La cultura japonesa tiende a relacionarse con el wabi-sabi, la sencillez y la elegancia, rasgos que también se asocian por supuesto a su ropa, siendo el kimono la gran estrella. La “vestimenta tradicional” japonesa, sin embargo, abarca una amplia variedad de ropajes, algunos de ellos destacables porque muestran facetas menos conocidas, pero no por ello menos atractivas, de la cultura e historia del archipiélago, siendo este el caso de la prenda que presentamos en este artículo.
Sukajan es una abreviatura de “Yokosuka-shi janpaa”, o “jersey de la ciudad de Yokosuka”, aunque fuera de Japón son más conocidas como “souvenir jackets”. Antes de seguir, queremos aclarar que no tienen que confundirse con las sutajan, abreviatura de “sutajiamu janpaa” o “jerséis de estadio” que se refieren a aquellas chaquetas con nombres y números de equipos deportivos, cuyo diseño y producción son completamente diferentes. Volviendo a las sukajan, su origen se remonta a la posguerra de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando los soldados americanos estacionados en Japón buscaban souvenirs, siendo especialmente populares productos tradicionales fáciles de transportar como los kimono y los obi. Viendo el interés que despertaban, hubo artesanos de la ciudad de Yokosuka (pref. Kanagawa) que empezaron a utilizar los paracaídas de hilo que llevaban los soldados para fabricar las chaquetas de béisbol a las que estaban acostumbrados los extranjeros, pero bordando en ellas los motivos típicos japoneses preferidos por los forasteros, una combinación que disfrutó de un enorme éxito. Se considera que la primera empresa que empezó a fabricarlas en serie fue Kôshô Shôkai, la antecesora de lo que es ahora Tôyô Enterprise, quien contrató los servicios de especialistas en bordado de las ciudades de Kiryû (pref. Gunma) y Ashikaga (pref. Tochigi). Estas chaquetas empezaron a venderse en las Post Exchange, tiendas en las bases militares estadounidenses, propiciando que se extendieran por todo Japón e incluso llegaran hasta las bases de Estados Unidos, siendo su época dorada los años cincuenta. Poco después empezaron a venderse en los alrededores de Yokosuka a la población civil japonesa, concretamente en el distrito comercial conocido como Tobuita-dôri, recibiendo el nombre de “sukajan” en los años setenta, cuando se convirtieron en parte de la moda urbana y se popularizaron entre los jóvenes japoneses que idolatraban la cultura americana, pasando ya a convertirse en una prenda unisex. Tuvieron otro boom en los años noventa, aunque posteriormente, con el cambio de la cotización entre el dólar y el yen, se volvieron más difíciles de conseguir en el extranjero. En la actualidad, al igual que muchos otros productos que tienen su origen en el otro lado del mar (desde la fûrin a la tempura), ya se considera un producto típicamente japonés.
Respecto a los materiales con las que se producen, la base de la chaqueta es el rayón acetato, que empezó a utilizarse por su parecido con la seda, de la cuál había una importante escasez en la posguerra, y suele combinarse con la pana, lo que convierte a estas chaquetas en una prenda popular para otoño e incluso invierno. Además, suelen ser reversibles, un punto importante a la hora de elegir el diseño.
En cuanto a los motivos, originalmente los más comunes eran las águilas (símbolo popular entre los soldados), los halcones, tigres y dragones (por su asociación con Oriente) y los nombres de lugares, especialmente la palabra “JAPAN” o territorios americanos. Por supuesto, desde su concepción, las decoraciones disponibles se han diversificado, aunque suelen clasificarse en dos grandes grupos, las wagara, con motivos tradicionales japoneses, y las casual, con motivos predominantemente occidentales, normalmente especializándose las marcas en un estilo u otro. Algunos de los elementos recurrentes en las wagara son las carpas koi, los kingyo o peces de colores, los fénix, los gallos, el Monte Fuji u otros paisajes famosos, deidades budistas…siendo también muy común la inspiración en el mundo del ukiyo-e, especialmente las geisha. Una subdivisión de las wagara serían las colaboraciones con series de anime, tales como One Piece, Evangelion, El Puño de la Estrella del Norte e incluso Fénix, de Ozamu Tezuka, así como otros personajes como Hello Kitty. En las casual también es común la colaboración con series de la cultura popular, como Snoopy, la Pantera Rosa o Betty Boop. Además de estas dos categorías, en la actualidad también pueden encontrarse sukajan exclusivas que combinan su distinguible diseño con técnicas más tradicionales. Este es el caso, por ejemplo, de una línea de sukajan fabricadas por la marca Igamono y vendidas en la tienda Iga Kyômaru-ya que utilizan el iga kumihimo, un tipo de hilo con origen en el periodo Nara (710-784) que se cree llegó a Japón junto a la introducción del budismo y que se utilizaba para el tejido de kesa; dado que posteriormente la región de Iga empezó a asociarse con los ninja, una relación que la provincia sigue explotando en la actualidad con fines turísticos, sus sukajan tienen colores sobrios (negro y verde oscuro) y motivos relacionados con el ninjutsu. También pueden encontrarse sukajan con motivos conmemorativos y, durante la preparación para la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (posteriormente 2021), en 2019 lanzaron una campaña de promoción de artesanías tradicionales japonesas entre las que aparecían estas chaquetas, y concretamente una con el logo y los colores del evento deportivo.
Desgraciadamente, como muchas otras artesanías, la producción tradicional de las sukajan se encuentra en peligro de desaparecer. Con la expansión de la producción en masa utilizando máquinas de coser eléctricas, se ha perdido la costumbre de coser los patrones utilizando las llamadas yokohari mashin, o máquinas que cosen moviendo la aguja lateralmente de izquierda a derecha, lo que obliga a tener bastante técnica para poder delinear el dibujo. Así lo expresa uno de los trabajadores que empezó trabajando en las sukajan originales, Matsumoto Yôichi, quien lamenta que cada vez hay menos gente que conozca el oficio, a pesar de que insiste de que el impacto de esta prenda se produce si se utilizan las técnicas originales. Así, en la ciudad de Kiryû donde se fabricaban originalmente este tipo de máquinas de la posguerra, ha decrecido la producción de diez mil unidades a unas cincuenta.
Por suerte, existen un importante número de iniciativas que tienen como objetivo preservar las sukajan de siempre. El propio Matsumoto, por ejemplo, ofrece en su tienda de la calle Tobuita, donde existen unos doce establecimientos dedicados a este tipo de ropa, la posibilidad de crear sukajan personalizadas, donde toma las fotografías e ilustraciones de sus clientes para bordarlas en la prenda, lo que suele costarle una semana. También hay jóvenes promesas que están contribuyendo de manera vital a la preservación de esta costumbre. El caso más mediático es el de Tanuma Chiharu (40 años), una de las pocas mujeres dedicadas a este oficio. Se crió en una familia de bordadores de la propia ciudad de Kiryû, dedicándose a este trabajo tanto su abuelo, como su padre y su tío, admirando desde pequeña el trabajo que realizaban para la ciudad de Yokosuka. Cuando fue consciente de que esta técnica se encontraba en peligro de desaparecer, habló con su padre de la posibilidad de dedicarse a este trabajo y, a pesar de que este se opuso rotundamente, compró una máquina de coser y empezó a aprender por su cuenta, comenzando a utilizar el cosido lateral en 2011. Después de la repentina muerte de su padre en 2014, Chiharu estableció su propia marca, Dark Figaro y, a pesar de que el negocio no le resulta fácil ya que sólo puede coser unas dos prendas al mes, está ganando amplio reconocimiento participando en eventos musicales en directo y acercando esta tradición a los jóvenes, teniendo como plan futuro lanzar la marca en el extranjero.
En este artículo hemos presentado las sukajan, chaquetas tradicionales japonesas cuyos brillos y vistosos diseños complementan a la perfección la faceta zen más popularizada. Y es que en una cultura tan rica como la japonesa, hay para todos los gustos.