Las comunidades asiáticas, y en concreto chinas, de Argentina resultan poco conocidas para el público europeo. Su escasa exposición internacional hace de ellas un asunto a destacar, que analizaremos a continuación a partir de su protagonismo en la película hispano-argentina Un cuento chino (2011),[1] con motivo del especial Asia-América de Ecos de Asia.
El filme que nos ocupa es una comedia dramática del absurdo, una elucubración de Sebastián Borensztein quien, tras trabajar en televisión, se pasó al cine con sus películas La suerte está echada (2005) y Sin memoria (2010). En Un cuento chino (2011) tiene la gran suerte de contar con el talento de Ricardo Darín: uno de esos genios de la interpretación, que puede convertir una bufonada en un éxito de altas cotas dramáticas. Darín, que tal vez sea el más internacional de los actores argentinos (junto a la familia Alterio), despuntó ya en la tragicómica El hijo de la novia (2001) y ha vuelto recientemente en la potente Relatos salvajes (2014). En estos momentos, regresa a la cartelera con otra comedia dramática de producción española: Truman (2015), junto al riojano Javier Cámara.
El contrapunto a Darín se lo da el otro protagonista masculino de la película: Huang Sheng Huang, más conocido como Ignacio Huang, un actor taiwanés afincado desde niño en Argentina, donde alcanzó gran reconocimiento a raíz precisamente de este filme. Ha aparecido también en otras producciones de dicho país como La Salada (2014) o el cortometraje Diamante mandarín (2015); en ambas se retrata la vida de inmigrantes chinos en Argentina.
En su momento, la película fue todo un éxito, aclamada allende la Argentina, consiguiendo incluso premios tan prestigiosos como el otorgado por el público en el Festival de Roma o el galardón a Mejor película iberoamericana en los Premios Goya (ambos en el año 2011).
La acción del filme se sitúa en la ciudad de Buenos Aires, donde vive Roberto (interpretado por Ricardo Darín), el solitario dueño de una ferretería. Hosco, malhumorado y encerrado en sí mismo, Roberto desarrolla su anodina vida contando las tuercas y tornillos que le envían los proveedores, con una precisión que roza la histeria; atendiendo también a los igualmente perturbados clientes que osan asomarse por su negocio, en una batalla constante llena de mediocridad. Los únicos hobbies de este personaje tan gris (dibujado de forma sublime por Darín en un retrato lleno de claroscuros) son contemplar los aviones que despegan y aterrizan en el aeropuerto, y coleccionar noticias sobre muertes absurdas que encuentra en los diarios.
Un día, mientras desarrolla el primero de esos entretenimientos citados, se produce el encuentro con Jun (Huang Sheng Huang): un chino que busca desesperadamente a su tío, el único familiar que le queda vivo y al que espera encontrar en la ciudad.
De esta forma, casual y fortuita, los destinos de estos dos protagonistas tan dispares se ven unidos en un argumento disparatado, que bebe de los clásicos filmes de “extrañas parejas” en los que dos opuestos se ven obligados a convivir y acaban forjando una alianza que va mucho más allá de la amistad. Este mismo esquema es el que puebla la mayoría de películas policíacas de la era moderna, desde Arma Letal (1987) y sus secuelas o La Jungla de Cristal 3: La Venganza (1995), hasta teleseries más actuales como Bones (2005-) o Castle (2009-).[2]
En este caso, la barrera idiomática será un obstáculo en apariencia insalvable para la comunicación entre ambos protagonistas provocando, aún si cabe, más despropósitos de los ya originalmente previsibles. Es aquí donde el filme profundiza en las dificultades de adaptación al medio que sufre cualquier extranjero que debe emigrar a otro país, pero especialmente aquellos que no entienden el idioma y cuya cultura es tan radicalmente diferente. Ese choque cultural, la falta de entendimiento y (pese a todo) el esfuerzo mutuo por encontrar un punto de encuentro, es lo que da un toque de cálida humanidad a una historia en apariencia absurda.
Y es que, en realidad, la cinta explora temas universales y de profundo calado, como la necesidad de afecto del ser humano, que descubrimos a través de la incapacidad de proporcionarlo que sufre el personaje de Darín (el cual, por supuesto, evolucionará a lo largo del filme), o lo absurdo de la existencia humana, representado por esas noticias ridículas a la vez que trágicas que colecciona el protagonista y que están, algunas de ellas, inspiradas en historias reales. El drama llega cuando una de esas historias, que Roberto lee desde la distancia, se mete en su vida, convirtiéndose en real y tangible, con la figura de Jun.
Cuando Jun vivía en China, fue testigo de la muerte de su prometida, la cual fue aplastada por una vaca caída del cielo durante un paseo en barca. Esta historia, absurda pero trágica, llegará hasta los periódicos argentinos, donde Roberto la leerá y recopilará en su colección, sin saber que más tarde acogería en su propia casa al protagonista de esa noticia. Casi en contra de su voluntad, Roberto se ve obligado a hacerse cargo de Jun, ya que sus esfuerzos por deshacerse de él son una y otra vez frustrados: intentará llevarlo a comisaría, a la Embajada de la República Popular China e incluso al barrio chino de Buenos Aires, pero sin éxito alguno.
Es precisamente en ese barrio chino de la ciudad donde se producen algunas de las escenas más graciosas e interesantes del filme; como cuando Jun no consigue comunicarse con sus compatriotas ante la insólita mirada de Roberto, que exclama: “Le está hablando en chino, ¿cómo que no entiende?”, ante lo que el dependiente de un negocio contestará en un español chapurreado: “Yo hablar cantonés. Él hablar mandarín. Idiomas diferentes”.
Esta barrera que supone hablar idiomas distintos será salvada con la ayuda de un intérprete improvisado, en la figura de un repartidor de comida china que ejercerá de traductor entre ambos protagonistas. De esta forma, Roberto sabrá que es Jun el que se esconde tras el rocambolesco titular de uno de sus recortes de noticias y, en ese reconocimiento de la tragedia del otro, empezamos también a comprender un poco más las tribulaciones por las que pasa el personaje de Roberto a través de su pasado (como su participación en la Guerra de las Malvinas). Este arranque de empatía devolverá a Roberto la capacidad de amar, hasta el punto de aceptar sus propios sentimientos por la cándida Mari (interpretada por Muriel Santa Ana como secundaria de lujo).
En cuanto a la presencia de orientales y su papel en el filme, destaca la gran cantidad de personajes chinos que aparecen, reflejo sin duda de la realidad porteña; el denominado “barrio chino” de Buenos Aires se encuentra en el barrio de Belgrano y acoge, además de chinos -que se concentran precisamente en este lugar-, personas asiáticas de diversa procedencia, como taiwaneses, coreanos, japoneses o tailandeses.
Otro tema, del que solo vemos unas pinceladas en la película, es el del racismo y la xenofobia en su forma más cotidiana. Tratado con humor, pero con precisión certera, son muchos los personajes del filme que plasman en sus comentarios y actitudes un sentimiento racista que parece ser un mal endémico muy enraizado en la sociedad bonarense y, por extensión, argentina: desde los delincuentes que asaltan y roban a Jun al inicio de la historia, hasta el policía que pretende encarcelarlo sin motivo alguno, pasando por los clientes de la ferretería de Roberto, para los cuales su ayudante chino es poco más que un esclavo al que debería “blanquear”.
Sin desmenuzar más la película, al lector le quedarán enormes dudas: ¿Cómo cayó una vaca desde el cielo hasta la barca de Jun? ¿Qué dramas oculta el pasado de Roberto? ¿Tendrán nuestros protagonistas un final feliz? ¿Habrá algo de realidad en esta historia o será meramente un “cuento chino”?[3] Enigmas todos ellos que les dejamos resuelvan ustedes con el visionado de este filme único, bizarro aunque encantador.
Para saber más:
[1] Un cuento chino (2011). País: Argentina-España. Director: Sebastián Borensztein. Guión: Sebastián Borensztein. Música: Lucio Godoy. Fotografía: Rolo Pulpeiro. Reparto: Ricardo Darín, Ignacio Huang, Muriel Santa Ana, Iván Romanelli, Vivian Jaber, Enric Cambray, Pablo Seijo, Joaquín Bouzas. Productora: Pampa Films / Tornasol.
[2] Nótese que la dicotomía de estos filmes y teleseries de acción entre el personaje inteligente y el arrojado solía plasmarse en una diferencia racial en los primeros que, posteriormente, ha ido evolucionando en materia de género, formándose parejas de hombre y mujer en las que perviven los mismos tópicos y juegos de opuestos de los clásicos de los ochenta.
[3] La expresión “un cuento chino”, que da título a la película, se refiere a un tipo de embuste disimulado dentro de una historia de dudosa veracidad y parece tener su origen en la recepción occidental de El libro de las Maravillas, de Marco Polo. El uso extensivo del término en Hispanoamérica parece proceder de los contratos, llenos de falsas promesas, con los que los españoles convencían a los chinos culíes para trabajar en sus plantaciones de Cuba, en un régimen de semi-esclavitud.