Desde Ecos de Asia hemos abordado en otras ocasiones un breve repaso por la porcelana realizada en el País del Sol Naciente. Tras haber tratado los casos de Arita, Nabeshima y Kakiemon, en esta ocasión nos centraremos en las piezas de porcelana de Kutani.
El nombre de Kutani viene a significar literalmente “Los Nueve Valles”, es una localidad de la costa occidental de Honshû, perteneciente a la antigua provincia de Kaga (en la actualidad prefectura de Ishikawa). Los inicios de Kutani como uno de los principales alfares japoneses arrancan a mediados del siglo XVII, durante el periodo Edo,[1] cuando el señor feudal Maeda Toshiharu[2] mostró interés en la promoción de los talleres cerámicos como un medio con el que enriquecer sus dominios. Las porcelanas realizadas en este momento en Kutani se diferencian principalmente de las elaboradas manifestaciones de Nabeshima, ya que en ellas domina el denominado estilo shibui,[3] lo que viene a ser menos refinado y de una rudeza pretendida, que las hace más cercanas al puro estilo japonés, como el empleado en la cerámica del té. En estas piezas el diseño estaba realizado con gran fuerza expresiva, ejecutado mediante líneas atrevidas y abstractas. Entre estas las más bellas son las denominadas ao-Kutani o Kutani azul y verde, debido a que estos sonlos colores dominantes en su diseño. Sobre estas piezas se dispone una serie de temas decorativos de gran simplicidad y diseño abstracto. Los principales motivos empleados en la decoración suelen ser de flores y pájaros, abanicos y frutas. Se suele referir a estas piezas como Ko-Kutani (Antiguo Kutani), término empleado para referirse a las realizaciones de la escuela de tiempos anteriores, con el fin de distinguirlas de las realizadas en el siglo XIX o de las que se siguen haciendo dentro del mismo estilo en la actualidad.
No obstante la pervivencia de los talleres que se encargaban de la producción de las Antiguas Kutani fue muy corta en el tiempo, por lo que tendremos que retrotraernos hasta la segunda mitad del siglo XIX, momento en que se produjo el resurgimiento y la gran expansión de la actividad cerámica de Kutani, a la que se sumaron toda una serie de alfares de localidades vecinas. A partir de este momento, gracias al impulso de ceramistas como Kutani Shoza (1816-1883), se desarrolló la producción de porcelana de Kutani más característica, decorada con alegres esmaltes policromos, mediante los que se consigue un estilo pictórico figurativo próximo a las corrientes tradicionales de pintura yamato-e y al grabado ukiyo-e, que tanta admiración generaron en Occidente. Shoza además incrementó el repertorio añadiendo toda una serie de escenas de género y paisaje, motivos religiosos y mitológicos, además de representaciones muy cuidadas de flores y pájaros. Gracias al gran número de pupilos que tuvo bajo su mando, el “estilo Shôza” se propagó a través de toda la región de Kutani.
Es destacable que industria cerámica que se asentó entorno a Kutani anticipaba el modo de producción típico que se desarrollaría en la era Meiji (1868-1912), caracterizado por que los procesos de realización y decoración de las piezas se llevaba a cabo de manera separada, en la mayoría de los casos en talleres de localidades distintas. Debido a la transferencia de la administración del shogunato de Edo al nuevo gobierno Meiji, los talleres de cerámica se vieron privados del apoyo que tradicionalmente habían recibido de la clase feudal, por lo que se vieron obligados a ser autosuficientes.
Una serie de estos talleres comenzaron a especializarse en la realización de un catálogo de piezas en blanco, sin ningún tipo de decoración, procedimiento del que posteriormente se encargaban toda una serie de talleres de pintura esparcidos por el dominio de Kaga, asentando de esta manera un modo de producción que se propagaría por todo el archipiélago a finales del siglo XIX. Esta división del trabajo se caracteriza porque fue a la vez también una división geográfica: era habitual que las piezas en blanco se realizaran principalmente en la localidad de Nomi, para con posterioridad enviarlas cerámicas hasta Kanazawa, donde se llevaba a cabo el proceso de pintado de la decoración. Aunque este proceso solía ser el habitual, también existan talleres en los que se realizaban ambas tareas, como en Enuma, ciudad en la que se asentaban distintas firmas familiares que se encargaban tanto de la manufactura como de la comercialización, mientras que en las citadas Kanazawa y Nomi, los distribuidores y empresarioscomerciaban con las piezas realizadas ya fuera en talleres de su propiedad o recurriendo en ocasiones a artesanos que desempeñaban su labor en sus domicilios de modo individual.
Este proceso de producción de cerámicas a gran escala hizo que ceramistas y pintores idearan toda una serie de modelos que pudieran ser trasladados de forma sencilla. Los talleres que producían piezas en blanco ofrecían a sus clientes un repertorio limitado de formas. Estos diseños no estaban protegidos ante imitadores, por lo que resulta común que encontremos los mismos modelos, con las proporciones mínimas alteradas, entre las realizaciones de otras regiones. Por ejemplo, modelos de teteras y cafeteras con dragones enroscados, acompañados de tazas y platos a juego, representan una tipología de formas usadas a lo largo de todo Japón, encontrando ejemplos similares en productos de Arita, Kioto o Kutani. Del mismo modo la decoración debía ser multiuso, apareciendo patrones de diseños que podían ser aplicados a una gran variedad de jarrones. Un procedimiento, al que se recurría en Kutani y otros centros, consistía en representar el mismo diseño a la inversa en diferentes piezas. La ventaja de este truco resulta clara, ya que las piezas se pueden vender de manera separada o por parejas, al mismo tiempo que la producción parecía más variada.
Tras este breve recorrido hemos podido comprobarcómo la industria de la porcelana en Japón, cuyos orígenes en multitud de ocasiones están ligados a iniciativas de poderosos señores feudales, cambiaron con el establecimiento del nuevo gobierno y la entrada de Japón en el panorama internacional, haciendo que los artesanos debieran buscar nuevas salidas a sus productos con el fin de sacar provecho del comercio de exportación que se llevaba a cabo desde el archipiélago hacia Occidente. En futuras entregas nos centraremos enotras tipologías de objetos que destacaron en ese momento como nexos de unión entre estas dos culturas, así como de la influencia que tuvieron en los países de destino.
Para saber más:
Notas:
[1]La época Edo, o periodo Tokugawa, es el periodo de la historia japonesa comprendido entre los años 1603 y 1868. Durante la época la sociedad japonesa estaba bajo el férreo dominio de la familia Tokugawa, que implantó un estricto orden social y una política aislacionista en materia exterior. El país experimentó un notable crecimiento económico así como un florecimiento cultural y de las artes populares.
[2] El Clan Maeda fue una de las familias feudales más poderosas de Japón, siendo superados únicamente por la fortaleza del clan Tokugawa en cuanto a producción y tamaño de sus estipendios de arroz (forma tradicional de medida de la riqueza en Japón). El clan Maeda gobernó el dominio Kaga desde su sede en Kanazawa desde 1583 hasta la Restauración Meiji en 1868.
[3] García Gutiérrez, Arte de Japón, Summa Artis, Historia General del Arte, vol. XXI, Madrid, Espasa Calpe, 1967. p. 473.
Saludos, David desde Costa Rica.
Le escribo porque recién adquirí unas hermosas piezas de té japonés, quiero saber un poco más si son Satsuma.