Uno de los estrenos más esperados del año ha sido la producción americana Crazy Rich Asians, dirigida por Jon M. Chu y plagada de rostros conocidos entre su plantel. Aunque, si por algo destaca su afamado reparto es por ser predominantemente asiático, algo casi inédito en Hollywood, puesto que no ocurría desde hace veinticinco años con el estreno de la adaptación cinematográfica de la novela de Amy Tan, El club de la buena estrella (1993).[1]
El filme que ahora nos ocupa está asimismo basado en una trilogía de libros de Kevin Kwan, autor asiático-estadounidense, originario de Singapur, que alcanzó fama mundial gracias a estas novelas a medio camino entre la sátira y el romance. La saga, iniciada en 2013 está compuesta por Crazy Rich Asians, China Rich Girlfriend y Rich People Problems, por lo que -teniendo en cuenta el éxito de la película- cabría esperar alguna secuela.
El argumento, enraizado en la tradición de las comedias románticas, nos presenta a la protagonista, Rachel Chu (interpretada por Constance Wu, Jessica en Fresh off the boat) una joven estadounidense de madre china que tiene una brillante carrera como profesora de economía en la universidad de Nueva York. Un día, su novio Nick Young (al que da vida el hasta ahora desconocido Henry Golding) le propone viajar con él a Singapur para asistir a la boda de un amigo y, aprovechando la coyuntura, conocer a toda su familia. Sin embargo, lo que Rachel ignora es que Nick es el soltero más codiciado de la región, heredero de la familia más rica y elitista del sudeste asiático. Cuando, una vez en el aeropuerto, les cambien a primera clase colmándoles de atenciones, la joven descubrirá la verdad sobre el origen de su novio aunque sin llegar a sospechar la magnitud de su riqueza.
La irrupción de Rachel en el complejo ecosistema de los Young no será un camino de rosas, pues toda la alta sociedad de la ciudad se aliará en su contra, tratando de expulsar a esta muchacha que para ellos no es más que una advenediza cazafortunas extranjera. A la cabeza de la oposición se encuentra la madre de Nick, Eleanor Young, encarnada por la excepcional Michelle Yeoh –a quien recordarán por su papel en Tigre y dragón (2000) y su más reciente secuela-.
El enfrentamiento definitivo entre esta “madre tigre” y la joven enamorada se dirimirá en una partida de mahjong, dejando al protagonista ante una terrible disyuntiva: ¿qué debe ser más importante, la familia o el amor?
Con un argumento tan manido y personajes igualmente arquetípicos –el héroe encantador, la heroína que se desvive por agradar, la madre sobreprotectora- es evidente que Crazy Rich Asians sigue el esquema de la clásica comedia romántica, un género que ya parecía en extinción, aunque consigue insuflarle un soplo de aire fresco a través de una ambientación exótica, algunos toques de humor rabiosamente contemporáneos, y un diseño original.
Si bien, en términos generales, resulta convencional y poco sorpresiva, lo cierto es que merece un lugar especial en el panorama cinematográfico reciente por lo que supone en cuanto a representación para un amplio grupo poblacional, como son los asiático-americanos. Jugando con los estereotipos, se vale del humor para aglutinar un panorama diverso de asiáticos, con distintos orígenes y personalidades, que en la ficción se plasman a través de los muchos primos de Nick: Alistair (Remy Hii), el director de cine de Taiwán; Eddie (Ronny Chieng) el acaudalado hombre de finanzas de Hong Kong; Oliver (Nico Santos), la nota LGTB de la familia; o Astrid (Gemma Chan), una fashion-icon de Shanghái. Todo ello envuelto en un maravilloso maremágnum de fiestas de alto postín, trajes de diseño y lujo a espuertas que convierte el filme en un folleto turístico para vendernos el Singapur más puntero, focalizado en la zona de Marina Bay.
Demasiado acaramelada por momentos, la película se salva gracias al contrapunto cómico y casi surrealista de ciertas escenas, especialmente aquellas protagonizadas por la rapera y cómica Awkwafina, que interpreta a Peik Lin Goh, una amiga de Rachel, o el padre en la ficción de aquella, Wye Mun Goh, encarnado por el actor Ken Jeong, conocido por su participación en la saga de Resacón en Las Vegas.
Con todas sus brillantes luces y sus evidentes sombras, esta película resulta un divertido aunque inocente entretenimiento, a lo que debemos añadir la importancia sociocultural que ha adquirido al romper una lanza por la pluralidad étnica en el cine de los Estados Unidos. Por ello, merece la pena sumergirse en este mar de lujo y sucumbir –una vez más- a los encantos de oriente de la mano de estos ricos y locos asiáticos.
Tráiler de la película
Para saber más:
Notas:
[1] Sobre esta película y la importancia de la literatura sinoamericana ya hablamos en un artículo anterior de Ecos de Asia.