17 de diciembre de 1933, ciudad de Lhasa, Tíbet. En Norbulingka –“la joya del parque”, palacio de verano de los dalái lama– un infarto sesgó la vida de Thubten Gyatso, decimotercera reencarnación del Avalokiteshvara, el Bodhisattva de la Compasión. El Dalái Lama abandonaba este mundo a los 57 años de edad, tras 54 en el cargo.
La historia cuenta que, mientras los demás lamas velaban el cadáver de aquel que les había regido durante tantos decenios, pudieron observar cómo la cabeza inerte del difunto, de repente, giraba en dirección al este. Los sobrecogidos monjes, que según la tradición del budismo tibetano son espíritus sagrados hechos hombres, volvieron a enderezar el rostro de Thubten Gyatso. Para sorpresa de todos los allí presentes, el Dalái Lama volvió a girar, por segunda vez, su cara hacia oriente.
Una semana después de la muerte del líder del Tíbet, en una columna del lado este de Norbulingka, apareció un hongo en forma de estrella. Entonces el panchen lama, el segundo lama más importante, Thubten Chökyi Nyima (1883-1937) dijo que el próximo dalái lama tendría que venir de un lugar que estuviera al este del Potala, el lugar más sagrado del Tíbet, residencia oficial del dalái lama, el palacio de las mil habitaciones.
El budismo tibetano establece 49 días para que el alma del dalái lama fallecido penetre en el niño que va a nacer. Años y años se tardó en encontrar a ese niño, y mientras tanto la desesperación del pueblo tibetano iba en aumento. Finalmente uno de los lamas tuvo una visión mientras meditaba junto al lago sagrado Namtso; en pleno trance el monje vio una casa con un techo azul, un perro y un niño. De vuelta al templo, mandó una comitiva a buscar, en dirección este, alguna casa con el techo azul. La marcha terminó en el pueblo de Taktser, donde contemplaron aquello que estaban buscando: la casa de techo azul, el perro y el niño. Uno de los monjes del grupo se había disfrazado de sirviente, y al acercarse al muchacho, éste señaló el collar que lucía en el cuello, y le dijo: “Esto es mío.” Era un collar del décimo tercer dalái lama. Entonces, el sirviente le preguntó: “¿Quién soy yo?”; y el niño, que contaba tan sólo cuatro años de edad, respondió las palabras que le hicieron ser un inmortal: “Eres un monje del Monasterio de Sera.” Y era cierto.
Sin dudarlo un segundo, la comitiva de lamas llevó al chico hasta el Potala, donde le hicieron infinidad de pruebas, siempre mostrándole tres objetos diferentes de los cuales sólo uno perteneció al antiguo dalái lama: tres rosarios, tres tablillas de recitación, tres sombreros, tres campanillas… Durante días el niño no falló ni una sola prueba. Fue entonces cuando, el 22 de febrero de 1940, ese niño, que nació con el nombre de Lhamo Dondhup, fue proclamado Kundun, “la presencia”, la decimocuarta reencarnación del Avalokiteshvara. Tras su reconocimiento fue bautizado como Jetsun Jamphel Ngawang Lobsang Yeshe Tenzin Gyatso, “Señor Santo, Benévola Gloria, Elocuente, Compasivo y Sabio Defensor de la Fe”. Así, tras más de seis años de búsqueda, el pueblo del Tíbet tenía un nuevo dalái lama, “Océano de Sabiduría” en castellano.
Pero el reinado terrenal de Tenzin Gyatso no duró tanto como el de su predecesor. El Tíbet siempre había rendido pleitesía a China, pero en 1950 el gigante asiático asestó el mazazo definitivo. En pleno auge revolucionario, la flamante República Popular de Mao Zedong perdió poco tiempo en reclamar el Tíbet para sí. En ese preciso momento, tuvo lugar un terrible terremoto, de hecho, el más potente registrado en el planeta hasta esa fecha, con una magnitud de 8,6 grados en la escala Richter. El seísmo causó 1.530 muertos, destruyó 2.000 edificios y mermó la capacidad de organizar una defensa frente a la amenaza de invasión. Tras la catástrofe, el Ejército Popular de Liberación, brazo armado de la República Popular China, se movilizó hasta la región tibetana de Chamdo y derrotó a las tropas del dalái lama.
Tras la batalla, a Tenzin Gyatso, un adolescente de 15 años, no le quedó otra salida más que aceptar un acuerdo de “liberación pacífica” con el gobierno de Mao Zedong. Desde ese momento el Tíbet pasó a ser territorio soberano de China. Durante toda la década de los 50, los esfuerzos del Dalái Lama se destinaron a buscar la paz con Mao y a recabar contactos internacionales que lo apoyaran en su causa. Así, el líder del budismo tibetano viajó a Pekín y a India, donde se entrevistó con el primer ministro Nehru. No obstante, la situación no terminó bien, y en 1959 Lhasa, capital histórica del Tíbet, se sublevó para reafirmar su independencia. Tras esta rebelión se encontraba el servicio secreto estadounidense, que había estado entrenando a guerrilleros tibetanos. Como reacción, las fuerzas del orden chinas reprimieron duramente los levantamientos, llegando a destruir templos y monasterios. Tras esta nueva victoria del gigante asiático, el Dalái Lama, a sus 24 años, hubo de enfrentarse al destierro.
Se calcula que unos 7.000 tibetanos acompañaron a Tenzin Gyatso en su éxodo, que desde ese momento se convirtió en jefe del gobierno en el exilio. Pekín mandó al ejército tras ellos y a varios aviones para que les bombardearan antes de que llegaran a la frontera con la India. Los tibetanos cuentan que todos, incluido el Dalái Lama, empezaron a rezar a los espíritus de las montañas, y se levantó una ventisca que borró las huellas que habían dejado en la nieve y los chinos no lograron dar con ellos. Los exiliados lograron alcanzar su objetivo, la ciudad india de Dharamshala, desde donde el Dalái Lama y las instituciones tibetanas en el exilio han estado patrocinando la causa de su país desde hace más de medio siglo.
Esta es la historia de las dos últimas formas corpóreas del espíritu de la Compasión, pero, ¿qué significa ser el dalái lama? Según el budismo tibetano o lamaísmo se trata de un maestro –lama– que ha logrado dominar la muerte a través de la reencarnación y el conocimiento del lugar de su nuevo nacimiento. A este maestro se le llama Tulku. Hay dalái lamas desde 1391, aunque el título en sí fue utilizado por primera vez por Sonam Gyatso, tercera reencarnación del Avalokiteshvara, que reinó entre 1543 y 1588 y convirtió al budismo a los mongoles. Fue el jefe mongol Altan Khan quien llamó dalái lama a Sonam Gyatso, al aceptarlo como maestro. De hecho, la palabra dalay es de origen mongol y es una traducción de Gyatso, el apellido de los dalái lamas que, como se ha dicho, significa “océano”.
Se ha venido repitiendo en varias ocasiones que el dalái lama es el Avalokiteshvara, el Bodhisattva de la Compasión reencarnado. Según la religión budista, este espíritu fue un gran yogui que logró ascender a elevados estados de conciencia. Justo en el momento en que iba a fundirse con la realidad misma, escuchó un sonido que parecía venir de muy lejos, por debajo de él. Se dio cuenta de que eran muchas voces que gritaban cada vez más intensamente. De modo que él dejó de ascender y miró hacia abajo – Avalokiteshvara significa “el señor que mira hacia abajo”–, donde vio a miles de seres que sufrían a causa de la ignorancia y de la falta de un norte espiritual. Entonces el Bodhisattva de la Compasión pensó: “¿Cómo puedo abandonar a estos seres? ¿Cómo puedo fundirme en este océano de luz y salvarme yo sólo cuando en el mundo hay tantos que necesitan ayuda?” De esta forma el Avalokiteshvara regresó al mundo, y para los lamaístas lo ha hecho catorce veces en los últimos seiscientos años.
Las catorce reencarnaciones del espíritu de la compasión han sido: Gendun Drup (1391-1474), Gendun Gyatso (1476-1542), Sonam Gyatso (1543-1588), Yonten Gyatso (1589-1616), Ngawang Lobsang Gyatso (1617-1682), Tsangyang Gyatso (1683-1706), Kelsang Gyatso (1708-1757), Jamphel Gyatso (1758-1804), Lungtok Gyatso (1805-1815), Tsultrim Gyatso (1816-1837), Khedrub Gyatso (1838-1855), Trinlé Gyatso (1856-1875), Thubten Gyatso (1876-1933) y Tenzin Gyatso (1935-presente).
Entre los dalái lamas sobresalen tres, sin contar al actual: el tercero, Sonam Gyatso, por convertir a los mongoles al budismo. Tras él, Ngawang Lobsang Gyatso, llamado el Grande, persona muy docta, erudito y autor de textos sobre religión, historia, gramática, poesía y astrología. Es recordado por ser el constructor del palacio del Potala y por su labor como destacado estadista y administrador. De hecho, con apoyo de los mongoles, se convirtió en la primera autoridad secular y espiritual del Tíbet, que pasó a ser una teocracia hasta 1959. Ya en el siglo XX, el décimo tercer dalái lama destacó por reafirmar la independencia del Tíbet tras la caída en China de la dinastía Manchú en 1911. Además, hizo más estricto el aprendizaje de los monjes y reorganizó el plan de estudios.
Respecto al protocolo, hay que tratar al dalái lama como Su Santidad. En otro tiempo, cuando todavía residía en el Tíbet y las costumbres no se habían adaptado a los nuevos tiempos, en presencia del “Océano de Sabiduría” había que quedarse de pie, inclinado en obediencia, con las manos unidas en súplica. Si, por el contrario, se estaba sentado, había que estar siempre por debajo de él. No se podía mirarle a los ojos, tampoco hablar antes de que él lo hiciera. No había que darle nunca la espalda, y bajo ningún concepto se le podía tocar.
Tras el dalái lama, la segunda autoridad del budismo tibetano es el panchen lama. Este título fue otorgado por primera vez por el quinto dalái lama en el siglo XVII. El panchen lama es considerado la reencarnación del Amitâbha, buda celestial de la Luz Infinita. A la muerte del dalái lama, el panchen lama tiene que llevar a cabo la que sin duda es su función más importante, reconocer su próxima reencarnación, el Tulku. A su vez, es el dalái lama quien reconoce la reencarnación del panchen lama tras la muerte de este. En el siglo XX tuvo lugar una controversia acerca de la figura de este “número dos” del lamaísmo. A mediados de los años noventa, el gobierno de China secuestró al undécimo panchen lama –un niño de seis años– junto a su familia y los monjes que cuidaban de él. Se llamaba Gendun Chökyi Nyima, y fue considerado como el prisionero político más joven del mundo. Así las cosas, lo que hizo Pekín fue imponer su propio panchen lama: Chökyi Gyalpo, que fue llamado panchen lama falso por el gobierno tibetano en el exilio. Del verdadero nunca se supo nada más, ya que las autoridades chinas declararon que tanto el niño como sus padres fueron puestos en libertad bajo una identidad falsa.
Existe una tercera autoridad del lamaísmo. Se le denomina karmapa y el actual es Ogyen Trinley Dorje, décimo séptimo karmapa. Según afirman algunos, se trata del potencial sucesor de Tenzin Gyatso.
Aunque el título de dalái lama es muy conocido en Occidente, en verdad los budistas tibetanos lo llaman Galwa Rimpoché, que significa “Precioso Gobernador”, o Yeshe Norbu, “Joya de Conocimiento.” Además, al contrario de lo que pueda parecer, el dalái lama nunca es visto como una suprema autoridad doctrinal, ya que no es el responsable de establecer un modo de practicar la religión. Por lo tanto, la posición del dalái lama en el budismo tibetano no es análoga a la del papa en el catolicismo. El papa define la moral y el dogma, el dalái lama no. En lo que sí se parecieron ambos dignatarios durante siglos es en que fueron la cabeza de una monarquía absolutista, de una verdadera teocracia. No obstante, en 2011 en actual dalái lama renunció a su poder político, conservando sólo su faceta de líder religioso. En un comunicado oficial Tenzin Gyatso declaró:
Desde los años sesenta he enfatizado repetidamente que los tibetanos necesitan un líder, elegido libremente, a quien yo le pueda delegar el poder.[1]
Ese líder es Lobsang Sangay (1968), el sikyong o primer ministro del gobierno tibetano en el exilio desde que el dalái lama renunció a ese cargo. Es un seglar educado en Harvard que fue elegido libremente y responde ante un parlamento al estilo de las democracias liberales.
¿Qué deparará el futuro a la institución del dalái lama? El depositario actual del título ha dejado en varias ocasiones la puerta abierta a sorprendentes posibilidades, como que pueda haber un dalái lama mujer o, directamente, plantear la hipótesis de que la institución deba terminar algún día. Así, en junio de 2013, durante una visita a Australia, declaró:
Si las circunstancias son tales que una mujer dalái lama resulta más útil, luego automáticamente vendrá una mujer dalái lama. […] las mujeres tienen mayor potencial […], tienen más sensibilidad hacia el bienestar de los otros.[2]
Al año siguiente, en una entrevista en la BBC, Tenzin Gyatso reflexionaba en voz alta en los siguientes términos:
La institución del dalái lama debe terminar algún día. […] No hay garantías de que no aparezca un Dalái Lama estúpido la próxima vez, que caerá en desgracia. Eso sería muy triste. Así que mejor que una tradición de siglos termine en el momento que termine un Dalái Lama bastante popular. […] Las autoridades chinas están más preocupadas por el futuro dalái lama que yo. A mí no me preocupa.[3]
Sea como fuere, gracias a la popularidad de Tenzin Gyatso, la figura del dalái lama ha adquirido fama mundial; especialmente desde que fue premiado con el Nobel de la Paz en 1989. No en vano es heraldo del mensaje del budismo tibetano por el mundo entero, promoviendo la compasión, el pacifismo, la igualdad y el ecologismo. De hecho, el décimo cuarto dalái lama es vegetariano y promueve que la gente lo sea, inspirado por la mahakaruna o gran compasión. El líder espiritual de aproximadamente veinte millones de creyentes en el mundo entero está inmerso en el siglo XXI y es muy activo en redes sociales como Facebook (12.900.000 seguidores) y Twitter (12.500.000 seguidores), contando también con un canal en YouTube (63.500 suscriptores).
Para saber más
Cine:
Cómic
Libros
Notas:
[1] “El dalái lama renunciará al poder político”, El País, 10 de marzo de 2011.
[2] “El Dalái Lama dice que las mujeres tienen las cualidades necesarias para sucederle”, El Mundo, 13 de junio de 2013.
[3] “¿El último dalái lama?”, El País, 28 de septiembre de 2014.