A pesar de haberse estrenado el mismo día que la popular ficción histórica Monhejo Daro (2016), el filme que reseñamos en esta ocasión, Rustom (2016),[1] batió igualmente records de taquilla en India, y goza del honor de, más adelante, haber contado con más de 100 millones de espectadores durante su estreno en televisión.
Este drama judicial está basado –aunque con divergencias, especialmente en la resolución final-, en el famoso caso de K. M. Nanavati contra el Estado de Maharashtra, que se convirtió en uno de los últimos juicios con jurado popular antes de que esta práctica fuese abolida, y sobre el que corrieron ríos de tinta. En 1959, un Comandante de la Armada India, Nanavati, mató al amante de su mujer tras enterarse de su relación; durante varios meses de investigación y un mediático juicio, un jurado popular trató de discernir sobre la culpabilidad y legitimidad del Comandante, discutiendo también sobre si se trataba de un crimen pasional o era un asesinato planeado.
Una situación muy similar nos relata el filme Rustom, dirigido por Tinu Suresh Desai y protagonizado por las, aunque apropiadas, también estrellas mediáticas, como Akshay Kumar, Ileana D’Cruz, Arjan Bajwa y Esha Gupta. El filme, ambientado en Bombay en 1959, relata la historia de un alto oficial de la Armada, Rustom Pavri, que vuelve de una estancia de servicio en Londres y descubre que su mujer, Cynthia, la ha estado engañando con un magnate industrial, Vikram Makhija, supuesto amigo de la familia. Tras tomas prestada un arma del arsenal del barco, Rustom va en busca de Vikram y acaba con su vida mediante tres tiros. Acto seguido, se confiesa culpable y se entrega en comisaría. A pesar de que la reconstrucción de la situación parece más que evidente, pronto la opinión pública se debatirá en torno a la cuestión de si Rustom actuó justamente, sirviendo también como motivo de discusión entre las diferentes etnicidades presentes en la región.[2] No obstante, cuando Rustom, contra todo pronóstico, decida declararse inocente en el juicio, se presentará una nueva y sorprendente reconstrucción de los hechos, que permitirá ver cómo, a pesar de lo que parecía, las motivaciones de Rustom no son predecibles ni evidentes.
Sin duda, lo mejor de la película es el increíble tratamiento estético con el que se reproduce la Bombay de los años 50,[3] de sorprendente estética europea, unido a una atrevida elección de filtros (y un esmerado trabajo de post-producción), en el que el rojo de la sangre y de los labios de las mujeres se torna de un magenta chillón plenamente kitsch, rodeado de tonos pasteles y de naranjas y amarillos chillones. Pero, a pesar de la recreación, el elenco estelar y el acierto en la moderación de los temas musicales, la película presenta una resolución de la historia en exceso evidente, plagada de diálogos forzados y predecibles que combinan con un conjunto de actuaciones protagónicas excesivamente impasivas, desaprovechando, quizás, a un conjunto de secundarios que resuelven con mucha mayor naturalidad y simpatía sus personajes.
En definitiva, si bien la película puede resultar un deleite estético para los amantes del periodo, no llega a profundizar en toda una serie de temas que deja en el aire –la descolonización, la importancia del ejército y de la posición de sus integrantes dentro de la posición el país, la importancia de los medios en la opinión popular, los conflictos étnicos…- y que, sin duda, podrían haber ayudado a presentar una visión mucho más compleja del célebre caso.
Para saber más:
Ficha de la película en IMdB.