La película Parásitos (Gisaengchung), novena producción del cineasta surcoreano Bong Joon-ho, se estrenó en los cines españoles en uno de los mejores momentos posibles: en plena “Fiesta del cine”,[1] ocasión que muchos aprovecharon para atreverse por primera vez con una película de surcoreana. A pesar de ello, el largometraje de Bong Joon-ho no ha caído como una sorpresa para sus seguidores, ya que repite algunas de las temáticas, e incluso, actores, que le consagraron en sus filmes anteriores, como Snowpiercer, donde Song Kang-ho también aparecía en una aguda sátira social, o en Okja, que causó una justa polémica en Cannes. No obstante, limitar el concepto de Parásitos a crítica social desmerece una película coral que se mueve cómodamente del humor negro al drama, pasando por la acción y el suspense. La cinta ha recibido, por el momento, importantísimos galardones,[2] y en esta edición de los Premios de la Academia –los Oscars- compite en categorías principales (además de en la evidente, Mejor Película Internacional), como Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guion Original, Mejor Montaje y Mejor Diseño de Producción.
Seguramente, el particular humor negro del coreano, así como los inesperados pero cada vez más evidentes rasgos comunes entre las sociedades española y surcoreana, hayan sido los catalizadores de su gran éxito. De hecho, hay quien ha comparado el estilo de la película con el de Álex de la Iglesia -comparación, en mi opinión, no muy acertada pero sí válida para el tono y argumento de este filme-, aunque los personajes son más poliédricos y menos caricaturescos que en muchas de las películas del cineasta español. Si bien la lucha brutal entre clases y el homo homini lupus es un clásico del cine y la literatura, esta parece encajar especialmente bien cuando nos habla de un país que, a pesar de la imagen hipertecnologizada y de wellness que se proyecta de manera oficial a través del k-pop y la k-beauty, presunta unas profundas desigualdades sociales. Esta representación chocante de un supuesto estado del bienestar ha resultado sumamente efectiva y empática en muchos otros países (como España o Estados Unidos) donde este hipotético estado está soportado por una base de la pirámide precaria. De hecho, uno de los principales valores de la película es la (en un principio muy evidente, conforme avanza la película, no tanto) duda de si el pobre parasita al rico, o sucede al contrario. Porque, además, es importante recordar que muchos de estos parásitos, como las chinches que aparecen en la película, son especialmente resistentes, pero que nunca podrán sobrevivir sin la presencia de otros de los que nutrirse.[3]
Parásitos cuenta la historia de una familia muy humilde y venida a menos, y su desmesurada ambición por salir a flote a consta de una familia adinerada. En un primer momento, se muestra el carácter casi dickensiano de la fábula propuesta –aunque, por desgracia para muchos, se trata de una realidad cotidiana sobre Corea del Sur de la que rara vez se habla en Occidente-: la familia Kim malvive en los bajos de un callejón –literalmente- sin salida, sin luz natural, cobertura, higiene… Sin línea telefónica y sin internet, no pueden, tampoco, conseguir mejores trabajos, por lo que sobreviven como pueden doblando cartones para una pizzería a cambio de un salario irrisorio.
Pero todo cambia cuando un afortunado amigo universitario de Ki-woo (Choi Woo Shik), el hijo mayor, marcha a estudiar al extranjero y le comenta a su amigo que, con un poco de picardía y saber hacer (falsificando títulos y haciéndose pasar por estudiante universitario), podría quedarse con su puesto de profesor particular de inglés para la hija mayor de una familia de los barrios altos, los Park. Aunque en realidad se trata de una especie de favor personal (el amigo está enamorado de su alumna, y tiene intención de iniciar una relación con ella cuando esta tenga la edad adecuada, y pretende que su amigo “se la guarde” de otro potencial competidor), el hijo mayor no tarda en ver la oportunidad que puede constituir una familia como esa, a la que el dinero parece sobrarle y que lo utiliza para compensar sus cuestionables dotes parentales. La segunda en infiltrarse será su hermana Ki-jeong (Park So-dam), que jugará el papel de la experta en arte y psicología infantil que parece necesaria para el cuidado del singular hijo pequeño de la familia Park. Pero, para conseguir trabajo para sus padres, Ki-taek (Song Kang-ho) y Chung-sook (Jang Hye-jin), habrá otros empleados que tendrán que salir perjudicados, como el chofer o el ama de llaves, que fue heredada del propietario anterior de la casa (un prestigioso arquitecto, que se construyó una vivienda llena de sorpresas) y que conoce todos los secretos de la misma. A partir de aquí, la tensión argumental va in crescendo, porque por mucho que empaticemos con algunas de las circunstancias de los personajes, Parásitos no es una historia de buenos y malos, sino de claroscuros, como aquellos que acompañan a la construcción simbólica y estética del espacio de la película.
Como muy bien queda explicitado en sus decorados, Parásitos es una película de ascensos y descensos, de cimas y fosas comunes, de pulcritud y de inmundicia. El Seúl pobre y periférico se representa como una especie de infierno subterráneo, sucio y abandonado a su suerte, sin que el Seúl rico (y, literalmente, elevado) sepa, probablemente, que este existe. Es posible ascender hacia la cumbre, donde simbólicamente habitan, en ambientes amplios, soleados y pulcros, las altas esferas, pero la película nos hace recordar que cualquier inundación se llevará por delante, en primer lugar, a todos aquellos que luchan por ascender, y que estancará sus aguas en el nivel inferior. Metáfora biológica y meteorológica a la par que social, estos movimientos serán sabiamente reflejados por el cineasta gracias a una gama de colores complementarios y por movimientos de cámara que refuerzan esta idea de ascenso y descenso. Todos, en algún momento de nuestra vida, por nuestras actitudes y aptitudes, somos en tanto los Park como los Kim (especialmente en Corea, donde más de un tercio de la población lleva uno de estos apellidos).
Resulta complicado analizar la película sin desentrañar sus increíbles y bien llevados giros de guion, que sorprenderán incluso hasta los más agudos. En realidad, una de las maestrías de este y del director es transitar cómodamente desde un género a otro, sin que la película llegue a resultar aburrida o demasiado inquietante en algún momento. Esto, junto a las dinámicas de grupo (parece increíble que, entre tanta nominación, no esté la de ninguno de los actores de la película)[4], y a una cuidada concepción simbólica del espacio, constituyen los principales pilares sobre los que se sustenta una película que, parece que de una vez por todas, está logrando elevar al cine coreano a esa cima que se merece. Confiemos en que este reconocimiento quede confirmado y apuntalado por el prestigio de los Premios de la Academia.[5]
Notas:
[1] Evento comercial en el que el precio de la entrada de cine desciende sustancialmente.
[2] Entre ellos, destacamos la Palma de Oro de Cannes, el premio del Festival de Cine de Sidney, Mejor Película extranjera en los Globos de Oro, Mejor Película Extranjera y Mejor Director en los Premios de la Crítica Cinematográfica, además de Mejor Película de Habla no Inglesa y Mejor Guion Original en los BAFTA.
[3] A pesar de la universalidad del tema, existen algunos rasgos “locales” que pueden resultar extraños para el público extranjero y que están cargados de un gran simbolismo, como, por ejemplo, la piedra de erudito (suseok) que el amigo del hijo mayor presta a la familia y que jugará un papel importante en algunas escenas clave de la película.
[4] Afortunadamente, su actuación sí ha sido reconocida en otros certámenes.
[5] Un incendiario twit de la cuenta oficial de los Óscars publicado el 4 de febrero, y que fue rápidamente retirado, mencionaba como ganadora de la Mejor Película a Parásitos. Si esto fue ironía, hackeo, o estrategia de marketing es algo que muy pronto resolveremos.