Dentro de nuestro especial sobre la Revolución iraní, hemos decidido dedicar una parte al que fuera una de las caras más visibles de la misma, el depuesto Sah Mohammed Reza Pahlevi, y al lugar que ocupa en la memoria y el imaginario público gracias tanto a su agitada vida personal como a los numerosos conflictos internacionales que tuvieron lugar durante sus años en el poder. Para la ocasión, nos centramos en una de sus escasas pero interesantes representaciones en la cultura audiovisual occidental: la miniserie italiana Soraya (2003), producida por RAI Ficcione, que narra la historia del fallido matrimonio de Soraya Esfandiary-Bakhtiary con el entonces gobernante de Irán.
Articulada en dos episodios, la miniserie relata un marco temporal que va desde la puesta en conocimiento de la futura pareja, en 1950, hasta su divorcio en 1958. Interpretada por un elenco internacional –aunque occidental- y habitual del ámbito televisivo, está protagonizada por una bellísima e insípida Anna Valle, Miss Italia 95 y habitual de muchas producciones históricas melodramáticas de la televisión italiana, como Atelier Fontana, Callas e Onassis o Juan XXIII, el papa de la paz.
El interés de esta producción en el ámbito italiano se justifica mediante la omnipresencia nostálgica de la princesa y ex reina Soraya en el panorama popular y amarillista, de manifiesto carácter melancólico y romántico, tanto en su faceta de soberana oriental como por su papel en los tabloides durante su época de divorciada y actriz. Así, esta miniserie entronca perfectamente con una larga lista de producciones para televisiones europeas dedicadas a varias “grandes mujeres” de diferentes familias reales, las cuales tienen su punto de partida en la Sissi protagonizada por Romy Schneider y llegan hasta el presente, habiendo una particular filiación por aquellas que pueden ser consideradas, por algún u otro motivo, como “princesas del pueblo”: entre los casos recientes, encontramos obras como La Duquesa, Felipe y Letizia o, saliendo del ámbito mediterráneo, Guillermo y Kate: una historia real.
Pero, como ya hemos adelantado, lo más interesante de la miniserie consiste en los acontecimientos que suceden en Irán durante el matrimonio entre Soraya y Mohammed Reza Pahlevi. Y es que este coincide en el tiempo con los intentos y el finalmente fallido proceso de nacionalización del petróleo iraní, una parte crucial de ese “Gran Juego” decimonónico que sigue todavía vigente y que tuvo en Irán un papel mucho más importante de lo que solemos recordar, eclipsado por acontecimientos posteriores como la Revolución Cultural.
La historia relatada en la miniserie se nos presenta como una habitual, aunque no tan idílica, historia de amor e ilusiones: un “chico-conoce-chica” –matrimonio concertado mediante-, del que se esperará que llegue a florecer un amor verdadero.
Sin embargo, la razón del matrimonio albergaba, principalmente, otro asunto que es únicamente apuntado y no desarrollado en la serie (apenas existe una mención en las escenas que rodean al propio casamiento): el de una unión dinástica entre Pahlevis y Bajtiaríes, entre – como bien lo llamó Garthwaite–[1] entre shahs y khanes; en definitiva, entre una nobleza nueva y militar y entre una antigua y territorial.
Aunque bellísima y perfectamente educada (estudiante universitaria de literatura, que hablaba con soltura varios idiomas), Soraya Esfandiary-Bakhtiary era igualmente una candidata perfecta para el Shah en términos nobiliarios. Los bajtiaríes, una de las etnias más antiguas y poderosas de Irán, habían controlado la zona montañosa sur del país desde hacía al menos varios siglos y sus clanes fueron algunas de las familias con más poder de toda la Persia Qajar. [2] Como tal, jugaron un importante papel en la política contemporánea persa: en la Revolución Constitucional de 1909 y en el posterior derrocamiento de la dinastía Qajar, pero también se opusieron furibundamente a las intenciones autoritarias del golpista Reza Saavad Koohi (después conocido como Reza Shah Pahlevi), que ascendió al poder en 1921.
Los intentos por parte del nuevo soberano de centralizar la otrora dividida Persia no sentaron demasiado bien a unos clanes que, reconocidos con títulos de khanes, habían mantenido hasta entonces relativa independencia cultural,[3] política, y sobre todo, económica: bajo sus territorios se encontraba buena parte del preciado petróleo iraní, como la célebre refinería de Abadán, que fue durante muchas décadas la más productiva del mundo.
Tras la fundación de la Anglo-Persian Oil Company (más tarde rebautizada como la Anglo-Iranian Oil Company, cuando Reza Pahlevi cambió el nombre al país en aras de la modernización) en los estertores de la Persia Qajar, casi la totalidad de la producción (y de los beneficios) del cada vez más preciado petróleo iraní pasaron a las manos y carteras del Imperio Británico, algo que causó no poco descontento entre los nacionalistas iraníes y que, sin embargo, fue refrendado por una nueva concesión firmada en 1933 por el nuevo SahMohammed Reza Pahlevi, que necesitaba desesperadamente el apoyo inglés para mantenerse en el poder.
Fue precisamente en este momento cuando los bajtiaríes, que poseían desde hacía siglos gran parte de las tierras en donde se explotaría dicho petróleo y que en los años previos habían llegado a acuerdos económicos con los agentes petrolíferos ingleses, fueron duramente represaliados por los hombres del Sah, siendo muchos de sus líderes encarcelados y ejecutados antes de ser finalmente obligados a desprenderse de la casi totalidad de sus tierras y acciones.
Las tensiones por el petróleo se retomarían a lo largo del siglo, y de la serie, y serán las protagonistas indudables de todo el siglo XX iraní.
Pero volvamos al momento del exilio de las élites bajtiaríes. Aunque muchos habían comenzado una “occidentalización” antes de ser despojados de sus tierras, esta se incrementó durante el periodo de entreguerras y tal fue el caso de la riquísima y poderosa familia bajtiari en la cual la princesa Soraya habría de nacer. Hija de Khalil Khan Esfandiary, uno de los muchos nietos del más poderoso khan bajtiari, y de Eva Karl, alemana criada en Rusia, Soraya pasó su juventud a caballo entre Irán y varios países de Europa (como Alemania, Suiza e Inglaterra). Gracias al dinero que quedaba de las tierras de su padre y a una madre también formada en la alta diplomacia, la primogénita recibió una esmerada educación, algo que sin duda junto a su clásica y serena belleza y a su ya mencionada situación cultural y territorial, parecían hacerla una esposa perfecta para el recientemente divorciado Mohammed Reza Pahlevi, que carecía aún de un heredero masculino.
Divorciado en 1948 de la princesa Fauwzia, hija del último rey de Egipto, y con quien había tenido únicamente una hija, el asunto de la fertilidad y de la descendencia sería clave durante toda la vida y contienda real de Soraya. En la serie vemos, en términos seguramente enternecidos y edulcorados, el cortejo emprendido por Mohammed Reza Pahlevi hacia la joven Soraya, de entonces dieciocho añosy aspirante a actriz, y, sobre todo, de los intentos por parte de la Reina Madre Tadj ol-Molouk y sus otras hijas por encontrar una candidata óptima, hábil y manejable. Sería la princesa Chams la que, tal y como sucede en la serie, se haría muy amiga de Soraya y la convencería de las bondades de su hermano.
Al principio de la serie, encontramos a un Sah que funciona como una especie de galán clásico, como “playboy” en ciernes redimido tras unos últimos años de locuras y que pretende sentar cabeza junto a una joven de la que se dice súbitamente enamorado. Correctamente interpretado por el turco Erol Sander, la introducción y el cortejo del Sah nos sirven para introducirnos en el protocolo de corte y en la ciudad de Teherán, tan moderna y cosmopolita como muchas de las otras capitales mundiales. [4]
Poco a poco, iremos viendo como Soraya, además de ser una herramienta política con la que aparentar la unidad del pueblo antes de emprender una peligrosa empresa nacionalista, va dándose cuenta de que el Irán que gobierna no es en absoluto un cuento de hadas. Además de comenzar a descubrir las sombras de su real marido, veremos cómo poco después de la ceremonia nupcial se anunciaría la nacionalización del petróleo iraní ante la negativa del gobierno británico a ofrecer unos porcentajes de beneficios similares a los magnates del petróleo saudí. Será este el gran momento, en la ficción y en la vida real, del Dr. Mohammad Mosaddeq, uno de los que más fuertemente auspició esta nacionalización. Frente al 50% ofrecido a los saudíes, el gobierno británico había firmado únicamente un beneficio del 10% para el país de extracción en el caso iraní, lo que hacía sentir ultrajados a los partícipes de diferentes posiciones políticas, los cuales vieron en la figura del Sah un personaje autoritario que solo era capaz de mantener el poder gracias al pacto con los ingleses, obteniendo protección y prestigio a cambio del despilfarro de un recurso nacional.
Entre los más fieles opositores de esta política petrolífera estuvo precisamente Mosaddeq que, encarcelado durante el gobierno del Sah anterior, volvió a la esfera política durante el mandato de Mohammed Reza Pahlevi como diputado, cobrando especial importancia gracias al tema de la nacionalización del petróleo, del que era un aguerrido defensor.
Tras la proclamación de la nacionalización, el gobierno inglés comenzó un bloqueo económico al país, impidiendo la entrada y salida de mercancías desde el Golfo Pérsico y otros países aliados, lo que sumió a Irán en una profunda agitación social derivada de la carestía y la hambruna. Fue entonces cuando, en un intento de alcanzar un pacto con los ingleses y acabar con el bloqueo económico y la inestabilidad que amenazaba al Sah con perder el trono, Pahlevi y el General Zahedi intentaron dar un golpe de estado contra el Primer Ministro –elegido democráticamente, algo que se omite en la serie – Mosaddeq, el cual fracasó y obligó a marchar al Sah al exilio. Tras esto, la pareja pasará un tiempo en Roma, en donde serán apoyados, entre otros, por Enrico Mattei, presidente de la ENI, que tendría fuertes intereses en Irán.
Finalmente, gracias a la relevancia internacional de las cuestiones petrolíferas iraníes, todo el asunto de la nacionalización resultará de suma relevancia al gobierno estadounidense, quién, valiéndose de la CIA, y apoyados por el MI6 británico, llevaría a cabo la que sería conocida como Operación Ajax, considerada hoy como un genuino golpe de estado: en agosto de 1953 lograría derrocar al ministro Mosaddeq y reinstituiría al Sah, que a partir de este momento ejercería un poder cada vez más autocrático, con Zahedi como primer ministro. Durante el golpe y los años siguientes, se ejercería un poder monárquico cada vez más absolutista, en el que la fuerza política más importante del difunto Irán constitucional, el Partido Tudeh (Partido de las Masas de Irán), sería prohibido y desmantelado por la fuerza. El petróleo continuaría, por supuesto, en manos extranjeras.
A pesar de los importantísimos acontecimientos políticos que suceden durante el marco temporal que abarca la serie, no debemos olvidar que esta última relata esencialmente el matrimonio entre Soraya y Mohammed y que, como tal, presenta una visión melosa y melodramática, a la manera de la imagen que promocionó Soraya durante sus años de divorciada y actriz en Italia -la de “princesa de los ojos tristes”-, y parece ceñirse más a lo relatado por la propia Soraya en su autobiografía,[5] que a los hechos reales.
Así, la figura autócrata del Sah es fuertemente suavizada, especialmente en la primera parte de la historia, dando la impresión de ser un líder y marido atento, cuyas desafortunadas decisiones -a los ojos de Soraya- parecen siempre provenir de su madre, la Reina Tadj ol-Molouk o de su prima Shamira.[6] Las atenciones del Sah, ya sea durante el cortejo de la todavía casadera Soraya o durante sus viajes y estancias en los palacios de Saa’dabab y Golestán, no se limitan al campo romántico, pues parece permitir la interferencia de Soraya en asuntos de Estado, especialmente en lo que concierne a Mosaddeq –se presenta a Soraya como una ferviente partidaria, cuando muchos historiadores han señalado lo contrario- y a Mattei, y se refuerza la idea de aislamiento y presión por parte de la familia política que Soraya debió sufrir en los años finales del matrimonio, cuando se hizo más que visible la idea de que no podría concebir un heredero. Por otra parte, las figuras familiares de Soraya son igualmente dulcificadas, especialmente su padre Khalil, tradicional detractor del Sah al que se muestra ciertamente sumiso, caso contrario al de su hermano Bijan. La figura de Mosaddeq, considerada como un símbolo de la libertad por buena parte de la disidencia política actual iraní, es igualmente oscurecida y demonizada, y se concede un papel demasiado importante a Mattei, quizás por ser esta una producción italiana.
La serie concluye con Soraya huyendo a Europa tras darse cuenta de que su familia política está buscando una nueva esposa para Pahlevi, pues Soraya no aceptó la solución de buscar una segunda mujer temporal con la que su marido pudiera engendrar un heredero. Al terminar la serie con el anuncio del divorcio, se omiten célebres episodios posteriores de la vida de la bajtiari: su faceta de actriz en la Italia de los años 60, su romance con el trágicamente fallecido director Indovina, y sus solitarios y melancólicos veranos en Marbella, donde acostumbró a residir. En sus años de madurez, Soraya publicó una autobiografía que se convirtió en best-seller y que reafirmó su fama en los círculos amarillistas y apasionados de las familias reales. Dos años más tarde de la muerte de Soraya llegó esta miniserie televisiva que, como ya hemos dicho, repite muchos de los estilemas del género, aunque ofrezca una historia diferente.
En definitiva, Soraya se trata de una miniserie predecible y poco arriesgada, tanto en cuanto a producción como por sus planteamientos de guion; resulta correcta, pero también extremadamente plana y sencilla. No lo es, sin embargo, la historia que relata, y seguramente constituyó para muchos –generaciones jóvenes o, en general, poco preocupadas por la geopolítica internacional– una primera, si no única, aproximación a una historia mucho más relevante: la del, a la manera de lo que se contempla en la lírica secuencia final, sanguinario petróleo iraní empañando la nieve de Teherán y el propio nombre y memoria del otrora Sah Mohammed Reza Pahlevi.
Para saber más:
Notas:
[1] Garthwaite, Gene R. Khans and Shahs a history of the Bakhtiyari tribe in Iran. Londres, I.B. Taurus, 2009.
[2] La etnia bajtiari es un pueblo originario del sur de Irán, tradicionalmente vinculado al ambiente montañoso y al pastoreo, que habla un dialecto del lorí y que tradicionalmente se asentó en las actuales provincias de Lorestán, Juzestán, Chahar Mahal y Bajtiarí, además de en Isfahán. En la actualidad, apenas está compuesta por unas 800.000 personas –aunque fue uno de los grupos étnicos más importantes de Irán- debido a las persecuciones sufridas durante el gobierno de Reza Pahlevi.
[3] Un hecho relevante es, por ejemplo, el papel de la mujer en la sociedad bajtiari, que cuenta con muchos más derechos que en otras sociedades islámicas que con ella coexisten en Irán.
[4] Quizás fuera este precisamente uno de los aspectos más atractivos de la Familia Real Pahlevi en el imaginario popular: el pedigrí de una nación tan antigua como Persia, a su vez modernizada y plenamente competente en lo que a occidentalización se refiere. Mientras que los hombres de negocios de todo el mundo se frotaban los ojos ante el poderío económico iraní, también sus mujeres eran fruto de la admiración de las féminas de Europa y América; no olvidemos que Reza Pahlevi había prohibido el velo y que, aunque sensiblemente más conservadoras que sus congéneres occidentales, las mujeres urbanitas iraníes vestían de una manera moderna y occidentalizada y que había un gran número de estudiantes universitarias. Sin embargo, este aspecto tan importante de la serie parece estar más relacionado con un presupuesto ajustado en localizaciones y vestuario que con un afán por demostrar la modernidad del país.
[5] Esfandiary, Soraya y Clavel, Teresa. Soraya: el palacio de las soledades: su Alteza Imperial la princesa. Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 1992.
[6] Se trata este de un personaje ficticio que parece estar basado en el de Ashraf Pahlevi, hermana melliza del Sah, que todavía continúa viva.