Entre 1910 y 1945 se vivió en Corea la ocupación forzada japonesa; durante esa etapa también encontramos la Segunda Guerra Mundial que se desarrolló entre 1939 y 1945. La mayor parte de las naciones se vieron implicadas en dicha acción bélica. En realidad, casi todos los países europeos estuvieron inmersos en el conflicto. La guerra se llevó a cabo entre dos bandos: los aliados, que estaban conformados por Irlanda del Norte, Francia, Polonia y Gran Bretaña, y por otro lado estaban las potencias del eje, conformado por Alemania, Japón e Italia.
Durante este periodo en Corea se vivió una tragedia paralela que sufrieron muchas mujeres de ese país, se trataba de la esclavitud sexual referida a la obtención, traslado y recepción de las mujeres utilizando métodos de intimidación como la amenaza o el uso de la fuerza excesiva, sobre todo, cuando hay alguna situación de vulnerabilidad como la pobreza.
Para esta ocasión decidimos abordar el tema de las mujeres de consuelo o mujeres de confort. Se trataba de un tipo de prostitución involuntaria o forzada, la cual convirtió a la mayoría de las mujeres coreanas (aunque había chinas, vietnamitas, tailandesas, etc.) en esclavas sexuales del imperio japonés.
Buena parte de esta tragedia colectiva hunde sus raíces en el expansionismo del imperialismo nipón en 1870, incrementándose en 1919. Las mujeres eran reclutadas en los puertos de sus países para luego ser transportadas en las bodegas de los barcos mercantes británicos. El reclutamiento de mujeres coreanas para la explotación sexual fue un fenómeno bastante recurrente en periodos de guerra.
Las mujeres jóvenes de países bajo el control japonés eran secuestradas de sus hogares o engañadas con falsas promesas de trabajo. Una vez reclutadas, eran llevadas a las estaciones de confort donde eran obligadas a “satisfacer” las necesidades sexuales de los japoneses. También eran llamadas mujeres de solaz o ianfu por su nombre en japonés, quienes vieron destruidas tanto sus vidas como su futuro. Una historia que tuvieron que ocultar, incluso a sus familias.
“¿Cómo contar nuestra historia? ¿Cómo decir lo que hemos vivido? ¿A quién? Ni siquiera a mi madre se lo pude contar” (…) Memorias silenciadas. Recuerdos difusos. Vergüenza. Episodios del pasado que vuelven bajo la autoridad incuestionable de las voces de las supervivientes. Voces de sufrimiento, indignación, desilusión, desahogo, justicia, verdad. Voces que se constituyen como primera manifestación del reconocimiento del horror. Voces de un espejo acústico devenido en espacio de memorias (…). Se (re)definen y (re)significan, una y otra vez, en las interrelaciones subjetivas de la vida diaria.[1]
Los japoneses solían buscar normalmente que fuesen jóvenes y vírgenes para que no pudieran contagiarles con enfermedades venéreas a los soldados. Esas casas de consuelo eran establecidas en todos los territorios ocupados por los japoneses como una forma de mantener alta la moral de las tropas impidiendo al mismo tiempo que violasen a las mujeres de la zona en la que se encontraban. Los abusos sexuales fueron una medida para demostrar el poder nipón sobre sus colonias.
La guerra que Japón había iniciado resultaba temeraria (…): mantenían sus tropas largos periodos de tiempo en los territorios que iban ocupando para mantener el control y hacerse con los recursos. A esto había que sumarle la escasez de permisos que tenían, de modo que se encontraban atrapados en una guerra difícil de justificar donde la victoria era efímera. Por todo esto, los altos mandos consideraron necesario proporcionarles una vía de escape para mejorar su moral, lo que se traduciría en sexo.[2]
Lo primero que se hizo fue establecer el lugar en el que se ubicarían la casa de confort[3] y, después, procedieron a regular dichos establecimientos de la siguiente manera:
Los soldados tenían un horario de 10:00 a 17: 00 horas, con un tiempo de veinte a treinta minutos, Los suboficiales entre las 17:00 a las 21:00 horas, y un tiempo de treinta a cuarenta minutos. Por su parte, los oficiales tenían un horario de 21:00 a 24:00 horas., con un tiempo estimado de treinta a cuarenta minutos.
También se establecieron turnos para la afluencia de las diferentes unidades del ejército nipón: los domingos eran para el batallón de infantería, los lunes era el turno de la caballería, los martes para los ingenieros, los miércoles era un día de descanso y el examen físico de las mujeres de consuelo, los jueves era el turno de los médicos, los viernes se le otorgó al batallón de artillería y el sábado para los de transporte.
La mayoría de ellas tenían entre catorce y dieciocho años. Además, estaban aisladas del mundo exterior: no podían entrar en contacto con sus familias y no tenían a nadie en quien confiar.
Un número aproximado de 200 000 jóvenes fueron convertidas en esclavas sexuales durante la guerra por el gobierno japonés y, aunque no ha podido confirmarse, parece ser la cifra más exacta. Lo que sucede es que cuando Japón estaba a punto de rendirse por no encontrar otra salida se dio un esfuerzo organizado para quemar y destruir cualquier documento o evidencia que mostrase el cruel tratamiento al que sometieron a sus prisioneros y a los civiles en las zonas ocupadas.
Pese a que los japoneses intentaron ocultar dichas atrocidades, Estados Unidos encontró una grabación y varias fotografías en las que pueden verse las casas de confort. Esas evidencias impidieron que Japón pudiera seguir evitando que el mundo conociera la existencia de esos lugares. Hasta la actualidad, el país nipón sigue sin aceptar dicha situación.
Sin embargo, también existen testimonios de hombres que sirvieron como soldados durante la Segunda Guerra Mundial para Japón que admiten todo lo ocurrido a las mujeres de consuelo, como fue el caso del ex soldado Masayoshi Matsumoto, quien explicó lo que vivió tanto él como su unidad, quienes contaban con seis mujeres de confort para satisfacer sus necesidades sexuales.
Podemos finalizar recordando que este triste y doloroso episodio en la historia de Corea fue silenciado durante muchos años por Japón y, aunque en la actualidad sigue sin ser aceptado, la realidad es que muchas mujeres que en su momento fueron esclavizadas sexualmente sirven como un ejemplo perfecto de cómo tratar de ocultar la historia puede suponer el sufrimiento de cientos de personas. Sin embargo, esa realidad no puede ser callada por siempre.
Para saber más:
Notas:
[1] Alvarez, Maria del Pilar, “El pasado en primera persona: las mujeres de confort en el cine documental surcoreano”, en Question, vol. 1, nº35, 2012, p. 3.
[2] Pinto Pérez, Marta, La esclavitud sexual como arma de guerra: Halmoni, la historia de una mujer confort, Trabajo de Fin de Grado, Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Compostela, 2016, p. 11.
[3] Una vez conseguido el inmueble, se ponía en marcha el proceso para habilitarlo: los soldados especializados en carpintería y enyesado se encargaban de reformar los interiores, distribuir los espacios en pequeñas habitaciones, construían aseos y recepciones. Finalmente, cada uno de los dormitorios se proveía con una cama, mantas y líquido desinfectante. En cuanto a la supervisión y el control, diversos tipos de autoridades, altos mandos, departamentos de organización de los cuarteles de los ejércitos en el campo, oficiales de la línea de suministro al mando de este tipo de operaciones, tesoreros o ayudantes de cada regimiento o división, o la propia policía militar, eran los responsables del correcto funcionamiento de las “casas de consuelo”. Ibídem. p. 12.