En otros números de la revista, nos adentramos en las curiosas producciones cinematográficas hispano-japonesas del actor, director y guionista conocido como Paul Naschy. Tras una introducción a su biografía y su contribución al cine fantástico español, hablamos pormenorizadamente de la primera película de su filmografía con participación japonesa: El carnaval de las bestias (1980). Decíamos de este film que es una de las más crueles y personales contribuciones que realizó este cineasta.
Realizadas, por tanto, todas las aclaraciones pertinentes sobre estas producciones, sólo nos queda adentrarnos en la última película hispano-japonesa de Naschy: La bestia y la espada mágica (1983). En ella, Naschy retoma al personaje que lo hizo famoso y que interpretó más de una decena de veces[1] a lo largo de su vida: el hombre lobo Waldemar Daninsky. Inspirado por el terror gótico de la Hammer y el personaje de Lon Chaney Jr. en la Universal, Waldemar es un hombre atormentado, siempre buscando la cura para su maldición. Aunque las películas de la saga Daninsky son independientes unas de otras, si tienen algo en común es que suele haber una historia de amor con una mujer, una relación siempre frustrada por su maldición. Nuestro hombre lobo se ha enfrentado a todo tipo de conflictos, pero, en este caso, se las tendrá que ver con una bruja temible en el Japón medieval. Destacamos también que La bestia y la espada mágica suele ser una de las favoritas de los seguidores de Naschy, tanto de la saga Daninsky como de su filmografía en general. Prueba de ello sería la novela gráfica de Javier Trujillo titulada El origen de la maldición (2008) y basada en esta película.
Tras el rodaje de Latidos de pánico, Masurao Takeda y Paul Naschy regresaron a Japón. Naschy tenía preparada una nueva entrega de la saga Daninsky ambientada en el Japón del siglo XVI, llamada La bestia y los samuráis. Contactaron con Shigeru Amachi (a quien Paul había conocido a través de Julia Saly), un actor de renombre y famoso por su participación en la saga Zatoichi, que aceptó coprotagonizar la película y asumió la mitad del presupuesto. Gracias a él, se pudieron rodar algunas escenas en los estudios de Toshiro Mifune, que Naschy recordaba tan grandes como los de TVE.[2] Mifune y Naschy se reunieron para hablar del proyecto y surgió un problema: el material del que disponían era del siglo XVII y la película estaba ambientada en el siglo XVI. El problema se resolvió y Mifune decide reconvertir el material. Naschy recordaba la escrupulosidad de los japoneses con la ambientación histórica y la fidelidad con la que se tomaron el guión, pues hicieron una katana de plata, tal y como se señalaba en el mismo.[3]
La película pasó a llamarse La bestia y la espada mágica. Para el aspecto del hombre lobo se buscó un aire más oriental inspirado en el ôkami japonés y Naschy acudió a una representación de teatro kabuki en busca de inspiración. A pesar de la escasa repercusión que tuvo esta película en nuestro país,[4] en Japón el rumor de que un occidental estaba haciendo una película de samuráis (jidaigeki) circuló entre los japoneses y Naschy recordaba que en una escena que rodaron en un exterior había público japonés congregado para verle, lo que le bloqueó en un principio.[5]
El estreno de la película fue un éxito. Se proyectó en el barrio de Ginza y entusiasmó a Toshiro Mifune y al mismísimo Akira Kurosawa, quien le felicitó y le regaló un casco de samurái a la llegada del hotel.[6] En España, por otro lado, se presentó el 24 de noviembre de 1983 en el cine Gran Vía en un estreno al que acudieron el embajador japonés y Shigeru Amachi. La película, además, consiguió ganar el premio del XIII Festival Internacional de Cine Fantástico en Bruselas.
La bestia y la espada mágica se rodó entre España (Talamanca del Jarama y Castillo de Chinchón) y Japón (fundamentalmente en los estudios de Toshiro Mifune). La película comienza en el siglo X en Centroeuropa, con una secuencia que funciona a modo de prólogo de lo que luego acontecerá más adelante. Ireneus Daninsky derrota en combate a un malvado tirano, trasunto de Vlad el Empalador. Una bruja y compañera sentimental del cruel asesino, lanza una terrible maldición para vengarse de Ireneus: “[…] Que la eterna maldición del señor de la noche caiga sobre la estirpe de los Daninsky. Que jamás los espíritus de los que llevan su sangre encuentren la paz […]”. Para completar el ritual, utiliza el cráneo de un lobo y transmite la maldición por medio de un mordisco al bebé no nato de la esposa de Ireneus: “Todo hijo varón que nazca en séptimo lugar y durante la primera noche de plenilunio se transformará en una bestia carnicera que extenderá la muerte por doquier. Los Daninsky seréis una estirpe de asesinos, odiados y perseguidos para siempre.” Como vemos, este primer prólogo se asemeja a El retorno de Walpurgis (Carlos Aured, 1973).[7]
La acción se traslada al siglo XVI. Waldemar Daninsky es un hombre de condición noble que lucha contra la maldición que cayó siglos atrás sobre su estirpe. En las noches de luna llena se convierte en una terrible bestia incontrolable: un hombre lobo sediento de sangre. Buscando desesperadamente una cura para su maldición, llega a Toledo a la casa de un sabio judío llamado Salom Jehudá, pero la superstición de la gente provoca su asesinato. Antes de morir, le confía la tutela de su sobrina Esther y aconseja a Waldemar que se traslade a Japón en busca de un sabio llamado Kian.
Llama la atención en esta película la estupenda mezcla de leyendas de diversa procedencia. La maldición del hombre lobo cae sobre el séptimo hijo y sospechan que la cura podría estar en una planta tibetana. Como es habitual, el hombre lobo es vulnerable a las armas de plata, pero también Kian consigue repelerlo haciendo la señal de la cruz, como si de un vampiro se tratase. La katana de plata, la espada mágica mediante la cual Waldemar conseguirá librarse de la maldición, se asemeja, además, a la leyenda de Excalibur; precisamente se han señalado
influencias de la película de John Boorman titulada Excalibur (1981), sobre todo en la secuencia en la que Kian derrota a la hechicera y aparece la katana de plata. Naschy mezcla el folclore europeo, como vemos, pero también el japonés. Sin duda, era conocedor del cine nipón, especialmente del de terror, y habría estudiado leyendas y cuentos populares cuando creó a la bruja Satomi. En un momento de la película, Kinga está desesperada porque Kian no parece hallar la cura para la maldición y lleva a Daninsky al castillo de una hechicera de más poder. Ella, sin embargo, quiere utilizar a Waldemar para sus propios fines. Cuando consiguen salir del castillo y llegan hasta Kian, él les revela que Satomi murió hace más de doscientos años, pero la herida real de Waldemar parece sugerir otra cosa. Kian viaja al castillo para conseguir la katana de plata, el arma final, y se encuentra con la edificación en ruinas y habitada tan solo por fantasmas. Es tan similar a ciertos cuentos de terror japoneses que necesariamente tuvo que haber algún tipo de influencia.
Esta mezcla de leyendas y elementos fantásticos podría haber resultado un completo desastre, pero están bien enlazados entre sí y, como hemos señalado, esta película suele destacarse en la saga Daninsky como una de las mejores. Además, se introducen nuevos elementos que enriquecen la saga, que ya se volvía repetitiva. En este caso, se suprime la carga erótica y la dualidad de personajes femeninos (amante o villana) es más natural. Eso sí, el amor entre un occidental (Waldemar) y una japonesa (Akane, la hermana de Kian) vuelve a estar presente, reviviendo así la historia de Madama Butterfly y las películas americanas de reconciliación, como El bárbaro y la geisha (The barbarian and the geisha, John Houston, 1958). De hecho, es Akane la que tendrá que asesinar a Waldemar, pues sólo una mujer de corazón puro que ame al hombre lobo podrá librarle de la maldición con un arma de plata. Como vemos, la redención por el amor es un ingrediente indispensable en las películas de la saga Daninsky.
Dentro del reparto, cabe destacar la interpretación del equipo japonés, especialmente de Shigeru Amachi, coprotagonista de la historia y coproductor de la película con su empresa Amachi Films. Naschy lo recuerda como un dandi japonés y, a pesar de un ataque de “divismo” (según sus palabras) que tuvo en el film, el rodaje se desarrolló sin inconvenientes.[8] A veces la interpretación en este tipo de películas resulta sobreactuada, pero Shigeru Amachi destaca notablemente por su actuación.
En su contra, La bestia y la espada mágica tiene algunos errores. La ambientación histórica resulta más o menos correcta y destacamos, en ese sentido, la secuencia en la que el tío de Kian se quita la vida para recobrar su honor mediante el suicidio ritual (seppuku). Incluir en una misma película épocas y ambientes tan diferentes podría haberle salido mal a Naschy, pero el resultado es muy notable. Sin embargo, resulta llamativo que todos los personajes hablen el mismo idioma, sin problemas de entendimiento ni de acento. Recordemos que en El carnaval de las bestias, los actores japoneses se aprendieron sus frases en español, por tanto, se señala que los personajes a los que interpretan pueden interactuar con Bruno Rivera sin dificultad. Aquí, sin embargo, un centroeuropeo se desplaza sin problemas (especialmente en el idioma o en las costumbres) a España y luego a Japón. Otro error que resulta evidente es la ausencia de sangre en escenas en las que sería indispensable, por ejemplo, en las luchas con armas blancas.
A pesar de todo lo comentado, resulta una película muy interesante y a redescubrir por los admiradores del cine japonés. Aparte de la interpretación de Shigeru Amachi, destacamos las secuencias en el castillo de la bruja, especialmente la batalla del hombre lobo contra el tigre, por su complicación, y el combate entre Kian y los fantasmas para ganar la katana de plata.
Todos estos elementos son los que hacen de La bestia y la espada mágica una película que todo admirador del cine de terror español debería conocer, y se trata, a su vez, de una de las mejores producciones de la carrera de Naschy, un hombre que siempre navegó contracorriente y que luchó por el género fantástico toda su vida.
Para saber más
[1] La saga Daninsky se compone de: La marca del hombre lobo (Enrique López Eguiluz, 1968), Las noches del hombre lobo (René Govar, 1968) (desaparecida), Los monstruos del terror (Tulio Demicheli, 1970), La noche de Walpurgis (León Klimovsky, 1971), La furia del hombre lobo (José María Zabalza, 1972), Dr. Jekyll y el hombre lobo (León Klimovsky, 1972), El retorno de Walpurgis (Carlos Aured, 1973), La maldición de la bestia (Miguel Iglesias, 1975), El retorno del hombre lobo (Jacinto Molina, 1981), La bestia y la espada mágica (Jacinto Molina, 1983), El aullido del diablo (Jacinto Molina, 1987), Licántropo (Francisco Rodríguez, 1996) y Tomb of the werewolf (Fred Olen Ray, 2004).
[2] Agudo, Ángel; Gómez, Ángel. Paul Naschy: la máscara de Jacinto Molina. Vilagarcía de Arousa, Scifiworld, 2009. P. 246.
[3] Ibídem. P. 247.
[4] A pesar de ello, hay que señalar que El País publicó una noticia el 25 de agosto de 1981 sobre los documentales que hizo este director para los japoneses, que puede leerse aquí.
[5] Agudo, Ángel; Gómez, Ángel. Paul Naschy…, op. cit. P. 248-249.
[6] Ibídem. P. 250.
[7] Nos referimos al comienzo de esta película, que funciona también a modo de prólogo y que está ambientado en la Edad Media. En este caso, el inquisidor Ireneus Daninsky, antepasado de Waldemar, condena a Elizabeth Bathory a morir en la hoguera por practicar la brujería. Antes de que las llamas la devoren, la condesa maldice a la estirpe de los Daninsky: “[…] Algún día, y cuando uno de los tuyos derrame la sangre de un primogénito de mis descendientes, las desgracias más terribles se abatirán sobre los que lleven tu apellido maldito y ya sus almas no tendrán reposo y vivirán un eterno infierno.” En el siglo XIX, la amenaza se cumplirá cuando Waldemar Daninsky mate por accidente a un descendiente de la condesa y sufrirá la maldición del hombre lobo. Al igual que en La bestia y la espada mágica, utilizan un cráneo de un lobo sobre el que han realizado un ritual, cuyo mordisco transmite esta maldición.
[8] Ibídem. P. 246.
Por favor, no repita usted las exageraciones y falsedades que difundía Paul Naschy. La película nunca se estrenó en Japón, entre otras muchas inexactitudes que contiene este artículo. Que los familiares y fans de Naschy hayan repetido estas mismas cosas no las convierte en realidad. Si le interesa el tema, le recomiendo la lectura del libro Paul Naschy – Jacinto Molina, la dualidad del mito.
Un cordial saludo.
Agradezco la recomendación, pero como habrá podido comprobar en la fecha de publicación de este artículo, éste se realizó hace tres años, y, por lo tanto, hay que juzgarlo desde esos parámetros, siendo conscientes de que el estado de la cuestión que se utilizó para trabajar llega, por razones obvias, hasta esas mismas fechas. Esto quiere decir que, sin una máquina del tiempo, es imposible consultar nuevas obras que aporten información diferente y que fueron publicadas con posterioridad a que este artículo saliera en la revista. De nada sirve citar un libro, aunque oportunamente se sea coautor, si ha sido publicado a finales del año pasado. Tres años dan para mucho y es lógico y normal que la información se desfase, por lo que no parece apropiado comparar una cosa con la otra. Estoy informada de lo que se ha publicado y se publica sobre el tema y aplaudo ese nuevo libro sobre Paul Naschy si es verdad que sirve para esclarecer esas “exageraciones”, “falsedades” e “inexactitudes” a las que hace mención, pero no por ello hay que desprestigiar todo lo previo, ya que pertenece al propio estado de la cuestión de la materia.
Un saludo.
Buenos días
No se trata de tener que conocer nuevas obras o no. Aunque es verdad que no advertí que el artículo estaba escrito hace tres años, esas exageraciones (cuando no mentiras) eran evidentes desde el primer momento y ya fueron denunciadas por algunas personas en varios textos previos (fuera de internet, cierto). En cualquier caso, sin quitar mérito a lo que realmente hubo, es oportuno contrastar fuentes antes de escribir sobre algún tema. O, cuando menos, escribir con términos tipo “al parecer”, “según dicen”, etc, en lugar de con afirmaciones no demostradas.
Un cordial saludo y ánimo con el blog.