El primer festival del año en España es el siempre interesante certamen Actual, celebrado en la ciudad de Logroño del 2 al 6 de enero. Las actividades de esta propuesta cultural riojana incluyeron este año conciertos (destacando los de Within Temptation o Izal), exposiciones de arte (del colectivo Espadaysantacruz o de la Escuela de Artes de la ciudad) y, por supuesto, mucho cine, con interesantes novedades llegadas desde Oriente, a las cuales destinaremos este espacio en Ecos de Asia. Si ya en la pasada edición pudimos asistir al estreno de Still the Water, de Naomi Kawase, en esta ocasión son tres los filmes de producción o temática asiática con los que los logroñeses pudimos deleitarnos en los diferentes recintos habilitados para tal fin: Riojaforum, Sala Gonzalo de Berceo y Teatro Bretón.
En primer lugar, el día 2 de enero, se proyectó en sesión matinal El niño y la bestia (Bakemono no Ko, 2015)[1] que, junto a La canción del mar (Song of the Sea, 2014), componía la oferta de cine familiar del festival. Sin embargo, este hecho no debe llevarnos a engaño, pues en Japón animación no significa ineludiblemente infantil, ya que existen géneros que van desde las aventuras (nekketsu), al erotismo (hentai), pasando por el terror (gore), atendiendo a un público de lo más diverso.
Mamoru Hosoda, que escribe y dirige el filme, es conocido por ser el director de las primeras películas de la serie Digimon Adventure (de cuya importancia ya hablamos anteriormente en esta revista). En 2011 creó su propio estudio de animación, Studio Chizu, y en su filmografía destacan obras como La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Summer Wars (2009) o Wolf Children (2012).
El niño y la bestia cuenta la historia de Ren, un niño de nueve años, hijo de padres divorciados que, tras la muerte de su madre, huye de su hogar a través de las atestadas calles del tokiota barrio de Shibuya. En un callejón de este popular lugar de la capital nipona, se encuentra la entrada a un mundo paralelo de fantasía, habitado por bestias y llamado jûtengai, que guarda bastantes similitudes con el Japón tradicional.[2]
En ese otro plano en el que se desarrolla la historia, el venerable señor de las bestias ha decidido retirarse y reencarnarse en una divinidad, por lo que su sucesión será decidida entre dos guerreros: Iôzen, un jabalí honesto, respetuoso de la tradición, padre de dos hijos que cuenta con muchos seguidores, y Kumatetsu, un lobo desafiante, solitario y de carácter irascible. El venerable decretará que, si quiere aspirar a convertirse en su sucesor, Kumatetsu deberá formar un discípulo.
Cuando se encuentra paseando por Tokio, Kumatetsu ofrecerá a Ren ser su aprendiz, pero este desecha la idea. Pese a ello, movido por su curiosidad y guiado por un pequeño y dulce roedor (que aporta el toque kawaii a la historia), el niño seguirá a la bestia hasta ese mundo paralelo, cuya entrada no podrá volver a encontrar, quedando atrapado entre bestias. De esta forma, Kumatetsu lo tomará bajo su cuidado como aprendiz, dándole el nombre de Kyûta (kyuu es nueve en japonés). La relación con el maestro, explotada hasta el hastío en el ámbito oriental y que nos ha dejado clásicos como Karate Kid (1984), será al principio complicada, con numerosos desacuerdos entre ambos, pero acabarán haciéndose inseparables, dependiendo el uno del otro.
Nueve años después, Kyûta se ha convertido en un gran guerrero pero, por casualidad, encuentra el camino al mundo real y deberá a elegir entre permanecer en las fantasías infantiles o madurar como adulto, con problemas reales en situaciones que no se parecen en nada a los maravillosos combates entre bestias con los que ha crecido. Esta lucha interna del protagonista simboliza en realidad la batalla que cada adolescente tiene consigo mismo en determinado punto de su desarrollo psicológico, donde debe abandonar los juegos infantiles para afrontar los retos de la adultez. En cualquier caso, es interesante también ver cómo el salto temporal es tratado en la película empleando el recurso de la elipsis: los mismos personajes, en un mismo entorno (que en este caso es un patio de entrenamiento con un gran árbol central), van cambiando a medida que transcurren los años; del mismo modo que Charles Foster Kane y su esposa veían pasar el tiempo desayunando siempre a la misma mesa en esa mítica escena de Ciudadano Kane (1941).
En sus visitas clandestinas al mundo de los humanos, Kyûta conoce a una joven estudiante llamada Kaede, que le descubrirá nuevos retos académicos, empezando por la lectura de Moby Dick (1851), de Herman Melville. Hosoda aprovecha para introducir aquí algunos problemas que conciernen a los adolescentes japoneses, como el acoso escolar. En su primer encuentro, Kyûta protege a Kaede de algunos de sus compañeros de clase que se disponen a hacerle bullying. Otro tema que se deja entrever en la película es el del ambiente opresor que supone la educación en un colegio de pago, motivado muchas veces por la presión que ejercen los padres para que sus hijos saquen buenas notas y accedan a una buena universidad, lo que es visto por Kaede como un deber familiar. Estos condicionantes externos se unen a los problemas normales de la adolescencia, relacionados con el proceso de autoconocimiento, que pueden manifestarse como tristeza, melancolía o incluso odio. Todo ello, aparece simbolizado en el filme por una “oscuridad” que puede llegar a devorar a los humanos. El paso de niño a hombre y las problemáticas de la adolescencia, se ven en este caso acentuadas por la compleja situación personal del protagonista: una familia desestructurada, su infancia difícil, los problemas de autocontrol y el odio que va creciendo en su interior.
Asimismo, Kyûta encontrará a su padre, largo tiempo perdido, lo que le supondrá una nueva lucha interior entre sus dos figuras paternas: la biológica, que lo estuvo buscando sin éxito durante años, y la que de verdad ha ejercido como tal, que es en realidad una bestia. Deberá entonces elegir entre su vida en el país de las bestias, con su maestro, sus habilidades para la lucha, y todo ese mundo donde prácticamente se ha criado; o el mundo real, con su padre, es decir, lo que queda de su familia, y su nueva amiga, que puede ser algo más, así como las posibilidades de una educación superior universitaria.
En plena lucha interior, acontece la definitiva batalla final entre Iôzen y Kumatetsu, que acabará trasladándose al plano de lo real cuando Kyûta se enfrente al hijo mayor de Iôzen, Ichirôhiko por las calles de Tokio. Este combate entre la oscuridad y la luz, entre el odio y el amor, es toda una proeza visual de dimensiones épicas que cautivará al espectador y le mantendrá en vilo hasta el desenlace del filme.
Formalmente, la película está muy bien realizada, con un dibujo impecable que resulta reconocible para los fans del manga, pero usando algunas técnicas originales e interesantes, como por ejemplo emplear imágenes de cámaras de vigilancia, a lo que hay que unir la combinación entre fantasía y realidad, que vuelve el relato mucho más interesante. Tal vez sea precisamente ese mundo de fantasía, con sus escenas de acción y sus combates épicos, lo más destacable del filme, junto con algunos giros de guión que lo vuelven no tan predecible. Por contrapartida, el mundo real se vuelve por momentos excesivamente edulcorado, deteniéndose en exceso en las problemáticas de los adolescentes japoneses de hoy en día, y restándole ritmo al relato.
Como adelantábamos al comienzo de este análisis, la película no está dedicada meramente a un público infantil, en parte por su largo metraje (de casi dos horas), que resulta excesivo, y no consigue captar la atención de los niños hasta el final. Asimismo, los puntos de inflexión son duras peleas, que sí consiguen remover las conciencias de los más jóvenes, que acabarán jaleando cual masa enfervorecida a las distintas bestias. Todo ello, a pesar del mensaje pacifista enunciado por el personaje de Kaede, la cual proclamará “no me gusta la violencia”, sin que dicho propósito moralista cale verdaderamente entre el público. Por otra parte, la oscuridad que inunda el corazón de los humanos, o la capacidad de reencarnación de las bestias, son conceptos que resultan muy abstractos para la mentalidad infantil (y occidental).
En cualquier caso, resulta una propuesta de anime interesante, a la que le sobra metraje melodramático, pero cuya impecable factura consigue enamorar y entretener al espectador, atrapado en un mundo de bestias mucho más cálido que el frío y masificado cruce de Shibuya.
Tráiler de El niño y la bestia.
Continuando con el cine japonés en el Festival Actual, el 3 de enero se ofrecía, en sesión matinal, Kamakura Diary (2015),[3] [4] proyectada en la Sala Gonzalo de Berceo, sede de la Filmoteca Rafael Azcona, y el tiempo desapacible no impidió que una buena multitud se recogiera para disfrutar de dos horas de cine en versión original.
Esta delicada obra del cineasta nipón Hirokazu Koreeda, se basa en el manga josei (destinada a un género femenino adulto) de Akimi Yoshida Umimachi Diary (Diario de una ciudad costera), publicado desde 2007 en la revista Flowers.[5] Para los que ya conocieran la obra, el filme ofrece un compendio general de la historia, incluyendo los pasajes más importantes, unido a la sensibilidad y el gusto por los dramas familiares que ya vimos en otras películas de Koreeda, como De tal padre, tal hijo (2013).
En sí misma, la película supone un interesante ejercicio tragicómico, más divertido que lacrimógeno, relatando las pequeñas aventuras diarias de un grupo de hermanas en la ciudad de Kamakura. El drama familiar se ve, así, aligerado con toques de humor que lo hacen ameno, asequible y cercano. De esta forma, aunque la película empieza y acaba con un funeral, lo que le da su estructura circular, las protagonistas son mujeres fuertes, que superan todos sus problemas con el amor fraterno, clave fundamental del filme.
Cuenta la historia de tres mujeres jóvenes, que habitan juntas en la casa familiar. Su padre las abandonó para irse con otra mujer, su madre se fue más tarde, y la hija mayor hubo de tomar el mando, perdiendo su infancia al desempeñar el rol de madre, criando a sus dos hermanas, sustentando la familia y sirviendo de sostén de la misma.
En el momento en el que se inicia la película, las tres son mujeres maduras, con un trabajo: la mayor es enfermera (siempre cuidando de los demás), la mediana, empleada de un banco (trabajo que odia pero que le permite mantener sus gastos de moda y bebida, fundamentalmente) y la pequeña, en una tienda de ropa y complementos deportivos. Cada una tiene una personalidad muy diferente: Sachi es seria, ordenada, aplicada, responsable de su vida y de la de los demás, siempre preocupándose de todo; Yoshino, despreocupada y enamoradiza, siempre eligiendo a los peores hombres; mientras que Chika supone un enigma en sí misma: risueña, feliz, desarreglada y despistada, su vicio es la comida.
El drama surge cuando reciben la noticia de la muerte de su padre, el cual tenía una hija adolescente, cuya madre había muerto, y se había casado por tercera vez con una mujer débil e interesada, que nunca se ocupó de él. Las tres acuden a despedirse de un padre al que apenas recuerdan y que les dio más amarguras que alegrías, y allí conocen a su joven hermana pequeña, Suzu: inteligente, obediente y dulce. Ante la situación en la que queda (que supone vivir con su madrastra), la hermana mayor le ofrecerá irse a vivir con ellas, y la pequeña acepta sin dudarlo.
Vemos, así, la adaptación de la pequeña a su nueva vida: una nueva casa, un nuevo instituto, nuevos amigos y nuevas hermanas; una situación familiar que le es desconocida y en la que descubrirá la verdadera felicidad. Además, se unirá al equipo de fútbol mixto de su escuela y allí se irá integrando en un grupo de amigos, entre los cuales hay un chico especial, por lo que veremos también la inocencia del primer amor.
Asistiremos, así, al relajado paso del tiempo de una vida sin estridencias ni sobresaltos, representado con enorme belleza visual a través de elipsis simbolizadas por los cambios en la naturaleza: las hojas caídas en otoño, la floración de los cerezos, etc. Se aprecia también un gusto por los detalles cotidianos que conforman la vida familiar, como por ejemplo el papel central que tendrá la elaboración del licor de ciruelas artesanal (umeshu) hecho en casa, el cual, por un lado, despertará la nostalgia de su madre ausente y, por otro, provocará la primera borrachera de la pequeña Suzu.
Técnicamente, la película resulta impecable en el uso de la profundidad de campo, de las diagonales y del punto de vista bajo, como situando la cámara en el tatami, con un quehacer fílmico clásico que bebe de grandes cineastas japoneses como Ozu. Además, resulta sumamente divertida, cálida y optimista, a pesar de lo complicado y melodramático del argumento.
Trailer de Kamakura Diary.
Muy en consonancia con este drama familiar, concluimos este panorama de la presencia asiática en el Festival Actual comentando la cinta franco-turca Mustang (2015),[6] proyectada el 4 de enero en el Teatro Bretón de los Herreros. Con lleno absoluto recibió la noche logroñesa esta película, que venía abalada con la Espiga de Plata en la Seminci vallisoletana, y es que esta joya de resabio independiente no defrauda.
El filme es un drama que revela los aspectos más oscuros del patriarcado en Turquía, analizando el polémico papel de la mujer en dicha sociedad. Para ello, nos muestra a cinco hermanas, de entre 12 y 16 años, en su opresor entorno familiar, y cómo se enfrentan de distintas formas a su situación de aislamiento (casi carcelario).
La película se inicia con la pequeña de las hermanas, Lale, despidiéndose de su profesora en el colegio, porque se inicia un verano que resultará definitivo para todos, hasta cotas insospechadas. Para despedir el curso escolar, las muchachas van a la playa con unos compañeros de clase y empiezan, despreocupados, a disputar una (en principio) inocente batalla en la que las hermanas, subidas a hombros de los muchachos, intentan tirarse unas a otras al agua. Sin embargo, cuando vuelvan a casa, se encontrarán con que su abuela se ha enterado de lo sucedido por una vecina. Esta les recrimina haber traído la vergüenza a la familia por “masturbarse contra el cuello de unos muchachos” y las maltrata físicamente. Ya desde este desgarrador inicio, se observa la importancia de la comunidad que vela por la moralidad constantemente, en una especie de matriarcado encubierto de cuya red no escapa nadie.
Su tío, el otro guardián de las muchachas (cuyos padres murieron hace diez años), agrede a la abuela, recriminándole que la educación de las muchachas dependía de ella, y esta pasa entonces a erigirse en defensora de las muchachas. El incidente se resuelve con una visita de las tres hermanas mayores al médico, del que salen con una prueba escrita de que su virginidad sigue inmaculada, sin la cual, tal y como dice la abuela, no podrían casarse.
La otra consecuencia principal del lúdico incidente, es el enclaustramiento de las jóvenes en casa, donde se les retira todo aquello que podría pervertir sus jóvenes mentes (ordenador, teléfono, maquillaje…) y se cierran las puertas a cal y canto. Asimismo, se cambian los libros de texto por otro tipo de conocimientos que son impartidos por distintas vecinas y tías de las chicas, las cuales pasan a instruirlas en tareas domésticas y culinarias, convirtiéndose la casa en una “fábrica de esposas”, como dice la pequeña en voz en off, erigida como narradora de la historia desde el principio y en la cual se focaliza la historia.
De esta forma, vemos todo desde el punto de vista de la más pequeña, lo que le da a la película un aire de ingenuidad y de desconocimiento que el espectador comparte, ya que muchas veces deberá intuir lo que ocurre sin que le sea dicho directamente. Esto mismo ocurre en otras narraciones focalizadas en un narrador infantil, como por ejemplo El niño del pijama de rayas, The Go-Betwen o Expiación: Más allá de la pasión (Atonement) -todas ellas piezas literarias que luego fueron adaptadas al cine-, que muestran incursiones de niños o preadolescentes en el complejo mundo de los adultos, ya sea este un campo de concentración alemán, o inapropiadas aventuras amorosas interclasistas entre la socialité británica.
Técnicamente, la película tiene un formato igual de inocente que nuestra protagonista principal, con algunas irregularidades en los planos o en la iluminación que le dan ese aspecto de documental. Se trata de unas imperfecciones que contribuyen al desconcierto que, en algunos momentos, acompaña al espectador, que no ve claramente lo que ocurre.
Sin embargo, lo interesante de la película es ver la manera tan diferente en que cada una reacciona ante la situación, ya sea esta resignación, rebeldía, insurrección o derrotismo. El mayor momento de rebeldía ocurre cuando la pequeña, aficionada al fútbol, convence a sus hermanas para escaparse y unirse a una expedición femenina que va a asistir a un encuentro entre el Trabzonspor y el Galatasaray. La abuela las ve por la tele y desconecta el suministro de luz de toda la casa para evitar que los hombres las descubran, ya que eso podría tener consecuencias desagradables.
Las dos mayores se casarán pronto: una por amor y la otra en un matrimonio concertado. Así, asistimos al tradicional proceso de cortejo, en el cual las mujeres de las dos familias se reúnen para tomar el té, presentan a los jóvenes casaderos y, seguidamente, entran los hombres para “cerrar el negocio” (en palabras de la abuela): el padre del joven pide la mano de la muchacha y se formaliza así el compromiso. También vemos los preparativos de la boda (que en este caso será doble): cómo se organiza el ajuar de la novia, se decora la casa y se prepara a la mujer para lo que le espera en la noche de bodas, entregándole un libro que le servirá de manual.
Ante el ambiente, cada vez más agobiante, las más pequeñas fijarán su meta en escapar del hogar y llegar a Estambul, visto en el filme como el culmen de las libertades femeninas; una ciudad cosmopolita y abierta que simboliza todo lo que las muchachas desean: su libertad.
Tráiler de la película.
Pese al predominio del drama entre los argumentos de las películas de Actual 2016 (no hemos citado otras producciones como la italiana Mia Madre, la inglesa 45 Years o la islandesa “Fúsi” Virgin Mountain), es motivo de alegría para los aficionados al celuloide (y no exclusivamente asiático) la presencia de las cintas aquí analizadas. Ya no solo por su profusión o variedad, sino también por la enorme calidad de todas ellas, precedidas siempre de importantes premios en grandes festivales internacionales. Es por ello de agradecer el excelente trabajo de los organizadores de este certamen logroñés, por hacernos llegar títulos de categoría mundial, que hacen al Séptimo Arte digno de este nombre.
Notas:
[1] El niño y la bestia / Bakemono no Ko (2015). País: Japón. Director: Mamoru Hosoda. Guión: Mamoru Hosoda. Música: Masakatsu Takagi. Productora: Studio Chizu / NTV.
[2] En el mundo fantástico de las bestias, se conservan algunas tradiciones de Japón, como son los samuráis y los monjes sintoístas, o artesanías como los telares, la forja o los mercados al aire libre. Asimismo, su arquitectura sencilla contrasta con los rascacielos y las luces led del Tokio actual.
[3] Nuestra hermana pequeña / Umimachi Diary / Kamakura Diary (2015). País: Japón. Director: Hirokazu Koreeda. Guión: Akimi Yoshida, Hirokazu Koreeda. Reparto: Haruka Ayase, Masami Nagasawa, Suzu Hirose, Kaho, Ryô Kase, Ryôhei Suzuki, Rirî Furankî, Shin’ichi Tsutsumi, Jun Fubuki, Kentarô Sakaguchi. Productora: GAGA / TV Man Union / Toho Company
[4] Pese a que la película cuenta ya con un título en castellano, se ha optado aquí por la versión adaptada del japonés, por ser esta la denominación empleada en la programación, cartelería y entradas del Festival Actual.
[5] Hasta el momento cuenta con 6 volúmenes, el último de ellos publicado en julio de 2014.
[6] Mustang (2015). País: Francia. Director: Deniz Gamze Ergüven. Guión: Deniz Gamze Ergüven, Alice Winocour. Música: Warren Ellis. Fotografía: David Chizallet, Ersin Gok. Reparto: Erol Afsin, Ilayda Akdogan, Doga Zeynep Doguslu, Elit Iscan, Ayberk Pekcan, Günes Sensoy, Tugba Sunguroglu. Productora: Coproducción Francia-Turquía-Alemania; CG Cinéma.