Para los artistas actuales, la tradición puede llegar a ser un elemento para olvidar o una opción a disponer entre muchas. En el caso de los ceramistas japoneses contemporáneos, en muchas ocasiones, han demostrado un gran ingenio para transformar y reinterpretar las tradiciones artísticas nativas del archipiélago. En el caso concreto de la larga historia de la cerámica japonesa, desde las antiguas cerámicas Jômon, las sobrias piezas destinadas a la ceremonia del té y las preciosas porcelanas de exportación, la tradición abarca enormes cambios estéticos, reinterpretaciones e innovaciones. El ceramista Yuji Ueda (1975), junto con otros artistas de su generación, opta por no decantarse ni ser partidario de ninguna definición o interpretación de esta rica tradición cerámica. A pesar de que en el arte japonés de la cerámica resultaría casi impensable el dejar de hacer referencia a la práctica histórica que vincula este arte con la tradicional ceremonia del té, Ueda demuestra que la tradición solo puede entenderse a través de la experiencia y experimentación personal, una fusión de la historia de su oficio con la improvisación y el refinamiento, desarrollando una respuesta compleja y original dentro del rico patrimonio cultural japonés.
Yuji Ueda, nació en el seno de una familia de respetados ceramistas de Shigaraki, en la Prefectura de Shiga. En la actualidad reside y trabaja en su taller situado en la localidad de Kamiasamiya. La zona de Shigaraki, localizada al este del lago Biwa, es uno de los denominados Seis Antiguos Hornos (roku koyô) de Japón, y es uno de los principales centros productores de cerámica japonesa en la actualidad. En la zona alrededor de Shigaraki se han venido produciendo piezas y realizaciones cerámicas desde el siglo V. En la misma localidad de Shigaraki investigaciones han sacado a la luz que se construyeron una serie de hornos para cocer el conjunto de tejas destinadas a los tejados del palacio del emperador Shômu en el año 742. A finales del siglo XII se desarrolló en Shigaraki una producción de piezas de cerámica sin vidriado, denominadas yakishime, estas piezas tempranas recordaban a las realizaciones de otro de los hornos antiguos, que florecían en estos momentos, así como también se adoptaron técnicas y métodos de cocción procedentes de Tokoname. Las realizaciones de cerámica de Shigaraki se realizaban a partir de cilindros de arcilla, de una pasta de tonalidad clara con bajo contenido en hierro y que, tras la cocción, alcanzaba colores y tonalidades rojizas, y que se caracterizaba por la inclusión de partículas de pegmatita, unos granos de feldespato y de cuarzo, que suelen encontrarse en la superficie de la pieza y se caracterizan por presentar un marcado brillo, por lo que se les denomina estrellas blancas o hoshi. La cocción de estas piezas de Shigaraki se realizaba en los tradicionales hornos denominados anagama, recurriendo para los vidriados a barnices de ceniza natural, los cuales desarrollaban una serie de tonalidades que viraban de grises a verdosas y azuladas. Las realizaciones consistían principalmente en recipientes de almacenaje (tsubo), que no solían presentar decoración, aunque algunos ejemplos pueden contar con incisiones sobre las paredes cerámicas, así como morteros y otros elementos destinados a la preparación de alimentos.
La fama de las cerámicas de Shigaraki se desarrollaría durante la segunda mitad del siglo XV, momento en que las piezas realizadas en la actual prefectura de Shiga fueron descubiertas por los afamados maestros del té, siendo Murata Jukô (1423-1505) el primero en emplear piezas de Shigaraki para la ceremonia del té, especialmente pequeños objetos, como jarrones para albergar los arreglos florales, recipientes para conservar el agua fresca y para el almacenamiento de las hojas de té, todos ellos sencillos elementos de uso doméstico que encajaban con los preceptos de wabi y sabi. Maestros sucesivos, como Takeno Jôô (1502-1555), Sen no Rikyû (1522-1591) y Kobori Enshû (1579-1647) se valieron de los ceramistas de Shigaraki para encargar piezas para la ceremonia del té o chadogû, de acuerdo con sus especificaciones y preferencias personales. En el año 1632, los hornos de Shigaraki tendrían el honor de ser los elegidos por los dirigentes Tokugawa como los únicos con licencia para el suministro de recipientes (chatsubo) para guardar las preciadas hojas de té cultivadas en la localidad de Uji. Posteriormente, conforme avanzaba el periodo Edo (1603-1868), Shigaraki fue siendo desplazado por las realizaciones cerámicas de otros hornos, como los de Bizen e Iga en la segunda mitad del XVII, volviendo la producción a centrarse en la realización de piezas destinadas a uso doméstico, que se habían venido desarrollando de manera paralela a la producción de elementos para la ceremonia del té. Fue en este momento en que se desarrolló casi en exclusiva la realización de piezas cubiertas de vidriado, especialmente debido a la introducción de hornos noborigama a principios del XVII, haciendo posible una producción en masa de piezas de loza vidriadas para recipientes de almacenaje, morteros, botellas de sake, cuencos y platos. La cercanía de los hornos de Kioto dio como resultado influencias mutuas en las realizaciones de los dos centros, por ejemplo, se realizaron en Shigaraki una serie de pequeños candelabros destinados a los altares domésticos similares ejemplos de Kioto.
Con la llegada de la era Meiji (1868-1912) y el desmantelamiento del sistema feudal, los hornos de Shigaraki no se vieron afectados como ocurrió en muchas otras partes de Japón, ya que estos siempre habían pertenecido a los municipios o a manos privadas. La incipiente industrialización conllevó a que la producción de la zona virara hacia los nuevos tiempos, siendo destacable la producción de grandes contenedores destinados a albergar acido sulfúrico para la naciente industria pesada japonesa, recipientes para el licor sôchû,[1] así como la producción en masa de cerámica doméstica. En la actualidad unos ciento cincuenta talleres se dedican a la producción de tejas, macetas para bonsáis, recipientes para ikebana, mobiliario de jardín, soportes de paraguas o reproducciones de piezas medievales. Además, Shigaraki es famosa por la realización de esculturas de tanuki, especie de mapache japonés que se asocia con la buena suerte, desde pequeñas figuritas del tamaño de llaveros a grandes piezas de tamaño similar a la figura humana.
Yuji Ueda bebe de toda esta tradición de los hornos y arcillas de Shigaraki, hijo de una larga línea de ceramistas dedicados a la producción de piezas para la ceremonia del té, la educación de Ueda estuvo inmersa en la tradición de Shigaraki. Su interés por la cerámica comenzó desde muy pequeño, desde niño sentía una especial fascinación por los restos de antiguos hornos, siendo su patio de recreo los antiguos anagama, los depósitos de arcilla y las zonas donde se desechaban las piezas que antiguamente tras la cocción se consideraban defectuosas, como el propio Ueda señala: “cuando era pequeño, solía jugar entre los restos de los viejos hornos. Allí, encontraba pedazos rotos de cerámicas y fragmentos quemados de las paredes del horno mientras cavaba en el suelo con mis propias manos. Esto me hacía reflexionar sobre el hecho de que, a pesar de que solo es una pequeña colina de tierra, en el pasado se encontraban cosas que solo se podían realizar en este mismo lugar.” Yuji Ueda se formó posteriormente con el aclamado ceramista Yasuhisa Kohyama en el año 2002, comenzando a experimentar con los diferentes tipos de barnices y acabados del esmalte, para finalmente construir su propio horno anagama siguiendo los modelos tradicionales de Shigaraki. Desde entonces, Ueda ha desarrollado una estética distintiva que incorpora fisuras y formas poco ortodoxas, creando un repertorio que abarca desde piezas más contenidas, que se pueden albergar en la palma de la mano, hasta espectaculares realizaciones de más de dos metros de altura. Su versatilidad le ha permitido exhibir sus piezas no solo en Japón, sino también en galerías contemporáneas y ferias de arte en las ciudades de Nueva York, Los Ángeles y Hong Kong.
La arcilla de Shigaraki, perteneciente y extraída de las capas de materiales sedimentarios depositados a las orillas del lago Biwa, es muy apreciada en todo el archipiélago debido a su plasticidad y cualidades refractarias. En ocasiones la arcilla sin mezclar resulta difícil de trabajar al torno, por lo que las piezas se suelen construir a través de la superposición de cilindros de arcilla o mediante trabajo de presión con moldes. Las técnicas decorativas de la cerámica tradicional de Shigaraki abarcan desde impresiones en relieve, incisiones y decoraciones de pintura bajo vidriado, así como el empleo de diferentes barnices. La cocción, normalmente en noborigama y de manera más rara en anagama, dura de manera media una semana, empleando casi en exclusiva madera de pino rojo. El primer horno anagama desde la época medieval fue reintroducido por Furutani Michio (1946-2000) que llegó a construir más de treinta anagamas para desarrollar diferentes cualidades. Los ceramistas de Shigaraki en la actualidad disponen de una gran variedad de acabados, que se pueden lograr gracias al repertorio de más de veinte pastas cerámicas, la posición de la pieza en el horno y el control de la temperatura de este, así como experimentando con las condiciones de oxidación y de reducción. Las piezas resultantes pueden presentar diferentes tonalidades, desde cerámicas sin vidriar con inclusiones de pegmatita, a distintos vidriados de ceniza natural transparente y ejemplares en los que se acumulan densos depósitos de vidriado de ceniza. Esta gran diversidad de la cerámica de Shigaraki ha permitido a los ceramistas actuales el poder conjugar técnicas modernas con tradicionales en un gran abanico de posibilidades. En el caso de Yuji Ueda, a través de su experimentación y aprendizaje con técnicas de modelado y cocción, ha creado un proceso único en el que bloques enteros de pasta cerámica o piezas modeladas con superficies irregulares son introducidas posteriormente para su cocción en su horno anagama, el propio ceramista señala: “cerca de mi horno, hay una gran variedad de arcillas naturales. Las recojo mientras salgo a caminar y las uso para mis trabajos. Reviso cuidadosamente cada puñado de arcilla, trabajándolas y apilándolas una a una hasta que he creado grupos de tierra de muchas capas y, cuando se somete a estas arcillas a las presiones del aire y el gas dentro del horno, se deforman y a veces explotan. Creo que hay algo especial y único que se puede encontrar en las marcas dejadas por tal proceso.” Las obras resultantes incorporan grietas y astillas que, en la cerámica convencional, se descartarían como imperfecciones y errores de cocción, pero en las obras de Ueda aparecen y se nos muestran como un símbolo de respeto hacia la belleza de la arcilla. Su estudio constante y experimental con las técnicas de vidriado y de cocción ha desembocado en infinidad de formas y de recipientes cerámicos, pudiendo encontrar entre sus realizaciones tanto formatos más reducidos y de tamaño mas íntimo y cercano a la apreciación individual, como trabajos de factura más colosal y que conllevan grandes periodos de tiempo para factura, vidriado y cocción.
Como hemos señalado, las técnicas de Ueda son a menudo experimentales y resultado de largos periodo de estudio y de contacto con los materiales, de largas jornadas de observación de los procesos y de una inquietud por la técnica y los procedimientos cerámicos desde su niñez. Ueda suele señalar que somete a los materiales y a sus realizaciones a extremos, presentando sus obras una apariencia de materiales casi castigados, conformados y transformados por las fuerzas de la naturaleza, siendo el calor y las llamas casi un proceso geológico que genera superficies agrietadas, deformadas, dobladas o astilladas. Yuji Ueda suele trabajar y modelar con diferentes tipos de arcilla, modelando a mano siguiendo las técnicas tradicionales de Shigaraki, aunque también usa moldes que le permiten conjugar diferentes texturas y acabados, trabajos que en el caso de las piezas de factura más colosal pueden llegar a durar más de un mes de trabajo, Ueda suele hacer alusión a este complicado proceso: “a medida que mis obras se hacen más grandes, también lo hace la sensación y el trabajo físico de crearlas y, cuando mi cuerpo comienza a ser consciente de los movimientos de este proceso de creación, cada vez más dinámico, las ideas para estas obras me llegan de forma natural.” Las piezas salidas del horno anagama de Ueda pueden recordar y transmitir la impresión de artefactos o elementos de factura geológica, realizaciones que han sido transformadas y azotadas por el paso del tiempo y las fuerzas de la naturaleza.
Yuji Ueda ha participado en diferentes exposiciones, en el año 2008 participó en varias muestras en Tokio, ciudad en la que en el año 2014 expuso de manera individual en la galería t.gallery. En Estados Unidos, en la ciudad de Los Ángeles expuso junto con Kazunori Hamana y el taller Otani en la galería Blum and Poe, siendo su ultima exposición, celebrada en la Kaikai Kiki Gallery de Tokio, “Memories of Resonating Clays,” una gran exposición individual, con más de cien cerámicas de su taller de Shigaraki, que en palabras de su descubridor y gran valedor, el artista Takashi Murakami, “los trabajos que ha realizado Yuji Ueda para esta exposición son, en mi opinión subjetiva, verdaderamente notables, llenos de su alma humana.”
Para saber más:
Perfil de Yuji Ueda en la galería Kaikai Kiki Galleri.
Crueger, Anneliese; Crueger, Wulf y Saeko Ito. Modern Japanese Ceramics: Pathways of Innovation & Tradition. Nueva York, Lark Books, 2007.
Simpson, Penny; Sodeoka, Kanji y Lucy Kitto. The Japanese Pottery Handbook. Nueva York, Kodansha, 2014.
[1] El Sôchû es una bebida alcohólica tradicional japonesa, destilada a partir del arroz, cebada, batatas, trigo sarraceno o azúcar moreno, aunque a veces se produce a partir de otros ingredientes como castañas, semillas de sésamo, patata o incluso zanahorias. Suele presentar un 25% de alcohol en su composición.