The History of Japan (Una historia de Japón) de Engelbert Kaempfer es considerada como una fuente de primera calidad para el periodo Edo. Fue un periodo con muchas contradicciones en el que Japón cerró las puertas a la influencia exterior. En muchos sentidos la población durante esta época buscaba evadirse a un mundo interior. Exaltaban los placeres terrenales representados en el arte del ukiyo-e o “pinturas del mundo flotante” simbolizados por las geishas y las cortesanas en el barrio de Yoshiwara de Edo. Se había eliminado casi por completo la religión cristiana y se ejecutaba a cada monje jesuita que intentaba reintroducir el Cristianismo en Japón. El autor del libro, Engelbert Kaempfer (16 de septiembre de 1651 – 2 de noviembre de 1716) fue un naturalista germano, explorador y médico. Destaca de su biografía la influencia que ejerció su padre, que era un pastor luterano. Pasó cuatro años estudiando medicina y ciencia natural en Königsberg, Prusia. En 1681 se le ofreció un trabajo de médico en Suecia, pero prefirió la vida de viajero y aventurero, llegando en septiembre de 1690 a la costa de Nagasaki, el único puerto japonés abierto a los extranjeros. Formaba parte de la Legación Diplomática holandesa, aunque técnicamente fue enviado en capacidad de médico. Pero fue su tacto y diplomacia, además de sus saberes médicos, los que le abrieron la clásica reserva cultural de los japoneses, brindándole mucha y valiosa información, que luego se destilará en esta obra valiosísima que constituye una verdadera enciclopedia de la vida en el Japón de la época.
Una historia de Japón, comienza con los viajes de Kaempfer a Batavia (ahora Yakarta) y a Siamo (ahora Tailandia), y consiste en descripciones detalladas de la política, religión y sistemas sociales, además de plantas y animales, acompañadas de ilustraciones. También hizo descripciones exhaustivas de Nagasaki, el shogunato de Edo, y de la disposición de las ciudades en general, centrándose en las ciudades de Nagasaki y Edo. Nagasaki fue un importante puerto marítimo de comercio con la Compañía de las Indias y Edo fue una ciudad importante y emblemática del Japón de la época.
Su valor como documento histórico, sin embargo, se aprecia más en la actitud de su autor, que en lugar de seguir la línea oficial de rechazar como “pagano” y no merecedor de ser estudiado cualquier forma de religión que no fuese la cristiana, se muestra por lo menos una curiosidad científica por entender una cosmovisión que se distinguía radicalmente de la de Occidente. Como fuente, cuenta con su experiencia personal viviendo en el país, además de basarse en entrevistas con monjes, comerciantes, y hasta el propio shôgun de turno.
Efectivamente la genialidad de la obra consiste en el hecho de que establezca puntos de contacto entre culturas tan dispares, entre el mundo cristiano simbolizado por los Papas por un lado, y una cultura que bebe de creencias muy variadas por otro. Estableció, por ejemplo, una analogía, aunque sea sólo por asociación metafórica, entre el concepto de Kami (una especie de espíritu que habitaba en árboles y elementos de la naturaleza que podía ser en un momento dado benevolente, pero si no se respetaba u honraba, una maldición para la población), con un “semidiós” de la mitología clásica que como los dioses griegos eran capaces de intervenir en el destino de la vida de los mortales. Paralelamente, establece un punto de comparación por analogía entre el poder del Emperador para decidir si algún gran hombre debe ser venerado como Kami, y el derecho de un Papa de decidir sobre la consagración de un santo. Y, por último, ve alguna similitud entre Buda, como revelador de verdades espirituales, y la autoridad del Papa en asuntos espirituales como el vicario de Cristo.
De hecho, el trabajo de Kaempfer es tan innovador que incluso se vio obligado a crear neologismos para definir distintas creencias religiosas o la concepción que tenían de ellos los indígenas, que nunca se había estudiado antes, creando lo que se puede considerar como un trabajo académico de primer orden. Destaca entre ellos el uso del término Sinto para referirse a lo que posteriormente se clasifica como el Sintoísmo; Budsdo que parece derivado de Bushido, para aludir al Budismo; Siuto; la “Doctrina de sus Moralistas y sus Filósofos” para definir el Confucianismo y finalmente Deivus o Kiristando para “el camino de Dios o Cristo”, es decir las manifestaciones de la religión Cristiana, que se aproximaba al Cristianismo de Occidente pero también adquiría algo del color local con la cosmovisión que viene de nacer y crecer en el Japón.
Además de los comentarios sobre la religión en Japón, también habla de Nagasaki, el sitio de residencia de los extranjeros de su comercio y alojamiento, etc. (Vol.2, libro 3) y de los dos viajes del autor al corte del shôgun a Edo, la ciudad de su residencia. (Vol.3, libro 4).
En resumidas cuentas, el valor del texto como documento histórico radica principalmente en el hecho de que el autor adopte una postura que se encuentra medio camino entre el rechazo total y la consideración de la pluralidad de las religiones de Japón como parte de su riqueza cultural. Mientras está claro que la cosmovisión cristiana invade todas sus evaluaciones, tiene el atrevimiento de sugerir que las formas de la idolatría japonesa tenían algunas cualidades buenas. Pero todavía queda mucho camino que recorrer antes de que las religiones japonesas entren a formar una opción más dentro de las opciones para la conciencia religiosa europea. Con respeto a los datos que aporta, no sólo muestra una teoría sobre el origen étnico de los japoneses en Babilonia, sino intenta exponer todos los aspectos de sus creencias sobre el origen del universo, el Dios supremo y los dioses inferiores en las estrellas, los Kami que tienen influencia sobre lo que sucede en la tierra, etc. Por otro lado explica aspectos claves del Budismo y Confucianismo, además de dar información sobre algunas sectas sintoístas que, con toda probabilidad, no han pervivido en el tiempo.
La información que aporta sobre la arquitectura es sorprendentemente escasa. Hemos realizado una comparación con las varias tipologías de baño con agua caliente que existían y ni siquiera menciona los sistemas hidráulicos muy ingeniosos que empleaban. Sólo en un par de párrafos descubre una especie de sauna preparatoria para entrar en un baño. La descripción de las casas también es muy limitada, y carece de detalle.
Se ha comprobado la información utilizando libros de varias fuentes pero no se ha encontrado ninguna discrepancia en cuanto a la información dada sobre la religión de la época. Queda la cuestión de la falta de correspondencia de algunos términos que utiliza con diccionarios de japonés (Romanji) – inglés consultados en línea, además de alemán – inglés que no dan ningunos acertados con el vocabulario que utiliza para definir los cuatro tipos grandes de religión en Japón, que parece apoyar nuestra teoría que son en realidad neologismos inventados por el propio autor. En definitiva, esta es una fuente de primera categoría, una opinión compartida también por Klaus Antoni Trier que la identifica como una “fuente de primera calidad” (ein echter Quellenrang)[1] para el periodo Edo.
Para saber más:
Notas:
[1] Trier, Klaus Antoni, “Engelbert Kaempfers Werk als Quelle der Geschichte des edo-zeitlichen Shintô”, NOAG, vol. 161-162, 1997, pp. 87–109.