La figura del director de cine surcoreano que llega a Hollywood y se embarca en un camino de excentricidades ha acabado por volverse algo habitual; tanto es así, que tras de la proyección de la película Okja en mayo en el Festival de Cannes, su director, Bong Joon-ho (Madre, 2009; Rompenieves, 2013), anunciase que esta no se estrenaría en salas de cine sino en la plataforma Netflix, se decidieron cambiar las normas del festival, impidiendo que, a partir de ahora, participen en él películas que no vayan destinadas a salas de proyección.
Si bien esta reaccionaria polémica que la ha rodeado ha servido para colocarla ideológicamente como una película cargada de excentricidad, la propuesta tras ella no lo es, sino que se trata de un filme perfectamente calculado, capaz de obtener un equilibrio entre el cine infantil y el realismo mágico para adultos, y, sobre todo, de enriquecer y disputar sus propios planteamientos anti-sistema para alejarse de lo que fácilmente podría haberse convertido en un carísimo panfleto.
Así, en una primera secuencia magistral, conocemos el último gran proyecto de la multinacional agroalimentaria MIRANDO –claro calco de Monsanto, especialmente una vez se van revelando las recientes atrocidades ambientales de la misma-, cuya directora Lucy Mirando (una terroríficamente “cuqui” Tilda Swinton), presenta a la prensa una idea que revolucionará el panorama alimentario: el supercerdo, un tipo de cerdo gigante que, correctamente criado, salvará al planeta de la desnutrición, proporcionando carne suculenta y barata. Vendido como un verdadero prodigio de la naturaleza –aunque más tarde se revelará que no es otra cosa que una especie transgénica-, MIRANDO lanza una espectacular campaña de diez años para encontrar el mejor supercerdo, a partir de ejemplares que serán distribuidos por el mundo para que granjeros de diferentes lugares los cuiden de acuerdo a sus técnicas tradicionales. Con la prensa de su lado, una encantadora directora que viste de rosa y el carismático veterinario televisivo en nómina Johnny Wilcox (Jake Gyllenhall), no hay nada que pueda salir mal.
Tras esta escena inicial, la película nos traslada e una recóndita zona montañosa del norte de Corea del Sur, a la que fue a parar uno de estos supercerdos. En ella conoceremos a Mija, una preadolescente rural para la que la supercerda que custodia su abuelo –llamada Okja- ha sido, desde que llegó, su única amiga. Tras unas idílicas pero lentas y entorpecedoras escenas en las que Bong pone de manifiesto la cuidada fotografía y efectos especiales del filme, se plantea el verdadero conflicto. El equipo de MIRANDO llegará a la granja para llevarse a Okja a Seúl, y más tarde ser enviada a Nueva York con el fin de participar en el gran concurso final del mejor supercerdo; lógicamente, Mija no estará de acuerdo y romperá toda relación con su abuelo para marchar –quien sabe cómo- a la ciudad a recuperar a su amiga.
Tras personarse, sin ningún éxito, en las oficinas de MIRANDO, rápidamente aprenderemos que Okja es también el objetivo del Frente de Liberación Animal – una organización real-, un pintoresco grupo de ecoterroristas que pretende colocar una cámara en el dispositivo de Okja y así poder demostrar al mundo que, a pesar de su greenwashing, MIRANDO es una multinacional capaz de todo tipo de atrocidades éticas y morales en lo que se refiere a la alimentación humana. Tras una espectacular y trepidante persecución por las calles y un centro comercial de Seúl, los ecoterroristas acaban por devolver a Okja –acompañada, al fin, por Mija-, causando un gran daño mediático a MIRANDO, por lo que el equipo de la empresa, se decide a aprovechar a la recién aparecida Mija como un peón más de sus operaciones comerciales, presentando la final del concurso del mejor supercerdo como un apasionado reencuentro transcontinental entre una cerda y su amiga. Pero lógicamente, el conflicto no acabará aquí, especialmente una vez se compruebe que las intenciones de MIRANDO para con sus supercerdos son de todo menos amables y respetuosas.
Okja es una película con muchas lecturas, cuyo público objetivo no acaba de ser completamente definido. Por una parte, puede funcionar como filme infantil, narrando una bonita historia de amistad que nos advierte de que no hay que confiar en las apariencias y en la que los villanos lo son sin ulteriores motivos; además, el personaje de Mija representa una lucha constante por mantener la inocencia infantil frente a un mundo que le exige que “madure” y pase a ser una mujer, algo que se resolverá al final del filme.[1] En este sentido, presenta una espléndida fotografía y montaje que otorga a la película un tono y toque surrealista, y que es obra del iraní Darius Khondji, responsable de otros escenarios falsamente encantadores en películas como Delicatessen (1991) –otro debate post-apocalíptico en torno al consumo de carne- o Medianoche en París (2011). Este “toque europeo” –inusitado en una película que bascula entre la localidad de la Corea rural y la internacional del paradigma estadounidense representado por MIRANDO-, es subrayado por unas muy bien utilizadas fanfarrias que suenan en los momentos de acción, aportando un toque de humor a escenas que de otra manera habrían resultado aburridas.
Pero, por otra parte, Okja se ocupa de presentar un mensaje que no es en absoluto ingenuo o infantil. Sin adoptar una posición claramente vegana –recordemos que Mija quiere a Okja porque es su mascota, no porque no coma animales-, resulta una crítica abierta al sistema de producción y explotación alimentaria mundial, y, especialmente, a las mentiras ecofriendly que utilizan las grandes multinacionales para promocionar unos productos que, de conocer el gran público la historia tras ellos, probablemente correrían otra suerte. En este sentido, es tremendamente interesante que, a pesar de que los personajes no acaban de estar estructuralmente bien desarrollados, la película permita realizar crítica para con todas sus partes.
Por un lado, nos presenta a la directora de una multinacional de origen familiar que intenta lavar la imagen barbárica generada por sus maquiavélicos padre y hermana (interpretada por la propia Tilda Swinton), intentando mantener la compostura y reconduciendo la imagen de la empresa mediante el greenwashing y el pinkwashing. Las mentiras de MIRANDO son, para ella, piadosas, demostrando que la gente demanda carne rica y barata, pero que hipócritamente rechazan la experimentación animal y el uso de transgénicos. De su lado encontramos a un veterinario showman venido a menos, que se proclama amante de sus animales pero que no duda en expresar su decepción con la profesión y con el sistema a partir de la crueldad y misoginia.
Por otro lado, tenemos al grupo de ecoterroristas encabezados por Jay (Paul Dano), que de tan benignos llegan a resultar hilarantes, como cuando se preocupan porque los tripulantes del camión asaltado mantengan el cinturón de seguridad abrochado, o como cuando la misión está a punto de fracasar porque un miembro del grupo ha decidido dejar de comer para causar un menor daño al planeta. El integrante coreano del grupo (Steven Yeun) será el único que presente algún matiz más, resaltando la importancia que tiene el tema de la traducción y la manipulación panfletaria en el ámbito del activismo.
En el medio quedan el abuelo de Mija y la propia niña, que se niega a dejar de serlo y que lo único que requiere es recuperar a su amiga en vez de asumir que esta era el trabajo y el encargo de su abuelo y que ha sido lo que probablemente les ha dado sustento a ambos, provenientes de un entorno obviamente desfavorecido.
A la ya mencionada excelente fotografía y montaje se le agregan un puñado de actuaciones memorables, encabezadas por las de Tilda Swinton y Paul Dano, habituales del cine pseudoindie (es decir, a las superproducciones de aspiraciones “alternativas”) y que encuentran en este tono su mejor registro, acompañados por una serie de secundarios de lujo, como Giancarlo Exposito (Érase una vez, Better Call Saul, The Get Down), Shirley Henderson (Trainspotting, Harry Potter), Lily Collins (Mirror Mirror) o Steven Yeun (The Walking Dead). Únicamente, la niña protagonista, Seo-HyunAhn, en su primer papel relevante, y un hiperbólico Jake Gyllenhall no acaban de encontrar su lugar en el filme.
En definitiva, aunque se trata de un filme altamente recomendable, Okja no está exenta de defectos: no logra combinar con acierto los diferentes ritmos y escenarios de la película, sus personajes pueden resultar excesivamente maniqueos y, sobre todo, es un filme lo suficientemente comedido como para no terminar de posicionarse ideológicamente en un bando o en otro. Por ello, lejos de considerarlo como la aportación activista del año, quizás sea mejor considerarla como lo que es: una fábula mágico-realista sobre la deriva de la sociedad actual, lo suficientemente agradable y sincera como para provocarnos las lágrimas o la sonrisa, pero no para conseguir que el mundo cambie.
Para saber más:
Notas:
[1] Al inicio de la película, el abuelo de Mija entregará a la niña un cerdo de oro, que según la costumbre local era entregado a las mujeres como una suerte de dote, símbolo de su paso a la edad adulta. Este mismo cerdo será lo que utilice Mija para comprar, y así rescatar, a Okja al final del filme, rechazando a su ventaja económica, y así, este paso oficial a la madurez.