Las primeras relaciones que se establecieron entre España y Japón se remontan hasta el siglo XVI de nuestra era, centrándose sobre todo en intercambios comerciales que fueron, con el tiempo, mucho más allá: influencias artísticas, literatura de viajes, principios y costumbres… Una nómina bastante extensa a pesar de que Japón cerrara sus fronteras posteriormente con el objetivo de acabar con la larga época de guerras e inestabilidad aumentada por la presencia extranjera, recuperando una cultura propia, como un efecto colateral que va a dar lugar al Período Edo. Atrás quedan esas representaciones de españoles caracterizados por sus largas narices a la par que la influencia occidental.
Sin embargo, al mirar a nuestro alrededor a día de hoy, las influencias mutuas son evidentes, ejemplificadas en este caso mediante el movimiento Lolita, que trataremos a continuación.
Japón y su cultura están presentes en nuestro país, ya no sólo a través del arte y las colecciones de arte japonés en diferentes museos, sino en otros ámbitos de carácter popular: abundan los consumidores que gustan de deleitarse con platos propios de la cocina japonesa; la mayor parte de los españoles conoce a iconos de la animación como Heidi o Mazinger Z, que a día de hoy han sido sustituidos por los personajes de las películas de Hayao Miyazaki; y una parte de la población joven es aficionada al manga o cómic japonés, llegando a abarrotar eventos caracterizándose como sus personajes favoritos. No podemos dejar de considerar la música, costumbres y la moda influenciada por el kimono, de reciente éxito.
En el caso del movimiento Lolita, el tema que se va a tratar, poco a poco se ha hecho un hueco en la sociedad española, aunque de manera minoritaria por el momento. Antes de comparar las diferentes visiones por parte de España y de Japón hemos de introducir una breve explicación de sus orígenes y preceptos.
El Lolita surge en Japón en la década de los 70 del siglo XX, un momento de inestabilidad para la sociedad japonesa en el que surgirán muchas de las subculturas nacientes tanto en Japón como en el resto del mundo, como un acto de rebelión, en este caso, por parte de las jóvenes japonesas que buscan dejar de lado el rol de perfecta esposa y madre amantísima a favor de una posición mucho más libre e independiente. El Lolita es un paradigma perfecto que nos muestra la influencia de Occidente, puesto que la estética propia de este movimiento se inspira en el Rococó francés y la época victoriana, junto con la cultura popular japonesa. Es decir, nos encontraremos mujeres ataviadas con voluminosas faldas, gracias a la ayuda de un cancán, que llegan hasta la rodilla, pantalones bombachos, cuidados tocados… e igualmente hombres con el paso del tiempo. Si hay algo que es propio de este movimiento es la apreciación por el detalle y la belleza, patente en los cuidados envoltorios que sirven para identificar el movimiento y sus reivindicaciones.
Lo que en un primer momento resulta un fenómeno puntual y extraño, a día de hoy se ha convertido en un referente en las calles japonesas de distintos barrios que ha llegado hasta Occidente, como veremos más adelante.
En un primer momento, en Japón podemos citar la labor por parte de las denominadas “Embajadoras kawaii”[1], encargadas de la difusión de la cultura japonesa de carácter popular, además de las nuevas modas y estéticas. Una de estas embajadoras fue Misako Aoki, que desde el pasado año es la presidenta de la reciente Japan Lolita Association, cuya función consiste en difundir el Lolita por todo el mundo. Esta organización ha nombrado a las nuevas “Embajadoras kawaii” en diferentes zonas del planeta, que se encargan de la difusión en su país, de establecer y moderar los contactos con Japón y de conseguir que Aoki visite el país correspondiente.[2]
Aoki es una conocida modelo dentro de las revistas de moda alternativa japonesas, ha trabajado para algunas de las más importantes marcas dentro del Lolita y a día de hoy ejerce como representante del estilo, con muy poco acierto en ocasiones considerando algunos de sus testimonios que dejan de lado la igualdad que este movimiento perseguía en origen.
En 2006 se fundó la organización Lolita in Wonderland (LiW) en España, que actualmente sigue activa y cuenta con distintas sedes por todo el país, sirviéndose de diferentes plataformas a la hora de dar a conocer la versión nacional de este movimiento. Si algo se pone de relieve en la visión que los jóvenes españoles tienen de este movimiento es la búsqueda de la belleza y del arte, por lo que el Lolita no se queda en una mera forma de vestir, sino que sirve como lenguaje creativo para varios artistas que esta misma organización apoya mediante la plataforma “LiW Loves Art” donde el trabajo de diseñadores, fotógrafos y modelos, dibujantes y pintores se da a conocer a través de la difusión en redes sociales.
Igualmente, desde Lolita in Wonderland se establecen colaboraciones y contactos con otras comunidades de habla hispana, o incluso la participación en eventos dentro del ámbito internacional como el recientemente celebrado Enchanted, en Londres.
Si bien partimos de una base común originada en Japón, podemos destacar una serie de diferencias respecto a algunos aspectos del Lolita:
Se podría considerar la moda y la estética como un eje vertebrador de este movimiento, puesto que es la forma de vestir la que denota la individualidad del Lolita. Como ya hemos comentado, en Japón existen diversas marcas de ropa que se dedican a la producción de prendas con este corte y estilo que han llegado incluso a inaugurar tiendas en distintos puntos de Europa, aunque todavía no ha sido el caso de España. Cada una de estas marcas tiene un estilo muy particular, por ejemplo, una de las primeras, como fue Baby, the stars shine bright destaca por un estilo dulce y recargado en ocasiones, con motivos que parecen sacados de cuentos de hadas; por otro lado, Moi Même Moitiè se decanta por las novelas góticas y un ámbito más oscuro como inspiración para sus diseños. Estas prendas son bastante valoradas por las personas afines al Lolita, y sus precios resultan bastante elevados.
A la hora de hablar del estilo de estas prendas, normalmente veremos unos patrones parecidos en lo que se refiere a la forma, destacando por la variedad y el preciosismo de los detalles. El rasgo más destacado de estas prendas son los prints o estampados, que se encuentran en la parte inferior de las faldas y dan nombre al vestido o colección correspondiente. Estos estampados destacan por su variedad, llegando a reproducir pinturas de importantes maestros occidentales, o colaboraciones con artistas nipones.
Podríamos decir que en España se fomenta la creatividad respecto a la forma de las prendas, mientras que en Japón se valora el diseño del estampado propio de la tela, que permite definir los diferentes estilos y marcas.Evidentemente, en el caso español la situación es completamente diferente, ya que no existen marcas o tiendas especializadas en este tipo de prendas, por lo que predomina el handmade o hecho a mano a través de iniciativas por parte de jóvenes diseñadores que crean sus propias marcas, como es el caso de Indrolita, de la diseñadora Verónica Casares. Cabe destacar un diseñador en concreto, el valenciano Fidel David, que lleva a cabo una completa transformación del Lolita partiendo de las bases comentadas, como pueden ser las faldas con vuelo a la altura de la rodilla. Sus diseños se acercan más a una belleza onírica digna de un cuento fantástico, poniendo especial cuidado en los detalles de cada vestido, sin dejar de lado los gustos y personalidad propios del encargante correspondiente. Fidel David juega con diferentes influencias y estéticas, colores y formas, dando lugar a una prenda única a la que él mismo dota de nombre.
La ilustración y el diseño gráfico es otro ámbito a tener en cuenta. En este caso hemos de introducir el concepto de kawaii, que traducido al castellano vendría a significar “mono” o “bonito”, unos diseños que se caracterizan por los colores brillantes y pasteles, formas redondeadas y personajes adorables. Japón destaca por ser el lugar originario de esta estética que a día de hoy experimenta una importante difusión por Occidente, destacando la nómina de autores que se sirven e inspiran en él.
Es el caso de autoras como Mia de Milazzo, que se inspira en esta estética a la hora de crear sus ilustraciones, yendo más allá al fundirlo con diferentes elementos y formas, entre las que destaca el movimiento al que nos referimos. Son varias las ocasiones en las que las protagonistas de sus dibujos son lolitas de voluminosos vestidos repletos de detalles, ojos brillantes y ocasionales colores pastel.
Por otro lado, son muchos los ilustradores japoneses que explotan el kawaii o el Lolita en sus obras, como por ejemplo la dibujante Kira Imai que ha llegado a colaborar con las firmas mencionadas. Sin embargo, como ocurre con la moda, España da su propia visión, aportando nuevos enfoques de un mismo estilo.
Como conclusión, lo primero que se debe destacar es el hecho de que estamos ante el resultado de una influencia mutua entre Oriente y Occidente que nace como una reivindicación por parte de la mujer y evoluciona abarcando igualmente al ámbito masculino, rompiendo con los cánones establecidos dentro del mundo de la belleza y la moda, siempre buscando la independencia. Como se ha expuesto anteriormente, existen importantes diferencias y visiones distintas entre Japón y España dentro del Lolita, pero comparten un nexo y un deseo de respeto y aceptación por parte de ambas partes.
Para saber más:
Notas:
[1] Kawaii es un término japonés que se refiere a aquello que se considera como “mono” o “adorable”.
[2] http://www.mylolitastyle.com/2013/04/japanlolitaassociation/ [Consultada el 1 de Junio]