“Tyrant (“tirano, déspota”):
1) Un gobernante cruel y opresivo.
2) Una persona que ejerce el poder o el control de manera cruel, irracional o arbitraria.
3) (Especialmente en la antigua Grecia) un gobernante que toma el poder absoluto sin el derecho legal.”[1]
Las tres acepciones que propone el reputado diccionario Oxford funcionan como perfecta antesala al comentario de la última de las grandes series occidentales sobre Oriente Medio, la última creación de Howard Gordon y Gideon Raff, que ha levantado tantas ampollas como pasiones: Tyrant (“Tirano”). Emitida durante el verano de 2014 en el canal de televisión por cable FX, llegó a la televisión española a finales del año pasado, y se espera una segunda temporada para el verano de 2015.
Desde Ecos de Asia hemos querido aproximarnos a diversas cuestiones relevantes sobre la producción, a través de una serie de varios artículos: en el que ahora nos ocupa, haremos referencia a toda una serie de cuestiones generales sobre la misma pero sin desvelar detalles de la trama que puedan estropearla a un potencial espectador; en una segunda entrega, analizaremos la manera en la que se ha desarrollado la trama y las lecciones sobre Oriente Medio que se pueden desprender de ello.
Creando al Tirano
Tal y como nos cuentan todas las sinopsis oficiales, Tirano es, efectivamente, la historia de Barry / Bassam Al-Fayeed, un pediatra que vive junto a su modélica familia en los Estados Unidos y que, con motivo de la boda de su sobrino, debe viajar a Abuddin (país ficticio creado para la ocasión), su lugar de origen, del que, disgustado por su modo de vida, se exilió veinte años atrás. Desde el primer momento conoceremos las reticencias de Barry hacia su cultura y su familia, descubriendo en los primeros minutos que Barry no es otro que el hijo menor del dictatorial presidente de Abuddin, Khaled Al-Fayeed, que gobierna con dureza desde hace varias décadas, tras haber alcanzado el poder luego de una cruenta guerra civil. Determinados acontecimientos sucedidos durante la boda, harán que Barry deba permanecer en Abuddin muy a su pesar, para ayudar a su hermano Jamal a detentar el poder, mientras que su familia se va acostumbrando a los lujos y privilegios que les acarrea su “recién” adquirida condición de realeza.
A primera vista, podría parecer que Tirano llega en circunstancias más que oportunas: es indudable que nos encontramos en uno de los momentos más tensos de las relaciones diplomáticas y culturales entre el mundo musulmán y el Occidente cristiano. Aunque esta temática ha sido constante, tratada de forma más o menos maniquea, en numerosas producciones cinematográficas, son pocas los que se han atrevido a llenar las parrillas televisivas con un tema tan atractivo como polémico:[2] únicamente Homeland, aclamada tanto por la crítica como por el público, ha parecido llenar parcialmente un nicho que cada vez se demuestra más y más amplio. Aunque Tirano arriba a las pantallas en el oportuno parón estacional de Homeland –ambas series fueron concebidas por la misma persona, el israelí Gideon Raff, aunque difieren sobremanera en el tratamiento de Oriente–, su complejo y accidentado proceso de pre-producción viene de mucho más atrás.[3]
Ang Lee fue en un primer momento el responsable de la dirección hasta que declinó el proyecto –hubiera sido su primera experiencia televisiva–, que pasó después por David Yates –responsable de parte de la saga Harry Potter– antes de recaer en Howard Gordon, responsable de la serie 24, con la que Tirano comparte ciertas características. El casting también acarreó toda una serie de problemas: si bien desde un primer momento se abogó por reparto variado y de orígenes culturales medio-orientales,[4] que otorgara credibilidad a la producción, parecía imposible encontrar un protagonista adecuado. La responsabilidad recayó finalmente –no sin polémica– en el inglés Adam Rayner, que hasta el momento había realizado papeles menores en películas y algunas series, pero que no parecía contar ni con la apariencia (“hombre árabe de 40 años”) ni con la experiencia requerida para el papel. A pesar de toda la polémica contra la “palidez” (fue muy criticada la elección de un actor no-árabe para el rol) e inexperiencia de Rayner, consiguió finalmente hacerse con el papel, y, si bien en los primeros episodios hay momentos en los que su actuación ronda lo telenovelesco (tal y como le sucede a la experta Moran Atias), su capacidad se confirma a lo largo de la temporada, y su viabilidad fisionómica se reafirma mediante su parecido a Ashram Barhom, el actor israelí que interpreta a su hermano Jamal.
Otros problemas devinieron del propio rodaje. En un principio, se evitó rodar en Israel a pesar de los orígenes del creador y parte del elenco, para prevenir una posible carga política, trasladándose el rodaje a Marruecos, en donde había un buen equipo de producción y extras creíbles; allí se rodaría el piloto. Sin embargo, al no contar con un sistema de grabación y edición de sonido adecuados, se volvió a trasladar el rodaje a Israel, con la consiguiente polémica que conlleva el rodar una serie americana -y en inglés- sobre un país árabe en suelo hebreo. Sin embargo, poco o nada tiene de hebreo y mucho menos sionista el resultado final.
¿Cuáles son las principales líneas de la historia del tirano de Abuddin?
-En primer lugar, encontramos la tradicional historia de luchas y sagas familiares. Vendida en un primer momento como “El Padrino en Oriente Medio”, ya hemos mencionado a los hermanos Barry / Bassam y Jamal Al-Fayeed, los hijos del dictador Khaled Al-Fayeed, completas antítesis. Barry representa al hijo estudioso y familiarmente responsable, aunque como rechazo a la política de su padre abandonó el país en cuanto pudo; formal, serio y meditativo, es lo opuesto al impulsivo, juerguista, déspota y violento Jamal, que no obstante cuenta con una gran capacidad de liderazgo y que asumió la herencia del Poder en el país. Sus respectivas mujeres, la comprensiva Molly y la controladora Leila, tampoco podrían ser más diferentes, y el resto de la familia ocupa poco papel más allá de los primeros episodios. Ante este planteamiento maniqueo, veremos cómo, al avanzar la trama, los límites se van emborronando al profundizarse en la presentación de los personajes. Las voces más críticas con la serie han establecido un cierto paralelismo entre los personajes y figuras reales, algo que desarrollaremos en futuras en entregas para no adelantar acontecimientos a quien desee disfrutar de la serie: mientras que las similitudes entre Jamal Al-Fayeed y Uday Hussein son evidentes desde un primer momento, hace falta avanzar en la trama para encontrarlas –más allá de sus estudios de medicina– entre Bassam Al-Fayeed y Bashar Al-Asad.
-En segundo lugar, el enfrentamiento dialéctico y moral entre Bassam y Jamal es, asimismo, el enfrentamiento tradicional entre Occidente y Oriente. Recién llegado de América y acostumbrada a los valores democráticos, la familia de Bassam palidece ante algunos de los acontecimientos que suceden en Abuddin, incluido el trato nobiliario que les dispensan los criados. Jamal representa los métodos despóticos y desfasados propios del tirano clásico en su sentido peyorativo, desgraciadamente habituales en sociedades autoritarias de una y otra parte del mundo. La polarización inicial de los personajes ha provocado no pocas quejas dentro del mundo árabe, siendo la más repetida la que prácticamente da argumento –inicial– a la serie: la necesidad de democratizar un país desde fuera. Las nociones de democracia occidental y la intervención de los Estados Unidos –la figura de su embajador será casi protagonista– serán vitales para el desarrollo de la historia, aunque podemos adelantar que el papel de Occidente en la misma no será ni mucho menos impecable.
-En tercer lugar, asistiremos a la propia “Primavera Árabe” de Abuddin, en la que encontraremos la oposición al tiránico régimen personal de los Al-Fayeed de la mano de una juventud en alza y con fuertes creencias religiosas, que claman por la democracia en un país en el que el poder se alcanzó por la fuerza y en el que el ejército reprime cualquier discrepancia. La oposición está liderada por el joven Ihab Rashid (Alexander Karim), hijo del anciano Jeque Rashid, principal contrincante del padre de los Al-Fayeed en la pasada guerra civil y enviado al exilio. La similitud de la facción de los Rashid, calificados de terroristas islámicos por los Al-Fayeed, con otros grupos religiosos reales de fuerte componente paramilitar, trae de manera inquisitiva a la pantalla el debate sobre cultura, religión y autogestión económica y militar, y lo hace, afortunadamente, en un momento en el que Occidente parece estar empezando a despertar y a meditar sobre el tema.
En definitiva, estos tres puntos representan tres tipos muy diferentes de lucha, en los que existe el constante debate de si el fin justifica los medios; la manera en la que los diferentes personajes de la serie interpreten y apliquen esta razonable duda -a la par que lo hace el espectador- será precisamente lo que vertebre esta prometedora primera temporada.
Situando Abuddin
Ya hemos mencionado cómo la completa trama de Tirano sucede en la ficticia nación de Abuddin, pero, ¿qué sabemos de ella? En todo momento se nos advierte que se trata de un estado de Oriente Medio pero, ¿qué otros datos podemos extraer? ¿Dónde se encuentra, cuál es su historia, estructura y cultura? De la primera temporada de la serie se pueden aducir los siguientes datos.
¿Próximo o Medio Oriente? Considerando las vicisitudes de la creación técnica y artística de la producción, y de determinados elementos culturales, abogamos plenamente por la creencia de que Abuddin es una nación próximo-oriental (esto es, más relacionada con el arco levantino-mediterráneo que con los países árabes del Golfo), a pesar de la existencia de algunos detalles y de la insistencia en el concepto “Oriente Medio” (mucho más presente en la mentalidad americana como consecuencia de las Guerras del Golfo). ¿Por qué?
Sabemos que Abuddin se trata de un joven estado secular, aunque con una población de mayoría musulmana, que adoptó su estructura moderna luego de una larga guerra civil producida hace unos treinta años. Esta habría enfrentado a varios jeques tribales, capitaneados por el jeque Rashid, contra el general Khaled Al-Fayeed, que ganaría la guerra y se proclamaría presidente autoritario hasta su muerte; en la misma, habrían sido decisivas las cuestiones del petróleo y de la dialéctica entre tradición-islam contra modernización-secularización. Esta victoria se proclamaría tras una gran masacre en la que Al-Fayeed habría utilizado gases tipo sarín, remitiendo así a muchos conflictos medio-orientales desde la década de los 70 hasta la actual Guerra de Siria.[5] Por otra parte, la existencia de esta guerra remite tanto a la Guerra Civil del Líbano, con la que comparte ciertos rasgos, como a la actual Guerra de Siria, que parece ser un precedente directo para muchos de los aspectos socio-culturales, tal y como desarrollaremos más adelante.
Durante este periodo, Abuddin parece haber evolucionado –precisamente gracias a la explotación petrolífera– desde una nación eminentemente tribal a un país próspero y bien relacionado internacionalmente, más allá de las habituales y abismales diferencias de poder adquisitivo entre la clase baja y la aristocracia, que como suele ser habitual, goza de incontables lujos. Asimismo, la capital, boyante ciudad costera, se perfila como una ciudad eminentemente moderna, aunque posee edificios de al menos cierta antigüedad y un casco histórico de urbanismo tradicional, tal y como se desprende de las escenas ubicadas en la mezquita, la prisión o las calles del centro.
En cuanto a la cultura predominante en Abuddin, ya hemos mencionado cómo, a pesar de ser un estado secular, parece poseer una importante mayoría musulmana practicante. Si bien no se aprecia ningún tipo de observancia del hiyab dentro de las clases altas -mención especial para los atrevidos conjuntos de Leila-, diferentes tipos de cubrición femenina –moderada– son habituales dentro de las escenas en las que aparece el pueblo llano, sugiriendo un país en el que conviven diferentes ramas del Islam. La lengua del país parece ser el árabe, de acuerdo tanto a la onomástica de los personajes como a las ocasionales expresiones que se pronuncian en este idioma. Tal y como suele suceder en los regímenes dictatoriales, se ejerce la censura y la represión militar, encontrándose numerosos cargos militares en los altos mandos de la nación.
Si la juzgamos de acuerdo a su casting, comprobaremos como la composición étnica de Abuddin está conformada por personas de origen israelí, árabe-israelí, árabe, sirio/libanés y norafricano, sin contar a Barry/Bassam (su polémico aspecto “blanco” es explicado mediante le inclusión de una madre inglesa, algo que parece remitir a los casos de la Familia Real Jordana),[6] y a su familia americana. La idea del estrato cultural árabe se refuerza, además, mediante la creación de una bandera nacional arquetípica pero factible, fiel portadora de los llamados colores pan-árabes (rojo, negro, blanco y verde).
Recapitulando: se trata de una nación de lengua y cultura árabe-musulmana, de etnicidad próximo-oriental, con pozos de petróleo, con una costa cálida y paradisiaca que a pocos kilómetros se convierte en desiertos de arena y rocosos en los que continúan habitando tribus seminómadas regidas por autoridades locales. Para concretar un poco más su localización, mencionaremos el detalle de cómo en un flashback, los jóvenes Leila y Bassam se esconden en una cueva en la que también estuvo Saladino, lo que hace que al menos una parte costera de Abuddin se encuentre en los antiguos territorios del sultanato ayubí. Teniendo en cuenta este dato, y que el mar que aparece en las escenas no parece ser el Mediterráneo (a pesar de que, en base a los datos de rodaje lo es), la localización más probable se encontraría a lo largo del Mar Rojo, posiblemente a lo largo del Golfo de Aqaba. Este mismo ha sido una zona tradicionalmente disputada,[7] con refinerías bien conectadas, y cumpliría todos los requisitos previamente mencionados, así como un detalle que, si bien puede resultar accesorio, añade cierta credibilidad histórica: aunque el Palacio Presidencial de Abuddin cumple con todos los tópicos de la arquitectura nobiliar-institucional árabe contemporánea, junto a sus refinados muebles de estilo ecléctico Luis XV (muy codiciado por los otomanos), aparecen decorando su interior, toda una serie de cuadros que parecen fieles representantes de la retratística clásica otomana –con ciertos rasgos de la pintura qajar persa–.[8] Este último dato parece amparar la idea de un pasado local ligado al dominio otomano, algo que efectivamente se dio en el Golfo de Aqaba; precisamente sería la Batalla de Aqaba (1917) la que terminaría con el dominio turco en la región y que se erigiría como una de las primeras y fulgurantes victorias del pan-arabismo.
Por tanto, la opción del Golfo de Aqaba, entre el Sinaí y la Península Arábiga, parece el escenario de esta ficción televisiva que, no se engañen, tiene mucho de real. Ya sea por el interés en el mundo árabe, por la geopolítica o por los dramas familiares, les recomendamos el visionado de la serie de cara al siguiente artículo, en el que desvelaremos y analizaremos los diferentes acontecimientos de la trama de la primera temporada.
Para saber más:
https://www.youtube.com/watch?v=vYeJ8e0JuiY
Notas:
[1] Entrada de oxforddictionaries.com, disponible aquí (original en inglés, traducción de la autora): http://www.oxforddictionaries.com/definition/english/tyrant
[2] Por ejemplo, se canceló la producción de la serie Alice in Arabia, un drama adolescente del canal BBC Family, después de emitirse un piloto considerado racista y denigrante.
[3] Una versión más detallada de esta historia puede leerse en Lacey, Rose. “Turmoil on ‘Tyrant’: The Dramatic Backstory of FX’s Middle East Epic”, The Hollywood Reporter, 6 de abril de 2014. Disponible en: http://www.hollywoodreporter.com/news/fxs-tyrant-dramatic-backstory-709209
[4] Algunos de los protagonistas de la serie, como Ashram Barhom (Jamal) o Moran Atias (Leila) son artistas reputados en Israel y Palestina, mientras que otros como Fares Fares (Fauzie), Alexander Karim (Ihab) o Amir Boutrous (Ziad) son medianamente conocidos en Occidente gracias a pequeños papeles en producciones sobre Oriente Medio. De cualquier manera, el casting incluyó entre los actores principales a personas de diferentes orígenes dentro del medio árabe e israelí, con la notable salvedad de Adam Rayner (Barry).
[5] El gas sarín es un gas nervioso inventado por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, que se generalizó como arma química durante los primeros años de la Guerra Fría, estando presente en ambos bandos. Sería utilizado especialmente durante la Guerra entre Irak e Irán (1980-1988), siendo responsable de masacres como la de Halabja y la Segunda Batalla de Al Fao. En 1993 se prohibió oficialmente su fabricación , efectuándose en teoría su destrucción en 1997, a pesar de lo cual se ha continuado usándolo en ataques terroristas en Japón, Iraq y durante la reciente Guerra de Siria.
[6] El difunto monarca Husein I de Jordania (1935-1999, reinando desde 1952 hasta su fallecimiento) se casó en cuatro ocasiones, siendo sus matrimonios más célebres los realizados con mujeres de origen europeo: su segunda esposa Tony Gardiner (Muna Al-Husein) y madre del actual soberano de Jordania era inglesa, mientras que la última y más célebre de ellas Lisa Najeeb Halaby (la Reina Noor de Jordania) es de nacionalidad estadounidense y descendiente de suecos y sirios.
[7] En la actualidad, son los estados de Egipto, Israel, Jordania y Arabia Saudí los que conforman los territorios que rodean el Golfo de Aqaba. Las islas que se sitúan en el estrecho que da salida al Mar Rojo, Tirán y Sanafir, son de hecho vigiladas constantemente por la Fuerza Multinacional de Paz y Observadores para garantizar el libre comercio en la zona por parte de Egipto.
[8] En algunas de las escenas interiores del palacio se observan -sin demasiado detalle- grandes pinturas que recuerdan a los retratos de diferentes soberanos otomanos, los primeros de Oriente Medio en adoptar la gran retratística de aparato a la Europea. Sin embargo, los breves vistas de los retratos sugieren similitudes formales con la plástica mogol -por ejemplo, en el empleo generalizado del perfil-, mientras que la vestimenta y la estética general de los mismo presenta grandes similitudes con la retratística persa qajarí (para ejemplos gráficos arquetípicos, obsérvense aquí diferentes ejemplos de retratos de Fath Alí Shah (1797-1834).