Desde Ecos de Asia nos hemos acercado en distintos artículos a temas relacionados con la cerámica o porcelana producida en la antigua China, en los que se nombraba y hacía alusión a los hornos de la localidad china de Jingdezhen. En esta ocasión pasaremos a comentar brevemente la importancia que esta ciudad ha tenido para el desarrollo de la producción cerámica del gigante asiático y cómo en la actualidad sigue siendo uno de los principales puntos de producción de porcelana a escala mundial.
Jingdezhen se encuentra situada en el sur del país, en la provincia de Jiangxi. La ciudad aparece en los registros de la dinastía Han con el nombre de Xinping, distinguiéndose ya en la época como uno de los principales centros de realización de porcelana, pasando a recibir su actual denominación durante la dinastía Song del Norte, en la que tomó en nombre del emperador Jingde (1004-1007).
Con el transcurrir del tiempo, Jingdezhen fue adquiriendo una importancia cada vez más destacada gracias a la realización de porcelana, ya que durante las dinastías Yuan, Ming y Qing fue el principal centro dedicado a la producción de este tipo de piezas. El éxito de la ciudad se debe a un cúmulo de circunstancias entre las que podríamos destacar su posición geográfica, el sistema de organización laboral, y el patronazgo y apoyo del que gozó por parte de las distintas dinastías imperiales.
El emplazamiento privilegiado de Jingdezhen hizo que este fuera un lugar ideal para la producción de cerámica y porcelana. Cerca de la ciudad se encuentran grandes depósitos de caolín[1] de la más alta pureza, y que fue en primera instancia lo que permitió la realización de piezas de porcelana. Las colinas que rodean la ciudad se encuentran además cubiertas de abundantes bosques, necesarios para proveer de combustible a la ingente cantidad de hornos dedicados a la cocción de cerámicas. Asimismo, a través del lago Poyang se estableció una red de transporte fluvial que facilitaba en gran medida la distribución y comercio de las piezas acabadas que se enviaban hacia la capital o la costa, principalmente hacia el importante puerto de Cantón, en donde eran embarcadas hacia Japón, Corea, el Sudeste Asiático, Oriente Medio y Europa.
La división del trabajo fue la base de su método productivo, permitiendo una alta especialización en los diferentes estadios de la realización de las piezas de porcelana, así como un exhaustivo control de la calidad de los productos. Así, en los distintos talleres trabajaban operarios encargados del aprovisionamiento de materias primas, del modelado, torneado y decoración de las piezas, de los trabajos de cocción, así como del embalaje y transporte final.
Por último no debemos olvidar que en gran medida el éxito de Jingdezhen se debió a la protección por parte de los dirigentes chinos que, independientemente de las dinastías gobernantes supieron ver el potencial de estos hornos y de la importante fuente de ingresos que suponían para el país.
Durante la dinastía Yuan[2] se produjo el inicio del control estatal sobre los hornos, si bien éste no se llevó a cabo de manera directa. Con los nuevos dirigentes mongoles, la cerámica sufrió un proceso de industrialización, ya que los sucesores de Kublai Khan, viendo el enorme potencial económico que suponía la exportación de porcelana para el comercio con los distintos pueblos turco-mongoles del resto de Asia, hicieron que los alfareros chinos comenzaran decorar las piezas de porcelana con el “azul mahometano” de procedencia persa y que poseía un valor igual al del oro, adoptando como decoraciones arabescos y motivos islámicos ajenos a la tradición china, dando así inicio a una de las tipologías de porcelanas más características de Jingdezhen.
Durante la dinastía Ming,[3] autóctona y nacionalista, coexistieron en Jingdezhen hornos imperiales y privados, lo que hizo que la cerámica se convirtiera en la industria con mayor volumen de negocio en el interior y exterior del país. La producción se diferenciaba según estuviera orientada al Palacio Imperial o para su exportación al resto de Asia o Europa, ya que no debemos olvidar que fue durante este periodo cuando China entró en contacto directo con el Viejo Continente, primero a través de los marinos portugueses y con posterioridad por holandeses, dando lugar a un comercio cada vez más importante en cantidad y menos en calidad, de porcelanas que por su novedad causaron un gran impacto en la alta sociedad europea.
La dinastía Qing[4] fue instaurada por los manchúes, un pueblo extranjero que habitaba en las fronteras septentrionales de China. La implantación de la nueva dinastía supuso un cambio en el gusto de las piezas, ya que se favoreció en extremo el gusto por las decoraciones elaboradas, en busca cada vez más de un virtuosismo técnico y formal. En Jingdezhen se acabó de implantar el patronazgo imperial, ya que en la época se designaban desde Pekín a altos funcionarios responsables directos de la producción ante el emperador.
Los modos de producción tradicionales se siguieron practicando en Jingdezhen tras la caída de la dinastía Qing y la proclamación de la República de China, perviviendo hasta mediados del siglo XX, momento en el que gradualmente fueron suplantados por técnicas más modernas, pese a lo cual en la actualidad todavía es posible contemplar demostraciones en talleres donde los ceramistas todavía mantienen vivas las técnicas tradicionales. Las modernas factorías de Jingdezhen producen en la actualidad grandes cantidades de piezas de porcelana, lo que sumadas a las de los distintos talleres del resto de China, hace que en la actualidad resulte más barata la adquisición de piezas realizadas en China que en el Viejo Continente.
Para saber más:
Notas:
[1] El caolín es el principal material empleado en la realización de porcelana. Se trata de una arcilla blanca muy pura compuesta de aluminio, silicato y agua, siendo el responsable de las características plasticidad, sonoridad, brillo y transparencia de la porcelana. El nombre de caolín proviene de un emplazamiento cercano a Jingdezhen, la montaña Kao-Ling shan.
[2] La dinastía Yuan (1279-1368) fundada por Kublai Khan, nieto de Genghis Khan fue el resultado de la expansión mongola por todo el territorio asiático. Kublai completó la conquista de China tras la derrota de los Song del Sur, trasladó la capital a Pekín y reforzó el poder militar en detrimento de la clase funcionarial china, en la cual los chinos ocuparon un papel secundario. Tras consolidar el territorio chino, se aventuró a la conquista de Corea y Japón, enviando en dos ocasiones su flota a la conquista del archipiélago, siendo rechazada por grandes vientos.
[3] La dinastía Ming (1368-1644) fue fundada por Zhu Yuangzhang, líder campesino que destronó al último emperador Yuan. Se caracterizó por ser un periodo de estabilidad política y reconstrucción económica, en el que los sucesivos emperadores se fueron desentendiendo de las labores de gobierno delegando estas en eunucos. Se llevaron a cabo reformas administrativas y económicas, así como la construcción de la Ciudad Prohibida en Pekín y la restauración y refuerzo de la Gran Muralla.
[4] Los orígenes de la dinastía Qing (1644-1911) se encuentran en los manchúes, pueblos nómadas de las estepas de Manchuria. Durante el mandato de los dos primeros emperadores manchúes, Knagxi y Qianlong, se afianzaron los contactos con Europa, aceptando en la corte como consejeros en materia cultural y científica a misioneros cristianos, especialmente jesuitas y monjes budistas procedentes de Tíbet. Bajo el gobierno de los Qing la economía estuvo basada en el comercio, estimulada por grandes cantidades de plata proveniente del comercio con Europa. El siglo XIX estuvo marcado por el declive político, social y económico, marcado por revueltas internas, enfrentamientos con las potencias occidentales, y la firma de tratados extremadamente desfavorables para los intereses chinos, que en última instancia conllevaron en 1912 a la proclamación de la República de China.