En el artículo de “Amanecer y ocaso de los samurái” veíamos los condicionantes histórico-políticos que iniciaron el surgimiento y la desaparición de esta fascinante y poderosa clase guerrera que fueron los samuráis, una clase social que fue la gobernante de Japón durante setecientos años.
Pero, ¿qué eran exactamente los samuráis? Y a esa pregunta le podríamos añadir ¿y los ronin o los ninjas? Porque, en lo que respecta a la dualidad ronin/samurái son términos que en algunos casos tienden a confundirse, y en lo referido a los ninjas aún conociendo su fama no llega a saberse su verdadera situación en la sociedad japonesa.
En este breve artículo veremos los aspectos más importantes que atañen a cada una de estas tres figuras:
Samurái
Referido a la palabra “servidor”, fueron una casta guerrera que tuvo su mayor apogeo entre los siglos XII y XVIII, antes de que la modernidad entrara con mucho retraso pero con fuerza en Japón y apartara a estos guerreros de los puestos hegemónicos de poder que habían estado ostentando.
Los samuráis conformaban las filas de los clanes guerreros guardianes de la paz y el orden en Japón. A la cabeza de cada uno de los clanes había un daimio, un señor feudal, que gobernaba una parte del territorio del país en nombre del sogún, el gobernante supremo de Japón. Muy por debajo de todos ellos estaba el pueblo llano (campesinos, comerciantes, artesanos). Todos ellos eran leales al emperador, quien no era más que una mera figura simbólica, en el ámbito religioso, descendiente de los dioses. Toda esta pirámide de poder tiene cierta similitud con el feudalismo que existió en Europa en la Edad Media: rey – nobles – caballeros.
Sin embargo la naturaleza samurái no era en absoluto parecida al de la caballería en Europa, ya que basaban el arte de la guerra en el bushido, término que designa código de honor y de comportamiento social que debían seguir.[1]
El bushido, conocido como “vía del guerrero”, se basaba en los principios de: justicia, lealtad, compasión, cortesía, valor y honor, con raíces en las tres religiones presentes en el Japón feudal: sintoísmo, confucionismo, pero sobre todo en el budismo Zen. La mayor parte de los samuráis eran seguidores de ésta última, ya que el Zen enseña a sus seguidores a buscar la iluminación y la salvación dentro de uno mismo a través de la meditación, no de la adoración de ninguna deidad.[2] El objetivo último es la armonía espiritual, unir la vida y la muerte, algo que era muy atractivo para los guerreros samuráis que sabían que su vida podía terminar en cualquier momento.
El fin último del bushido era enseñar al guerrero a vivir como tal en tiempos de paz, por ello iban siempre armados, pues debían estar alerta. Los dos preceptos básicos de esta forma de vida eran:
– La lealtad total: a sus superiores daimio, pero sobre todo ante el emperador.
– Concienciar al samurái de que “llegará el día en que morirá”. Para estos guerreros, la muerte no era algo que temer, era el fin propio de la vida. Se les concienciaba desde el inicio de su educación, a través de este código de honor, de que técnicamente ya estaban muertos, porque algún día lo estarían. De esa manera se convertían en guerreros sin miedo, porque ¿qué temer si no temes a la muerte? Esto por supuesto no significa que estuviesen dispuestos a morir en cualquier circunstancia. La muerte debía ser por un gran fin, por servir a su señor y a la patria, y una muerte patética o accidental provocaba la eterna deshonra para el guerrero y para su familia.
No seguir los preceptos del bushido suponía también una deshonra y la única manera de limpiar ese deshonor era cometiendo seppuku, el famoso ritual de suicidio, conocido como harakiri, que conllevaba el acuchillamiento a uno mismo, y la posterior decapitación.
Esta ceremonia de suicidio solía realizarse de forma voluntaria por el guerrero para evitar caer en manos del enemigo o para expiar sus culpas, sin embargo también podía ser debido a una orden de un superior. El ritual tenía todo un proceso muy cuadriculado, por el cual el practicante solía beber alcohol antes (sake), componía un poema, y, arrodillado con el kimono blanco abierto, procedía a clavarse la daga en el abdomen, de izquierda a derecha, para luego volver al centro y seguir verticalmente hasta el esternón. Esta práctica era tan dolorosa para el que lo realizaba y un espectáculo tan grotesco para el público (en muchas ocasiones los intestinos solían desparramarse por el suelo) que el suicida solía contar con un kaishaku (un ayudante), escogido por él mismo, que le decapitaba en el momento justo.
En lo referido al armamento, las dos armas principales y más características de los samuráis eran sus dos espadas; la katana:[3] espada larga que conformaba la esencia pura de su condición y que consideraban incluso que guardaba su alma, y la wakizashi: la espada corta utilizada en sustitución de la katana cuando se luchaba en lugares pequeños (en los que su menor longitud era una ventaja) y además la permitida de portar en los lugares en que por seguridad estaba prohibido ir armado. También se tiene constancia de que fue utilizada en cierto momento para el ritual del seppuku siendo sustituida más adelante por el tantô, como daga ceremonial.[4]
La armadura era tratada con el mismo respeto que la katana (por ejemplo, se consideraba una falta de respeto mirar dentro del casco de otro samurái). Estaba constituida a base de múltiples escamas de hierro lacado unidas, al inicio con cuero y mas adelante con seda, que pintaban de distintos colores para identificarse. La armadura japonesa tenía como principal objetivo preservar la agilidad del guerrero, a diferencia de las armaduras de los caballeros europeos, ya que en este caso no se enfatizaba la fuerza bruta. Poco a poco fueron mejorándose y haciéndose más complejas, con una decoración cada vez más intrincada, con ánimo de distinguirse dentro de la marabunta del clan en el fragor de la batalla.[5] El proceso de ponerse la armadura era muy complejo, con varias capas de vestiduras de lino. A esto se añadían protecciones para las zonas vulnerables. El casco era liviano, y podía complementarse con una máscara que inspirara terror. Los oficiales de alto rango solían decorarlo con astas o cuernos.
Otras armas muy utilizadas eran el arco y las flechas, de diferentes tamaños. Las lanzas eran fundamentales en combate y las había de dos tipos: la naginata (hoja curva) y la yari (hoja recta). Estas lanzas eran utilizadas tanto por los guerreros a pie como por los montados, ya que también había caballería dentro de los ejércitos samurái. Además contaban con jinetes arqueros, quienes utilizaban un arco largo llamado daikyu, con una forma asimétrica que según teorías buscaría la comodidad del jinete para pasar el arma de un lado al otro del caballo.
En lo referente a su condición hay que destacar la importante posición que mantenían en la sociedad japonesa feudal. Antes la comparábamos con el feudalismo existente en Europa, pero en Japón llegó a alcanzar tintes muy diferentes. Los samuráis tenían apellidos mientras que el resto de la población no (algo que no pasaba en Europa) daba igual la riqueza de una persona. Eran nobles, y sin embargo no aceptaban el dinero pues manchaba la honra de quien lo recibía. Hubo samuráis ricos sí, pero eran casos extraños. Su riqueza se basaba en sus tierras, en la cantidad de arroz que producían. En la Era Edo, durante el régimen de los Tokugawa se vivió un período de paz sin apenas conflictos importantes. Esto supuso que no hubiese guerras que redujeran el número de samuráis, creciendo su número a niveles nunca vistos. La carga que suponía mantener a todas estas legiones de guerreros inactivos (se les pagaba con un salario en arroz) unido a diversas catástrofes apenas solucionadas debido al aislacionismo de Japón durante los siglos XVII y mediados del XIX fueron algunos de los condicionantes de la crisis de esta casta.[6]
Ronin
Los ronin eran samuráis que no tenían un clan, o que no tenían un señor feudal a quien servir. Se consideraba una situación muy deshonrosa al perder todos los privilegios de que habían gozado y dejar de pertenecer a la élite guerrera.
Un samurái podía convertirse en ronin de muchas maneras. Las formas más comunes eran incumplir algún aspecto del bushido y a continuación negarse a realizar el seppuku, lo cual hacia que quedase automáticamente deshonrado y desterrado; o bien una causa ajena al propio samurái: que su señor cometiese seppuku, lo cual convertía a todos sus samuráis en ronin tal como ocurría en la leyenda de “los 47 ronin”.
Ésta es una de las leyendas más famosas de Japón. Narra la historia de los samuráis de Asano Naganori, que fue obligado por el sogún a cometer seppuku al haber intentado asesinar a otro daimio, Kira Yoshinaka, tras haber recibido injurias de éste. Los samuráis que estaban a su servicio se convirtieron entonces ronin al haber perdido a su señor, y 47 de ellos buscaron vengar a su antiguo maestro a pesar de haber recibido la prohibición de hacerlo. El 14 de diciembre de 1702 entraron en la residencia de Yoshinaka y lo asesinaron. A pesar de haber desobedecido las ordenes, su honor y su valor fueron reconocidos y en vez de ejecutarlos se les permitió realizar el seppuku. Hoy en día sus tumbas son muy visitadas y su recuerdo es venerado por los japoneses como ejemplo de valentía, lealtad y honor.
Por otro lado la condición de ronin se heredaba, así que a menos que el padre no renunciase a su condición de guerrero o cometiese suicidio, sus hijos también serían ronin.
Era difícil salir de esta situación porque los otros clanes no solían aceptarlos entre sus filas. Tenían que arreglárselas solos y recorrían el país en busca de trabajo. Eran utilizados para diversas misiones como simples mercenarios, en muchas ocasiones con la promesa de devolverles su posición anterior, algo que generalmente no se cumplía.
Pero a pesar de esa situación, al estar libres de la obligación de servir a un señor, muchos se hicieron tremendamente independientes. Eran así diferentes a cualquier otro samurái cuya lealtad estaba siempre comprometida. Algunos se convertían en bandidos, otros en mercenarios contratados para proteger los pueblos o servían como guardaespaldas a mercaderes ricos. También los había que daban lecciones de artes marciales y de hecho algunos alcanzaron fama como maestros espadachines.[7]
Ninja
En lo que concierne a los ninja (también llamados shinobi) hablamos de aquel que practica el ninjutsu o “arte para escabullirse”, siendo una situación completamente diferente. Se trataba de un grupo que podríamos sin problema calificar de mercenarios expertos en espionaje, sabotaje y asesinatos pudiendo escapar sin ser descubiertos. Eran entrenados desde niños en supervivencia, agilidad y resistencia, para poder escalar muros de castillos, estar días sin comer, o para dominar las artes marciales tanto con armas como sin ellas. Se les instruía con una ideología muy dura en la que debían asimilar el concepto de la muerte y perder el miedo a ésta para poder realizar sus tareas. No cometían seppuku y no se regían por un código que les impidiese actuar de una manera concreta. Su misión era lograr realizar la tarea encomendad sin importar cómo. No se enfrentaban cara a cara si era posible evitarlo. Su resistencia y sus habilidades para esconderse y atacar en el momento justo eran sus mejores armas.
Sus orígenes parecen remontarse al siglo VI como antecedente más preciso, aunque será ya en pleno siglo XV cuando se pueden identificar plenamente sus actividades y naturaleza, tal como es conocida hoy en día. Tuvieron una evolución y periodo de esplendor a la par que los samuráis, debido a que sus artes eran usadas principalmente por estos.
Usaban todo un arsenal de armas muy variado como cuchillas, espadas cortas, shuriken (armas arrojadizas con forma de estrella), o los conocidos nunchakus, por citar algunas, además de ser expertos en la lucha desarmada y en la elaboración de venenos, pócimas y diferentes tipos de bombas, ya fuesen pirotécnicas o de humo para poder escapar. Eran maestros del disfraz, y más allá del típico traje negro con el que son conocidos hoy en día, en su vestuario podía haber cualquier tipo de vestiduras. Sabían mezclarse entre la población y podían ser mendigos, artistas itinerantes o sacerdotes nómadas.
Las familias ninjas vivían en las más agrestes y remotas regiones de Japón, y pertenecían a las clases más bajas de la sociedad. Tradicionalmente su jerarquía los lideres que eran los que acordaban con el exterior los servicios de los ninjas, sus asistentes o intermediarios y los agentes, que llevaban a cabo las misiones.
La sociedad japonesa despreciaba completamente a estos agentes, que en el supuesto de ser capturados eran torturados hasta la muerte. Suponían todo lo contrario al bushido y a los samuráis que basaban su código en lo honorable de enfrentarte al enemigo cara a cara. Si un daimio enviaba a sus propios guerreros a una misión de espionaje o asesinato y éstos eran descubiertos, el deshonor cubriría a toda su familia, Por ello los ninjas frecuentemente eran contratados por éstos para realizar ciertas misiones, ya que según su propio código era despreciable espiar o asesinar por la espalda.
Por otro lado, a la par que despreciados eran temidos, sobre todo por los propios daimios que los contrataban, pues les preocupaba sufrir un intento de asesinato por algún rival. La naturaleza misteriosa y casi mágica que rodeaba a estos mercenarios estaba muy extendida, pues eran capaces de entrar en castillos de manera sigilosa y asesinar a su objetivo sin dejar pistas. Durante los asedios eran utilizados para abrir las puertas o acabar con ciertas defensas, para que el resto de fuerzas pudiesen entrar. Fue hasta tal punto las exageraciones de su mito, que los daimio para evitar ser asesinados adoptaron medidas en sus castillos y mansiones, como puertas corredizas en la parte trasera de las habitaciones privadas donde siempre se encontraban algunos guardias preparadas para defender a su señor. Los visitantes estaban sujetos a una extrema vigilancia, obligando incluso a adoptar ciertas formas de vestir o de situarse ante el señor para dificultar el movimiento ante un posible intento de asesinato.
A pesar de todas estas medidas pocos fueron los daimio que no sufrieron intentos de asesinato a manos de ninjas.
Tras este breve repaso por tres de las figuras más simbólicas de Japón podemos ver el peso que tenía la guerra y la muerte en la sociedad japonesa. Lo más interesante es ver la diferencia sutil pero sustancial entre lo que significaba para los samuráis tener amo o no. El honor era la base de su forma de vida, y podía perderse de maneras muy diferentes. El nivel en que lo vivían los samuráis es extremo, hasta el punto de que aquellos que, como los ninjas no siguieran unas reglas de juego en el arte de la guerra, eran considerados parte de los escalones más bajos de la sociedad, pero eran usados por los jugadores “honrados” para seguir caminos alternativos y hacer trampas sin manchar su reputación.
Para saber más:
[1] Gaskin, Carol y Hawkins, Vince., Breve historia de los Samuráis. De Ronnins a Ninjas: La auténtica historia de los más implacables guerreros de la antigüedad. Madrid, Ediciones Nowtilus, S.L, 2005. Página 48.
[2] Nukariya, Kaiten., La religión de los samurái. Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., 2005. Páginas 38-51.
[3] Es importante mencionar que el término katana solo hace referencia a un tipo concreto de espada japonesa. Lo samuráis utilizaron otras tantas espadas, de similar tipología aunque diferente, y que reciben otros nombres, como son: la tachi un poco más larga y curvada que la katana, la nodachi: de gran longitud por lo que debía ser utilizada con dos manos y la kodachi: espada corta, que aquellos que no eran samuráis tenían permitido portar (ya que ir armado con espadas honorables era un privilegio de la casta samurái, y el pueblo llano lo tenía prohibido)
[4] Gaskin, Carol y Hawkins, Vince., Breve historia de los Samuráis. De Ronnins a Ninjas: La auténtica historia de los más implacables guerreros de la antigüedad. Madrid, Ediciones Nowtilus, S.L, 2005. Página 59.
[5] Clements Jonathan. Los samuráis: historia y leyenda de una casta guerrera., Barcelona, Crítica, 2010. Página 69.
[6] Consultar artículo “Amanecer y ocaso de los samurái” publicado en la revista Ecos de Asia para más información relativa a este período y a la desaparición de la clase samurái: http://revistacultural.ecosdeasia.com/amanecer-y-ocaso-de-los-samurai/
[7] Gaskin, Carol y Hawkins, Vince., Breve historia de los Samuráis. De Ronnins a Ninjas: La auténtica historia de los más implacables guerreros de la antigüedad. Madrid, Ediciones Nowtilus, S.L, 2005. Página 36.