Pese a la riqueza que la cultura occidental aporta al arte universal, no hay que olvidar que no es el único vector que contribuye al desarrollo de éste. Partiendo de esta premisa, podemos afirmar que los caminos en el arte y la historia son siempre de ida y vuelta lográndose en el trayecto de los mismos fenómenos de imbricación que generan tipologías únicas y representativas de un periodo concreto en un territorio. Precisamente este fenómeno es lo que aconteció en el subcontinente indio, generando un gran poso cultural e histórico en todos los rincones de su geografía. Si nos adentramos de manera más profunda en la historia de la India veremos de forma temprana su riqueza y complejidad, haciendo esto imposible ofrecer una visión total del arte indio y su cultura. Por ello nos centraremos en el marco cronológico establecido por la dinastía mogola (1526-1858) y en concreto en su arquitectura funeraria, como son las tumbas.
Antes de abordar el tema artístico, debemos hacer un pequeño recorrido histórico de la implantación y el desarrollo relativo a esta dinastía. Desde luego el radicalismo religioso adoptado por parte del imperio mogol no es baladí, ya que los musulmanes penetraron en el subcontinente indio en la temprana fecha de 715 (prácticamente cien años después de la muerte del profeta Mahoma, sucedida en el 632) cuando el joven general Mohammed Bin Qashim llegó a dicho territorio desde Iraq y derrocó al rey hindú Rajar Dahir tras una cruenta batalla. De este modo el imperio mogol adoptará la religión islámica y reinstaurará con ello las formas de su arte.
La denominación de imperio mogol viene dada por la pertenencia a la línea sucesoria de Timur Lang (etnia turco-mongola), el último de los grandes conquistadores nómadas que consiguió tener bajo sus dominios gran parte de Asia Central, siendo por tanto una derivación lingüística del vocablo “mongol”.[1] Timur Lang ya había ocupado la India en la fecha de 1398 debido a la expansión de su vasto imperio, cuya capital político-administrativa fue la ciudad de Samarcanda (Uzbekistán). En la temprana fecha de 1506 el imperio timúrida (turco-mongol) estaba al borde de la desaparición, produciéndose así en la fecha de 1507 una serie de batallas entre éstos y los uzbekos en las ciudades de Fergana, Bujára, Jiva y Samarcanda. En un último intento de subsistencia y aprovechando las disensiones políticas que había en la India del momento Babur (uno de los descendientes de Timur Lang) invadió el territorio, llegándose a consolidar su dinastía y él como gobernante del subcontinente Indio en 1526, cuando derrocó en la batalla de Panipat al sultán Ibrahim (último del sultanato de Delhi).
Así pues, se inaugura el imperio mogol, cuyos gobernantes ejercerán sus sucesivos regímenes hasta el siglo XIX. Desde 1526 y gracias a sus logros militares, Babur asienta la nueva dinastía, falleciendo en la temprana fecha de 1530 y por desgracia no disfrutando de los triunfos adquiridos en sus gestas militares. Tras su fallecimiento no fue fácil gobernar tal territorio, su hijo Jumaiún tuvo que enfrentarse a problemas administrativos (teniendo que mantener la estabilidad en el imperio) y bélicos, sufriendo ataques directos efectuados por rebeliones como la encabezada en 1540 por Sher Shah Suri, fundador de la dinastía afgana suri,[2] que forzaron el exilio del gobernante a Persia durante un periodo de diez años, retomando este finalmente el poder sobre la ciudad de Delhi en 1555.
Tras la muerte del anterior en 1556, ascenderá a la temprana edad de trece años su hijo Akbar. En este periodo el imperio mogol iniciará una carrera creciente hacia la prosperidad y pervivencia de su dinastía, continuándose con la política expansionista que les había llevado a una posición preeminente. Se dice que para su pueblo fue un líder fuerte con ideas claras y rigurosas decisiones, logrando gracias a ello uno de los mayores imperios de la zona, abarcando desde Kabul a Bengala. Debido a su sabiduría y perseverancia el imperio mogol gozó en su mayor parte de buena salud durante su mandato. Se le atribuye la creación de una religión que aunaba fundamentalmente principios del hinduismo y del islam conocida como din-i-ilahi (la fe divina). Esta acción ofendió de manera drástica a una buena parte de los musulmanes suníes, generándose así un rencor hacia el estado que posteriormente desembocará en una revuelta bélica la cual se cobrará la vida de su nieto Sha Yaján.
Pero sin duda el gran impulso económico del imperio mogol ocurrió bajo el gobierno de Ajangir y su sucesor Sha Yajan, alcanzado el arte mogol en este periodo su zenit en todas sus manifestaciones. Aunque Ajangir también acometió barbaridades como la persecución de los practicantes del jainismo o el asesinato del gurú de la religión sijista Áryuna Dev, todo ello se realizó en boga del desarrollo del islamismo. Esto fue lo que llevó de manera definitiva a que Sha Yajan ocupase el trono mediante una rebelión gestada a través de tensiones políticas y sucesorias. Además fue el líder que mandó edificar el Taj Mahal, obra que a día de hoy es considerada una de las más representativas del país.
El carácter expansionista del imperio mogol no mermó durante el periodo de mandato de Sha Yajan intentándose conquistar zonas situadas al noreste del país, generándose de esta manera pequeños puntos de conflicto que hicieron que el imperio poco a poco perdiese fuerza en todos sus aspectos. Este mandatario también promovió la construcción de una gran red de comunicaciones, además de fomentar la cultura a través de la artesanía.
El reinado siguiente, que corresponderá a su hijo Aurangzeb, será el último que conserve parte del esplendor de ese imperio mogol que se encontraba en alza desde la segunda mitad del siglo XVI. Época en la que el radicalismo religioso se volvió mayor y donde la economía comenzó a desplomarse de manera catastrófica y vertiginosa, llevando esto como consiguiente la extinción de la dinastía mogola a lo largo del s.XVIII y desembocando finalmente en la toma de la India por el gobierno británico en el año 1856.
Pasando ya al caso concreto de la arquitectura, podemos decir que la aportación islámica al arte de la india no se limita a una sola tipología sino que también inundó y generó otras construcciones como fueron los palacios, las fortalezas y las mezquitas. Así pues, resulta complicado establecer unas características generales para una tipología tan variada como es la de las tumbas, ya que el empleo de cúpulas estilizadas y arcos apuntados renovó el lenguaje hasta entonces presente. Aun así y pese a las dificultades que ello conlleva, intentaremos exponer a continuación de forma clara y ordenada las semejanzas que muchas de ellas presentan durante el periodo de dominio mogol, generándose por tanto un fenómeno único en el mundo en cuyo proceso se imbricación e incorporaron formas de las tradiciones hindú e islámica.
La función principal de estos monumentos es señalizar un lugar de descanso en el que yace un personaje importante. La primera arquitectura funeraria en el imperio mogol empieza a realizarse cuando grandes hombres de esta dinastía comienzan a enterrarse en las mezquitas, proporcionando de esta manera un lugar donde venerar lo divino, intentando hacer una asociación entre lo humano y lo que se haya en un plano superior (idea que ya subyacía en los martyria cristianos y que posiblemente, de forma posterior, se trasladó al islam). Contando de esta manera todas ellas con un gran espacio interior generado a partir de la creencia religiosa islámica en la existencia del alma y sus limitaciones terrenales.
No obstante, no hay que olvidar que este tipo de construcciones tendrá una fuerte vinculación con la arquitectura imperial timúrida caracterizándose ésta por ser edificaciones colosales que muestran al exterior un esqueleto estructural, refinándose mediante la utilización de colores y la variada disposición de los materiales. Aquí ya los grandes iwan y la repetición secuencial de formas constructivas en los accesos comenzó a generar un estilo propio, como si de un juego escénico se tratase. A parte de eso, las paredes del conjunto delimitaban lo que se considera el recinto sagrado. Por tanto, se constata con ello que el sentido utilitario va a estar siempre integrado dentro del simbólico, convirtiéndose en un solo concepto indivisible.
La renovación de las formas traída por el islam esta patente en todos sus elementos, desde los arcos apuntados que suelen recorrer la mayoría de sus frentes, hasta la idea de construir edificios de planta centralizada (datándose ejemplos tan tempranos como la Qubbat al-Sakhrah de 691 que se engloba dentro del denominado arte paleoislámico), así como la relación simbólica de las proporciones.
Todas estas manifestaciones arquitectónicas siguieron los principios de la geometría sagrada reflejada en las escrituras coránicas haciendo referencia siempre a ese mundo divino, tendiendo a la riqueza decorativa mediante la utilización de diversos colores, generando así una sensación de impermanencia y fugacidad característica del arte islámico.[3]
Uno de los hitos que marcaron la génesis en la creación tipológica de las tumbas mogolas es la de Humayun de 1574. Hasta ese momento el material preeminente fue el ladrillo y no la piedra, tal y como se percibe en las tumbas anteriores pertenecientes a las tradiciones constructivas timúrida o persa como la tumba de Gur-e Amir de 1403 en Samarcanda. También destaca la presencia de los jardines, espacio de recreo que servía como representación del paraíso en un mundo terreno. Debido a la disposición y estructura planteada en esta construcción, las tumbas posteriores como la de Akbar de 1605-1613, Jahangir de 1605-627 e Itimad-Ud-Daulah de 1622-1628 seguirán la misma tipología, teniendo como cierre de su evolución y florecimiento del desarrollo de la misma el Taj Mahal de 1631-1653.
A modo de conclusión podemos decir que tras esta ligera aproximación hemos podido adentrarnos de manera parcial en lo que fue la arquitectura más representativa de un periodo concreto dentro de la profusa historia de la India, consiguiendo así vislumbrar parte de su esencia, que pese a que en un primer momento nos parezca tan lejana o distante, en el fondo son formas de reinterpretación que nosotros también tenemos asimiladas en nuestra cultura occidental. Quedando patente en este sentido la hibridación de varias corrientes como fenómeno autóctono y representativo de un territorio amplio cuyas manifestaciones artísticas forman parte del rico patrimonio de la humanidad.
Para saber más:
Ahmad, Aziz, An intellectual history of Islam in India. Edimburgo, Edinburgh University Press, 1969.
Burton-Page, John, Indian islamic architecture: forms and typologies, sites and monuments. Leyden, Brill, 2008.
Krusche, Krupali Uplekar; Aijian, Danny; Anders, Selena; Dokonal, Iva; Kapadia, Jill. “History, morphology and perfect proportions of mughal tombs: the secret to creation of Taj Mahal”, Archnet-IJAR, nº 1, volumen 4, 2010, pp. 158-178.
Wink, André, Al-Hind: the making of the Indo-Islamic world. Leiden, Brill, 1990.
Notas:
[1] El ascenso al poder de Timur Lang (1336-1405) fue algo complejo. Primero tuvo que coronarse como gobernante de su tribu, los barlas, para posteriormente someter a la confederación de tribus que correspondían al kanato de los descendientes del segundo hijo de Genjis Kan. A partir de aquí consiguió una gran carrera militar y conquistadora portando el título de amir (comandante), ya que el título de kan estaba restringido a la línea sucesoria de Gengis Kan y por tanto el nunca tuvo una apropiación del mismo. Venció en batallas tan significativas como la del río Terék (1395) en la que venció a Toqtamish consiguiendo que sus tropas llegaran a Moscú o en su “campaña de los siete años” (iniciada en 1399) demostrando su poder contra los mamelucos en Siria y contra los Otomanos en anatolia, además de capturar las ciudades de Alepo, Damasco y Homs.
[2] La dinastía suri gobernó un vasto territorio del subcontinente indio que abarcaba desde Pakistán hasta Bangladesh entre 1540 y 1555 gracias al quiebre producido en el poder mogol a partir de las batallas de Chausa (1539) y de Bilgram (1540). Hay que advertir que durante el mandato de esta dinastía hubo una serie de reformas administrativas además de un desarrollo económico que propició la disminución de la corrupción en el gobierno.
[3] Las principales características del arte islámico podríamos decir que son el aniconismo (tendencia a no representar figuras humanas y animales), la estilización (a partir de composiciones geométricas), el antinaturalismo (fruto de la espiritualidad y de ese mundo etéreo), la mutabilidad (recurso de repetición que genera un horror vacui) y el eclecticismo (capacidad para asimilar elementos de otras culturas y hacerlos propios).