper”, Hooker’s journal of botany and Kew Garden miscellany, volumen 2, 1850, pp. 250-253. Disponible aquí.
[7] Los gouaches se diferencian de las acuarelas, que también son pinturas al agua, en que en su composición se incluyen aguagoma, pura o mezclada con melaza o miel, y pigmentos blancos. De ahí que sus colores sean más vivos.
[8] Crespo, Luis, op. cit.
[9] Este tipo de representaciones rara vez se firmaban. Como mucho se marcaban con el sello del taller donde se produjeron.
[10] National Library of Australia. The Chinese pith painting collection at the National Library of Australia: an annotated guide. Canberra, National Library of Australia, 2017. Disponible aquí.
[11] National Library of Australia, op. cit.
[12] Yaron, Elad, “The many versions of the painting of Tingqua’s studio: painting copying and originality in nineteenth-century Canton”, Humanities and Social Sciences Communications, volumen 7, 2020. Disponible aquí.
[13] Factories at Canton/The Fitzwilliam Museum. Disponible aquí.
[14] National Library of Australia, op. cit.
[15] Crespo, Luis, op. cit.
[16] Yi-chun, Chen y Sherry Hsiao, op. cit.
[17] Nesbitt, Mark; Prosser, Ruth y Ifan Williams, “Rice paper-Tetrapanax papyrifer: the Gauze of the Gods and its products”, Curtis’s Botanical Magazine, número 1, volumen 27, 2010, pp. 71-92. Disponible aquí.