En un artículo anterior en el que se hablaba de la danza de máscaras coreana, comúnmente llamada talchum (탈춤), realizamos un recorrido desde sus orígenes hasta la actualidad.
También se hacía referencia a lo que esta danza había significado en momentos cruciales para la Historia de Corea haciendo hincapié en el hecho de que la danza de máscaras, además de ser una manifestación cultural y artística, durante esos períodos había sido una manera de expresión social y política.
En el presente artículo se profundizará en esto a través de dos de los elementos esenciales de la danza de máscaras: sus personajes y sus tramas.
Por una parte, nos encontraremos con una serie de personajes habituales en las actuaciones y que son protagonistas simbólicos que representan a determinadas figuras públicas o a grupos sociales. Estos personajes se repiten con frecuencia y son claramente reconocibles por el público lo que hace que sin palabras o con apenas unas pocas, la argumento sea fácil de seguir y de entender.
Por otra parte, al igual que los personajes, las tramas se repiten con frecuencia y van más allá de una mera situación dramática ya que representan situaciones o acontecimientos acaecidos en la sociedad y suelen tener un segundo significado.
Tanto los personajes como las tramas, a pesar del tiempo transcurrido desde su creación, son siempre de actualidad ya que representan algo más transcendental que una representación artística: representan la condición humana pasada, presente y futura.
Una de las cosas que más llama la atención de las danzas de máscaras coreanas es que sin amplios diálogos y en ocasiones tan sólo con unas pocas palabras, los actores son capaces de transmitir al público toda una historia en la que cada el personaje va más allá de lo meramente escénico y es un elemento simbólico.
Esto se debe a que en sus orígenes muchos de los personajes que se hallan presentes en las diversos tipos de danza de máscaras eran el medio para hacer una crítica a diferentes aspectos de la sociedad aprovechando la libertad que ofrecía la “irrealidad” de la escena y la frontera entre realidad y fantasía que la máscara suponía.
En el momento que los actores se ponían las máscaras dejaban de ser actores y se transformaban en sus personajes incluso físicamente, ya que las máscaras escondían su rostro. Estos actores que en un principio eran iletrados, esclavos o actores itinerantes, ante la dificultad de expresarse tras una máscara o ante una audiencia cuyo dialecto desconocían crearon una serie de patrones y estereotipos que al igual que las tramas se repiten constantemente en las representaciones de los diversos tipos de danza de máscaras.
De hecho, la dificultad de comunicarse a través de una lengua cambiante propició la creación de un mundo simbólico que al ser representativo de sentimientos y actitudes tan humanas como la amabilidad o la lucha contra la tiranía ha permanecido durante siglos en el imaginario colectivo.
Así pues, los personajes de las danzas de máscaras no son personajes con nombres específicos, son personajes tipo, no individuales y por ello carecen de nombre y apellido[1] y se identifican por su aspecto, especialmente por la máscara que el actor lleva. Otras veces, para su identificación hay que recurrir al rol que interpretan ya que en algunos tipos de danza existen más personajes tipo que máscaras, las cuales se usan en más de un personaje (ejemplo de ello es Yangju Byeolsandae Nori -양주 별산대 놀이- donde existen treinta y dos personajes que usan veintidós máscaras).
Esta falta de individualidad, además de favorecer el entendimiento y la comunicación más inmediata, es decir, que los espectadores reconozcan qué se está representando y a qué se hace referencia sin poca o ninguna comunicación verbal, favorece algo tan importante como la comunicación individual ya que los espectadores pueden fácilmente identificarse con los personajes aumentando el interés en la trama.
Además, la falta de individualidad favorece tanto la libertad de expresión como la crítica ya que al no haber nombre y apellidos, ni tan siquiera origen, existe libertad para realizar una crítica de determinados colectivos de la sociedad puesto que, en coherencia con la psique humana, cuando un personaje representa aspectos negativos del ser humano pocas veces un individuo se cree representado por dicho personaje y atribuye un valor simbólico a ese personaje.[2]
Entre estos personajes, podemos destacar:
– El aristócrata/noble. Representa el orgullo. En diversas escenas el noble se presenta como una persona inteligente y educada sin embargo es burlado por su sirviente, de clase más baja.
– El viejo monje depravado. Representa la corrupción. Ha pasado mucho tiempo retirado del mundo sin embargo, por circunstancias externas, (inserto coma) cuando conoce a una bella joven empieza a perseguirla como un poseso. Suele ser vencido por un joven que defiende a la muchacha.
-La vieja esposa. Se trata de la mujer entregada que lo ha dado todo por su esposo, representa la fidelidad y el amor sin condición. Al ser sustituida por una mujer más joven tiene dos posibilidades: luchar contra la joven concubina o regresar a su casa y morir de tristeza.
– La mujer joven. Es ideal de belleza y de renovación. No suele ser protagonista sino personaje secundario que le da sentido a la trama. Es dependiente de un personaje masculino quien la rescata de una situación apurada.
– El chamán. Representa la magia y la creencia en algo más allá que lo perceptible por los sentidos humanos. Su actuación puede ser positiva (reconforta el espíritu de la esposa fallecida) o negativa (encanta al monje asceta para que se enamore de la bella joven).
– El esposo. Es la imagen del sistema patriarcal, representa a la humanidad con sus virtudes y defectos. Su aprobación suele ser perseguida por el resto de los personajes de la trama.
– El sirviente. Representa al pueblo. Suele ser burlón y perspicaz, capaz de demostrar a su patrón que es más listo que él.
– El loco/tonto. Representa la verdad, la ironía y otras virtudes que no siempre son admitidas por la sociedad. Es también símbolo de libertad.
– Personajes imaginarios. Especialmente los Yongno (monstruo que se alimenta de Yangban -양반-, es decir, miembros de la clase aristócrata formada mayoritariamente por funcionarios administrativos y militares), los Bibi -비비- (llamado así por el sonido que hace bi-bi, es un tipo de Yongno con cabeza humana), los Jangjamari (espíritus del agua, gordos y rodeados de algas que tocan instrumentos y relacionados con la fertilidad) y los Juji (a veces con apariencia de pájaros y otras de león, van en parejas y bailan para alejar espíritus o atraer la fertilidad).
Estos personajes, independientemente de su género, eran representados por actores masculinos hasta 1910 (final de la Dinastía Joseon[3]). A partir de entonces, en el reparto se incorporaron mujeres para, sin máscara, representar a la bella joven y de este modo atraer a la audiencia.[4]
En lo que respecta a su vestimenta, los actores llevan el traje tradicional coreano, el hanbok -한복-. Este atuendo, hecho de seda, normalmente es un traje muy colorido aunque se adapta a las necesidades del personaje. El patrón de este atavío, al igual que gran parte de los elementos de este género, proviene de la Dinastía Joseon. Cabe mencionar que a este traje en múltiples ocasiones se le añaden largas mangas blancas que ayudan a aumentar la expresividad de los actores-danzantes.
Además de la vestimenta, cada personaje lleva siempre (salvo excepciones contadas como la bella joven cuando está representada por una mujer) una máscara fácilmente reconocible por el público. Se trata de una pieza realizada en madera y que se coloca sobre una capucha realizada en tejido negro. Esta capucha tiene dos funciones: asemejarse al cabello humano y sostener la máscara.
Como ya se ha mencionada anteriormente, las máscaras cumplen dos funciones: identificación y comunicación. Cada personaje tiene una máscara que lo identifica, cuyos rasgos se reproducen constantemente a lo largo del país.
Algunos ejemplos son:
– Máscara de aristócrata: Yangban -양반-.
– Máscara de estudiosos: Sonpi -선비-(erudito).
– Máscaras de monjes: Choegwari (monje apostata corrupto), Nojang -무옝- (monje apóstata disoluto), Chun (monje budista).
– Máscaras de hombres: Toktari (hombre viejo), Chongkak (soltero).
– Máscaras de mujeres: Bune -부네- (concubina coqueta), Halmi -할미- (mujer mayor), Kaksi -각시-(mujer joven o novia).
– Máscaras de sirvientes: Malddugi -말뚝이- (sirviente caballo), Choraengi -초랭이- (sirviente payaso del aristócrata).
– Máscara de tonto/loco: Imae -이매-(tonto/loco).
Los rasgos de estas máscaras suelen ser pintadas sobre el color natural de la madera de la que están hechas, no obstante a veces se usan colores para reflejar la edad del personaje. Las máscaras blancas representan juventud, las máscaras rojas representan edad media y las pintadas sobre negro representan vejez. En lo que respecta a los colores, llama la atención la particularidad con la que a veces nos encontramos la máscara del noble: mitad oscura, mitad clara. Según los estudiosos esto se puede deber al hecho de que antiguamente todos los personajes llevaban una máscara de tez oscura ya que eran personajes que realizaban actividades en el exterior; la única máscara que no era de tez oscura era la del noble la cual era de tez clara porque la nobleza realizaba vida interior. Probablemente al mismo tiempo que las otras máscaras evolucionaban y el color identificaba la edad y no la actividad interior/exterior, la máscara del noble quedaba “atrapada” entre la dicotomía interior/exterior.
Así pues, es sobre la fuerza expresiva de los actores sobre la que recae toda comunicación. Ya se ha mencionado cómo máscaras, vestimenta y personajes conocidos facilitan la expresión, pero esto no es todo. Los personajes utilizan otro elemento como medio de expresión: su cuerpo.
Evidentemente, personajes, vestimenta y máscaras necesitan un entorno que, contrariamente a lo que el color y la expresividad de todos estos elementos pueden dar a entender, no es colorido ni complejo. El escenario habitual de las danzas de máscaras carece de decoración ya que tradicionalmente este género era representado por compañías itinerantes (las cuales no podían trasladar constantemente decorados) o bien por grupos temporales (para los cuales no era su medio de vida y carecían de tiempo) en los espacios dispuestos por las comunidades (espacios temporales o improvisados) o al aire libre (lo cual dificultaba la colocación de escenarios). En la actualidad, el escenario carece de decoración y en él se sitúan sólo los actores y los músicos con sus instrumentos.
Generalmente, el cuerpo es el medio más eficaz con el que los actores cuentan para comunicarse con su público y en el caso de la danza de máscaras no puede ser menos. Los actores interpretan los diálogos (o el silencio) con movimientos rítmicos que exageran las características de los personajes que interpretan. Por ejemplo, el actor que interpreta al noble exagera sus movimientos al andar altiva y rítmicamente al son de la música, levanta la cabeza de manera orgullosa y asiente despectivamente. Otro ejemplo muy claro es el de la concubina coqueta que ladea suavemente la cabeza cuando el hombre joven se le acerca o se contonea dulcemente alrededor de este.
Estos movimientos son magnificados gracias a notas musicales que emiten específicamente los instrumentos. Para este acompañamiento musical se usa mayoritariamente el estilo pungmul –풍물- (conjunto de tambores) o el samyeon yukgak –三絃六角— (formado por un instrumento de cuerda –haegeum/해금-, una flauta transversal de bambú –daegeum/대금– y un doble oboe –piri/피리-).
Finalmente, todo el conjunto se unía para crear una trama específica que sería representada multitud de veces, teniendo como aliciente los cambios que los actores propiciaban a través de su expresión oral y corporal.
Las tramas más conocidas fueron aquellas cuya esencia se encontraba en la naturaleza humana y que los espectadores podían hacer como suyas al mismo tiempo que, debido al origen humanístico de su tema, seguían en vigor a pesar del tiempo. Tenemos tramas que representan la fidelidad, como aquella en la que la esposa vieja viaja en busca de su marido para encontrar a este en brazos de una mujer mucho más joven y guapa que ella. El esposo le dice que prefiere a su nueva concubina y que la abandona. Ella regresa a casa y muere de tristeza. El esposo ante esta situación se desmorona y contrata a un chamán para que cuide del espíritu de la esposa demostrando así que premia la fidelidad de su esposa cuidando de su espíritu. Sin duda, la fidelidad es un tema que preocupa a las parejas desde que se crearon uniones firmes para formar familias estables. Además, en un país como Corea cuyo sistema de filiación se basa en el patriarcado, la fidelidad (especialmente de la mujer) es un tema en vigor constante.
Otra de las tramas habituales es el de la corrupción. En este caso es una corrupción tanto moral como física y está representada en la trama del monje asceta que bajo el encanto de un chamán abandona el ascetismo y comienza a beber y comer sin control, pasando sus días en fiestas con mujeres (en un momento cómico de la trama se puede ver al monje aparecer de debajo de las faldas de una mujer). El monje conoce a una bella joven de la que se enamora y a la que persigue. La joven será rescatada de las garras del monje por un joven que, acabando con la corrupción, derrotará al monje. Esta trama surgió como crítica al gran poder que los monjes budistas tenían en épocas pasadas y en la depravación que frecuentemente afloraba en sus filas. No cabe duda que la corrupción es desde entonces hasta ahora un problema que preocupa a los ciudadanos espectadores y con el cual se pretende acabar, especialmente cuando afecta a la moral colectiva.
Las tramas suelen ser tanto dramáticas como cómicas, de hecho una de las tramas más populares, la del sirviente del noble, es una de las más cómicas. En esta línea argumental el aristócrata, símbolo de la clase dirigente, tiene un alto concepto de sí mismo, algo que no comparte su criado el cual le conoce muy bien. El criado, que lleva mucho tiempo bajo su servicio, no sólo lo conoce mejor que nadie sino que también conoce sus flaquezas, debilidades y su verdadero ser. Así pues, se burla constantemente de su patrón y lo hace a menudo sin que este se dé cuenta de ello. Esta trama no sólo humaniza a la clase alta, sino que también la ridiculiza exponiendo el hecho de que, a pesar de su analfabetismo, la clase baja es capaz de burlarse de la clase alta.
Por otra parte, además de por las tramas, este género habitualmente incluye elementos rituales para la purificación y la protección contra los malos espíritus. En este momento es cuando los personajes imaginarios u otros como el león entran en escena y realizan una serie de movimientos acompañados de música. Otras veces se insertan rituales chamánicos que incluyen la participación den actores y espectadores entorno a un altar al principio de la obra. Estos rituales suelen ser concluidos al final de la representación con el regreso de las máscaras al altar o con la quema de éstas.
Como se puede observar, este género presenta muchas peculiaridades no siempre perceptibles cuando se observa una representación de este tipo. De hecho, el espectador actual cuando asiste un espectáculo de este género no es consciente de todas estas singularidades a no ser que lo conozca con anterioridad. Sin embargo, sí que es capaz de disfrutar inconscientemente de éstas ya que el conjunto de todos los elementos descritos con anterioridad forman un todo de gran belleza y armonía.
Para saber más:
Notas:
[1] Como ocurre en el teatro occidental donde curiosamente los personajes con nombre y apellidos han dado lugar en muchas ocasiones a una representación simbólica: Romeo Montesco y Julieta Capuleto, Dorian Gray, Quijote de La Mancha/Alonso Quijano,…
[2] Por ejemplo, cuando se representaba la trama del noble y su sirviente posiblemente ninguna de las familias nobles se verían representadas sino que atribuían al personaje de Yangban un valor simbólico como la maldad del mundo, de la que ellos también eran víctimas.
[3] La Dinastía Joseon –조선- se inició en 1392 y perduró hasta 1910. Instauró la capital en la actual Seúl y es el origen de gran parte de la herencia cultural de Corea.
[4] Como ya se mencionó en el primer artículo sobre Talchum, a partir de ese momento comienza un período de comercialización de este género. Es por ello por lo que las compañías hacían todo lo posible para atraer audiencias que pagarán por ver su actuación no sólo en los días festivos. Sin duda, una joven atractiva era un reclamo comercial bastante importante.