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La visión de China de Ibn Battuta

Ibn Battuta ha sido denominado “el viajero del Islam”, ya que realizó un increíble viaje durante el siglo XIV, en el que recorrió todo el mundo islámico conocido. Llevó a cabo su aventura a lo largo de veintiocho años, en los que llegó hasta China. Su trayecto fue incluso de mayor distancia que el de Marco Polo, quien le precedió, por lo que nos ofrece visiones comparables.

Mapa que compara los trayectos realizados por Marco Polo y por Ibn Battuta (fuente: roebuckclasses).

Mapa que compara los trayectos realizados por Marco Polo y por Ibn Battuta (fuente: roebuckclasses).

Conocemos este periplo gracias a que Ibn Battuta dejó constancia de su aventura a través de un libro: Regalo de curiosos sobre peregrinas cosas de ciudades y viajes maravillosos. La obra pertenece al género rihla o “literatura de viajes”, que surgió en el siglo XII a raíz de las travesías emprendidas por los jóvenes andalusíes y magrebíes, que marchaban en peregrinación a La Meca y a formarse en grandes ciudades como Damasco, Bagdad o El Cairo. Algún intrépido incluso continuaba su camino por exóticos lugares de Asia.

Este tangerino nació en el año 1304, y lo poco que de él se sabe es lo que menciona en el relato de su andanza, donde proporciona escasos datos personales. Su historia comienza cuando, a la edad de veintidós años, decidió cumplir con uno de los pilares de la religión musulmana, partiendo en peregrinación a La Meca desde Marruecos, recorriendo el norte de África, pasando por Egipto, Siria y Palestina. Tras su primera peregrinación, atravesó Iraq y Persia para volver a peregrinar a La Meca, donde pasó una larga estancia. Luego, se dirigió hacia África Oriental y el Golfo Pérsico, para realizar después una tercera peregrinación a la ciudad natal del Profeta. Por Egipto llegó al Asia Menor, Rusia meridional y Constantinopla. Posteriormente cruzó Asia y viajó a la India, allí residió siete años en Delhi, y recorrió las costas e islas asiáticas para llegar hasta China. Tras visitar ese lugar, retornó a Marruecos por Indonesia, realizando su cuarta peregrinación al lugar santo, y finalmente, viajó a al-Ándalus y a Mali. Falleció en su tierra, en algún momento entre 1368 y 1377, posiblemente tras ser nombrado cadí.

Hoy resulta curioso que un joven que marchó solo y sin riquezas pudiera llegar a realizar tan tremendo viaje. Estos peregrinos, que partían inicialmente sin grandes posesiones ni fortuna, llegaban a acumular en algunas fases del recorrido una gran cantidad de efectivo, objetos y ganado, gracias a la suerte. Uno de los aspectos principales que le permitieron un viaje así, fue la hospitalidad característica de aquellos pueblos que se encuentran en un medio hostil. Además, hay que tener en cuenta la postura que adopta el Corán ante el viajero: en varias ocasiones menciona que se le debe dar limosna y ofrecer alimento, y que debe recibir buen trato. Igualmente, la limosna es otro de los pilares del Islam, y con ella se financiaban algunas instituciones de caridad, donde en ocasiones se hospedaba este viajero. Ibn Battuta frecuentaba las zagüías, y fue acogido por gentes acomodadas o ayudado por personalidades que le proporcionaban provisiones o le facilitaban los desplazamientos.

Esta situación no cambiaba cuando se encontraba en zonas en las que la comunidad islámica era minoritaria, como en China. Sin embargo, en su historia declara que no le gustaba este país por esa razón, y manifiesta que apenas salía de su alojamiento por no presenciar impiedades, de manera que le alegraba mucho encontrarse con correligionarios. En su viaje todo le era revelador y novedoso, pero especialmente en los países en los que no reinaba el Islam, lo que presenciaba le era extraño y le producía cierto rechazo.

La rihla de Ibn Battuta constituye una importante fuente de información ya que nos ofrece una visión del mundo musulmán del siglo XIV. Treinta años después de iniciar su aventura, el viajero dictó sus vivencias al poeta granadino Ibn Yuzayy, que redactó la obra durante tres meses, ordenando datos y reconstruyendo los itinerarios. Su finalidad era proporcionar información de interés al sultán meriní de Fez, Abu Inan (1329-1358), y darle a conocer la agricultura de otros lugares, la economía o la administración de los gobiernos. Asimismo, en el relato también quedan reflejados importantes aspectos sociales como las costumbres y tradiciones, la religión o los castigos.

En ocasiones se ha puesto en duda la credibilidad de la obra, especialmente en algunos capítulos. Por un lado, el escrito pretende aportar datos útiles, pero sin dejar de entretener al lector incluyendo sucesos extraordinarios y descripciones de maravillosos lugares, que son fruto de observaciones personales, así como de tradiciones locales e información de otras manos. Debido a que Ibn Battuta perdió su cuaderno de notas durante el viaje, tuvo que dictar su aventura de memoria treinta años después, por lo que sus recuerdos pudieron distorsionarse, modificarse u omitirse en situaciones en las que se veía implicado de manera más personal. Sin embargo, aunque en la obra se adviertan imposibilidades o contradicciones, su testimonio coincide con el de otros viajeros, menciona acontecimientos reales (como la peste negra, guerras civiles o revueltas), y nos ofrece un testimonio que se ajusta a la situación del mundo islámico del siglo XIV.

A pesar de los problemas cronológicos que presenta el relato del viajero, su viaje a Asia Oriental se fecha en torno a 1346. Dos hechos le impulsaron a visitar ese lugar: poco después de iniciar su travesía se hospedó en Alejandría con un imán que le auguró un encuentro con tres ascetas, nada más y nada menos que en la India, en el Sind[1] y en China, siendo ese el germen de su aventura. Por otro lado, años más tarde, tras haber servido durante mucho tiempo al sultán de Delhi, renunció a su servicio y se retiró con otro imán. Pronto el sultán envió a alguien en su busca, ya que había recibido una embajada desde China, y ordenó al tangerino que partiese como embajador a ese lugar para corresponder con un presente al soberano. Sin embargo, la misión fracasó.

El Islam había llegado a China de forma temprana, en el siglo VII, a través de las rutas comerciales. El gran Imperio mongol fundado por Gengis Kan, que alcanzó su máxima extensión bajo el gobierno de su hijo, el Gran Kan Ogodei, fue divido a la muerte de este. Una de las partes, que actualmente abarcaría la zona de China y Mongolia, quedó bajo el mando de Kublai Kan, nieto de Gengis Kan, que instauró la dinastía Yuan[2] en 1271. Él instaló la nueva capital en la actual Pekín y emprendió la conquista del sur del país, donde subsistía la dinastía Song,[3] completando su empresa en 1279. La tolerancia de la dinastía Yuan propició que esta religión y otros grupos minoritarios se instalasen bajo el Imperio. La población musulmana creció considerablemente, de manera que el Islam se convirtió en una de las principales religiones del país.

Tiempo después tuvo lugar la visita de Ibn Battuta, concretamente bajo el mandato de Toghon-Temur (1333-1370), último emperador de la dinastía Yuan. En su obra, el trotamundos describe cada una de las ciudades por donde pasa, nos habla de su recibimiento, y de los principales musulmanes que ahí residían. Alude a cinco ciudades, sin embargo, su propio testimonio hace suponer que sólo debió visitar dos de ellas.

Llegó a hasta esas tierras navegando desde la actual Vietnam y desembarcó en la costa de Quanzhou, donde describe su gran puerto, tal y como hace Marco Polo. Nos habla de una importante industria textil en la localidad y de la amplia extensión de las ciudades, al incluir las viviendas un huerto en su recinto. Desde ahí visitó Cantón, donde dice que existía una morería dotada de mezquita aljama, zagüía y zoco. Tras regresar a Quanzhou, se dirigió a Pekín para entrevistarse con el emperador, haciendo un alto en Qanyanfu, una ciudad dividida por cuatro murallas concéntricas. Después llegó a Hangzhou, formada por seis ciudades, de las que una incluía zagüía y mezquita aljama, donde dice que residían un gran número de musulmanes. Finalmente llegó a Pekín, que describe como una de las urbes más grandes que ha visto, aun situándose en ella los huertos tras las murallas; ahí se encuentra el palacio imperial, construido esencialmente en madera.

En cuanto a la geografía china, dedica unas frases al río Amarillo que, según cuenta, nace en unos montes cercanos a Pekín y desemboca en Cantón, mientras que realmente nace al oeste del país en las montañas Bayan Har y fluye hasta el mar de Bohai, en la costa nororiental. Lo compara con el Nilo, al haber en sus riberas numerosas poblaciones y huertas. Comenta muy brevemente la existencia de uvas, peras y magníficos melones, pero curiosamente pasa por alto cualquier fruto característico de la zona. También menciona el cultivo del trigo, las lentejas y los garbanzos, pero no del arroz. Incluso llama su atención el enorme tamaño de las gallinas y de los gallos chinos, que ponen huevos de mayor tamaño que los de las ocas, y cuya carne se debe cocinar en dos ollas.

Sus palabras indican que no siente simpatía por la mayoría de la población local, pues de los chinos dice que “son paganos, idólatras y queman a sus muertos”, y además “comen carne de cerdo y de perro”. Les considera gentes acomodadas, pero que no se interesan por comer bien o por vestir buenas ropas.

Nos cuenta que en el país se trata de evitar que los mercaderes extranjeros derrochen sus riquezas, por lo que se alojan en las viviendas de mercaderes locales o en fondas, de manera que sus bienes son administrados durante ese tiempo por los comerciantes o los regentes de los establecimientos. Sí se les permite casarse con esclavas nativas pero, por el contrario, no se las obliga a viajar con ellos.

Centro comercial Ibn Battuta en Dubái, espacio de China (fuente: Alberto-g-rovi/Wikimedia Commons).

Centro comercial Ibn Battuta en Dubái, espacio de China (fuente: Alberto-g-rovi/Wikimedia Commons).

De su relato se desprende la tolerancia religiosa disfrutada bajo la dinastía Yuan, al mencionar que los musulmanes son respetados y que habitan en aljamas. De igual manera se deduce la estabilidad del Imperio, al afirmar que la seguridad reina en los caminos, propiciada por la existencia de fondas en las que cada noche los viajeros son registrados. También se controla la tripulación y la mercancía de los barcos, inspeccionando toda la carga al zarpar y al regresar al puerto. De las embarcaciones chinas habla previamente en su relato, explicando los diferentes tipos de juncos y su construcción, cuando se encuentra en Calicut.

El capítulo de China incluye algunos elementos novelescos o fantasiosos, pero cabe mencionar el episodio del entierro del kan que dice presenciar. El viajero afirma que a su llegada a Pekín el emperador no se encontraba en la capital, ya que estaba tres meses de marcha, en guerra contra su primo, que se ha había levantado en armas. Al tercer día de su estancia en la ciudad llegó la noticia de la muerte del kan, según narra Ibn Battuta, y a continuación se engalanó la ciudad, se tocó música y se celebraron juegos en su honor. Indica además que su cuerpo llegó acompañado de un centenar más, y que se le enterró en una estancia subterránea cubierta de alfombras, donde se depositaron sus armas, vajilla de oro y plata, y se introdujeron seis siervos y cuatro esclavas. Finalmente, se cubrió el lugar con tierra creando una colina sobre él, y después se hizo a cuatro caballos galopar sobre el túmulo hasta quedar exhaustos, siendo empalados sobre la tumba después. Todos los habitantes de la ciudad acudieron a la ceremonia con vestimenta de color blanco, y durante cuarenta días, o incluso más, las esposas y familiares del monarca habitaron junto al lugar en tiendas. Cuenta que tras la muerte del soberano la capital se trasladó, y se sucedieron revueltas y sublevaciones, que le obligaron a salir del país.

Hoy sabemos que la dinastía Yuan fue expulsada de China por los Ming en 1368 y que el emperador no murió hasta 1370, por lo que probablemente la obra nos habla del funeral de un jefe mongol que quizá le fue transmitido por otra persona. Una leyenda dice que cuando falleció Gengis Kan, se introdujeron doncellas en su tumba, y posteriormente la tierra que la cubría fue compactada por caballos galopando, que luego fueron sacrificados, por lo que el ritual descrito no se alejaría demasiado de las prácticas mongolas.

A pesar de esa credibilidad general que se otorga al relato del viajero, lamentablemente la situación cambia al hablar de China, y su estancia en el país se pone en duda, al menos parcialmente, ya que en ocasiones parece que transmite información de segunda mano. Las descripciones de Pekín y Qanyanfu (ciudad que no se ha identificado) son realmente someras. Además, frente al interés que muestra por los productos agrícolas en el resto del relato, aquí se limita a elogiar brevemente los frutos. La descripción de Hangzhou y el puerto de Quanzhou parecen más detalladas, coincidiendo algunos datos con el testimonio de Marco Polo. Por esto se opina que al menos visitó los puertos de Hangzhou y Quanzhou.

Ibn Battuta describe detalladamente el proceso de fabricación de la porcelana. También habla del uso del papel moneda en el país, así como de la posibilidad de cambiar los billetes deteriorados, sin coste, en cecas o casas de la moneda. Estos detalles coinciden con las palabras de Marco Polo. De la misma manera, nos concede una serie de datos valiosos, ya que nos informa del cargamento de los barcos, de la jubilación, de la protección de los comerciantes y de la seguridad en los caminos. No hay que olvidar que cuenta con todo detalle el proceso de construcción de los juncos y los tipos de navíos chinos.

Tumba de Ibn Battuta, Tánger (fuente: Wikimedia Commons).

Tumba de Ibn Battuta, Tánger.

En la actualidad puede visitarse la tumba de este viajero, pues sus restos descansan en Tánger, en un pequeño oratorio cubierto por una cúpula. Para comprender la importancia de su aventura, queda decir que su obra ha sido traducida a varios idiomas, ha sido adaptada como literatura infantil, se ha llevado al cine y al teatro, y también ha inspirado videojuegos. En su honor, un cráter lunar lleva su nombre desde 1976, al igual que fue bautizado el aeropuerto de Tánger. Pero quizá sea en Dubái donde encontramos los homenajes más monumentales, ya que en la ciudad se construyó el gran hotel de lujo Ibn Battuta Gate, así como un inmenso centro comercial, inspirado en sus viajes.

Para saber más:

  • Ibn Battuta, M. Ibn. Abd À. (ed. y trad. Fanjul, S. y Arbós, F.). A través del Islam. Madrid, Editora Nacional, 1981.
  • Polo, Marco. (ed. y trad. Carrera Díaz, M.). Libro de las maravillas del mundo. Madrid, Cátedra, 2008.

Notas:

[1] El Sind es una región del sur de Pakistán que hace frontera con la India. Por ella transcurre el río Indo, que cruza todo el país.

[2] La dinastía Yuan (1279-1368) tiene un origen mongol, ya que fue el instaurada por el emperador Kublai Kan (1271-1294). Bajo este periodo se vivieron momentos de estabilidad y prosperidad, hasta que la llegada de una crisis económica y el malestar de la población ante las medidas del gobierno, propiciaron una serie de revueltas que derivaron en la marcha del emperador Yuan y la fundación de la dinastía Ming.

[3] La dinastía Song (960-1279) sucedió a un periodo de inestabilidad política conocido como las Cinco Dinastías, al que puso fin el emperador Taizu (960-976), unificando China. En este momento, la capital del imperio se encontraba en Kaifeng, pero luego se estableció en Hangzhou tras la retirada de la corte hacia el sur tras perder el control del norte del país, hecho que divide en dos periodos la historia de la dinastía Song.

avatar Esther Lupón González (7 Posts)

Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza, cursando el Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte.


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