Introducción a una intensa historia de amor: Occidente descubre Bali
Es de sobra conocido cómo durante el periodo de entreguerras, la indonesia isla de Bali fue “descubierta” por Occidente, tanto en el imaginario popular como en la creciente industria turística. El proceso, analizado y descrito en numerosas ocasiones, respondía tanto a una serie de encuentros personales más o menos casuales como a una maniobra del gobierno colonial holandés para lograr la asimilación y rentabilización de una de sus últimas conquistas, llevada a cabo a principios del siglo XX.[1]
A pesar de que la isla tenía un rico y complejo pasado cultural, la modernidad la había privado de la que durante siglos fue su mayor fuente de ingresos: el comercio de esclavos. Por ello, se trataba de una colonia muy poco rentable para el gobierno holandés, aunque esto no fue percibido hasta poco después de la conquista. Precisamente por este motivo, una de las primeras actividades del gobierno colonial holandés fue el buscar una nueva función para la isla dentro de su sistema.
Difícilmente industrializable, y sin un potencial urbano ni sustrato colonial importante o sin una producción exuberante de materias primas de gran demanda internacional, la solución más sencilla pasaba por convertir la isla en un museo viviente en medio de un gran parque natural, potenciando tanto su agradable y variada naturaleza como la peculiar cultura de sus pobladores; en cierta medida, esto entroncaba con los tan de moda espectáculos humanos de las exposiciones internacionales y jardines de aclimatación europeos y norteamericanos.
Para muchos, la particularidad cultural de la isla consistía en su práctica de la religión hinduista –que la convertía en una rara avis del archipiélago malayo–, pues Bali había permanecido al margen de la conquista islámica durante el siglo XVI, recibiendo entonces una fuerte inmigración de las élites económicas y culturales javanesas, que trajeron consigo formas culturales que encontraron refugio en las pequeñas cortes de la isla. Así pues, en Bali, habían pervivido –hasta entonces, con poca interacción occidental– toda una serie de manifestaciones culturales que tenían su máxima expresión en la Java Mayapahit, superpuestas sobre un sustrato rural pre-hinduista, que había dado como resultado una cultura sincrética en la que cultos agrícolas convivían con un sistema de castas y una fuerte compartimentación y jerarquización social. El relativo aislamiento de Bali hizo que en ella se desarrollasen formas artísticas muy marcadas y originales, que en este momento de auge de los primitivismos artísticos que tuvo lugar durante las primeras décadas del siglo XX conllevó que, por parte de artistas y antropólogos, la isla fuese reclamada como una especie de reserva cultural de unas formas más “puras”.
Aunque ya unos pocos viajeros, artistas y científicos habían comenzado a narrar a Occidente las bondades de la isla,[2] hacía falta dotarla de una logística adecuada para permitir un turismo que pudiese apreciarlas. En primer lugar, se construyeron carreteras, y en 1914 comenzaron a diseñarse los primeros folletos turísticos; a partir de 1923, comenzarían las líneas regulares de pasajeros entre Java y Singaradja (Bali) de mano de la línea holandesa K.P.M.; la edificación de hoteles no comenzaría hasta 1928.[3]
Sin embargo, buena parte de la “culpa” de que Bali comenzase a pasar al imaginario popular no fue del gobierno colonial, sino de los muchos artistas y viajeros que eventualmente fueron llegando a la isla y que sobre ella produjeron notables y atractivas imágenes de gran belleza y exotismo. Buena parte de la culpa la tendría Gregor Krause (1883-1959), un médico alemán que trabajó para la Compañía de las Indias Holandesas y que residió en la isla entre 1912 y 1914. Destinado a la aldea de Bangli como médico de la administración colonial, Krause no se encontró un Bali monumental ni cosmopolita, sino una isla rural y modesta que luchaba por transmitir y embellecer sus tradiciones. Como resultado de su experiencia escribiría un libro que adornó con una selección de cuatrocientas fotografías tomadas durante su ejercicio: Bali 1912 (1920). A pesar de que Krause se encontró con Bali rural, enfermo y hambriento tras las numerosas guerras coloniales, las fotografías de mujeres semidesnudas del libro de Krause fueron entendidas –especialmente en los Estados Unidos– como un ejemplo de libertad y de exuberancia femenina. Aunque a la gente todavía le costaba situar Bali en un mapa, se sabía que era un lugar de hermosas mujeres morenas, apacible y tranquilo. En 1926, la traducción del libro de Krause al inglés coincidió con la irrupción de Bali en el mundo del cine, paso definitivo y casi totalmente irreversible.
En este mismo año llegaba a la isla su visitante más ilustre: Walter Spies. Nacido en Moscú, en una familia de diplomáticos alemanes, se formó como músico y pintor en Alemania durante la década de los 20. En 1923 aceptó un puesto en la orquesta de gamelán del sultán de Yogyakarta (Java), y tres años más tarde llegó a Bali. Algo tuvo la isla que le hizo sentirse enseguida como en casa. Así, mientras se dedicaba a estudiar las artes locales (en especial la música y la danza, sobre las que a posteriori teorizaría), Spies se autoproclamó embajador de los extranjeros en Bali, ofreciéndose como guía y anfitrión de todo recién llegado. En poco tiempo, logró ser el más experto conocedor de la isla, y requerido y amado por todos, sirviendo de anfitrión y consejero de personajes como Miguel Covarrubias,[4] Charles Chaplin, Noël Coward, Vicky Baum o Colin McPhee. Junto con las visitas, comenzó a aumentar la presencia de Bali en libros y películas.
Durante el periodo de entreguerras, Bali recibiría sobrenombres tan pintorescos como “la isla de los dioses”, “la isla de los demonios”, o incluso “la isla de los senos desnudos”.[5] La peculiar mezcla entre una cultura refinadísima y algo que a los occidentales se les antojaba tan primitivo como erótico –la desnudez parcial–, hizo que Bali se convirtiera en la protagonista de toda una serie de textos y películas[6] de diferentes tonos (del drama selvático romántico selvático al travelogue, pasando por la novela histórica y los estudios antropológicos) que se generalizarían en la década siguiente.
Así, durante la escapista década de los 30 será cuando gracias a los libros de personajes como el mencionado Krause, Helen Eva Yates, Miguel Covarrubias, Hickman Powell, Geoffrey Gorer o Vicky Baum, películas como las de Roosevelt y Denis o de la Falaise, o al hábil marketing del gobierno holandés, Bali encuentre su lugar definitivo en el imaginario occidental de los últimos paraísos perdidos de los Mares del Sur, atrayendo al turismo de lujo a la isla, que fue visitada por actores como Claudette Colbert o Charles Chaplin, y que se convirtió rápidamente en una popular parada de los cruceros de lujo. Gracias tanto a su remarcable cultura local como a las representaciones que los extranjeros hicieron de la misma, Bali se fue definiendo como un lugar de lujo y voluptuosidad, además de un lugar de libertad religiosa y sexual al que viajaban todos los que querían y podían.[7]
Como bien comentara Geoffrey Gorer, “En los últimos diez años, de esta isla se ha escrito, ha sido filmada, fotografiada y comentada efusivamente hasta un extremo que rusticaría la náusea”.[8] Bali inundaba no sólo las salas cinematográficas y los estantes de las librerías, sino también el mundo de la música, la decoración e incluso de la moda: el propio Covarrubias fue contratado por los grandes almacenes Franklin Simon & Co, de la Quinta Avenida de Nueva York, para diseñar una serie de telas inspiradas en el tradicional batik balinés.
El paso del exploited Bali a su encumbramiento por motivos antropológicos tendría lugar en 1937, con la popular obra del mexicano Miguel Covarrubias Island of Bali –todavía considerado como el libro de mayor entidad sobre la isla– a los que seguirían las obras de Spies y de Zoete,[9] McPhee y, especialmente, Margaret Mead y Gregory Bateson,[10] que conferirían a la cultura balinesa una mayor dignidad en los ámbitos científicos a partir de las décadas de los 40 y 50.[11]
La Segunda Guerra Mundial sorprendió a la isla en un momento de gran efervescencia artística, y prácticamente la eclipsó por completo. Los japoneses ocuparían Bali en 1942 y el mercado artístico y turístico se reduciría hasta lo esencial, algo que continuaría en la posterior Guerra Civil (1945-1949). Éste sería el comienzo de una época de decadencia de la que Bali nunca se recuperaría, aunque el gobierno de Sukarno (1949-1967) vio los últimos estertores del Bali exótico y sensual. Suavizado el atractivo del peligro y la desnudez, denunciado por los antropólogos emergentes, el interés por Bali se fue gradualmente diluyendo, a lo que ayudó la aparición de una serie de imágenes difusas sobre la isla.[12]
La década de los 60 no fue precisamente idílica: la Guerra Fría y la intervención en Vietnam dificultaban enormemente el turismo, y el golpe de Estado del general Suharto y toda una serie de matanzas ideológicas hicieron que Bali prácticamente desapareciera del imaginario popular: las celebridades ya no visitaban la isla, los grandes estudiosos habían pasado a mejor vida (o, al menos, a mejores temas) y las pocas novelas que se escribían sobre ella no transpiraban una lectura tan halagadora.[13]
Con omisibles excepciones, la isla fue progresivamente despareciendo de las pantallas y estanterías, con alguna excepción de tipo documental, que alababa las bondades del paisaje, en consonancia con el renovado amor por la naturaleza de la época. No obstante, la presencia Occidental había dejado una irreversible impronta en las gentes y las artes de Bali, como veremos a continuación.
La influencia de lo Occidental en las artes balinesas
La deificación de Bali fue tan corta como sincera, pero sin duda dejó una fuerte impronta, que no solo representó nuevos valores y salidas para la isla en términos turísticos y socioeconómicos, sino que el contacto con Occidente supuso un notable impacto en las artes locales, tanto por la visita y/o asentamiento de artistas extranjeros –que importaron tanto nuevos lenguajes como técnicas y modos de trabajo–[14] como por los cambios en los modos de producción destinados a satisfacer las demandas turísticas.
En el campo de las artes plásticas, se fueron abandonando progresivamente los usos y estilos de la pintura balinesa tradicional (llamada Kamasan o Wayang),[15] al tiempo que los centros artísticos se diversificaron: Ubud, centro cortesano tradicional, entró en franca competencia con Batuan[16] y Sanur,[17] y las artes locales se vieron favorecidas por la creación de asociaciones como el Pita Maha (literalmente,“el gran espíritu”),[18] creada por Walter Spies, que con apoyo cortesano y vanguardista las impulsaban en el extranjero; renovaciones similares se produjeron en el campo de la escultura.[19]
Durante las décadas de los 60 y 70, surgirían otras escuelas de pintura que guardaron gran relación con la presencia de Occidente en la isla, como el movimiento del Young Artist Painting, liderado por el holandés Arie Smit,[20]o la miniatura Keliki, ligada a la aldea del mismo nombre.[21]
Quizás lo que más fascinó a los intelectuales extranjeros fue todo el tema de la danza. Durante la década de los 30, la de mayor innovación, se sistematizaron ciertos espectáculos teatrales y bailes tradicionales (muchos de los cuales, como el Legong, perdieron progresivamente su carácter ritual para adecuarse a la necesidades turísticas), e incluso algunos, de tremenda apariencia nativa, fueron creados de la nada para satisfacer a turistas y coreógrafos; tal es el caso del kecak, que aún es una de las danzas más reconocibles de la cultura balinesa, y que fue diseñado, en aquellos momentos por I Wayan Limbak y Walter Spies. A la isla acudieron coreógrafos y estudiosos de la danza, como Beryl de Zoete o Katherine Mershon, además de músicos como Colin McPhee, que escribió el primer estudió occidental sobre la música de gamelán, que fue notada por primera vez.
Epílogo: nuevas espiritualidades y nuevas consecuencias
Pasada la Segunda Guerra Mundial, y, especialmente las la proclamación de Hawaii como uno de los Estados Unidos de América de pleno derecho, Bali fue desapareciendo progresivamente del ideario paradisiaco. Esto, sumando a la turbulenta historia política de la recién nacida Indonesia, y a la implantación tardía del turismo aéreo, fomentó el olvido general de Bali hasta principios de la década de los 90, cuando el turismo volvió con fuerza y se construyeron los resorts masivos que dispararon los precios de la isla; se potenció, más que nunca, la práctica de surf y del submarinismo –amén de las falsas bodas “a la balinesa”–, y la isla se pobló tanto de turistas como de expatriados de todo el mundo –especialmente australianos–.
La bonanza económica se vería violentada cuando, consecuencia de los sangrientos atentados islamistas del 2002, el turismo cayó masivamente; más de 200 personas murieron (y más de 200 fueron heridas de gravedad) cuando la congregación Jemaah Islamiyah detonó tres bombas, una de ellas en la abarrotada zona de Kuta; en 2005, otro atentado dejó 20 muertos y 100 heridos.[22] La hipotética Pax Pacifica, caldo de cultivo de escuelas de yoga y de piñas coladas, se había visto abruptamente interrumpida con el temido terrorismo islámico, capaz de asolar uno de los reductos más occidentales de todo Oriente.
Sin embargo, muy pronto, otro nuevo producto occidental –imbuido de espiritualidad New Age– iba a revitalizar el turismo en Bali, situándolo en el mapa para las generaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial: Come, reza, ama (2006), la novela semibiógráfica de Elizabeth Gilbert sobre una treintañera estadounidense descontenta con su aparentemente idílica vida que decide dejarlo todo para irse, entre otras cosas, a amar a la isla de Bali (tras una purificación espiritual en India); el libro se convertiría a su vez en un blockbuster homónimo de 2010 protagonizado por Julia Roberts. Tanto el libro como la película (rodada in situ) describían un Bali correcto (en cuanto a las breves introducciones históricas y antropológicas) aunque extremadamente superficial, ensalzándose únicamente sus valores más culturales (quizás, el amor por las artes y la supuesta espiritualidad local). Quizás la representación de Bali no era más simple que la de la mayoría de películas y novelas anteriores; Bali era un lugar para amar, para ilusionarse, para encontrarse a sí misma, especialmente cuando eras mujer. O al menos eso debieron pensar los centenares de mujeres de mediana edad que comenzaron a viajar solas a Bali a partir del éxito de la novela –y especialmente, de la película–, y que han generado lo que se considera una auténtica industria[23] de sanadores, terapeutas, clases de meditación y tours guiados a los diferentes enclaves de la película.
Estrechamente relacionado, el turismo femenino de placer y aspiraciones románticas ha generado un importante mercado de prostitución masculina en las playas de Bali; muchas de las clientas han llegado incluso a casarse con balineses que se llevaron a los Estados Unidos, y otras tantas se convirtieron en la “esposa blanca” de hombres ya casados que se anunciaban en las playas de Kuta y Sanur.[24]
Posiblemente, Bali no esté viviendo su mejor momento. El bajón del turismo provocado por los atentados de Kuta vio una breve recuperación con el fenómeno Come, Reza, Ama, pero este conllevó el mencionado aumento de la prostitución y, especialmente, del tráfico de drogas; algunos diarios denuncian el maltrato en las cárceles balinesas (como la prisión de Keborokan), especialmente pobladas de extranjeros condenados por delitos relacionados con el narcotráfico.
Las imágenes más recientes nos hablan de colosales hoteles y lavados de cara de apariencia progresista (como la celebración de un “modesto” certamen de Miss World este 2013, en el país de mayoría musulmana más poblado del mundo), y de una globalización que se erige casi total: el Starbucks de Ubud, tradicional centro religioso y artístico de la isla, recibe muchas más visitas que sus templos. ¿Está acaso Bali echada a perder? “Sin duda, muy pronto Bali estará “echada a perder” para aquellos viajeros quisquillosos que detestan todo lo que traen consigo.”[25]
Bibliografía
Notas:
[1] A partir de las décadas centrales del siglo XIX, el gobierno de los Países Bajos comenzó una serie de ofensivas militares contra los diferentes reinos de la isla de Bali, que irían cayendo y pasando a estar bajo control holandés a partir de 1846, en un proceso que culminaría con la conquista de Klungkung en 1908. Dado que en Bali existía la costumbre del pupután –o suicidio ritual, en el que el rajá de cada uno de los reinos se suicidaba junto a su séquito– estas sangrientas conquistas recibieron una especial atención en la prensa internacional.
[2] Aunque autoridades coloniales como Sir Thomas Stamford Raffles y estudiosos como R. Friederich o A.R. Wallace habían publicado largos textos sobre la isla, fue la llegada del artista y periodista holandés W. O. J. Nieuwenkamp (1874-1960) en 1906 –coincidiendo con la destrucción de Denpasar– la que, gracias a sus delicadas ilustraciones en clave art nouveau, produjo uno de los primeros libros de éxitos sobre la isla, Bali en Lombok (1906), una obra que hablaba del Bali monumental y pintoresco, al tiempo que se interesaba por las formas de representación autóctonas.
[3] El Bali Hotel, adaptado desde la anterior casa de huéspedes del gobierno colonial en Denpasar, se abrió al público en 1928; hasta aquel momento, y también después en localidades más pequeñas, funcionaron una serie de “casas de descanso” (pasangrahan) propiedad del Gobierno, que estaban destinadas en primer lugar al alojamiento de oficiales, pero que en caso de tener suficiente espacio también aceptaban turistas.
[4] Covarrubias, Miguel. La isla de Bali. Palma de Mallorca, José J. de Olañeta, 2012 (primera edición, Covarrubias, Miguel. Island of Bali. Nueva York, Alfred A. Knopf, 1937). Miguel y Rosa Covarrubias llegaron por primera vez a Bali en 1930, como destino de su luna de miel; el tomarse la molestia de aprender malayo en el trayecto les ayudaría es su inmersión cultural. Miguel (1904-1957) era un artista mexicano que había una gran carrera como caricaturista e ilustrador en Nueva York, trabajando para revistas como Vanity Fair, Vogue, The New Yorker, Fortune, Colliers o Life; Rosa Rolando –su nombre artístico– era una bailarina, actriz y modelo de famosos fotógrafos. Pasarían varios meses en la isla, viviendo en la casa del príncipe Gusti Ali Oka, durante los cuales Miguel tomó bocetos y pintó algunos gouaches, y Rosa se interesó por la gastronomía y por el baile. A su vuelta a Nueva York, en 1932, Miguel realizaría una exitosa exposición de pinturas de tema balinés, que, alabada por Diego Rivera, despertó el interés de la alta cultura por Bali. Esto haría que, al año siguiente, Miguel recibiera una beca de la Fundación Guggenheim para escribir un libro sobre Bali, lo que llevaría a la pareja a vivir nuevamente en la isla, de la que volverían definitivamente en 1934; los estudios de Covarrubias cristalizarían en el libro que, acompañado por las deliciosas fotografías de Rosa, se convertiría al instante en un completo superventas y en la publicación de referencia.
[5] Este es el título de una popular novela francesa: de Keyser, Edouard. L’Île des Seins Nus. París, Les Editions de France, 1933.
[6] Ayudados por el artista y musicólogo Walter Spies, los cineastas André Roosevelt (1879-1962) y Armand Denis (1896-1971) rodaron en 1928 la primera de las películas de ficción sobre la isla, Goona-Goona (también conocida como The Kriss o Black Magic), que gracias a su acertada combinación de romance, esoterismo y aventuras selváticas –con algún que otro topless–, se convirtió en un éxito tras su estreno en Estados Unidos en 1930. El título de la película –supuestamente, una palabra nativa para referirse a un afrodisiaco–, dio toda lugar a toda una serie películas de explotation de serie b como Insel der Damonen (1933), Virgins of Bali (1932), Legong (1935) o Wajan, son of a witch (1937) –además de otras que no tenían siquiera temática balinesa y que sucedían en África–, configurando un género que fue conocido como “épica Goona- Goona” y que tuvo un enorme éxito, ya que el Código Hays censuraba cualquier atisbo de sexualidad en pantalla excepto si esta estaba justificada por “motivos antropológicos”. Goona-Goona no fue, en realidad, la primera película sobre Bali, pero sí la más importante: el término llegó a hacerse tan popular que incluso un club de ambiente y de intercambio de parejas de la década de 1930 recibió este nombre.
[7] Tradicional reducto de permisividad sexual, en 1938 se produjo en la isla un gran “pánico moral” que llevó a las autoridades coloniales holandesas a detener a gran parte de homosexuales, y presuntos pederastas; entre ellos, Walter Spies y Roelof Goris. No fue sino por la mediación de personajes como Mead y Bateson que estos fueron liberados.
[8] Gorer, Geoffrey. Bali and Angkor: a 1930s pleasure trip looking at life and death. Oxford, Oxford University Press, 1987, p. 52.
[9] Spies, Walter y de Zoete, Beryl. Dance and Drama in Bali. Londres, Faber and Faber, 1938.
[10] Margaret Mead y Gregory Bateson fueron los más importantes antropólogos que estudiaron y residieron en la isla, realizando numerosos estudios y ejerciendo también de importantes mecenas; interesados también por la danza, produjeron asimismo el famoso documental Trance and Dance in Bali (1930) –el primero de los documentales sobre la isla que recibió reconocimiento gubernamental–; escribirían Balinese character: a photographic analysis (1942), otro de los libros angulares sobre Bali, además de toda una serie de artículos que los definirían como los mayores expertos en la materia.
[11] En el ámbito de la antropología, sería injusto no mencionar al antropólogo holandés Roelof Goris (1898-1965), el primero que se preocupó por la historia antigua de Bali, y quien estudió y tradujo las antiguas inscripciones en kawi.
[12] Entre ellas, cabe citar la confusión provocada por el best-seller de James A. Michener Sucedió en el Pacífico (1947) –que después se convertiría en un exitoso musical y película– en donde se hablaba de una isla de Bali H’ai, y la exitosa comedia musical de Bob Hope y Bing Crosby, Camino a Bali (1952), que, aunque recreaba correctamente ciertos aspectos visuales resultaba un completo descalabro a nivel antropológico.
[13] Este es el caso de la “biografía” de Ktut Tantri, Revolt in Paradise (1960), una guionista y pintora de la isla de Man que habría acabado siendo una invitada de honor en una corte balinesa, además de haber jugado un papel especial en la resistencia anti-japonesa y en la guerrilla posterior (en la que operó bajo el nombre de Surabaya Sue). La veracidad de los hechos relatos por Tantri ha sido puesta en duda en numerosas ocasiones, e incluso ha sido objeto de un ensayo, The Romance of K’tut Tantri and Indonesia (1997).
[14] Además de los ya mencionados Walter Spies y Miguel Covarrubias, se asentaron en Bali muchos otros pintores, como el holandés Rudolph Bonnet, el belga Adrian-Jean Le Mayeur o el filipino Antonio Blanco (que llegó a proclamarse “el Dalí de Bali”).
[15] El estilo Kamasan o Wayang se trata de un tipo de pintura tradicional balinesa, de caracter y temática religiosa, utilizándose temas narrativos procedentes del Ramayana y Mahabarata o de ciclos locales como el del Príncipe Panji. Destinada un uso religioso en templos, por ello tenía que ser producida según unas reglas estrictas, tratándose además de una producción colectiva. Formalmente, se trata de un estilo bidimensional, pintados sobre tela o papel con pigmentos naturales.
[16] El estilo de Batuan está ligado a la aldea del mismo nombre, tradicional centro artístico. A diferencia de otros estilos pictóricos balineses, este recibió una menor influencia de la plástica occidental, aunque sí se produjeron innovaciones a nivel temático. Este estilo se caracteriza por una estética y abigarrada y oscura –con una paleta cromática que tiende al negro–, en el que se representan tanto escenas cotidianas como legendarias, pero siempre revestidas de un halo de misterio o grotescas. Uno de los representantes más relevantes del estilo de Batuan fue Nyoman Ngedon (1903 – 1946), que también fue importante activista político nacionalista y profesor; dentro de los representantes contemporáneos más importantes podemos citar a I Wayan Bendi e I Made Budi.
[17] El estilo de Sanur estuvo ligado a la playa del mismo nombre, en la que recalaban los cruceros internacionales, y como tal, tuvo un carácter más desenfadado y decorativo, en el que predomina la temática natural (animales salvajes, criaturas marinas, escenas eróticas…) sobre la habitual temática religiosa. En su origen, estuvo ligado a las actividades del pintor belga Adrian-Jean Le Mayeur y a la tienda de los Neuhaus Brothers. Por lo general, se trata de un estilo más claro y ligero, muy estilizado y decorativo, que por lo general sigue patrones rítmicos y que habitualmente no usa más que tinta negra sobre papel –aunque algunas obras son coloreadas a posteriori. Entre sus artistas más relevantes destacan Ida Bagus Nyoman Rai, I Made Soekaria o Ida Bagus Made Poeboeg.
[18] El denominado “estilo de Ubud” –tradicional centro artístico cortesano– se considera estrechamente ligado a los artistas del Pita-maha, una agrupación artística que operó entre 1934 y 1942 liderada por los pintores Walter Spies y Rudolph Bonnet, que se trató de la primera cooperativa de pintores balineses, destinada tanto al mantenimiento del arte tradicional de la isla como a la renovación y actualización del mismo y de su difusión más allá de las fronteras locales. Fueron muchos los artistas balineses que, bajo el auspicio del príncipe I Cokorde Gede Agung Sukawati, estuvieron muy activos dentro del Pita-maja, recibiendo lecciones de pintura y modernizando sus temáticas; entre ellos, destacan I Wayan Ayun, I Nyoman Cokot, I Doyotan, Ida Bagus Ketut Gelodog, I Geremboeang, Ida Bagus Ktut, I Gusti Nyoman Lempad, Ida Bagus Njana, I Patere, I Rangkus, I Ktut Rodja o Anak Agung Gede Sobrat. Influidos por el plenairismo, se comenzaron a representar escenas de la vida cotidiana, que tuvieron una gran recepción en el exterior; se concederán gran importancia a los espacios abiertos y a la figura humana, y se pasó de presentar una composición de focos múltiples a una de uno solo, como suele suceder en la pintura occidental moderna. Asimismo, también cambió el mecenazgo y el destino de las obras: de una producción para los templos o los palacios, se pasó a trabajar para visitantes y coleccionistas occidentales.
[19] En cuanto a la escultura, la tradicional –realizada en piedra arenisca–, no cambió formalmente, pero la mala calidad de la arenisca, que hace que tenga que ser renovada cada poco tiempo, hizo que se incluyeran rápidamente escenas cotidianas, con turistas, coches y bicicletas en los relieves de los templos. Más innovación se produjo en la escultura en madera, pues se produjo gran cantidad de escultura de carácter decorativo, diversificándose los géneros y adoptando un individualismo mucho mayor que durante los siglos precedentes. Es especialmente relevante la producida dentro del Pita-maha, de gran creatividad y muy valorada y coleccionada.
[20] El movimiento Young Artist Painting está ligado a la obra e iniciativa del artista holandés Arie Smit, quien en los 60s vio a un grupo de niños dibujando en la arena y les dio pinturas para que pudieran expresarse. El movimiento gozó de un gran éxito durante las décadas de los 70 y 80, y más de 300 jóvenes artistas balineses se sumaron al mismo, como I Wayan Pugur, I Ketut Soki, I Ngurah KK, I Nyoman Londo, I Ketut Tagen, M D Djaga, I Nyoman Cakra, Ni Ketut Gampil, I Nyoman Mundik o I Wayan Regug. Este estilo se caracteriza por el uso de técnicas occidentales, como el óleo y el acrílico, y por ser un estilo “infantil”, naïf, esquemático y sin demasiados detalles, presentado mediante el uso de colores planos y vivos, complementarios, sin ningún tipo de claroscuro o graduación.
[21] La miniatura Keliki se trata de un estilo de pintura en miniatura (con obras de apenas unos cms de ancho), ligada a la aldea del mismo nombre, que en los 70 fue liderado por I Ketut Sana, artista y granjero. Entre los artistas más destacados cabe citar a Dolit, I Ketut Sana. I Wayan Surana, I Lunga, I Wayan Nengah, I Made Ocen, I Made Widi, I Wayan Lanus, I Wayan Lodra o Ida Bagus Putra.
[22] El 12 de octubre de 2002, tres miembros de Jemaah Islamiyah hiceron estallar dos bombas –un suicida y un coche-bomba– en una zona de discotecas en Kuta, así como una pequeña bomba junto al consulado de los Estados Unidos. Por otro lado, el 1 de octubre de 2005, tres suicidas estallaron bombas en dos resorts turísticos de Kuta.
[23] “It is impossible to ignore the Eat Pray Love pilgrims in Ubud. Solo female travellers in their forties and fifties, wearing sun-proof clothing (hats, T-shirts, Thai fisherman’s trousers) and seen cycling Dutch-style gearless bikes up impossibly steep hills. They gather in their hundreds, take coach tours to locations featured in the novel, visit healers, take classes, have therapies. To call Eat, Pray, Love an ‘industry’ is not an exaggeration.” Mowbray, Nicole, “In search of an exotic isle: Beyond de Eat, Pray, Love phenomenon in Beautiful Bali”, The Mail On Sunday, 21 de junio de 2012, disponible online aquí.
[24] Este particular fenómeno de empoderamiento y comercio sexual es precisamente el estudiado por el premiado documental Cowboys in Paradise (2012, dirigido por Amit Virmani), definido por la prensa como “una perspectiva que rompe el mito de la utopía tropical”.
[25] Covarrubias, Miguel. La Isla de Bali. Palma de Mallorca, José J. de Olañeta, 2012, p. 414.