En este artículo daremos un salto hacia las nuevas manifestaciones culturales que desde hace unos años y hasta la actualidad nos han permitido de nuevo configurar en el mundo occidental la imagen de la mujer japonesa. Hablamos sin duda de los fenómenos del manga (cómic) y el anime (animación fílmica de dibujos), los cuales nos han permitido acceder al mundo nipón desde una perspectiva renovada. Como la mayoría de las historietas de dibujos japoneses mantienen desde mediados del S. XX unas peculiares convenciones técnicas y narrativas. Esta pujante industria del ocio se ha convertido en un magnífico escaparate para conocer algunos de los elementos que conforman la sociedad y la cultura popular japonesa de nuestro tiempo. Los diversos subgéneros transmiten mediante una serie de estereotipos unos determinados valores e imágenes de la sociedad y de la forma de vida niponas, los cuales ayudan a configurar en el mundo occidental una peculiar imagen de lo japonés y del Japón actual.
En este caso nos interesa analizar la representación de las mujeres en el manganime. Puesto que el grueso de la labor del guión y argumento surge de manos japonesas hay que admitir que la sociedad japonesa es patriarcal, machista y fuertemente reaccionaria y conservadora en los puntos tocantes al papel de la mujer en sociedad. De ahí que parte de esos prejuicios se trasladen a los mangas y los animes. Ambos son similares, gozando de una gran variedad temática: aventuras, historias amorosas, competiciones deportivas… Es en la manera en que los diferentes géneros tratan a sus personajes femeninos de donde se pueden sacar mayores conclusiones.
El manganime ha operado como productor de estereotipos que sirven para conducir a la mujer, idealizada, por diferentes espacios que marcan una identificación sociocultural. La niña desvalida como tipología ideal se presenta en personajes de cualquier edad en diferentes contextos. El estatismo de la mujer dentro de los límites de un argumento permite el control sobre la proyección de un deseo, muy masculino, sobre lo que debe ser una dama. Todo esto viene apoyado por una percepción masiva de que la belleza debe ser así, kawaii (“bonito”, “mono”, “precioso” o “encantador) en todo momento. Los dibujos tiernos de colores pastel inspiran la ternura que desea disfrutarse en las criaturas femeninas que, por no existir en la vida real, se desean intentando modelarlas desde la historia de manganime.
Así en algunos de los géneros mayoritarios destinados para los más jóvenes, especialmente el shōnen de aventuras para chicos y el shōjo de chicas mágicas para chicas, vemos a veces grupos de jóvenes que combaten seres peligrosos y extraños, pero que aún con esas coincidencias pelean de formas diferentes. Los grupos masculinos del shōnen suelen combatir usando violencia directa o armas, es decir, un combate más directo, e incluso las peleas de tipo mágico suelen tener un fuerte aspecto épico. Mientras los combates de las “chicas” mágicas suelen ser más dramáticos, pero sin violencia directa, ni muestras de violencia. Además suele ser habitual que la victoria sea gracias a la ayuda de entidades o individuos aliados. Sailor Moon es el ejemplo más clásico del desarrollo del shōjo como un montaje argumental del kawaii, convirtiendo a éste en un referente estilístico consagrado. True tears es otro ejemplo, más reciente, del tratamiento que el género da a la mujer: una criatura kawaii perfecta cuya vida podemos tomar prestada para sentirla parte de nosotros, de nuestros deseos personales por un ser adorable y decente.
El Magical Girl no ha tenido mucha publicidad como género independiente, pues es difícil que no se le identifique dentro de la esfera del shōjo. Sus motivaciones, si bien más específicas podrían confundirse con cualquiera de estos argumentos: las heroínas luchan contra el mal con el poder del amor. La aplicación del elemento kawaii a las historias de fantasía o ciencia ficción las vuelve más plásticas y asequibles mediante la ternura como un componente que los acerca más al mundo real de los consumidores.
La imagen de la chica indefensa también es muy habitual, siempre siendo el centro de las atenciones enfrentadas de terceros, y casi nunca una parte activa, ya sea en peleas, conflictos de intereses o relaciones entre otros personajes. Con el tiempo han aparecido notables excepciones, sobre todo en las versiones más extremas del shōnen, donde vemos personajes femeninos más fuertes que sus compañeros masculinos. Algunos ejemplos son la serie Black Lagoon o Witchblade.
Sin embargo de todos los géneros del manganime, tal vez los más injustos y escatológicos con las mujeres son el hentaiy el ecchi (el pornográfico y el erótico, respectivamente) donde se dan forma a las obsesiones sexuales y se desbloquean gran parte de los tabúes de los japoneses. En ellas la mujer es sometida, como parte de la totalidad de los actos sexuales. Incluso las figuras femeninas fuertes se “masculinizan” adquiriendo incluso atributos masculinos. No obstante también debemos destacar algunas series que destacan por la paridad de importancia en las tramas que gozan personajes de ambos géneros.
Pero si nos fijamos cuál ha sido la evolución del anime en los últimos años vemos como cada vez hay más estrenos de anime con alto contenido ecchi, sin ninguna base argumental. El problema es que el ecchi se ha dejado de utilizar como recurso a ser la base y el principal reclamo de la serie. Internet en la producción anime ha sido todo un “boom” en Japón, ya que la producción anime se ha internacionalizado y se ha expandido. Los japoneses que nacieron durante los años 80 y 90 son la primera generación conectada a Internet y abierta al exterior.
Hay que señalar a su vez que a principios de la década de los ochenta se acentuó, gracias en parte al manganime, la popularidad de las colegialas japonesas como modelo nacional del ser kawaii como vehículo para la extensión indefinida de la infancia y la adolescencia. Entonces empezó a pensarse en estas chicas como los nuevos iconos de la mujer japonesa ajustados a los referentes pop de fin de siglo.
Para concluir simplemente daremos unos apuntes que sirvan para situar el papel de la mujer japonesa contemporánea. Ya en el S. XX, especialmente durante el periodo de mayor crecimiento económico, se hizo evidente una clara división del trabajo en el matrimonio. Los convencionalismos parecieron recobrar vigor ante la emergencia nacional de reconstruir el país después de la guerra. El marido tenía la misión de trabajar, de producir, mientras la mujer se concentró en llevar las riendas de la familia. Es la esposa quien asume la completa responsabilidad por la educación de los hijos y quien administra los ingresos del hogar, incluso asignándole al marido una cantidad periódica para sus gastos. La madre japonesa estuvo sometida por esos años a grandes presiones ya que era ella la que llevaba la carga del éxito o el fracaso escolar de los niños. Los maridos pasaban largas horas alejados de sus hogares, prácticamente delegando todos los asuntos de la casa a las esposas. Muchas mujeres abandonaban sus empleos una vez casadas, para dedicarse exclusivamente al trabajo del hogar.
Pero, al mismo tiempo, la mujer japonesa comenzó a adquirir derechos y fue ganando terreno en el campo de las libertades individuales y en el ámbito laboral. La Constitución de 1947 y el nuevo Código Civil japonés de 1948, le garantizó a la mujer la igualdad de derechos con el hombre, incorporó el derecho al divorcio y restauró el derecho a la herencia. El derecho al voto para la mujer se había alcanzado en el año 1946, y la ley de igualdad de oportunidades en el empleo llegó en 1986.
La mujer japonesa de hoy disfruta de mayores libertades, siendo notable una evolución progresiva en los valores y paradigmas que orientan su rol en la sociedad. Según encuestas recientes, los jóvenes están más preparados hoy para compartir responsabilidades en la crianza y educación de los hijos, en el cuidado de los padres y en otras actividades domésticas. Actualmente hay más mujeres que regresan al trabajo después del matrimonio, existen más mujeres estudiantes universitarias, más mujeres profesionales y técnicos, mujeres en cargos públicos, en el Parlamento, en puestos ministeriales y en posiciones de liderazgo en los partidos políticos.
Vemos pues que la mujer japonesa de hoy no es ya aquel personaje tímido de antaño envuelta en un delicado quimono de seda que andaba siempre detrás de su marido. Ahora la situación ha cambiado, y las mujeres jóvenes prefieren los trajes de última moda. Compiten con ventaja con los hombres en nivel de educación, trabajan prácticamente en todos los sectores y disfrutan de una gran independencia económica y de movimientos.
En la actualidad se suele reconocer que las mujeres poseen mayor fuerza de voluntad y son psicológicamente más recias que los hombres. No cabe ninguna duda de que la familia moderna japonesa se centra en la madre, y está dominada por ella. De hecho, el padre es sólo un número en los asuntos de la familia. La gestión económica la lleva casi exclusivamente la madre, de quien el padre recibe una asignación semanal para los gastos privados. Pero aunque la esposa sea el miembro dominante en la familia, la posición de la mujer en la sociedad sigue teniendo carácter servil (honne).
Para saber más: